La primera transmisión de los tres en Amateur fue el punto de inflexión de nuestro confinamiento, el momento en el que “alcanzamos el pico y doblamos la curva” del morbo. Pero he de reconocer que nos costó y yo aún estaba pendiente de los posibles “repuntes” de pudor que hiciesen peligrar los logros que habíamos conseguido.
Nuestra primera noche online fue simplemente una prueba y la verdad es que yo no pretendía nada más. Sólo quería que mi hermana y mi mujer sintiesen el morbo y se dejasen llevar por él. Durante las dos primeras semanas habíamos avanzado mucho y había conseguido que se desinhibiesen bastante, sobre todo mi mujer. Pero una cosa era “soltarse” en el ambiente familiar de casa y otra hacerlo delante de una cámara, en una situación que no sabes quién te está viendo, qué les está pareciendo y lo que están haciendo.
Aunque usábamos mascarillas, que si no nos garantizaban la inmunidad sí nos proporcionaban anonimato, mis chicas eran conscientes de su edad y de que su cuerpo estaba en consonancia con ella, así que tuve que vencer la gran resistencia que, sobre todo mi mujer, tenía para mostrar su cuerpo desnudo delante de desconocidos.
Las posibles reacciones adversas me ponían muy nervioso, pero siempre las neuronas de la polla me han podido y en esta ocasión también. Esperaba que el mensaje que puse en el topic de la sala “Las he dicho que sois de fiar. Por favor respeto”, surtiese efecto y con esa confianza empezamos a emitir.
Controlábamos nuestra imagen. Los tres sentados en el sofá. Yo en medio de Raquel y Toñi. Ellas con pijama y camisón y sus batitas, yo con un esquijama bastante holgado. Solamente leíamos el chat y contestábamos algunas de las muchas preguntas que desfilaban por la pantalla, las que nos parecían más interesantes o aquellas que llegábamos a leer antes de que desapareciesen.
- ¿Con quién pasas el confinamiento? ¿Sois familia?
- Son mi mujer y mi hermana -contesté. Por un momento pensé decir que eran mi mujer y mi amante, pero la verdad ya me pareció suficientemente morbosa.
- ¿Qué buscan?
- Curiosear y algo de morbo.
- ¿Van a mostrar algo?
- Quizás.
- ¿Miráis cámaras?
- Puede, si hay alguna pareja que vaya a emitir… -contesté intentando dejar claro que sólo nos interesaban parejas, aunque aunque había hombres solos que seguían insistiendo.
- Me habéis puesto muy cachondo. Me estoy pajeando ¿me queréis ver?
- Espera un momento -contesté.
La verdad es que iba a decir que no pero a las chicas las entró curiosidad y quisieron ver cómo era ese tío que se excitaba sólo por hablar con ellas. Abrimos su cámara y efectivamente había un tío que en cuanto vio que nos conectábamos se bajó los pantalones y se empezó a menear una polla morcillona.
- ¿Os gusta? -preguntó.
- No está mal -contestó Toñi.
- Tocaros vosotras -pidió alguien.
- Tocarle vosotras al tío -pidió otro y Raquel me empezó a tocar la entrepierna por encima del pijama.
Eso me sorprendió, no imaginé que entrase tan rápido en el juego. Inmediatamente Toñi se unió y con sus manejos quedó claro que estaba empalmado. Se podía apreciar a través de la tela. Todo eso hizo que se desencadenase otro aluvión de peticiones.
- Quitaros algo de ropa.
- Abrid las piernas.
- ¿No tenéis calor con tanta ropa?
- ¿Os podéis morrear las cuñadas?
- ¿Me estáis mirando? Estoy a punto, si me ayudáis me corro ya -puso el tío que se la estaba meneando con la cámara abierta.
- Sí, te vemos -dijo Toñi-. Dale.
- Ponedme a tope y me corro ya -pidió él.
- Quiere que le enseñéis algo -aclaré innecesariamente.
- Ya, ya -me dijo Toñi abriéndose la bata y mostrando los muslos.
Me extrañó ver que se había puesto cachonda. En el tiempo que estuve viviendo con ella apenas conseguí que saliese en cámara. A veces saludar y poco más, pero nunca quiso participar conmigo.
Y la otra sorpresa fue Raquel. Creo que todavía estaba en la fase en la que sólo sentía curiosidad pero la verdad es que también estaba participando. Se quitó el kimono que llevaba y mientras seguía meneándome la polla con una mano, con la otra se frotaba las tetas sobre el camisón mientras iba abriendo las piernas, jugando con la cámara, dando la impresión de que no llevaba nada debajo pero sin que se pudiese llegar a comprobarlo.
Para el tío de la cámara aquello fue suficiente para ponerle a tope. Se terminó de quitar los pantalones que tenía por las rodillas y abriéndose totalmente de piernas incrementó las sacudidas que daba a su polla. “Poneros a cuatro”, “enseñadme las tetas, dejadme que me corra en ellas”. Repetía con insistencia y con voz entrecortada por los jadeos.
Toñi se sentó de costado y apartándose la bata dejó todo el muslo al aire. Cuando se subió el pantaloncito del pijama una buena porción de nalga quedó al descubierto, cosa que ella resaltaba dándose sonoras palmadas. A su vez Raquel, con las piernas abiertas se metía la mano bajo el camisón. No sé si lo estaba haciendo pero en la pantalla daba toda la impresión de que se estaba tocando el coño, aunque con la suficiente delicadeza para que, entre el camisón y el ángulo de la cámara, nunca llegase a verse nada aunque siempre parecía que estaba a punto. Esa situación excitó al pajero que eyaculó una abundante cantidad de semen que acabó resbalando por su pecho.
En el tiempo que estuvimos emitiendo, casi unas dos horas que nos pasaron volando, esa situación se repitió varias veces con distintos participantes que ellas excitaron convenientemente, insinuando mucho pero sin enseñar nada. Pidieron, eso sí, que quien se fuese a correr pusiese su cámara y avisase porque querían verlo. Se sorprendieron de la cantidad de tíos que estaban dispuestos a hacerlo con tal de que una mujer les mirase, sin pedir ni necesitar nada más. Eran hombres de todo tipo. Jóvenes, viejos, gordos, delgados, que enseñaban la cara, que no lo hacían… gente que aparentemente no necesitarían entrar en esa pagina para conseguir sexo, pero ahí estaban. Les dije que no se extrañasen tanto, de no estar con ellas probablemente yo sería uno de los espectadores que nos había mirado esta noche.
Nos despedimos de todos y ante su insistencia les dijimos que no sabíamos cuándo volveríamos a emitir. Pero de hecho no nos fuimos a dormir todavía. La verdad es que habíamos tenido un día sexualmente bastante movido, pero ya que estábamos las convencí para hacer unas pruebas con la cámara aunque sin emitir. En su lugar lo que hice fue grabar un vídeo, así el recuadro era más grande en la pantalla y nos veíamos con más detalle. Además luego tendríamos ocasión de repasarlo para detectar posibles errores. Esto, que en principio podía parecer muy lógico, luego pensé que podría ser un grave error. A Raquel nunca le gusta cómo queda en las fotos. No quería ni pensar qué diría cuando se viese enseñando las tetas.
El caso es que nos quedamos los tres en el sofá y reajustamos la posición del ordenador portátil en la mesita auxiliar hasta que encontramos una situación que nos gustaba más. Ellas se colocaron ligeramente de costado mirándome a mí, que seguía en medio, y así aparecían casi de perfil, lo que hacía que ambas estuviesen más satisfechas con su imagen. Yo no me hubiese andado con tantos remilgos pero ellas iban a ser las estrellas y si así estaban más cómodas…
Ensayamos varias posiciones en las que yo, con los brazos alrededor del cuello de cada una, les acariciaba las tetas sobre la ropa y ellas a mí el pecho y la entrepierna. Luego les pedí que me bajasen el pijama y me meneasen abiertamente la polla. En pantalla quedaba muy bien y yo volví a empalmarme. Bueno de hecho nos excitamos los tres y ellas acabaron quitándose las mascarillas para besarme el cuello mientras me frotaban el pene.
A medida que yo les pellizcaba los pezones más intensamente ellas cambiaron sus besos y lametones en el cuello por mordiscos y chupetones que me iban a dejar la piel bien marcada. En el confinamiento poco importaba eso y se me acababa irritando ya les haría que me aliviasen los escozores con saliva.
