La primavera es la mejor época de Madrid. Después del frío del invierno y con el cambio de hora, te encuentras con días soleados, con una temperatura muy agradable y en los que anochece más tarde. En definitiva un intermedio que es necesario aprovechar entre los rigores del clima madrileño, el invierno pasado y el verano que vendrá.
Pero también es ese tiempo en que no sabes qué ponerte y acabas resfriándote. Eso es lo que me pasó a mí. Acababa de volver de las vacaciones de Semana Santa en Mallorca y pillé un trancazo como hace años que no pasaba. Incluso había tenido que estar de baja cuatro días, algo extrañísimo en mí. Pero ya lo había superado y esa tarde había salido de casa para dar una vuelta y tomar un poco el sol, que falta me hacía.
Me fui a los alrededores del Templo de Debod, que es una zona que me encanta y desde la que se contempla la mejor puesta de sol de Madrid. Iba habitualmente, incluso tenía mi banco preferido en el que me gustaba sentarme a pensar en mis cosas. Además tenía un aliciente añadido, en una amplia zona de césped siempre había unos frikis, seguidores de Star Wars, vestidos como en las películas y haciendo coreografías con lanzas, espadas láser y todo eso.
- Dios te ama – me dijeron dos chicas que se habían acercado a mi banco.
- ¿Qué? – contesté saliendo de mi ensimismamiento.
- Que aunque te parezca que no, Dios está pendiente de ti y te ama.
- Ya, ya – empecé a contestar mirando a mi alrededor por si era una broma o algo así – os lo agradezco pero me parece que os confundís.
- No, perdona, deja que nos presentemos. Somos Estrella y Ludi, de la parroquia de Santa Teresa y San José. El padre Miguel nos ha pedido que salgamos a difundir el mensaje de amor del Señor, por eso queremos que sepas que Dios te ama, que no desfallezcas porque Él no te olvida.
Joder, qué pinta debería tener para que estas dos pensasen que necesitaba ayuda. Quizás otro día habría intentado sacarles de su error, decirles que no es que la vida me tratase mal es que acababa de salir de un gripazo y como soy un puto vago, ni me había afeitado en cuatro días y había salido de casa tal y como estaba, peinándome con los dedos en el espejo del ascensor porque tampoco en eso había pensado. En Madrid me podía permitir ese lujo, primero porque es muy poco probable encontrarte a alguien que conozcas y segundo porque mi mujer estaba en Palma, ya que ella así no me dejaba salir de casa.
- Ya, ya – dije sonriendo y sin sacarles de su error, no tenía ganas de discutir – Muchas gracias. Dádselas también al padre Miguel.
- ¿Podemos saber cómo te llamas?
- Alberto - dije dudando, me habían pillado en baja forma.
- Encantadas Alberto. Ven por la parroquia cuando lo necesites y pregunta por nosotras o por Miguel. Nos gustaría seguir hablando contigo.
- Gracias. Hasta entonces pues.
No me gusta ser descortés pero me fastidia que me aborden por la calle para venderme cosas, aunque fuese mi salvación, además que no tenía ganas de discutir. A ver, soy agnóstico de cabeza y ateo de corazón, discutir de religión me distrae mucho pero hacerlo con aquellas dos veinteañeras, vestidas de apostolantes de los años sesenta, francamente ahora me daba pereza. Miré como se alejaban y seguí contemplando la coreografía de los jedis.
Unos cuantos días después y ya completamente recuperado, volvía andando a mi casa, había comprado una horchata en un quiosco callejero y me senté a tomarla en mi banco preferido, contemplando cómo ensayaban los padawan. Al poco rato sentí que me miraban. Estrella y Ludi estaban a unos metros, decidiendo si era yo o no.
- Ya sé, Dios me ama.
- Sí… - respondió Ludi dubitativa.
- ¿Qué pasa? ¿No era a mí al que amaba?
- Sí, claro, tú eres…
- Alberto.
- Tienes muchísimo mejor aspecto.
- Jajajaja, el otro día me pillasteis flojo, recién salido de un gripazo y con pocas ganas de discutir. Así afeitado y peinado parezco otra cosa.
- ¿Pero lo ves? Teníamos razón. Dios te ama, tú mismo eres la prueba – dijo Ludi, que era la que llevaba la voz cantante.
- El otro día no quise llevaros la contraria pero ahora que tenemos más confianza os diré que estoy convencido que Dios no existe, lo siento por vosotras.
- ¿Y por qué crees eso? – preguntó Estrella un poco alterada.
- Esa no es la pregunta, la pregunta es por qué vosotras, dos chicas jóvenes, crecidas y educadas en una sociedad moderna sí creen en él. ¿Por qué? ¿Qué necesidad tenéis de ello?
- Dios es parte de mi vida, le siento a mi lado en cada momento. Mira a tu alrededor, los árboles, las flores, el cielo, la puesta de sol… ¿cómo es posible que no lo sientas? – contestó Ludi.
- Muy poético, a mí la belleza también me conmueve – dije sin poder evitar una risa – pero todo de lo que me hablas es física, química y, si me apuras, psicología ¿qué necesidad tienes de complicarlo metiendo a Dios en todo eso?
- Él lo creó ¿cómo si no podría existir semejante belleza? – intervino Estrella.
- Vale, llegamos al argumento clave. Como no entendemos de dónde sale todo esto – dije señalando ostentosamente el entorno que nos rodeaba – nos inventamos un creador que es la causa de todo. Pero decidme ¿quién crea al creador?
- ¡Siempre existió! – dijeron las dos a la vez.
- ¿Lo veis? – dije riendo y señalando otra vez el entorno – todo esto, incluso nosotros mismos somos los ciento y pico elementos de la tabla periódica combinados de diversas formas siguiendo las leyes de la física, pero nos parece imposible que pueda existir sin que lo haya decidido el creador, sin embargo ese creador que tiene complejidad y poderes ilimitados sí que puede haber existido desde siempre, sin que nada lo haya causado y sin que eso os extrañe.
- No podemos entender a Dios, sólo amarlo – contestó Ludi mientras Estrella nos miraba pensativa.
- Bueno, eso a mí no me sirve y vuelvo a la pregunta inicial, si Dios no me resuelve el problema del origen ¿qué necesidad hay de meterle en todo esto?
- De pequeña tuve leucemia y estuve a punto de morir pero Dios me curó – dijo Estrella buscando otros argumentos.
