sábado, 21 de agosto de 2021

La estratagema de Clara

Viene de: “Los deseos prohibidos de Blanca

Mallorca, mayo - julio de 2020


No es que le diese especial importancia al hecho de cumplir diecisiete años. Otra cosa bien distinta era cómo lo veían mi padre y, sobre todo, un amigo suyo, un escritor de relatos eróticos al que le hubiese gustado que fuesen dieciocho para poder follarme sin que se le pudiese acusar de abusos a menores. El que el resultado de ese encuentro fuese quizás su mejor relato erótico era algo que me excitaba muchísimo, por lo visto casi tanto como a mi padre, que leyendo la historia de su amigo podría imaginar cómo sería tener algo conmigo.

 Unos carcas anticuados los dos, que van a ser capaces de tenerme un año esperando por algo que a mí me apetece desde hace mucho tiempo.

Me explico. Lo de tirarme a mi padre estoy segura que se me ocurrió a mí antes que a él y lo de tener sexo, del tipo que fuese, con un escritor erótico tan morboso como Alberto lo deseé desde que leí sus historias. Bueno, quizás lo mejor es que cuente todo desde el principio.


En mi familia nunca hemos tenido problema respecto a mostrarnos desnudos. En Palma en verano hace bastante calor y en casa siempre hemos ido ligeros de ropa. Además tenemos una casita de campo, “sa caseta”, situada en una zona bastante apartada y libre de miradas indiscretas. Allí, cuando hace buen tiempo, raramente vamos vestidos, únicamente cuando viene alguna visita con la que no tenemos mucha confianza.

También teníamos un llaut, una embarcación típica de Baleares. Obviamente, en cuanto nos alejábamos del puerto los bañadores quedaban tirados en un rincón. En las playas normales sí usábamos bañador, pero no recuerdo nunca que nos tapásemos con toallas o cosas así para cambiarnos. Simplemente nos quitábamos el bañador mojado y nos poníamos uno seco con naturalidad y la gente ni se fijaba en ti, o eso creo.

Como digo, la desnudez para nosotros era algo natural y nunca nos supuso ningún problema. Pero un día, hace cosa de un año, me di cuenta de que mi padre se excitaba mirándome, o mejor dicho, se excitaba cuando le tocaba.

Todo ocurrió un verano, cuando una compañera de clase vino con nosotros a pasar un fin de semana a la caseta. Yaiza es canaria, bueno podría decirse que es canariona porque aunque como yo tenía dieciséis años, en cambio su constitución y el desarrollo eran los de una chica de por lo menos dieciocho o más. Ella misma me comentó que las canarias parece que se desarrollan antes y Yaiza era la prueba palpable.

Como la chica no estaba acostumbrada al nudismo, por consideración a ella estuvimos todo el tiempo por lo menos con el bañador puesto. Fue un fin de semana muy agradable. Yaiza se lo pasó fenomenal y a mis padres les cayó muy bien.

Un par de fines de semana después la volví a invitar, pero en esta ocasión decidí tantearla y comentarle que nosotros en la caseta solíamos ir sin ropa porque estábamos más cómodos, que si a ella no le importase nos haría un favor. Se quedó sorprendida, diciendo que claro que nosotros podíamos estar como quisiésemos, faltaría más, pero que si molestaba no iba y todo eso. Nada, por supuesto que vino a pasar el finde.

A pesar de la novedad todo fue fenomenal. Mi madre y yo tomábamos el sol desnudas y nadábamos así en la piscina. Yaiza al final se animó a quedarse en top les, pero mi padre se seguía tapando pulcramente con una toalla o se ponía el bañador cuando estaba la canaria.

A la hora de preparar la comida papá apareció ataviado con un delantal que, colgado del cuello, le cubría desde el pecho hasta las rodillas. Se anudaba por la espalda, a la altura de la cintura, pero de vez en cuando se abría con lo que el culo quedaba al aire. Todos los que practican nudismo saben que si estás desnudo del todo acabas perdiendo erotismo, pero en cuanto te cubres algo tu cuerpo adquiere morbo de manera instantánea.

Yaiza y yo, tumbadas al borde de la piscina, no podíamos dejar de mirar el gracioso culito que nos saludaba provocativamente mientras mi padre cuidaba el fuego de la barbacoa y aderezaba las carnes que iba a asar en ella.