Toñi se apartó un poco y se inclinó para chuparme la polla. Raquel me sujetó la cara y reclinándome en el sofá me dio un beso con lengua de los que hace tiempo que no me daba. Mi hermana me sujetaba el pene y se dedicaba a mordisquearme el glande. Ella domina muy bien esa técnica en la que jugaba entre la dentera y el placer, produciéndome calambres que me recorrían desde la espalda hasta el perineo, donde ella me masajeaba con las yemas de los dedos mientras con la palma de la mano me frotaba el escroto.
Cuando estaba al borde del orgasmo, era fácil darse cuenta de ello por mis jadeos, Toñi se apartó poco a poco de mis genitales y acabó concentrándose en mi pecho. Pegué un bote cuando me mordió el sensible pezón que quedaba al lado de su boca y Raquel se lo tomó como señal para tomar el relevo en mi polla.
Fue bajando lamiéndome el pecho y cuando se cruzó con Toñi se besaron. Yo estaba alucinado porque no sólo las sentía y las veía pegadas a mí. Las miraba también en la pantalla del ordenador. Las imágenes eran muy excitantes y resultaban tremendamente atrevidas. Me ponía muy cerdo pensar que alguien más las viese y esperaba que cuando ellas lo hiciesen se pusiesen tan cerdas como yo. Sólo había un inconveniente que teníamos que arreglar. En cuanto nos empezamos a besar y nos quitamos las mascarillas se nos reconocía perfectamente. Pero eso es algo de lo que ya me ocuparía mañana.
Casi como si nos hubiéramos puesto de acuerdo nos levantamos los tres y nos quitamos la ropa como si tuviésemos prisa. “Usad vuestros satis”, les pedí. Ellas se acomodaron sentándose a mi lado, cada una con una pierna encima de la mía.
Hay quien opina que el succionador de clítoris produce una estimulación excesivamente intensa y localizada, pero quizás eso es lo que a ellas más les gusta, por lo menos cuando ya están bastante excitadas, como ahora. Mirándonos los tres en la pantalla mientras ellas se masturbaban nos fuimos excitando cada vez más. Cuando Raquel estaba a punto de correrse se separó el aparatito y me lo puso a mí en el frenillo. Inmediatamente el pene se me encabritó y tuvo que sujetarlo con la otra mano para mantener la succión en mi trocito de piel más sensible.
Al cabo de un rato lo separó y se lo aplicó ella para volver a subir su excitación. Pero Toñi, que había estado atenta a todo el proceso mirándome la polla directamente y por la pantalla, tomó el relevo y apartó el succionador de su clítoris para ponérmelo a mí. “¿Ahí?” preguntó. Ella nunca lo había usado conmigo y no sabía cómo me gustaba que me pusiesen el satisfyer en el frenillo, pero conociendo lo sensible que siempre lo había tenido se lo imaginó enseguida y acertó. “Ahí” respondí.
Al mirar la pantalla me sorprendió ver que las dos tenían sus ojos fijos en los míos. Raquel no dejaba de mirarme mientras su succionador gorjeaba por la gran cantidad de flujo de su vagina. Su respiración era agitada y con una mano se estrujaba una teta de manera que parecía imposible que no se estuviese haciendo daño.
Toñi también me miraba, aunque alternando la vista de la pantalla a mi pene en directo. Sujetándolo con una mano, con la otra hacía oscilar el succionador con movimientos circulares alrededor del frenillo. Con las manos apreté fuerte sus hombros en el momento en que me iba a correr. El mismo momento que anticipó Raquel cuando puso la boquilla de su satis sobre mí, junto a la del de Toñi y sentí cómo el intenso vacío en el frenillo me provocaba unos calambres que hicieron que experimentase cómo mi polla bombeaba con fuerza chorros de semen hacia mi pecho.
Mi mujer, siempre tan previsora, me alargó una caja de kleenex que no sé de dónde habían salido. Mientras me limpiaba vi que las dos se miraban a los ojos por la pantalla. Su expresión estaba cargada de perversión. De hecho, abriendo las piernas obscenamente, volviendo a subir una cada una encima de mis rodillas para que la cámara pudiese captar bien las enrojecidas vulvas abiertas, se aplicaron ya el succionador sin ningún miramiento. Sin importarles si los vecinos oían los intensos jadeos que se convirtieron en violentos gemidos. Las dos se corrieron casi al mismo tiempo, botando en el sofá y clavando su mirada desafiante la una en la otra.
Después de eso tardamos en dormirnos. Aunque cansados y satisfechos, seguíamos muy excitados. Raquel y yo nos acostamos desnudos y cuando me desperté estábamos haciendo la cucharita. Abrazado a ella le besé el hombro mientras con las yemas de los dedos le acaricié los pezones con una mano y el vello del pubis con la otra. Ella se arrebujó contra mí apretando las nalgas contra mi polla.
Cuando nos levantamos y fuimos a la cocina Toñi ya había hecho café y estaba tostando pan. Llevaba la batita de ayer atada a la cintura. Se transparentaba a contraluz y se veía que debajo no llevaba nada. Parecía claro que también había dormido desnuda. Evidentemente el juego de ayer en Amateur y, sobre todo, las pruebas de cámara que habíamos estado haciendo terminaron por afectarnos bastante.
En la radio las noticias eran deprimentes. La puta curva se resistía a bajar, el número de ancianos contagiados en residencias crecía alarmantemente y los fallecidos diarios eran una cifra que nos habíamos acostumbrado a considerar como dato y no pensar en ello como personas reales, porque si les pusiésemos rostro nos echaríamos a llorar.
Raquel apagó la radio y propuso aprovechar para repasar el vídeo de ayer. Toñi y yo asentimos encantados. La actitud un tanto fatalista que nos invadía cuando pensábamos en la realidad hacía que nos aferrásemos al morbo no sólo como un refugio para mantener la cordura sino como una vía de escape que recorríamos con la actitud de quien tiene poco que perder. Y fuese eso su motivación real o no, el caso es que en Amateur había muchas usuarias y parejas nuevas o que volvían a estar online después de mucho tiempo de inactividad. Resultaba claro que a la hora de afrontar problemas éramos muchos los que encontrábamos las mismas soluciones.
Volver a ver el vídeo unas horas después no menguó nuestra impresión sino al contrario. Las imágenes eran muy excitantes. Siendo a la vez naturales y muy explícitas, resultaban una combinación explosiva que nos volvió a poner a tope. Nos fijamos en multitud de detalles que nos habían pasado desapercibidos cuando nos vimos en directo. Miradas, posturas, exposiciones accidentales…
La exhibición intencionada también nos resultó muy atractiva. Nos gustó la imagen que dábamos en cámara. Aunque éramos tres maduros muy maduros, las imágenes eran muy excitantes y eso lo reconocían ellas mismas, que eran sus peores críticas. La escena de los tres desnudos masturbándonos con los succionadores resultaba muy original, sobre todo por la naturalidad con la que nos movíamos y lo atrevido de nuestras posturas.
También ayudaba el que estábamos a cara descubierta y eso daba mucho morbo. Para nuestro uso y disfrute estaba muy bien pero a la hora de emitir lo tendríamos que solucionar. Como nos habíamos quitado las mascarillas cuando me hicieron la felación la solución más obvia para evitar que las reconociesen fue: “Albertito te quedas sin mamadas”. “Ufff, pues me tendréis que compensar de alguna manera” dije aparentando resignación. Es cierto que lo del oral es bastante expuesto si quieres preservar el anonimato, pero siempre hay soluciones, desde hacerlo de costado hasta taparte con la melena, porque antifaz de momento no teníamos. Bueno, si todo eso me servía para practicar más el anal daría por bueno el “sacrificio”, porque el culito de mi mujer aún se me resistía. En tono de broma les hice notar este punto y las dos me espetaron el mismo argumento:
- El culo no lo hemos probado.
- ¿Follarlo? -me adelanté yo.
- No, ver cómo queda en cámara -contestó Raquel.
- ¡Ah! Ya os digo yo que bien.
- Quiero verlo antes. De ti no me fío -dijo Raquel-, que tú ante un buen culo te pierdes.
- Sí. Alberto siempre ha sido de culo veo culo quiero -confirmó Toñi riéndose.
- Lo que tengo que aguantar -protesté-. Pues venga, vamos a probarlo y salimos de dudas.
- ¡Eeeehhh! Tranquilo -me paró mi mujer cuando iba a coger el movil para grabar.