- Caramba, qué fuerte, creo que mis padres me habrían llevado al médico – dije con cierto sarcasmo pero intentando no ser frívolo.
- ¡Hombre, los míos también! Pero estuve muy grave. Rezaron mucho por mí y al final me salvé.
- Los médicos que estuvieron pendientes de ti y los tratamientos que te administraron no tuvieron nada que ver.
- Claro que sí, pero al lado había otro chico con un pronóstico menos grave que el mío y falleció a pesar de los médicos y los tratamientos.
- Porque nadie rezó por él ¿no?
- No lo sé… - dudó Estrella.
- Mira – seguí – todas las enfermedades tienen un porcentaje de fallecimientos y un porcentaje de supervivencia, el que tu caso esté en un lado u otro no es ni un milagro ni un castigo divino, es cuestión de estadística.
- No todo tiene una explicación científica – insistió Estrella.
- Por supuesto – contesté – y esa es la principal excusa de las religiones. Nos hacen creer que dan una explicación a los temas que la ciencia no puede hacerlo, pero cuando te das cuenta que la explicación siempre es Dios pues…
- Es que te resistes a verlo porque tu materialismo te ciega, pero la única explicación es Dios – me rebatió Ludi.
- Me ha gustado eso de que el materialismo me ciega – respondí riendo – el materialismo me hace pensar.
- Y te roba la esperanza – continuó Estrella – no sé cómo puedes vivir así.
- Y así llegamos a la otra excusa – proseguí – La esperanza. Nos resistimos a aceptar la idea de morir, nunca lo hemos asumido y nos aferramos a cualquier cosa que nos asegure que seguiremos viviendo aunque muramos. En fin, explicar lo inexplicable y asegurar la vida eterna ¿qué más podemos pedir?
- Así no vamos a llegar a ninguna parte – concluyó Ludi – Adiós Alberto, rezaremos por ti.
- Rezar es lo que se hace cuando en realidad no hay nada que hacer. Nos da la sensación que ayudamos de alguna manera. Tranquiliza nuestra conciencia.
- Me entristece que pienses así – dijo Estrella – Aunque estás bien ahora me preocupas más que cuando te vimos el otro día.
- Adiós. Que Dios te bendiga – cortó Ludi sin dejar contestase.
- Adiós. Que la Fuerza os acompañe.
No fue una grosería, siempre contesto así cuando me mandan bendiciones. Es que estoy rodeado de gente muy pía y de alguna manera me tengo que defender. Es un sarcasmo pero me temo que se lo tomaron como una burla a sus creencias. No pretendía eso, lo sentía, pero también creía que alguien tenía que contar a aquellas dos las verdades de la vida.
Como una semana después estaba sentado muy cerca de allí, en una terraza de Rosales tomando una cerveza con Carla, una antigua amistad de mi época de estudiante con la que había perdido contacto hasta que me encontró en Facebook y me escribió. Se había convertido en un “mujerón” y nunca mejor dicho. Siempre le estaré agradecido porque gracias a su iniciativa recuperamos con creces el tiempo perdido.
Cuando nos estábamos despidiendo con un cariñoso abrazo vi por encima de su hombro a Ludi y Estrella que esperaban tímidamente a que terminásemos para acercarse.
- Hola ¿Podemos sentarnos un momento? – preguntó Ludi.
- Claro, por favor ¡qué coincidencia! ¿cómo os va?
- Bien. Perdona. Hace días que te buscábamos y cuando te hemos visto con esa chica dudábamos si acercarnos, pero como ya os despedíais… - contestó Ludi
- Tranquilas, estábamos charlando, no hubieseis interrumpido nada. ¿Pero por qué me buscabais?
- Para disculparnos – se apresuró a decir Estrella – El otro día nos descolocaste con tus argumentos y no supimos contestarte.
- En realidad no había nada que contestar – intervino Ludi – son dos maneras distintas de ver las cosas.
- Sí, pero nos fuimos de malas maneras – atajó otra vez Estrella – Esperamos que nos disculpes.
- De verdad que no hay nada que disculpar. Pensamos de manera distinta, eso es todo. El que no nos pongamos de acuerdo es bueno, todos podemos aprender del debate.
- Yo ya tuve suficiente debate – concluyó Ludi.
- Jajajaja, perfecto, me parece bien. Permitidme que os invite a una horchata, la de aquí es buenísima.
- Gracias, pero mejor nos vamos – se apresuró a decir Ludi ante la visible decepción de Estrella – ya nos hemos disculpado.
- Venga – insistí – Así os agradezco vuestro interés. Prometo no cuestionar vuestras creencias religiosas, pero me gustaría conoceros un poco más, saber quienes son esas chicas que desde el principio se preocuparon por mí. Sólo un ratito ¿eh?
- Bueno, vale – consintió Ludi después de haber intercambiado una mirada cómplice con Estrella – sólo un momento.
Tomaron horchata y yo pedí otra cerveza. Para evitar temas escabrosos les pregunté por ellas, qué hacían cuando no dedicaban su tiempo a la parroquia y todo eso. Estrella tenía veintidós años y Ludi veintiuno. Ambas cursaban el tercer año del grado de Historia del Arte en el CEU San Pablo, una universidad privada de carácter católico.
Estrella es boliviana, se le nota en las típicas facciones nativas aunque es rubia, pensé que teñida pero resultó ser natural. Su padre es diplomático, está destinado en la embajada y hace años que vive en España.
Ludi es el diminutivo de Ludivina. Yo pensaba que era una contracción de Luz Divina pero me explicó que no tenía nada que ver. Es canaria, de La Gomera, su aspecto guanche hacía que pudiese ser confundida por suramericana, sobre todo si la veías junto con Estrella. De las dos es quizás la que tiene más convencimiento en sus creencias religiosas. Aprovechó la primera excusa para decirme que sus padres son “kikos” y se ha criado en ese ambiente. Estaba orgullosa de ello.
Vivía con unas compañeras de la parroquia pero estaba convenciendo a Estrella para alquilar algo las dos e irse a vivir juntas. Cuando comentó esto me miró intentando ver qué reacción provocaba en mí. Creo que no se me notó nada.
- Perdonad mi curiosidad – dije anticipando mi posible indiscreción – sois muy jóvenes, universitarias, muy atractivas… y sin embargo vestís, disculpadme, como mi abuela. Parece como si os avergonzase ser guapas, vamos que hay monjas más sexis que vosotras ¿por qué?