Mi amiga no podía desviar la mirada, estaba como hipnotizada por las nalgas que se asomaban tras la tela del delantal. Incluso sus pezones, redondos y oscuros, se erizaron haciendo más prominentes aún sus voluminosos pechos. Sentí una punzada de celos ¿qué se pensaba esa guarra? Mi padre es mío y a ella la encontré en el insti.

Aprovechando que papá es reacio a resguardarse del sol, me levanté a ofrecerle un sombrero de paja que le daba un aspecto muy rústico. Así me interpuse en la línea de visión de Yaiza y permanecí allí con la excusa de ponerle protector solar en la espalda.

Él no paraba de protestar, decía que estaba a la sombra. No le gusta nada que le pongan crema, pero yo seguí embadurnándole desde el cuello hasta las pantorrillas.

Jugar con su culo no fue algo intencionado. Le estaba poniendo crema en las nalgas cuando él se agachó a coger unas pinzas. La mano, casi accidentalmente, se deslizó entre los cachetes abiertos. Sin pensarlo le puse crema por la raja y luego me arrepentí. A pesar de toda la confianza que teníamos nunca le había metido la mano en el culo. Nunca nos tocábamos las zonas sexuales explícitas. Temí haberle molestado. Pero él no dijo nada y seguí poniéndole crema por las piernas.

Poco después volvió a agacharse. Su raja se abrió delante de mi cara. Me quedé sorprendida. No sabía si ese ano con sus bordes fruncidos constituían una invitación a algo.

Me decidí por acariciarle los huevos. Aunque entendí que pudiese llegar a molestarse. Pero eso no ocurrió, le masajeé los testículos con la crema durante un momento en el que el tiempo pareció detenerse. Él no sólo se dejó sino que noté cómo la polla se le ponía dura. Al cabo de unos largos segundos debió darse cuenta él mismo de lo inapropiado de la situación. Se levantó, se dio la vuelta y me agarró por los hombros. “Ya Clara. Sigue con tu amiga y déjame que termine de preparar la barbacoa”, me dijo muy serio, mirándome a los ojos. Yo asentí y me alejé procurando no mirar el bulto que sobresalía de su delantal.

“Joder tía, me habéis puesto super cachonda. Tu padre tiene un polvazo”, me susurró Yaiza cuando volví a la hamaca a su lado. Asentí otra vez sin mirarla. No podía quitarme de la cabeza que mi padre se había excitado conmigo… y yo con él. Temí que eso fuese a cambiar nuestra relación. Intentaría que todo siguiese igual pero no podía dejar de dar la razón a Yaiza. Mi padre tiene un polvazo… y fui consciente de que me apetecía probarlo, mucho.

Estaba claro que no era la única que sentía eso. Mi recatada amiga, después de confesarme su calentón, decidió refrescarse en la piscina y en un repentino gesto de aceptación e integración con nuestras liberales costumbres, se quitó la braga del bikini para quedarse desnuda como nosotros.

La miré sorprendida, sobre todo cuando su baño se convirtió en un descarado pavoneo cargado de piruetas en las que, con una sensualidad que yo no sabía que tenía, exhibía eróticamente su mojada piel morena sin dejar nada a la imaginación.

Mi padre la miraba sonriendo mientras seguía atendiendo la barbacoa. No sé si estaba sorprendido o embobado. Tampoco sé si el bulto que le sobresalía del delantal se seguía debiendo a la excitación que yo le produje o ahora era sólo por Yaiza.

Me metí también en la piscina y con la excusa de jugar con ella le acabé metiendo mano en la entrepierna y le agarré fuertemente el poblado matojo de vello negro que adornaba su pubis. Su cara reflejó intensa sorpresa, sobre todo cuando le dije “Yaiza, bonita, deja de exhibirte como una gata en celo delante de mi padre. Te estás poniendo en ridículo”. Aunque la sorpresa fue mutua por otro tema. Me encantó agarrarle el coño y ella más tarde me dijo que le había pasado lo mismo. Ninguna habíamos tenido experiencias lésbicas hasta entonces. Aquella fue la primera, pero eso es otra historia.

El caso es que aquel fin de semana supuso en mi familia la toma de conciencia de mi despertar sexual. Era evidente que mi padre dejó de verme como “su hijita” y yo a él como simplemente “mi papá”. Los dos dejamos de ser asexuados pero para seguir manteniendo la convivencia familiar se ve que ambos nos auto impusimos, sin ponernos de acuerdo, dejar de enfocar nuestros deseos en el otro, por lo menos no demostrarlo.