- ¡Sí! Ahora toca lavar las cortinas y pasar el aspirador por el sofá y la biblioteca -dijo mi hermana-. Alberto ¿puedes recoger la ropa tendida?
- Claro, tenía miedo de que no me lo fueseis a pedir -contesté con sorna. ¡Mierda! Si no fuese por mí éstas se pasarían el confinamiento haciendo chorradas.
Parecía que iba a ser un día perdido, bueno, dedicado a tareas domésticas, pero durante la siesta convencí a Raquel para hacer pruebas con el móvil. Le quité la ropa y jugando con los reflejos de la imagen en el espejo le hice unas cuantas fotos con las que se quedó contenta. Su sexo abierto a cuatro patas resultaba muy sensual y, centrando el enfoque, no se le veían las lorcitas, cosa que le horrorizaba. Además la imagen reflejada quedaba muy erótica e incluso parecía más joven. Al estar rellenita no tiene arrugas y eso juega a su favor.
- A determinada edad tienes que elegir entre cara o culo -me dijo riendo-. Y yo está claro que elegí culo.
Es muy modesta, la cara no desmerece en absoluto a su cuerpo, pero como sabía que tampoco la iba a enseñar no quise discutir por ello.
Estando en esas pruebas me entró un mensaje por skype. Era un tal Lorenzo, un amigo canario, con el que alguna vez me había visto. Le gustaba el BDSM y tenía relación con una sumisa que a veces compartía online y que me había dejado usar en algunas ocasiones. Un tío muy majo por cierto y muy listo. Después de que me encariñase con su perrita me pidió permiso para llamarla Analema. Claro, no me pude negar y además me produjo cierto orgullo que quisiese llamar a su sumisa con el nombre que yo había puesto a la más emblemática de las mías.
Cuando vi su mensaje me entusiasmé pensando que me proponía una sesión sado y por un momento pensé en introducir a mis chicas en el BDSM. Parecía difícil, pero tampoco habría pensado nunca emitir con mi mujer en una pagina de cibersexo.
- Ayer por la noche os vi en Amateur -me escribió- ¿Son de verdad tu mujer y tu hermana?
- Sí, nos ha pillado el confinamiento en Madrid y después de mucho trabajo he podido convencerlas para matar el tiempo así.
- ¿Entonces es verdad todo lo que contabas?
- Claro. ¿Para qué inventar si la verdad ya es suficientemente excitante?
- Tienes razón. Me puse cachondísimo mirandoos.
- Pues no te vi. Si me dijiste algo perdona por no hacerte caso pero escribe tanta gente que es difícil seguir el chat.
- No inicié sesión, así que estaba de mirón. Ya me di cuenta que no podíais atender a todos, así que no dije nada. Aprovecho que estás ahora conectado.
- Te lo agradezco. Y tú qué ¿estás ahora con Analema? -pregunté esperanzado.
- ¡Qué va! Estoy sólo y más salido que el pico de una plancha.
- Oye… tú que conoces el BDSM… -empecé a decir pensando a toda prisa.
- Dime -interrumpió él impaciente.
- ¿Querrías ser el esclavo de mi mujer?
- ¿Tu mujer es ama? -preguntó extrañado.
- No, nunca se lo ha planteado, pero acabo de tener una visión y creo que puede resultar. ¿Me ayudas a comprobarlo?
- Claro, pero si nunca ha tenido un sumiso… no sabrá ni qué hacer.
- Yo la guiaré.
- Joder que morbo. Venga ¿cómo lo hacemos?
- Espera se lo comento y te llamamos por videoconferencia.
- Ufffff, os espero.
- Raquel ¿te gustaría tener un esclavo? -decidí preguntarle de sopetón. Mejor sorprenderla y luego explicarle.
- ¿Un esclavo? ¿Cómo que un esclavo? -preguntó ella sin entender nada.
- Sí, alguien que hará sin dudar todo lo que le pidas, que satisfará todos tus deseos.
- ¿Ah sí? ¿Y quién querrá hacer todo eso? -me preguntó ella desconfiada.
- Un conocido que te vio ayer y se quedó impresionado por tu morbo.
- No sé… -dudó- ¿Lo dices en serio? Suena muy raro.
- Claro que lo digo en serio. Es otra manera de disfrutar del sexo, una muy morbosa. Ya que ha surgido la oportunidad creo que deberías aprovecharla.
- Pero… ¿yo qué hago? ¿Qué pido?
- Yo estaré contigo. Haz lo que te diga y ya verás. A partir de ahora podrás presumir con tus amigas que se consideran muy atrevidas porque han leído las cincuenta sombras esas. Ponte la mascarilla.
Inicié la videollamada con el móvil, que coloqué apoyado en la cómoda al lado de la cama. A nosotros se nos veía bien, sentados con la almohada haciendo de respaldo. Él emitía sentado aparentemente delante de un escritorio, enfocándose de cuello para abajo.
- Buenas tardes amos. Me llamo Lorenzo. Es un placer hablar con vosotros -dijo él con marcado acento canario.
- Gracias… -respondió Raquel un tanto dubitativa. Aproveché para comentarle al oído que era una falta de respeto que no mostrase su cara.
- A ti ama. Te vi ayer y desde entonces estoy deseando ser tu esclavo.
- ¿Quieres que te acepte como esclavo sin dejarme que te vea? -coooooñó, a ver si mi mujer iba a tener madera de ama de verdad.
- Perdón ama, ha sido un error. Estoy nervioso -se disculpó el esclavo mostrando su cara. Estaba claro que ahora Lorenzo estaba disfrutando de hacer de esclavo. Le entendí. Ser switch es muy excitante. Yo mismo lo había experimentado.
- Mejor así ¿y qué me ofreces? -preguntó Raquel.
- Mi cuerpo, para que lo uses.
- ¿Y bien?
- Perdón ama ¿y bien qué?
- Que me enseñes lo que me ofreces -joder con mi mujercita, qué borde se sabe poner cuando quiere.
Temí que mi amigo se hartase y nos mandase a freír espárragos. Le había visto en ocasiones con su sumisa y era bastante duro, pero ahora estaba sorprendentemente dócil. Le estaba gustando el juego. Sólo había que verle cómo mirando a la cámara y sin sobreactuar se fue quitando el jersey, la camisa, los calcetines (eso a Raquel le gustó mucho, le resultan patéticos los hombres en calzoncillos y calcetines). Por último se quitó los pantalones y el bóxer. Se quedó desnudo delante de la cámara. Se dio una vuelta para que le viésemos de espaldas y luego se quedó de frente, con los brazos cayendo rectos a los costados y las palmas extendidas hacia adelante en un gesto de total sumisión.
Raquel mantenía el tipo pero se había excitado. Tenía la respiración agitada y la cara colorada porque estaba un poco avergonzada por la situación. Se veía que no sabía bien cómo seguir, así que le fui indicando discretamente lo que tenía que decir y ella lo repetía.
- ¿Qué juguetes tienes? -preguntó Raquel a indicación mía. Sabía que tenía unos cuantos pues los habíamos usado con su perrita Analema.
- Pues bastantes -dijo él-. Dildos, vibradores, dilatadores anales, colitas…
- Trae una cola de zorra -pidió Raquel. Yo sabía que tenía una y quedaba espectacular, por lo menos en el culo de su esclava. No tardó en volver con ella y un tubo de gel lubricante. Lo aplicó en el plug y en el ano y se lo puso siguiendo las indicaciones de Raquel, en realidad las mías.
- Ama, me estoy excitando. Le pido disculpas si me empalmo sin su permiso.
- Si lo haces te castigaré. Estás avisado. ¿Entiendes?
- Sí ama.
- Bien, no me gusta repetir las cosas. Da unas vueltas a cuatro patas y mueve la colita que yo la vea.
Le tuvo un rato dando vueltas por la habitación y cuando se detenía esperando más órdenes, le amonestaba severamente “¡No te he dicho que pares!”. Al final le mandó que se volviese a poner de pie delante de la cámara. El pobre hombre estaba empalmado y visiblemente avergonzado por no haber cumplido las instrucciones de su ama, pero no lo había podido evitar porque estaba muy excitado… y Raquel… y yo.
- Te dije que te castigaría.
- Lo merezco, ama.
- ¿Tienes pezoneras?
- Sí ama, unas con cascabeles y otras con plumas -me acordaba de haber visto las de los cascabeles un día que se las puso a su sumi. Quedaban fenomenal.