- Este es nuestro estilo – dijo Estrella – no queremos hacer ostentación del físico. Cuando salimos a difundir la palabra de Dios queremos que atiendan al mensaje no a nuestro cuerpo.
- Es que parece como si os avergonzaseis de él.
- No, para nada – respondió Ludi – pero el sexo es una tentación que tenemos que aprender a superar. En nuestra medida no queremos contribuir a aumentar esa tentación.
- A ver, vosotras decís que el sexo es como una... trampa que Dios nos pone para poner a prueba nuestra fortaleza. Para mí el sexo, el placer sexual, es el truco que emplea la evolución para que no nos extingamos como especie.
- Sí – añadí al ver su cara de duda – ahora tenemos la posibilidad de hablar de sexo separando los conceptos de placer y reproducción. Hace años eso no era posible y aunque tú sólo buscases placer te arriesgabas a tener hijos, los quisieses o no. En las épocas que sustentar la prole era algo muy complicado esa era quizás la principal causa de que viniesen niños al mundo. Entonces el sexo, como placer sexual, no sólo es una tentación, es una necesidad, por lo que no creo que sea conveniente negarlo.
- Volvemos a discrepar en el enfoque del tema – dijo Ludi mientras Estrella asentía.
Me moría de ganas de decirles que yo hablaba de biología, de datos objetivos, mientras ellas hablaban de supersticiones, pero no quería volver a asustarlas, así que me lo callé y en lugar de eso simplemente les hablé de lo que para mí significa el sexo, lo importante que siempre ha sido en mi vida y en mis relaciones. Curiosamente, aunque eso las ponía algo nerviosas, no rehuían el tema. Me escuchaban atentas y con una excitación que podía percibir. Tenían la edad de mis alumnas, pero de repente visualicé una posibilidad que ya había contemplado con anterioridad y ahora lo tenía claro, me acabaría acostando con aquellas dos, posiblemente al mismo tiempo.
No sé si a vosotros os pasa, cuando de repente veo la solución de un problema o tengo la certeza de conseguir algo que me apetece mucho, un escalofrío me recorre la columna. En ese momento me pasó. Me vi desnudándolas, levantando esas largas faldas y bajándoles unas bragas grandes dejando a la vista el pubis sin depilar. La idea del rubio de Estrella me provocó una erección.
Hice un esfuerzo y me volví a centrar en la conversación. Les pasé la dirección de mi antiguo blog zcandil.wordpress.com (ya no existe). Les expliqué que allí contaba mis experiencias y les recomendé que leyesen primero la historia de Julita. Si querían me interesaría mucho saber sus comentarios y qué les sugerían mis experiencias. Aunque con menos esperanzas, les ofrecí también el espacio por si querían contar historias propias. No sé, tenía un pálpito.
Nos despedimos después de un buen rato de conversación. No quisieron que las acompañase, así que atravesando el Parque del Oeste me fui a casa. A los dos días recibí un mail de Estrella.
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De: Estrella XXXXX <XXXXXXXX@outlook.com>
Enviado: miércoles, abril 25, 2012 11:13 p. m.
Para: zcandil@hotmail.com
Asunto: Saludos
Hola Alberto.
He leído tu blog. Tengo que decirte que me has impresionado. La forma tan natural con la que cuentas historias, para mí tan sorprendentes, me ha cautivado. Leyéndote he reflexionado sobre mi postura ante el sexo, tan diferente a la tuya como diferentes son nuestras creencias.
Me he decidido a contarte mi historia y lo hago así porque cara a cara no me atrevería. Seguiría ocultándolo, pero ahora tengo necesidad de contarlo.
Ya te dije que soy boliviana, de familia de clase alta por lo que me considero muy afortunada, porque tuve oportunidades que otra gente no tuvo aunque por otra parte, debido a las fuertes convicciones religiosas de mis padres, recibí una educación bastante encorsetada y sin posibilidad de hacer muchas cosas a las que mi juventud me impulsaba.
Con dieciocho años conseguí que me dejasen ir al Carnaval de Oruro. Me costó pero al final convencí a mis padres. Fui con unas amigas, aunque ellos no sabían que también iban unos chicos con los que nos veríamos allí.
Fueron unos días fantásticos. Había un chico que me gustaba pero él no me hacía mucho caso. Bueno, viendo mi interés enseguida se dio cuenta de la posibilidad de aprovecharse de mí. Cuando me di cuenta que sólo quería sexo me enfadé mucho. Me fui sola, llorando, y me introduje en el ambiente festivo de la ciudad. Me perdí pero no me importó, no quería volver. Un grupo de chicos y chicas me encontró y me invitó a unirme a ellos. Eran totalmente distintos a nosotros, de un estrato social bastante más bajo para que me entiendas, pero muy divertidos. Bebimos, bailamos… las chicas besaban a los chicos y yo las miraba con cierta envidia pero sin atreverme a imitarlas.
Aquellos preliminares acabaron en sexo explícito. Intenté mantenerme al margen pero no me dejaron. Creo que con mi timidez me convertí en la presa más apetecible de aquella orgía. De nada sirvieron mis negativas, mis protestas… Mis súplicas, mis lloros y mis pataleos se vieron ahogados por sus risas. Ellos estaban borrachos y de juerga, creo que no eran conscientes de mi sufrimiento.
Me habían arrancado la ropa. Sus manos recorrían mi cuerpo. Entraban en mi vagina y entre mis nalgas. Mis gritos no se oían porque me tapaban la boca con las suyas. Mientras unos me tocaban por todas partes otros me besaban, chicos y chicas.
Me resistía, les mordía, les arañaba, daba patadas… pero mi resistencia les excitaba aún más. Al final me venció el agotamiento. No sé cuántos me penetraron ni cuántas veces, pero ese día dejé de ser virgen, vaginal, anal y oralmente. Cuando recobré el conocimiento, dolorida y magullada, ellos estaban a mi alrededor, durmiendo la borrachera. Mientras buscaba algo que ponerme, un chico se levantó a orinar. Oyó mis sollozos y se acercó a ver qué me pasaba. Creo que estaba convencido que lo que había pasado había sido un episodio más de la orgía y que yo había sido una participante muy activa. En determinadas situaciones interpretas lo que quieres o lo que esperas.
Ahora no era momento de reproches. Le pedí que por favor me ayudase a irme y a buscar a mis amigos. Lo hizo un poco fastidiado, pero me ayudó porque me vio mal. Es curioso como ahora sí me entendía y unas horas antes habían sido incapaces de interpretar mi sufrimiento.