No nos costó demasiado, por lo menos a mí. Todas las hijas durante una fase de nuestra vida estamos enamoradas de nuestro padre, aunque no creo que todas lo deseen sexualmente como me pasa a mí.

Ese año fue el inicio de la etapa más erótica de mi vida. Quizás soy un poco puta, pero desde que empecé a jugar con Yaiza todo se desarrolló con increíble velocidad, convirtiéndonos en las chicas más desenfadadas y deseadas del instituto. A los chicos les pone mucho sospechar que Yaiza y yo nos enrollamos. El hecho de que ninguna haya querido emparejarse formalmente con ningún chico favorece esa teoría, pero por otra parte, el hecho de que seamos las que mejor follan, cada una en su estilo, les despista un montón.

En el caso de Yaiza creo que se debe a que tiene un cuerpo que nos saca un par de años de ventaja al resto de compañeras del instituto. En el mío a que de siempre me he criado en un ambiente liberal, sin tabúes sexuales y contando siempre con mucha información al respecto. Mis padres son sexualmente muy activos y siempre han hablado conmigo con total libertad, especialmente mi madre, que siempre me ha dado todas las explicaciones, consejos e informaciones que necesitaba. Por ejemplo, cuando se enteró de que estaba manteniendo relaciones sexuales con compañeros no me soltó la típica charla moralizadora. Me acompañó a la ginecóloga para asegurarnos que estaba todo bien y no había pillado nada. La doctora me recomendó una serie de métodos anticonceptivos, incluso me recetó la píldora.

Mi madre me dio una serie de consejos para hacer más placenteros esos momentos, cuando llegasen. Y también para ayudar a los chicos porque las primeras veces suelen estar muy nerviosos intentando dar la talla y alguien tiene que llevar las riendas.

Cuando le comenté que estaba leyendo “50 sombras de Grey” se echó a reír “¿Te gustan las novelitas rosas?” me preguntó y acto seguido me mandó al correo un libro en pdf “Analema_de_Zas”. Ante mi extrañeza me aclaró “Échale un vistazo si quieres saber de verdad de qué va lo de la dominación-sumisión”. La verdad es que no le hice mucho caso. Pensé que sería un clásico de esos que a veces te recomiendan los padres sin darse cuenta que somos de generaciones distintas. Pero un día… ¡joder! Lo empecé a leer y lo terminé en una noche. La verdad es que no es muy largo pero tardé más porque no podía parar de pajearme. No sé las que me llegué a hacer.


- El libro ese que me has pasado… -le empecé a decir al día siguiente a mi madre.

- ¿Sí?

- Es… no sé. No me lo esperaba.

- ¿Pero te ha gustado? -Me preguntó mi madre.

- Uffff, sí, ya te digo. ¿De dónde lo has sacado?

- Nos lo pasó el autor. Es conocido nuestro.

- ¿Conocéis al que escribió esa historia?

- En realidad le conoce más tu padre. Yo he hablado un par de veces con él. Es muy morboso. Nunca he conocido a nadie que le eche tanta imaginación al tema de sexo.

- ¿Le conocéis en persona entonces?

- Pues no, aunque vive en Palma. Íbamos a quedar con él cuando surgió lo de la pandemia.

- ¿Ibais a quedar con él para…?

- A tu padre le hacía ilusión que hiciésemos un trío con él. Y a mí no me desagradaba la idea.

- ¡Mamá!

- A ver, íbamos a quedar para tomar algo y conocernos, pero el objetivo final era ese.

- ¡Joder!

- Sí, como locos -dijo mi madre riéndose.

- No, lo de joder era una exclamación. Pero oye, tú crees que al Alberto ese le molestaría que le pasase el libro a Yaiza.

- ¿Molestarle? Qué va, estaría encantado. Es puro exhibicionismo. Cuanto más se difunda mejor. Lo tiene colgado en su web junto con toda su vida sexual. Espera, te paso la dirección. El blog se llama “Las historias de ZasCandil”. Verás qué tío más salido.


Bueno, bueno, salido es poco, pero la verdad es que me sentí identificada con él. Con una persona que le encanta el sexo, lo admite y habla de ello sin tapujos.

Tras ese posicionamiento hay unas enormes ganas de disfrutar y aprender. La lectura de sus historias terminó de marcar mi actitud sexual y como consecuencia mi aptitud.