- ¿Cómo son las de cascabeles?
- Son unas pinzas planas con los cascabeles sujetos por una cadenita y haciendo juego vienen unos más pesados para los labios vaginales.
- Tráelo todo -pidió Raquel.
Cuando lo trajo le pedimos que nos lo enseñase. Raquel que no conocía toda esa parafernalia se quedó impresionada. Quién sabe, si esa improvisada sesión sado-maso se nos daba bien igual tendría que rescatar todo mi instrumental de tortura del letargo que dormía en mi trastero.
Las pezoneras tenían el aspecto de una bella joya engañosamente delicada. Las pinzas de cocodrilo de las que colgaban completaban su belleza con un aspecto siniestro. Las pesas vaginales parecían un complemento adecuado. Los cascabeles eran ostensiblemente más pesados. Las pinzas eran más anchas y tenían un aspecto amenazador, sin embargo estaban destinadas a repartir su presión por la superficie de los labios y tirar de ellos hacia abajo dejándolos expuestos.
Sorprendiendo a su esclavo, por indicación mía, Raquel le pidió que se colocase las pezoneras y luego tres de los cascabeles pesados en la bolsa del escroto. Quedando uno de sobra. Se lo fue colocando todo con cuidado, delante de la cámara. Con una mezcla de rechazo y atracción morbosa mi mujer contemplaba todo visiblemente excitada, como cuando ves algo que te repele pero no puedes dejar de mirar. Lorenzo también estaba excitado. Esperaba que el dolor causase que su pene perdiese rigidez. Pasó todo lo contrario. El morbo lo excitó y el glande quedaba expuesto al final del erecto vástago como un faro brillante.
- Te dije que no quería que te empalmases sin permiso -le amonestó mi mujer.
- Lo sé ama. No he podido evitarlo.
- Estira la piel del prepucio y esconde el capullo -al cumplir la orden no pudo evitar una mueca de dolor. Tuvo que estirar con decisión la piel del pene y eso hizo que le rozasen las pinzas de los testículos-. Si te duele es culpa tuya.
- Lo sé ama. No me quejo.
- Estira el prepucio desde la punta y ciérralo con la pinza del cascabel que te queda -esta vez lo hizo sin demostrar dolor, aunque apretar la piel estirada para poder colocar la pinza justo delante del glande debía de doler lo suyo- ¿Puedes soportar el dolor?
- Sí ama ¿lo estoy haciendo bien?
- Aún no hemos empezado pero me da que no lo vas a aguantar.
- Lo haré ama.
Ver en la pantalla el pene erecto, constreñido por la pinza que cerraba el prepucio me estaba doliendo hasta a mí. Raquel no acababa de entender la razón de ese sacrificio.
- ¿No ves lo excitado que está? -pregunté a Raquel cerrando el micrófono-. Está disfrutando, no le quites ese placer.
- ¿Parará si le hago daño? No quiero causarle ningún problema y me parece que se va a aguantar aunque le duela mucho.
- Se aguantará, por eso te estoy guiando. ¿Y tú qué? ¿Te está gustando? -le pregunté.
- Bueno, sí, pero es raro. Es como cuando ves una película que te pone los pelos de punta pero tienes que seguir viéndola.
- Ya, me he dado cuenta. Ahora tienes que participar un poquito.
- ¿Participar? ¿Cómo? -preguntó ella.
- Pues dejando que te vea para darle una alegría. Se está portando muy bien ¿no crees que se lo merece?
- La verdad es que sí ¿qué quieres? ¿Que me desnude?
- Quiero que te desnudes y te pongas guarra ante él. Quiero que consigas excitarle tanto que el capullo salga al aire arrancando la pinza de la punta.
- Pero eso le va a doler un montón -dijo mi mujer preocupada.
- Si lo haces bien, sí. Si lo hace bien él y consigue dominarse, no. Será un reto. Tu erotismo contra su dominio, a ver quién gana.
Abrimos otra vez el micrófono y con un simple “prosigamos” Raquel se levantó y empezó a contonearse sensualmente. Se quitó los calcetines en un baile tan sexy como en el que Hilda se quitó los guantes. Luego se llevó las manos a la cintura del pijama y empezó a subirlo y bajarlo en un juego de seducción.
Me extrañó que jugase con el pantalón en vez de con la camiseta, hasta que caí en que como no llevaba sujetador todavía no quería mostrar las tetas. En su lugar se fue quitando el pantaloncito delante del espejo, agarrándose los muslos y dándose palmadas en la carne endurecida por la excitación. Se ajustó las bragas antes de quitarse del todo el short.
Girándose para dar la espalda a la cámara se agarró el puño de de una manga sacando el brazo pero dejándolo dentro de la camiseta. Luego hizo lo mismo con el otro brazo y por fin empezó a levantarse la camiseta quitándosela, pero tapándose todavía las tetas con ella. Cuando la dejó caer mirando con aire pícaro a la cámara Lorenzo emitió un lastimero quejido. La polla, tiesa a reventar, estaba empujando el prepucio cerrado por la pinza de cocodrilo. El miembro cabeceaba con vida propia, intentando liberarse a pesar del dolor. Los tintineos de los cascabeles eran el testigo sonoro de esa lucha.
Raquel siguió bailando en bragas delante del espejo, presa también de su propia excitación. Se apartaba las bragas y se daba sonoras palmadas en las nalgas. Se pasaba los dedos por la húmeda tela de la entrepierna y luego los chupaba. Separaba la pernera por delante para acariciarse los labios mayores cubiertos de vello.
Al final, de espaldas también a la cámara se bajó las bragas liberando el redondeado culo que quedó abierto ante nuestros ojos. Un inconfundible lamento salió de la boca del esclavo al mismo tiempo que el cascabel del prepucio cayó al suelo rebotando entre sonoros tintineos. La polla liberada palpitaba dando amplias cornadas al aire.
Raquel había intentado guardar su coño, el plato principal, para lo último pero a Lorenzo le gustaba un culo tanto como a mí y ver el de mi mujer abierto fue algo más de lo que pudo soportar. La embestida le arrancó literalmente la pinza del prepucio provocándole un dolor que no pudo disimular.
- ¿Estás bien? -preguntamos los dos.
- Sí, sí. Perdón. No me he podido contener -contestó él-. Siga ama por favor.
- ¿Puedes volver a ponerte la pinza? -le pregunté yo directamente.
- Lo puedo intentar.
- No, no -se apresuró a decir mi mujer temiendo causarle daños-. Ya está bien así.
- ¿Me puedo tocar, ama? -preguntó él animado por la condescendencia de Raquel.
- Ni se te ocurra -contestó Raquel leyéndome los labios.
Mi mujer siguió con el baile sexy, jugando otra vez con su imagen en el espejo. Era evidente que se estaba gustando y creo que por primera vez estaba disfrutando de sentir la mirada de un extraño sobre su cuerpo desnudo.
Yo aproveché la situación para hacer capturas de pantalla. Quería inmortalizar ese momento y guardarlo para después comentarlo con ella, igual que hicimos con las pruebas que grabamos en el sofá. Las imágenes capturadas tenían una carga erótica impactante. Me encantaban y no es porque yo fuese el autor. Cualquiera disfrutaría de su tono subido. Por un momento fantaseé con que las viesen amigos de Raquel.
- ¿No vais a tomar café? – preguntó mi hermana dando golpecitos en la puerta. Cuando nos habíamos puesto a jugar la había cerrado por si hacíamos demasiado ruido.
- Pasa, pasa -le pedí. Toñi se quedó alucinada mirando a mi mujer bailando delante mí, pero sobre todo cuando le enseñé mi móvil y vio que en la pantalla había un señor desnudo, con algo colgando de los pezones y los testículos.
- ¿Qué hacéis? -preguntó mi hermana extrañada.
- Una sesión de BDSM con un antiguo conocido -le respondí. Y luego pregunté a nuestro interlocutor- Lorenzo, tú ya habías visto a mi hermana ¿no?
- Sí, cuando vivías con ella. A veces pasaba y saludaba -respondió él.
- ¿La viste desnuda alguna vez? -pregunté morbosamente sorprendiendo a las chicas. Ahora recordaba que a Lorenzo le ponía mucho mi hermana, pero creo que no la había llegado a ver nunca sin ropa.
- Alguna vez de refilón. También cuando le pedías que saludase y agitaba el culo -respondió él.