No denunciamos el hecho. En Bolivia todo funciona de otra manera y en el carnaval estas cosas pasan. Además yo sola me acerqué a un grupo de chicos que querían divertirse y estoy convencida que todos hubiesen testificado, incluso las chicas, que todo había sido parte del juego sexual y que nadie pensaba que me estaban violando.
No quedé embarazada ni me contagiaron ninguna infección, así que en el fondo tuve suerte. Lo que no superé es el trauma sexual. No puedo soportar que me toque un hombre ni la idea de tener sexo con él.
Mi familia consideró que lo mejor era cambiar de aires y mi padre pidió un destino en la embajada en Madrid. Me costó acostumbrarme pero este ambiente tan distinto me vino bien.
También me vino bien conocer a Ludi, ella tampoco está muy cómoda con chicos. Tenemos muchas cosas en común y nos acabamos liando. Así todo en mi vida cuadraba por fin, mis creencias, mis afectos, mis deseos… hasta el día que te conocimos a ti y lo pusiste todo patas arriba. Eres como un vendaval, bueno quizás no tanto pero la seguridad y la simpleza con la que expones tus argumentos me resulta perturbadora. Y a Estrella le pasa lo mismo. Aunque no creo que te lo diga, está más confusa que yo.
Quizás lo más sorprendente sea el tema sexual. Leyendo tus historias he vuelto a sentir deseo. Me he sentido identificada con las protagonistas de tus historias y me he masturbado pensando que eran tus manos las que me acariciaban.
Ahora estoy en ese punto que me apetecería volver a probar con chicos pero al mismo tiempo me da miedo que vuelva a salir mal. No sé si lo soportaría pero al mismo tiempo estoy contenta por haber recuperado sensaciones que creía perdidas para siempre.
Bueno, perdona por el rollazo. Ahora entiendes porque nunca me habría atrevido a decirte todo esto cara a cara ¿no?
Un beso y muchas gracias,
Estrella
Enviado desde Outlook
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Joder, vaya imán que tengo para atraer gente complicada. Bueno, esto no podía quedar así. La contesté enseguida. Le agradecí la confianza y sinceridad y le dije que necesitaba hablar con ella en persona sobre todo eso. Para que se sintiese más cómoda le sugería que fuese en presencia de Ludi, si es que ella estaba al tanto de su mail.
Me comentó que le gustaría mucho poder hablar de todo esto por fin y así poder liberar sus sentimientos. También me dijo que se sentiría más cómoda de hacerlo con Ludi ya que no tenía secretos para ella.
Quedamos entonces una tarde en la misma terraza en la que me encontraron el otro día. Me estuvieron dando más detalles de sus respectivas historias. En verdad necesitaban exteriorizar cosas, sobre todo Estrella, pero Ludi también.
No eran lesbianas o por lo menos no estaban seguras de ello, lo que sí es cierto es que una por su experiencia y la otra por educación, las dos tenían problemas en su relación con los chicos, pero ambas lo habían asumido ahora y querían solucionarlo. El problema es que no sabían cómo. Bueno saberlo sí lo sabían pero sólo de pensar en acercarse a chicos y tener relaciones con ellos ya se bloqueaban.
No me sorprendió que me planteasen que la única solución que se les ocurría era yo. El que fuese mayor que sus padres no sólo no parecía importarles sino que lo consideraban una ventaja. Por tranquilizar mis dudas me dijeron que me consideraban un maduro atractivo, sensible, con experiencia y en el que se podía confiar.
Me reí. ¿Conocéis la expresión “los experimentos con gaseosa”? Pues me estaban diciendo que yo era la gaseosa. Bueno, eso también me había pasado de pequeño con las amigas de mi hermana, así que en el fondo estaba acostumbrado y era una situación muy agradable y cómoda. Sexo sin complicaciones en estado puro, aunque con la diferencia de que en esta ocasión esperaban que yo llevase las riendas del juego.
Bien, pues si todos lo teníamos claro lo mejor era empezar cuanto antes. Les propuse ir a mi casa para concretar los detalles, en realidad un eufemismo para evitar mencionar que íbamos ya a meternos mano… y lo que se terciase.
Dando un corto paseo llegamos a mi casa. Les ofrecí tomar algo. No aceptaron y nos acomodamos en el sofá. Le hice una señal a Ludi para indicar que empezaría con Estrella. Ella me entendió y se levantó para dejarnos más sitio en el sillón pero se sentó en el suelo al lado de su amiga para poder acariciarla.
Me recosté en el sofá dejando que Estrella apoyase su espalda sobre mí. La abracé y le acaricié su melena rubia, respirando a través de su pelo y dejando que sintiese mi aliento en su nuca mientras descansaba entre mis brazos, que la rodeaban intentando darle seguridad pero sin presionarla.
Cuando la sentí confiada empecé a lamerle el lóbulo de la oreja y a besarle el cuello, soplando luego suavemente en su piel para producirle escalofríos que hacían que fuese ella la que se apretaba contra mí.
Mis manos recorrían sus brazos, su torso por encima de la blusa y me atreví a jugar con sus pechos que se apreciaban duros a pesar de estar bajo un sujetador bastante rígido.
Cuando su respiración se fue agitando y su cuerpo se ondulaba entre mis brazos miré a Ludi y vocalicé sin emitir sonidos: BÁ-JA-LE-LAS-BRA-GAS. Ella me leyó los labios y metió las manos debajo de la falda de Estrella que enseguida entendió la maniobra y se arqueó para alzar el culo y dejar que su amiga le quitase la prenda sin dificultad. Me pareció que hacerlo así resultaría menos intimidatorio.
Sin dejar de jugar con sus pechos con una mano, con la otra le arremangué la falda hasta que su pubis estuvo a mi alcance. No pude resistirme y me estiré para mirarle por encima de su hombro, como esperaba el vello era rubio y abundante. Al estar recortado tenía un tacto fuerte.
Le acaricié entre los muslos y los labios mayores evitando meter los dedos en la vulva antes de que estuviese preparada. Al mismo tiempo Ludi le acariciaba las piernas y Estrella giraba su torso para intentar abrazarme.
Nuestras miradas se cruzaron antes de que apoyase su cabeza en mi pecho. Tenía las pupilas dilatadas, respiraba agitadamente y se estremecía respondiendo a las caricias en su entrepierna. Sus muslos temblaban. Sentía la mano caliente y húmeda así que dejé que los dedos se fuesen introduciendo hasta los labios menores. Jugué un momento con ellos antes de introducir los dedos en la vagina.
Aspiró fuertemente y me agarró con tal fuerza los brazos que me hizo daño, incluso Ludi se sobresaltó. Retrocedí hasta su pliegue y jugué con el clítoris, rodeándolo con las yemas de los dedos sin frotarlo directamente.
Estrella boqueaba como si le faltase el aire y con la boca abierta me miraba mientras su pecho subía y bajaba agitadamente. Creí adivinar una pregunta en sus ojos “¿Qué me estás haciendo?”
Dio un respingo cuando por fin le froté directamente el clítoris, primero suavemente, todavía de manera circular y luego con más intensidad hasta que los sonoros chapoteos en su húmeda vulva resultaron más que evidentes.
Iba alternando el frotamiento del clítoris con la introducción violenta de los dedos en la vulva que también le agarraba cerrando la mano entre el pubis y la vagina. Estrella se agitaba tan intensamente sobre mí que temía que acabásemos rodando los dos por el suelo. Pero la sujeté y continué estimulándole.
Ludi nos miraba como hipnotizada por la reacción de su amiga, sobre todo por la cara de placer y los gemidos. Estaban cargados de sentimiento. Pensé que estaba disfrutando de una manera que quizás no había sospechado y estuve feliz por ella. Pero en un momento percibí sollozos, llanto... pensé que había removido sus recuerdos. Dejé su clítoris y la abracé con fuerza intentando consolarla.
- Sigue, sigue por favor, no pares - dijo ella con voz entrecortada.
Le besé la mejilla desde atrás y seguí estimulándole el clítoris manteniéndola abrazada. Lo masajeaba con fuerza pero con movimientos lentos. Aunque los sollozos hubiesen sido de placer quería que no dejase de sentirse segura. Ella volvió a moverse agitadamente, estremeciéndose entre mis brazos cada vez con más intensidad. Sin disminuir la fuerza de mi manipulación fui subiendo el ritmo hasta que volvió a ser frenético, igual que el de sus espasmos.
Su cuerpo se tensó entre gemidos y sollozos. Con una mano apretó la mía contra su vulva y se corrió. Fueron como una serie de latigazos intensos que se repitieron cada vez más espaciadamente hasta que al final se relajó apoyando su espalda en mi pecho mientras normalizaba su respiración y acariciaba mi mano. Respondí a sus caricias con mis dedos entre su pelo ayudando a que su cabeza descansase sobre mí.
Después de unos minutos con los ojos cerrados, lo primero en que reparé al abrirlos fue en la cara de felicidad de Ludi. Seguía sentada en el suelo y apoyada en el sofá acariciaba las piernas de Estrella. Cualquiera podría interpretar que estaba feliz porque su amiga se había empezado a recuperar.
Poco a poco nos fuimos incorporando y me levanté para ir a la cocina a por refrescos. Después de dudar un poco cogí una botella grande de Aquarius de limón y la puse en una bandeja con tres vasos y una cubitera con hielo. Aunque la puerta de la terraza estaba abierta y corría el aire nos habíamos sofocado un poco, sobre todo Estrella y yo. Hacía mucho tiempo que no practicaba sexo estando vestidos y menos en mi casa. Esta vez quería ir muy poco a poco, pero creía que ya la ropa nos sobraba a todos.
Me levanté y agarrando a Ludi de la mano le hice ponerse también de pie. Le comencé a desabrochar la blusa y con la mirada le invité a hacer lo mismo. Ella agarró mi niki por la cintura y lo levantó obligándome a alzar los brazos para quitármelo por el cuello.
Nos desnudamos uno a otro jugando con nuestros cuerpos. Le acariciaba y palpaba con suavidad la piel que iba liberando de la ropa. Ella pilló enseguida la idea y comenzó también a acariciarme, el torso al quitarme el niki, los muslos al bajarme los pantalones…
Estrella nos miraba sentada en el sofá, con las piernas abiertas y la falda arremangada se tocaba la entrepierna sin pudor mientras mantenía la vista fija en nosotros. Conociéndola, conociendo su historia, era muy excitante verla hacer eso.
Acabamos Ludi y yo acariciándonos en ropa interior mientras nos mirábamos. Ya le tocaba bajarme el boxer pero parecía no atreverse a dar ese paso. Llevaba un conjunto de braga y sujetador de color azul turquesa, muy bonito, por un momento pensé que había leído en el blog que esa combinación me gustaba y se lo había puesto para mí. Me hizo ilusión, sobre todo porque me habría esperado algo bastante más austero. El conjunto, sin ser atrevido, era muy sexy.
Con las manos le hice un gesto señalando mi calzoncillo, una especie de “¿a qué esperas?” que entendió enseguida. Se agachó, agarró el boxer por la cintura y lo deslizó poco a poco hacia abajo, como si tuviese miedo de hacerme daño. El pene erguido se trabó con el elástico. Me miró advirtiéndome que lo tendría que liberar con la mano. Mi sonrisa le “respondió” adelante. Sin dejar de mirarme a los ojos metió la mano y lo buscó, lo agarró y con la otra mano apartó la cinturilla y tiró de ella para abajo.
Entonces miró mi miembro con detenimiento, volvió a buscar mis ojos y yo le dije “sigue”. Me acarició suavemente… el pene, el escroto, las nalgas… Me sorprendió porque más que mirar parecía que comprobaba. Volví a recordar que había leído mi blog y lo que hacía era verificar si era cierto lo que allí había leído. Lo era y si eso era así también lo era el resto, mis experiencias, mis gustos, mis zonas erógenas, mis hábitos… sin pensárselo más me lamió el frenillo del pene y me metió un dedo en el culo. No me lo esperaba, no de ella, no en ese momento… Por poco me corro en ese mismo instante.
“Tengo condones” me dijo. Estaba más excitada de lo que me pensaba. La abracé para restregarme contra ella. Aproveché para desabrocharle el sujetador y bajarle los tirantes. Al quitárselo sus senos grandes quedaron en libertad. Unas grandes areolas oscuras enmarcaban unos pezones pequeños, apenas unos garbancitos duros.
Me agaché y le bajé las bragas hasta los tobillos. Ella las echó a un lado con un movimiento de los pies. Su vello púbico negro contrastaba con el rubio de Estrella. Era sorprendentemente suave. Lo besé atrayéndola hacia mí con las manos apretando unas nalgas carnosas.