- ¿Le viste entonces el coño?
- ¿El coño? -dijo él pensando- No, nunca. Ya me hubiese gustado pero ella pasaba mucho de todo esto.
- Toñi ¿le puedes enseñar el chocho a mi amigo? -le pedí.
- ¿Y tú me puedes contar de qué va todo esto? -me respondió ella reticente.
- Ya le has oído. Es un antiguo admirador tuyo. Llevamos un rato con él y se ha portado muy bien. Merece una recompensa, además lleva tanto tiempo queriendo verte…
- Yo la verdad es que estoy alucinada con el tío este -añadió Raquel, lo que parece que terminó de convencer a Toñi que, pidiéndome que no le sacase la cara, se alzó el vestido que llevaba y con una mano se bajó las bragas mostrando el vello púbico.
- Por detrás, por favor -pedí y mi hermana, mirándome resignada, se giró agachándose y abriendo las piernas mostrando el ano y la vulva-. Perfecto, muchas gracias. ¿Te ha gustado Lorenzo?
- No tengo palabras -respondió-. Por favor, necesito permiso para tocarme.
- ¿Permiso? -se extrañó Toñi.
- Te he dicho que no ¿te lo tengo que repetir todo? -le respondió Raquel ante una indicación mía. Toñi, que seguía agachada con el culo al aire, soltó su falda que volvió a cubrir sus piernas y se irguió mirándonos todavía más extrañada.
- Lorenzo, vete quitándote los adornos y explícale a mi hermana lo que ha pasado.
Se fue quitando los cascabeles de los pezones y luego los más pesados del escroto. Los mostró a la cámara junto con el que recogió del suelo, el que le había causado los rasguños en el prepucio. Así le fue explicando para qué se usaban en BDSM y lo que había pasado esa tarde desde que empezamos a hablar.
- ¿Y ahora tienes un esclavo? -preguntó Toñi a Raquel.
- Bueno, es un juego ¿no? -dijo mi mujer-. No sé si nos apetecerá volver a jugar a esto.
- A mí sí me apetece -aclaró Lorenzo-. Y me gustaría ser el esclavo de las dos.
- Bueno, eso ya lo veremos Lorenzo -respondí cautelosamente. Como juego está bien pero ser amo de verdad, tener un esclavo, implica muchas más obligaciones que lo que la gente se cree. Y no quería asumir obligaciones ahora.
Nos despedimos de Lorenzo sin quedar para otros encuentros, pero esa misma noche le escribí por Skype. Para darle las gracias le mandé unas capturas de pantalla que había hecho durante la emisión. Lo consulté con las chicas y después de descartar unas cuantas que a mí me gustaban mucho, ambas estuvieron de acuerdo en mandarle otras en las que ellas se veían mejor. Así el hombre se podría pajear a gusto. Era curioso porque Raquel se había quedado con un poco de complejo de culpa por lo que le había hecho sufrir y Toñi creo que también tenía la sensación de deberle algo. Saber que la deseó desde que la vio aparecer fugazmente en mi pantalla fue algo que la llenó de orgullo y la enterneció.
Las fotos le encantaron y me aseguró que haría buen uso de ellas. Lorenzo además me confirmó que había disfrutado mucho con la sesión. La pinza en el prepucio le había dolido mucho y le había producido unas heridas que le molestaban sobre todo cuando se empalmaba. Pero como él mismo decía “había merecido la pena”. Entendía mis reticencias a embarcarnos en una relación amo-esclavo, aunque en nuestro caso fuese de amas tuteladas y esclavo. Lo que no dejó de repetirme es que le avisase cuando quisiésemos repetir la experiencia. La idea por supuesto me encantaba.
La verdad es que estaba encantado por muchas cosas. Dentro de la tragedia que estábamos viviendo, que nos encogía el corazón y en la que preferíamos no pensar, el sexo era un estupendo sistema para mantenernos activos, distraídos y relajados. Más que el sexo en sí, el ambiente morboso y liberal que habíamos instaurado en casa. Ambiente en el que cuando se nos ocurría algo, por muy atrevido o alocado que pareciese, lo primero que pensabas es “bueno y por qué no” o, cuando estábamos más fatalistas… “vete tú a saber si esta va a ser la última oportunidad de…”. Evidentemente eso era de lo que no hablábamos pero que creo que estaba en la mente de todos.
- ¿A ti no te importa que tus amigos me vean desnuda? -me preguntó un día Raquel.
- ¿A qué amigos te refieres? -pregunté intentando ganar tiempo y por no decir de repente que no sólo no me importa sino que me encanta.
- A tus amigos del chat -respondió ella.
- Bueno, los del chat son simplemente conocidos. A pocos les podría llamar amigos. Aunque sepa sus nombres existe una relación de anonimato. Ni sé quienes son, ni saben quién soy yo. Dicho esto he de admitir que me excita muchísimo ver cómo otros hombres te desean. Me hace sentirme orgulloso de ti.
- ¿Y si no existiese ese anonimato? ¿Te lo tomarías igual?
- Pues mira, te confieso es que una de mis fantasías de estos días es que algún amigo nuestro, algún vecino o compañero de trabajo, nos reconozcan por cualquier detalle. Según quien fuese no me gustaría pero en cambio con otros… ufff me pongo burrísimo.
- ¿Te pone burro que me reconozcan tus amigos cuando estoy enseñando las tetas?
- Ni ha pasado ni creo que pase, pero jugar con esa idea reconozco que me excita.
- ¿Y si fuese al revés? Si yo te propusiese un día hacer una videoconferencia guarra con una amiga mía, alguien que tú conozcas… ¿qué te parecería?
- ¿Me lo preguntas en serio?
- Te lo pregunto por saber tu opinión, no porque tenga idea de hacerlo de verdad. Es muy cómodo… excitante si quieres, que me vean tus amigos ¿pero y si yo te dijese que hay una amiga que quiere verte a ti? ¿Cómo te lo tomarías?
- Como el mejor regalo que me podrías hacer -dije después de pensarlo un momento.
- ¿Sí? -se extrañó ella- ¿Fuese quien fuese?
- Claro. Piensa en el morbo que nos daría luego cuando por ejemplo quedásemos las parejas para cenar -contesté intentando no demostrar especial interés, pero a alguna de sus amigas ya la había desnudado mentalmente y mira, ahora que lo pensaba me gustaría saber si había acertado.
- Desgraciadamente para ti mis amigas no están tan salidas como tú -me contestó Raquel riéndose.
- Eso nunca se sabe. Piensa en lo que habrías contestado tú si te hubiese propuesto algo de esto antes del confinamiento y sin embargo ahora…
- Sí, el aburrimiento hace maravillas -contestó ella riéndose.
- El aburrimiento… y lo que no el aburrimiento. Esto es una circunstancia especial en la que vivimos una experiencia única ¿por qué no vivirla de la mejor manera posible? -dije intentando sembrar argumentos que pudiese emplear con alguna amiga curiosa.
- ¿Lo que pasa en el confinamiento se queda en el confinamiento? -preguntó ella retóricamente.
- Efectivamente. Tú coméntale lo que estamos haciendo a alguna de tus amigas con la que tengas mucha confianza y ya verás como, por lo menos, le das mucha envidia.
- Estás loco -me contestó ella con una carcajada, pero sabía que se había quedado pensando.
Unos días después me llegó un mensaje de Lorenzo por Skype. Le contesté y estuvimos hablando un rato. Me dijo que le habían gustado mucho las fotos que le mandé, que se había excitado tanto mirándolas y recordando la sesión en la que hizo de sumiso que acabó haciendo un “cum tribute” para las chicas y filmándolo en video. Le encantaría que ellas lo viesen pero eso lo dejaba a mi criterio. Me lo mandó y cuando lo vi se me aceleró el pulso. Pensé en llamarlas inmediatamente para que lo viesen, pero decidí guardarlo para cuando nos sentásemos tranquilamente en el sofá a ver la tele después de la cena. Esta noche no iba a haber Netflix que valga.
Bueno… no hay quien pueda con las multinacionales. Tenía mucho interés en que viésemos el vídeo de Lorenzo, pero como quería que fuese una sorpresa no les había dicho de qué se trataba y ante la falta de datos se impuso su interés por ver “La casa de papel”, que acababan de colgar la cuarta temporada y tenían muchas ganas de ver al “Profesor”. Con un “luego vemos lo tuyo” y un beso en la mejilla mi hermana zanjó la discusión. Tengo que reconocer que cuando se juntaban las dos me podían.