“Ponme uno” le pedí y mientras iba a buscar los preservativos al bolso me acerqué a Estrella, que seguía tocándose en el sofá. Se puso de pie frente a mí y me agarró el pene con una mano mientras con la otra me frotaba el pecho. Le desabroché la blusa y el sujetador. Sus pechos eran blancos, con pezones pequeños y rosados. A diferencia de su amiga, los pechos eran más bien pequeños y apuntaban hacia arriba sin necesidad de sujetador.
Le desabroché la falda y la sujeté mientras se la quitaba. Ludi había vuelto con los preservativos. Les hice ponerse juntas, mirándome. Estrella melena rubia, piel muy blanca, pechos puntiagudos, pubis rubio… me recordaba una eslovena que conocí. Aunque sus facciones eran suramericanas, por su piel nadie diría que era boliviana. Su herencia genética auguraba una genealogía agitada.
Ludi era una canariona grande, facciones guanches, morena, pechos abundantes, ancha de caderas, pubis oscuro y probablemente el mejor culo de toda La Gomera. Mirándolas a las dos caí en que, aunque en ese momento no le hice caso, tenía razón en lo que me dijo nada más conocerme, Dios me amaba.
Cogió un condón, rompió la funda con cuidado y lo colocó en la punta del glande. Lo deslizó hacia abajo desenrollándolo lentamente hasta llegar al escroto. No se la veía con mucha práctica, pero creo que no era el primero que ponía.
Le pidió a Estrella que se sentase en el borde del sofá y se arrodilló delante de ella abriéndole las piernas para empezar a lamerle la vulva. Yo contemplaba la escena como hipnotizado y Ludi, viendo que no me acercaba, se abrió las nalgas con las manos invitándome a entrar sin apartar su boca de la vulva de su amiga.
Me arrodillé entre sus piernas apretándome contra sus nalgas. Retrocedí un poco con el cuerpo y guiando mi pene con la mano lo introduje en su vagina. Entró suave y sentí que su calor me llegaba a través del látex del condón.
Aunque soy alto, la canaria no era pequeña. Me puse un cojín en las rodillas para estar más cómodo y ganar un poco de altura. Eché un poco de saliva en su ano y con el dedo índice empecé a jugar con él para dilatarlo. Al mismo tiempo movía las caderas adelante y atrás golpeando sus nalgas mientras el pene frotaba las paredes de su vagina. De vez en cuando me movía lateral y circularmente para presionar también todos los contornos de su vulva y del conducto que me albergaba el miembro.
Con el índice dentro de su ano presionaba hacia abajo haciendo que la sensación en su vagina se incrementase y sintiese más aún mi polla moviéndose en ella, entrando y saliendo frotando cada vez el clítoris con el glande, provocando un suspiro con cada roce.
Ella doblaba un poco las rodillas, arqueando las caderas buscando incrementar su placer con ese roce contra la polla. Acabamos moviéndonos acompasados, yo entrando y saliendo y ella con su culo arriba y abajo. Sus gemidos ahogaban mis jadeos. Mis manos aferraban sus nalgas, dejando grabadas en ellas las marcas de los dedos que se me estaban quedando blancos por la presión.
Estábamos los tres cada vez más excitados. Estrella, después de la paja que le había hecho volvía a estar ahora preparada para otro orgasmo. Se recostó sobre el respaldo y con los ojos cerrados estaba dejando que el placer inundase su cuerpo en oleadas procedentes de su vulva. Ludi estaba totalmente volcada en ella. Veía cómo le agarraba por los muslos y hundía su cara entre ellos. Podía escuchar cómo lamía y sorbía sus labios, su clítoris… viendo en la cara de Estrella la reacción a los esfuerzos de su amiga.
Pero Ludi no sólo le estaba haciendo una excelente comida a Estrella, estaba también disfrutando con mi pene en su interior. Me sorprendió su capacidad para, sin dejar de comer la vulva de su amiga, seguir moviendo sus caderas para maximizar el placer que yo le procuraba con la polla.
Estaba muy mojada, tanto que sentía mi pubis empapado con sus jugos y el golpeteo contra sus nalgas era un chapoteo que se confundía con el que producía mi pene al entrar y salir de su vagina.
Las dos chicas jadeaban al unísono pero los sonidos de Ludi estaban ahogados por la vulva de su amiga que en cambio gemía por las dos como si el placer se desencadenase en ellas al mismo tiempo.
Estrella, sentada con las piernas abiertas sujetaba la cabeza de Ludi con las manos mientras le acariciaba el pelo. Estaba cada vez más excitada. Permanecía con los ojos cerrados, como concentrándose en lo que sentía. De vez en cuando los abría y nuestras miradas se cruzaban. Estaba radiante, disfrutando visiblemente, toda ese escena le había puesto a mil.
En un momento sus caderas se empezaron a agitar en el borde del sofá. Agarró la cabeza de Ludi y la apretó contra su vulva mientras se tensaba y se corría llenando de flujo la boca de su amiga. Luego se relajó, abrió los ojos como si despertase de un sueño. Me lanzó un beso con los labios, luego volvió a cerrar los ojos y se relajó recostándose sobre el respaldo, dejando que nosotros siguiésemos nuestro juego.
Ludi apoyó los brazos sobre los muslos de Estrella y recostó la cabeza sobre ellos mientras recuperaba la respiración. En un momento relajó su cuerpo pero luego noté como su vagina se volvía a tensar alrededor de mi polla, ofreciendo resistencia a los movimientos de entrada y salida y aumentando el placer de los dos.
Poco después reanudó también el movimiento de sus caderas, arriba y abajo, a un lado y al otro, estimulando así cada punto sensible, suyo y mío. Excitados los dos, incrementamos el ritmo de nuestros movimientos y el concierto de jadeos, chapoteos y golpeteos contra sus nalgas se reanudó, señalándonos el uno al otro que estábamos a punto de corrernos.
Yo lo hice primero. Mis caderas golpearon frenéticamente sus nalgas clavando cada vez mi polla en su vagina, forzando el roce, hasta que sentí que se me erizaba el vello y un calambre de placer recorrió mi cuerpo desde el glande hasta la base de la nuca.