Después de ver dos capítulos y negarme en redondo a ver el tercero me dejaron que conectase el chromecast para ver el vídeo en la tele grande del salón. Detuve la imagen en el primer fotograma y esperé a se acomodasen bien las dos. Se quedaron muy intrigadas porque la imagen congelada era una foto de Toñi desnuda de espaldas mirando de refilón a la cámara. Tardaron en caer que era una de las fotos que habíamos mandado a Lorenzo. Al iniciar el vídeo la imagen se fue alejando y vieron que era una tablet colocada en una mesa. Se veía que lo estaban grabando con un móvil e inmediatamente apareció Lorenzo en primer plano ataviado con un collar de esclavo. Las chicas dijeron un “¡Ahhhh!” porque ya les cuadraba todo.
- Buenos días. Quiero agradeceros las fotos que me habéis enviado y el permiso para correrme con ellas -dijo Lorenzo en el vídeo-. La sesión que tuvimos me encantó y he querido que me veáis recordándola, mirando vuestros cuerpos.
- Qué afectado ¿no? -dijo Raquel.
- Está en su papel de sumiso respetuoso -aclaré yo.
Mientras hablaba Lorenzo se iba desnudando. Primero zapatos y calcetines, luego camisa, pantalón y calzoncillos. Esta vez no estaba empalmado y el pene colgaba lacio. Que en erección alcanzaba un buen tamaño es algo que ya sabíamos, aunque esperábamos volver a comprobarlo. Antes le habíamos visto en el móvil, ahora en la pantalla de cincuenta pulgadas sería otra cosa.
Puso en marcha la tablet y las imágenes fueron pasando en una lenta progresión mientras Lorenzo seguía hablando y grabando desde arriba, con el móvil a la altura de su pecho y enfocando hacia abajo. Así nosotros veíamos lo mismo que él. Su barriga, cómo se meneaba la polla con la mano derecha y debajo, en la mesa, la tablet con el pase de diapositivas.
- Por mi parte yo tendré este recuerdo -dijo señalándose la herida del prepucio. Raquel se tapó la boca con las manos en expresión de culpa, en la tele se veía enorme-. Es muy aparatoso pero en realidad no es nada, un rasguño, aunque igual me queda una marca. Cada vez que tenga el pene en mis manos me acordaré de ti Raquel, de ese momento en que te bajaste las bragas y tu culo se abrió ante mí provocándome una inolvidable mezcla de placer y dolor.
Y Toñi, también a ti te quiero dar las gracias. Muchas veces me masturbé mirándote, cuando salías de la ducha y saludabas a los que charlábamos con Alberto, dejándonos ver tu cuerpo. Te voy a decir un secreto, me encanta tu culo pero lo que de verdad me ponía a mil eran esos momentos fugaces en los que sin darte cuenta pasabas en bragas delante de la cámara. El ver tu cuerpo a escondidas me producía un placer morboso, así que quiero que sepas que desde que te vi me gustaste y ahora me voy a masturbar pensando en ti.
Bueno en realidad pensando en los tres porque, Alberto te envidio. Me encantaría estar en tu lugar, en ese ambiente sin tapujos que habéis creado. Me encantaría comer el culo a tu hermana mientras tu mujer metía un consolador en el mío hasta que me corriese.
Y luego tumbarme boca arriba y que Toñi se sentase en mi cara mientras Raquel me ponía en el pene y los testículos todas las pinzas que quisiese. Que me pellizcase el escroto si me empalmaba o me apretase el prepucio para evitar que saliese el glande, aunque ya sabéis que eso es difícil.
Luego, si me lo merezco, me gustaría que las dos se tendiesen boca abajo y darles un masaje relajante. Empezando por los brazos, el cuello, trabajar bien la espalda y luego los glúteos hasta que desapareciese toda la tensión. Después les daría la vuelta y trabajaría las sienes, la frente, el cuello debajo de las orejas…
Por las clavículas bajaría a los pechos. Los masajearía intentando no producir excitación, sólo relax, centrándome en la masa y sólo acariciando las areolas. Seguiría por las costillas, la barriga, los muslos y las plantas de los pies.
Sin prisas, disfrutando de cada centímetro de vuestros cuerpos, eliminando todo el estrés y cuando no quedase ningún resto de tensión os separaría las piernas para abrir los labios y acariciar el interior con la lengua, lamer el clítoris y sentir cómo se pone duro mientras saboreo vuestros fluidos.
- Joder cómo me está calentando este cabronazo -dijo Raquel.
- Y que lo digas -confirmó Toñi.
- Yo os lo quería poner antes y vosotras que no, la casa de papel, la casa de papel… -dije burlonamente.
- ¡Calla, que nos distraes! -me regañó mi mujer dándome un golpe.
La verdad es que las imágenes en la gran pantalla de la tele me estaban poniendo cachondo hasta a mí. La voz de Lorenzo iba relatando sus deseos con una cadenciosa serenidad mientras podíamos ver cómo su pene iba adquiriendo volumen ayudado por los meneos de su mano y sobre el fondo de las imágenes de las chicas que iban desfilando por la pantalla de la tablet.
Lorenzo además las había editado y mezcladas con las fotos que yo le mandé había algunos primerísimos planos de sus partes preferidas. La vulva de Raquel reflejándose insinuantemente en el espejo, las nalgas de Toñi en todo su esplendor, el ano de Raquel asomándose juguetón…
A medida que se iba excitando la voz se le iba quebrando, el pene iba adquiriendo turgencia y el glande ya quedaba siempre fuera del castigado prepucio, cuya herida se había vuelto a abrir con la excitación aunque precisamente por ella, parecía que eso le estaba pasando desapercibido a nuestro amigo.
En la punta del brillante glande apareció una gota de transparente líquido preseminal, que fue creciendo ante nuestros ojos hasta que al final cayó salpicando la tablet. Llegó un momento en que Lorenzo no podía hablar porque los jadeos se lo impedían. Se disculpó por no seguir relatando su experiencia y concentró toda su energía en menearse la polla. La imagen temblaba, los gemidos en estéreo llenaban la habitación y nosotros estábamos conteniendo la respiración cuando el primer chorro de semen se salió del encuadre de la cámara cayendo sobre la tablet. Los siguientes chorros no alcanzaron tanta distancia pero casi llenaron la pantalla del dispositivo de líquido nacarado. Las imágenes de las chicas pasando con persistente cadencia bajo blanquecino telón viscoso que cubría la pantalla eran todo un símbolo.
- Permitidme que ahora limpie todo esto -dijo Lorenzo mirando a la cámara mientras se despedía-. Gracias por todos estos momentos, los de nuestra sesión y estos de hoy. Cuando queráis ya sabéis dónde tenéis un esclavo.
- Este tío es la hostia -dijo Raquel.
- Lo es y me ha dejado súper caliente -confirmó Toñi.
- ¿Os apetece que emitamos nosotros un rato? -pregunté viendo que el ambiente era propicio.
Mi propuesta fue muy bien recibida. Las dos se miraron y fueron a “vestirse” para la ocasión. Viendo que podía ser nuestra primera sesión verdaderamente “interesante” en Amateur, puse un mensaje a Lorenzo y a Pablo para avisarles del acontecimiento. Aunque era tarde confiaba que “la hora menos” de Canarias ayudase para que Lorenzo estuviese online. Lo de Pablo, mi compañero de perversiones en Skype, era más complicado, estaba pasando un confinamiento felizmente familiar… y casto. Esperaba darle una alegría y si no ya le mandaría algo. Bueno, eso es lo que tendría que hacer con ambos porque ninguno daba señales de vida.
“¿Qué te parece?” me preguntaron las dos a la vez enseñándome sus modelitos. Toñi llevaba un pijama de verano más sugerente que el de la otra vez. Dejaba al aire sus muslos y los abundantes pechos también destacaban bajo los tirantes de la camiseta. Se veía que no llevaba nada debajo, aunque por encima el conjunto lo completaba un sexy salto de cama.
Raquel iba todavía más atrevida, con el kimono que le prestó mi hermana y debajo sólo el camisón. Pensar que no llevaba bragas ya me puso totalmente cachondo. Casi tanto como ver que habían traído sus respectivos satisfyer.
Como el otro día, puse el portátil en la mesita auxiliar, aunque aprovechando que teníamos el chromecast en marcha nos veríamos en la pantalla grande. Me conecté a Amateur con mi cuenta guarra, 0nanista. En el topic de la sala puse “Confinamiento con mi mujer y mi hermana”. Ya no pedía respeto, los tres esperábamos gente atrevida. Con el ensayo que hicimos la vez anterior las dos estaban suficientemente preparadas, incluso Toñi había traído una toalla que extendió en el sofá “por si ocurría algún accidente”.
Lo que sí me obligaron a hacer a mí es configurar el chat para no permitir el envío de monedas, ni privados ni nada que implicase dinero. Habían vencido el pudor pero su dignidad estaba por encima de vender su cuerpo. A ellas sólo las movía el morbo.
La sala se empezó a llenar de gente poco a poco. Me extrañó la lentitud pero enseguida caí en que estos días había mucha gente que se conectaba a Amateur y a páginas similares. Había mucha oferta, mucha competencia. Comenzaron las típicas preguntas para calentar el ambiente, pero después de la sesión del otro día esos jueguecitos ya no les impresionaban demasiado, así que dejamos de prestar atención al chat y empezamos a hablar del vídeo de Lorenzo. Las chicas se interesaron mucho por sus prácticas de BDSM.
Les conté lo que sabía de su sumisa Analema, aunque obviando el tema de que su nombre era un homenaje a la mía. De hecho empecé a mezclar las historias, atribuyéndole a él algunas historias morbosas mías. De momento no quería que Raquel conociese mi pasado como amo, por lo menos hasta asegurarme que se interesaba por el BDSM y no lo rechazaba. Eso significaría que también me aceptaba a mí como amo.
Las atraje hacia mí y con los brazos sobre sus hombros les acariciaba los pechos mientras ellas reposaban la cabeza sobre mi pecho. Viendo lo mucho que les excitaban esas historias empecé a contarles experiencias mías aunque atribuyéndoselas a Lorenzo. Se pusieron muy cachondas escuchando como nuestro esclavo, en realidad yo, aprendió a ser sumiso a manos de una mujer que le torturó antes de convertirse en su ama. Así conoció sus propios límites y supo hasta dónde podría llegar con sus sumisas sin repetir los errores que por su inexperiencia había cometido con Alba, su (mi) primera sumisa.
Percibía su excitación por lo duros que se les estaban poniendo los pezones. Me levanté y me quité el pijama, quedándome desnudo. Ellas se quitaron sus batas y empezaron a acariciarme el pene mirando a la cámara. Ya teníamos bastante gente en el chat y los comentarios se sucedían cada vez a mayor velocidad, aunque nosotros seguíamos sin hacerlos caso, lo que no parecía desanimar a nuestros espectadores. Al contrario, daba la impresión de que lo que veían les bastaba para calentarse, aunque nosotros les ignorásemos.
Después de la sesión y el vídeo de Lorenzo descubrí que el morbo las excitaba mucho. Ambas ponían mucha imaginación a lo que les contaba y no parecían dudar de que las experiencias que les relataba las había escuchado en vez de ser propias. Percibía su excitación en sus caricias y los pechos que tocaba bajo sus tirantes se erizaron igual que sus pezones.
Raquel abría las piernas subiéndose un poco el camisón. En la pantalla se veía algo oscuro en la entrepierna y los espectadores empezaron a preguntar en el chat si llevaba bragas negras o tenía el coño peludo. Nadie les contestó. A veces es bueno no ser demasiado claro y dejar que vuele la imaginación.
Toñi en cambio, también con las piernas abiertas, se acariciaba los carnosos labios mayores apartando el pantaloncito. Con ella sí quedaba claro que no llevaba bragas pero la visión parcial de su entrepierna, que permitía la pernera del pijama entreabierta, dejaba a los espectadores con ganas de más y no cesaban de demostrarlo.
Al final me picó la curiosidad y me senté en el suelo, entre las piernas de Raquel. Así estaba más cerca del portátil y podía leer el chat. Las preguntas eran las de siempre pero de vez en cuando hacían alguna interesante que me apetecía contestar.
- ¿De verdad son tu hermana y tu mujer?
- Sí, mi hermana hace de carabina para que nos portemos bien.
- ¿Te vas a follar a tu mujer delante de tu hermana?
- Y a mi hermana delante de mi mujer.
- ¿Sois mormones o algo así, que vivís en una comuna?
- No, somos incestuosos pasando el confinamiento.
- ¿Nos las vas a enseñar desnudas?
- Yo no os las voy a enseñar pero creo que ellas sí lo harán.
- ¿Qué tengo que hacer para ir a pasar el confinamiento con vosotros?
- Casarte con mi hermana, pero antes tienes que mandar un extracto de tu cuenta corriente.
- ¿Qué tallas de sujetador usan?
- Tamaño carpa de circo.
- ¿Se depilan el coño?
- Se lo hago yo a mordiscos.
Las chicas estaban partidas de risa y eso terminó de relajarlas. Me giré y abrí las piernas de Raquel. Ella no opuso resistencia. Bajo su camisón pude ver el brillo de sus labios. A pesar de las risas estaban excitadas. Le levanté la tela hasta la cintura y dando el culo a la cámara me quité la mascarilla y empecé a lamer las rodillas de mi mujer.
El zumbido de un satis llamó mi atención, pensé que Raquel estaba completando mi acción por su cuenta pero no, ella simplemente se frotaba los pechos sobre la tela del camisón, pellizcándose los pezones mientras aguardaba que mi lengua recorriese la piel que la separaba de su sexo.
El satis era el de Toñi que, apartando la breve tela de su entrepierna, se lo aplicaba con movimientos circulares, pausadamente, conteniendo la prisa que proporcionaba el aparato. Sus ojos estaban cerrados y cuando se abrían se fijaban en un punto detrás de mí. Le excitaba la escena que contemplaba en la pantalla. Sin girarme imaginaba mi culo en primer plano, con mi mejilla apoyada en la rodilla Raquel y su mano acariciando mis cabellos.
La imagen me resultó muy erótica pero ya era el momento de animarla. Lamiendo la erizada piel del muslo llegué a la brillante entrepierna. Besé sus labios y pasé la lengua por ellos. Mi mujer se quitó el camisón y acercó su sexo hacia mí quedando sentada en el borde del sofá. Delante de mí los labios se abrieron solos. Brillantes y jugosos. Ella se recostó en el respaldo esperando pasivamente que yo actuase.
Le lamí la entrepierna saboreándola, recreando el paladar. La miré brevemente, sus ojos me sonrieron y vi cómo miraba la pantalla disfrutando de su propia imagen. El zumbido del succionador de Toñi se aceleró y su respiración siguió el ritmo con jadeos rítmicos que dejé de oír cuando me sumergí entre los muslos de Raquel. La vagina goteaba y yo la sorbí con gusto.
Sujeté el duro clítoris con los labios, mordí la base de la cabezuela y la froté con la punta de la lengua. Sus caderas comenzaron a temblar y ella me sujetó la cabeza con ambas manos apretándome contra sí. Me pareció que iba demasiado deprisa y apreté fuerte el clítoris con los dientes para frenarla. Tuvo el efecto contrario, estaba en ese punto tan sensible que la intensa estimulación aumentó su excitación a niveles que no podía controlar.
Raquel se estaba dejando llevar sintiendo que el orgasmo era inminente. Sin dejar de lamer intentando ahora modular el placer, metí una mano bajo las nalgas que no dejaban de botar sobre el sofá. Con un dedo localicé el ano. Estaba muy mojado, probablemente por la mezcla de sus propios fluidos y de mi saliva. Con cuidado introduje el dedo en el recto mientras ella seguía agitándose delante de mi cara y con las nalgas me aplastaba la muñeca.
Aunque el agujero del culo hasta estos días ha sido tabú para mi mujer, sentir el dedo apretando y traspasando el esfínter terminó de excitarla y lejos de rechazarlo me apretó más fuerte con las manos para que le estimulase el clítoris con más intensidad mientras ondulaba la cintura para sentir mejor mi dedo dentro del culo.
Me excitó tanto darme cuenta de eso que dejé de agarrarme a su muslo y metí la mano que me quedaba libre entre las piernas para menearme la polla. Toñi se dio cuenta y gritó haciendo un gallo “¡Eh, tú! Deja de tocarte que eso quiero comérmelo yo”. Le hice caso y Raquel, que no debía saber a qué se refería mi hermana detuvo un momento sus convulsas sacudidas y prestó atención. Debió mirar a la pantalla y comprender lo que pasaba. “Yo también quiero comerlo” dijo después de aclararse la voz.