Cuando yo me tensé, apretándome fuertemente contra ella, mi polla siguió dando latigazos en su interior para expulsar al preservativo los últimos chorros de mi semen. La presión y las sacudidas en su interior provocaron el orgasmo de Ludi, que gritó asustando a Estrella que no se lo esperaba y la consoló acariciando su melena.
Me tuve que agarrar apretándome con fuerza para que no se me saliese la polla a pesar de la fuerza con la que la aferraba su vagina. Quise ayudarla acariciando su clítoris con la mano pero no pude porque entonces sí que se me salía. Luego me percaté que ella hacía tiempo que se lo estaba acariciando con su mano.
Su orgasmo fue tan intenso como el mío, pero al poco tiempo se volvió a relajar apoyándose otra vez en los muslos de Estrella para descansar. Yo le saqué la polla que poco a poco se fue relajando también. Me quité el preservativo con cuidado, le hice un nudo para que no se saliese el semen y lo dejé a un lado en el suelo, cerca de donde me senté recostándome en el sofá.
Ludi se sentó también en el suelo. Uno desde cada lado acariciábamos las piernas de Estrella, que al final también se bajó del sofá y se sentó entre nosotros. Los tres desnudos gozábamos del placer que suponía el roce de nuestras pieles sensibles y así estuvimos hasta que recuperamos el aliento.
Se había hecho tarde. Les propuse que se quedasen a dormir y mañana las llevaría donde me dijesen. Se miraron y aceptaron. Me encantaba que las dos se sintiesen cómodas en mi casa.
Les propuse cenar unos sándwiches. Preparé unos tostando el pan y rellenándolos de salmón ahumado y queso filadelfia, otros igual pero con espinacas y atún con mayonesa y otros a la plancha con mantequilla, rellenos de pavo y queso de cabra. En nada ya estaban hechos y los comimos en el suelo, como si estuviéramos de picnic. Traje luego una fuente con mandarinas y ese fue nuestro postre. Ninguno pensó en vestirse.
Nos quedamos sentados de sobremesa hablando un poco de todo. De proyectos, perspectivas de futuro… de todos esos planes que tienes y luego nunca se cumplen. Lo cierto es que ellas veían su futuro juntas.
En un momento Estrella se levantó y fue a buscar algo. Volvió con un preservativo en la mano.
- Yo no he follado – me dijo.
- Pónmelo – dije tumbándome en el suelo.
- Ayúdame – le pidió a Ludi – yo no he puesto ninguno.
- Chupádmela antes – les pedí – para que esté bien dura.
Se arrodillaron una a cada lado y me fueron chupando el pene por turnos. Estaba suficientemente duro, se podía poner el condón perfectamente pero me apetecía que me lo chupasen las dos… y a ellas también.
Después de un rato Ludi le indicó a Estrella cómo ponérmelo. Para la próxima les enseñaría a ponerlo con la boca, que es mucho más excitante. Pero ahora ya me iba bien cómo lo estaban haciendo, agarrándome el pene con las manos, manejándolo con cuidado, como si temiesen hacerme daño.
Así, tumbado de espaldas, me sujeté la polla y Estrella se sentó a caballo sobre mí introduciéndosela en la vagina. Con el dedo pulgar le empecé a masajear la zona del clítoris pero sin frotarlo directamente. Ludi, de rodillas a su lado, la besaba en la boca y le acariciaba los pezones.
La pelvis de Estrella empezó a moverse sobre mí. Ella iba marcando el ritmo, no quería que se sintiese agobiada. Con mi dedo pulgar seguía frotando el clítoris que ya estaba mojado. También me arqueaba para que sintiese con más intensidad el pene dentro de ella, pero por lo demás era la chica la que me iba guiando.
Sus caderas oscilaban cadenciosamente, sin prisa. Tenía los ojos cerrados. Su expresión era tranquila y plácida, sólo se alteraba cuando Ludi le pellizcaba los pezones, momento en que daba un respingo que provocaba que su clítoris rozase más intensamente en la base de la polla y los dos gemíamos.
Se movía con suavidad, como si se estuviese haciendo un “dedo” que quisiera que durase. Empecé a arquearme cada vez que su pelvis retrocedía encima de mí. Podía sentir su clítoris duro rozándome la base de la polla.
Fui moviéndome adelante y atrás presionándole los bordes de la vagina, imaginándome que mi pene era el dedo que la masturbaba, tratando de adivinar cómo lo haría ella para anticiparme a sus oscilaciones y conseguir que el placer se fuese apoderando de su cuerpo.
Sus movimientos se fueron haciendo más intensos. La placidez del “dedo” anterior cambió por unos saltos frenéticos que me hacían difícil seguir su ritmo. A Ludi le pasaba lo mismo. Dejó de estimularle los pezones y se limitó a sentarse al lado nuestro, apoyada en el sofá con las piernas abiertas, masturbándose mientras nos miraba.
En un momento Estrella se tumbó sobre mí. Sentí sus pezones duros en mi pecho y me besó la boca. Paré de moverme. Creía que no se había corrido pero no sabía si quería parar. Me agarró por debajo de los hombros y tiró de mí hacia un lado. Quería cambiar de posición, ponerse debajo.
Sin dejar de besarla y sin sacar la polla nos dimos la vuelta de costado hasta que quede encima de ella. Me miró a los ojos y no dejó de hacerlo hasta que se corrió. Me incorporé un poco apoyando sólo la pelvis contra ella, pubis con pubis. Empecé a mover mis caderas para recuperar el ritmo que teníamos antes.
Fui aumentando la cadencia y la presión de mis penetraciones, empujando hacia arriba para restregarme bien con el pliegue de sus labios. Su pelvis también se movía debajo de mí, primero respondiendo a mis impulsos y luego con ritmo propio, cada vez más intenso y frenético.
Ludi dejó un momento de masturbarse y puso a Estrella un cojín bajo la cabeza para que no se hiciese daño con los botes que pegaba. Le agradecimos el gesto con la mirada, ninguno de los dos podía hablar.
Las manos de Estrella recorrían nerviosamente mi cuerpo. Pasaba de acariciarme el pelo a frotarme los brazos y los hombros. De vez en cuando se paraba, se quedaba completamente quieta y sólo me miraba, como fijando en su memoria ese momento o quizás borrando otros anteriores. Estaba así un par de largos segundos y luego volvía al frenesí.
En un momento sus gemidos se convirtieron en sollozos, igual que antes, cuando le hacía la paja con los dedos. Pero esta vez no paré, incrementé la presión de mis sacudidas contra su pubis. Notaba su vagina ardiendo y sus fluidos bañando mi entrepierna y eso que el preservativo menguaba gran parte de esas sensaciones.
Seguí sacudiendo con fuerza hasta que esa mezcla de sollozo y gemido se convirtió en un grito mientras su cuerpo se tensaba arqueándose y me clavaba con fuerza sus uñas en los brazos. Se relajó y se tensó un par de veces, en una de ellas aproveché para correrme yo también, justo en ese momento volvió a abrir los ojos. Nunca olvidaré aquella mirada.
Acabamos los tres en la ducha. No follamos entonces pero fue uno de los momentos más eróticos del día y en el que Estrella se encontraba más cómoda compartiendo su propio cuerpo y disfrutando del nuestro.
Dormimos en mi cama y la mañana siguiente las acompañé a su casa. Ese día supuso un cambio en nuestra relación, se fraguó una amistad que todavía dura y los tres cambiamos un poco.
Quedamos varias veces y, tanto en su casa como en la mía, seguimos profundizando en nuestro conocimiento, de cuerpo y mente. Sin abandonar sus estudios se hicieron habituales de mis clases en la facultad de Psicología, participando incluso activamente en ellas.
Paulatinamente fueron abandonando sus actividades en la parroquia y a pesar de mis advertencias empezaron a coquetear con el movimiento del 15-M, que en ese momento estaba dando sus últimos coletazos antes de convertirse descaradamente en casta. En todo caso eso les sirvió también para desengañarse y aprender en sus propias carnes que los extremos se tocan y no es bueno dejarse embaucar por populismos ideológicos. Ya sean políticos o religiosos lo único que hacen ambos es decirte lo que quieres escuchar.
Ludi se ha convertido en una crítica inflexible de las organizaciones religiosas y aunque sigue siendo creyente, se ha transformado en una ferviente militante del laicismo. La tentaron varias formaciones políticas de izquierdas pero las despachó sin miramientos. Está muy escaldada de todas ellas. Vive en Madrid pero viaja mucho, sus conferencias están muy solicitadas y es frecuente leerla en artículos en la prensa.
Estrella ha vuelto a Bolivia. Era una cuestión pendiente para ella. No se podía reconciliar con su pasado sin volver allí. Milita en movimientos feministas para lograr la igualdad de la mujer en un país que verdaderamente lo necesita. Su propósito es que ninguna chica vuelva a pasar por una experiencia tan dura como la suya. Está bastante esperanzada con los resultados. En los últimos carnavales ha habido muchas menos agresiones a mujeres y los agresores no siempre quedan impunes.
Viene a España de vez en cuando y siempre quedamos, aunque nuestro contacto se mantiene fundamentalmente por Skype. Hacemos videoconferencias a tres bandas. La última fue el pasado martes. Se veía a Estrella emocionada en la pantalla.
- Por fin la opinión pública está a nuestro favor. Ahora si una mujer denuncia que la han violado en una fiesta la culpable ya no es ella automáticamente por haber ido a esa fiesta o por vestir provocativamente.
- Pues es un gran avance – dijo Ludi – Has modificado la ventana esa de la que nos hablaba Alberto en clase.
- La Ventana de Overton, sí – aclaró Estrella.
- Efectivamente, es curioso cómo nos afecta eso a todos los niveles – puntualicé – desde la alta política hasta la vida cotidiana.
- Bueno – contestó Estrella riendo – La teoría me quedó clara pero no creo que yo haya influido. Creo que la sociedad ha evolucionado. Mi país se ha contagiado de la modernidad del mundo que nos rodea.
- Indudablemente – apunté – La influencia exterior cuenta mucho en este mundo interconectado, pero la gente confía en ti, empatiza con tu experiencia y eso creo que es lo que más ha influido en mover la ventana hacia un entorno más justo e igualitario.
- Alberto tiene razón – apuntó Ludi – no debes menospreciar tu aportación.
- Claro – añadí – Mirad, sabéis que en todo momento lo que la sociedad considera admisible se mueve entre unos límites de lo que se considera aceptable. Las ideas de fuera de esos límites son automáticamente rechazadas. Por ingeniería social esos límites se desplazan en un sentido u otro o se amplían y lo que antes era rechazado ahora es admisible, es lo que pasó en Gran Bretaña con el Brexit. Pero de igual forma, por ineptitud o falta de miras de los que gobiernan la ventana también se puede desplazar hacia el sentido contrario al que se pretende, que es lo que está pasando en España con la independencia de Cataluña, por ejemplo. Otra manera de mover la ventana son los movimientos sociales que en un momento dado se oponen, por hartazgo o indignación, a la tendencia establecida y eso es lo que está pasando en tu país con el movimiento del que eres una parte muy importante. No debes olvidar eso ni quitar importancia a tu papel. Hazte a la idea porque hay mucha gente que está pendiente de ti, como referente o como adversaria.
- Ufff, no sé como lo haces pero siempre me pones nerviosa – dijo Estrella.
- Este cabronazo siempre nos acaba poniendo entre la espada y la pared, acuérdate cómo cambió nuestra ventana… y nuestra vida – dijo Ludi provocando la risa de las dos.
- Jajajaja, y bien cambiada que está, aunque al principio fue traumático – respondió Estrella.
- Lo siento, soy pragmático, intento ir a la esencia apartando todo lo que la puede tapar – puntualicé.
- Joder, os necesito aquí, a los dos – concluyó Estrella – Aprecio mucho vuestro análisis, pero desde allí no es lo mismo ¿por qué no venís? El momento lo vale.
Evidentemente estaba muy ilusionada y quería que viésemos su trabajo “in situ” y aportásemos nuestra experiencia. Ludi tenía ganas de ayudar a su amiga extrapolando lo que ya estaba haciendo aquí. A mí, la mezcla de psicología con sociología y antropología que tenía el trabajo de Estrella me resultaba un reto irresistible.
Le aseguramos que intentaríamos coordinar agendas para poder juntarnos allí. La idea es muy apetecible. Toda una experiencia personal y profesional.
Estrella nos prometió un viaje inolvidable, en todos los sentidos. La verdad es que cada vez que lo pienso me apetece más ir… y no sólo por ver cómo aplica las teorías del señor Overton… o sí.
FIN
Espero que la historia te haya gustado y que antes de irte dejes un comentario, eso me ayuda mucho en mi labor.
Si además lo haces también en tus redes sociales te estaré muy agradecido.
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