Con la boca pegada a su coño decidí no contestar pero, a modo de respuesta, me concentré en seguir lamiendo el endurecido clítoris. Lo rodeé con mis labios y sorbí, primero suavemente pero cada vez con mayor fuerza, alternando las succiones con leves mordiscos y frotamientos con la punta de la lengua. Ella volvió a agarrarme la cabeza apretando sus labios contra los míos, presionando convulsivamente. Dejé de succionar, morder o frotar y mi mujercita empezó a sacudir mi cabeza contra la entrepierna para despertarme.
Le hice caso, reanudé mi batería de estímulos. Raquel gritó. Su cadera empezó a temblar y tuve que esforzarme para permitir que mi cuello siguiese sus movimientos. Al fin se fue quedando quieta, rígida… hasta que gimiendo se escurrió en el sofá, apretándose contra mí mientras se corría llenándome la boca de fluidos que tragué junto con mi propia saliva al mismo tiempo que con la lengua lamía su entrepierna relajándola. Fue en ese momento de calma cuando percibí los gemidos de Toñi que se elevaban por encima del zumbido del succionador. Apoyé la cara en el muslo de Raquel y miré cómo mi hermana se corría. Mi mujer me acariciaba el pelo mientras también contemplaba el éxtasis de Toñi.
Me levanté con la espalda y el cuello dolorido. Me estiré y fui al baño a lavarme la cara. Tenía la barba empapada de flujo y saliva. Me lavé e hice pis. Cuando regresé al sofá el pene volvía a estar relajado, lo que produjo cierta decepción en las chicas. “La polla es para la que se la trabaja”, dije para provocarlas. Volví a ponerme la mascarilla y me senté al lado de mi hermana. Las dos estaban muy juntas leyendo el chat y, para mi sorpresa, charlando con la gente.
- ¿Sois lesbianas?
- Somos cuñadas, pero nos queremos mucho -dijo Raquel.
- 10.000 monedas si os ponéis a cuatro.
- A ver tío, no digas chorradas. Primero, no nos vais a dar 10.000 monedas así que no intentéis tentarnos con tonterías. Segundo, que 10.000 monedas no llegan ni a 5 euros y ofrecerme 5 euros por verme el culo es un insulto. No lo voy a enseñar ni por 5 ni por 500, porque estoy aquí para pasármelo bien. No por dinero -dijo Raquel en un repentino arranque de furia.
- Mujer, no te lo tomes así, lo de las monedas es un juego -puso alguien en el chat.
- ¿Nos veis las tetas? ¿Nos veis el coño? ¿Habéis tenido que dar alguna moneda para ello? ¿A que no? Porque lo hacemos por morbo, no por las cuatro perras que nos podáis dar -dijo Toñi intentando razonar un poquito.
- Lo de las monedas es un juego, no se lo tomen así -volvieron a argumentar en el chat.
- Lo de 10.000 monedas por enseñar el culo no me ha parecido un juego -dijo Raquel bastante mosqueada.
- ¡Eh! Que yo he mostrado el culo a cuatro patas y no me habéis ofrecido monedas -protesté yo en plan de broma.
- Yo intenté dar monedas y no me ha dejado -puso alguien.
- ¡Ah! Es cierto. Desactivé lo de las monedas en esta sala -admití.
- Bueno ¿Las chicas se pueden dar un piquito? -pidió otro para rebajar la tensión.
- ¡Claaaaro! -dijeron las dos y se dieron una especie de beso esquimal rozándose las mascarillas, que eran de esas rígidas.
En el chat aparecieron algunos “Joooooo” decepcionados porque detrás del besito se escondía la aviesa intención de que se quitasen las mascarillas y verlas la cara. Estaba claro que sólo enseñarían algo cuando ellas quisiesen.
Dejando de lado la discusión del chat me volvieron a hacer sentar en medio de las dos y empezaron a acariciarme el pecho. Pellizcándome los pezones lograron ponérmelos duros y la polla volvió a apuntar insistentemente hacia arriba.
Veía las líneas del chat moviéndose rápidamente sin que se pudiese leer bien lo que ponían, aunque era fácil suponerlo. Me daba muchísimo morbo estar desnudo delante de más de cuatrocientas personas mientras mi mujer y mi hermana me acariciaban el pene y los abultados testículos.
Dejé de prestar atención al chat y me recosté cerrando los ojos. Ellas sabían perfectamente cómo excitarme y es lo que hicieron. Me masajearon la polla, amasaron el escroto, jugaron con el glande mojándolo con el líquido preseminal que empezaba a salir… Poco después volví a escuchar el zumbido de un satisfyer que inmediatamente se colocó sobre mi frenillo. Sin poder controlarlo sentí cómo la polla se encabritaba saltando y luego entraba en un ciclo convulsivo en el que temblaba sola, sobre todo cuando al juego se unió el otro satis.
Con los ojos cerrados y agarrándome a sus hombros sentí cómo ellas me sujetaban la polla para poder apuntar mejor sus aparatitos y sacarles más rendimiento. Ese temblor aplicado persistentemente en el pliegue del glande estaba a punto de volverme loco de placer y aunque lo que me hubiese gustado en ese momento era meter la polla “en caliente” estaba dispuesto a dejarme llevar por la situación y correrme así delante de todos.
Pero en ese momento dejaron de jugar con mis genitales. Las dos se separaron y empezaron a moverse apagando sus succionadores. Se arrodillaron al borde del sofá y de espaldas a la cámara se quitaron las mascarillas. Así, apoyándose cada una en una de mis piernas me empezaron a comer la polla entre las dos. Les quedaba poco por hacer porque ya estaba casi a punto de correrme.
Cuando miré la pantalla de la televisión me llevé una sorpresa. En primer plano estaban sus redondos culos, que se abrían y cerraban según ellas se movían a lo largo de mi pene. Apartándolas un momento ajusté la cámara para centrarla en sus traseros. La acerqué un poco más para gran alegría de los del chat, que mejoraron notablemente la morbosa perspectiva.
Cuando me volví a recostar vi que mi imagen sólo llegaba ahora hasta mi pecho. Me quité la mascarilla porque con la respiración agitada y los jadeos amordazados me estaba agobiando. En la pantalla se apreciaban ahora perfectamente centrados sus culos y mi polla al fondo, cuando salía de sus bocas. Me acomodé recostándome y acercándome todavía más a ellas. Era una especie de ofrecimiento “comédmela toda ya. Me quiero correr”.
Dejaron de metérsela alternativamente en la boca y la lamieron cada una por un costado, como si tocasen una armónica las dos al mismo tiempo. Cuando sobrepasaban el glande se acababan besando, pasándose la una a la otra el líquido preseminal que anunciaba un pronto orgasmo.
Verlas en la televisión chupándome el pene, disfrutar de sus culos abiertos que dejaban el ano a la vista, sobre unos abultados labios mayores, sonrosados, húmedos y brillantes me terminó de poner cachondo. El cosquilleo que surgía del glande recorría todo mi cuerpo. Con la respiración agitada, jadeando y gimiendo de manera incontrolada me acabé corriendo mientras miraba hipnotizado nuestra propia imagen en la pantalla.
Creo que ambas se dieron cuenta al mismo tiempo pero Raquel es la que se metió la polla en la boca para recibir mi semen. Después de aguantar unas cuantas sacudidas dejó su sitio a Toñi, que terminó de limpiarme. Al lado del reposabrazos del sofá había un móvil. Lo cogí y saqué una foto a la pantalla de la tele. En ella se veían sus grandes culos y las tetas colgando mientras ellas descansaban con el pelo revuelto apoyando sus mejillas en mis muslos, enmarcando mi polla que empezaba a relajarse.
Para haber estado discutiendo hace un rato si enseñaban el culo o no, el final era paradójico. Y para haber empezado estos juegos hace sólo tres semanas, cuando se inició el confinamiento, los avances morbosos que habíamos conseguido me parecían impensables. ¿Hasta dónde seríamos capaces de llegar si esto se prolongaba?
FIN
Continúa en: "Sexo en tiempos de coronavirus. Cuarta semana"
Espero que la historia te haya gustado y que antes de irte dejes un comentario, eso me ayuda mucho en mi labor.
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