En mi deseo de aprender empecé a ensayar con mis compañeros, a centrarme en estimularles el frenillo o el perineo, a hacerles disfrutar metiéndoles un dedo en el culo, a retrasar la eyaculación cuando les hacía una mamada, a ponerles el preservativo con la boca sin que se diesen cuenta…

Al mismo tiempo me esforcé por descubrir los resortes sexuales que no sabía que tenía. Le di la importancia que se merecía a estimular mi punto “g”, a jugar con el ano, a excitarme con el dolor… cuidadosamente aplicado. Y sobre todo, a guiar sin vergüenza a mis compañeros sexuales para que me diesen en cada momento el placer que necesitaba.


- ¿Qué ha pasado? ¿Te estás tirando a tu padre o qué? -me preguntó un día Yaiza después de estar follando las dos.

- ¡¿Qué?! ¿A mi padre? ¿Por qué lo dices?

- Pues tía, porque últimamente te has convertido en una experta. Haces unas cosas que… ufffff.

- Que me he vuelto más puta ¿no? -pregunté riendo.

- No, pero se te nota un cambio y es imposible que eso se te haya ocurrido a ti sola. Te estás tirando a alguien que sabe mucho y no es ninguno de estos memos de clase.

- Bueno, he follado con casi todos los follables.

- Ya, y yo -dijo Yaiza- y ninguno tiene ni puta idea. Te estás tirando a alguien que sabe mucho. Sé que tu padre es un experto y sé que te gustaría montártelo con él así que…

- Pues no, no es mi padre, pero tienes razón ya me gustaría, casi tanto como follarme a un amigo suyo que últimamente me tiene súper mojada.


Ante su extrañeza le conté lo de “Las historias de ZasCandil” y cómo había devorado el blog. Le pareció imposible que hubiese aprendido tanto solamente con leer unos relatos, pero cuando ella misma comenzó a leerlos comprendió enseguida que imaginando lo que leías podías aprender mucho de verdad.


- Tía, sois vosotros -me dijo un día Yaiza muy excitada.

- ¿Quiénes? ¿De qué hablas?

- Tía, las historias de Pedro y Carmen. Son tus padres. Y Carmencita eres tú, no me jodas.

- No, es una pareja de aquí que él se llama como mi padre, pero es una coincidencia. ¿Y quién es esa Carmencita? No me suena.

- La hija de Pedro y Carmen. Eres tú, clarísimo. Hasta le pones crema a tu padre. Se excita y tú le haces una mamada.

- Te digo que no soy yo. Nunca le he hecho una mamada a mi padre. ¿De dónde has sacado eso?

- Del blog. Es continuación de las historias de Pedro y Carmen. Se llama El regalo de Carmencita o algo así.


Joder. No la había visto, pero cuando la leí entendí la confusión de Yaiza. Los Pedro y Carmen de la historia, además de ser de Mallorca y llamarse él como mis padre, son igual de liberares, sobre todo su hijita, que aunque no se siente atraída por su padre, como me pasa a mí, sí que entiende que su padre esté atraído por ella y bueno… El relato me puso muy caliente, me hizo sentir que no éramos tan raros y, como siempre, me dio alguna idea.


- Papá ¿los Pedro y Carmen de Las historias de ZasCandil sois vosotros? -le pregunté directamente un día.

- ¿Eh? No, no, qué va. El primer sorprendido al encontrarme con esos relatos fui yo.

- ¿No? ¿Ni inspiración? Es que no me digas. Él se llama como tú, sois igual de liberales, morbosos…

- Bueno, sí, me llamo igual. Y es cierto que tu madre y yo… bueno, tenemos historias parecidas, pero ninguna con Alberto.

- Y de la historia de su hija… ¿qué me dices?

- ¿Por qué me lo preguntas? -me dijo él poniéndose a la defensiva.

- Porque a mí me ha puesto súper cachonda -confesé.

- ¿Ah sí? Pues… -empezó a decir dubitativo.

- ¿Qué? -le apremié.

- Que has estado a punto de protagonizar una de sus historias.

- ¿Cómo? -pregunté extrañada.

- Cuando leí la historia de Carmencita, me excité mucho y le comenté a Alberto que me había puesto muy cachondo y que no había podido evitar pensar en ti.

- Ah… sigue, que esto se pone interesante – le dije riendo para rebajar la tensión.

- No le había hablado de ti. Le comenté que leías sus historias y te habías convertido en seguidora. No sé cómo salió en la conversación que iba a ser tu cumpleaños y me preguntó si te gustaría que como regalo te escribiese una historia de la que serías protagonista.

- ¡Uy sí! ¡Me encantaría! Pero cómo…

- En lugar de relatar algo que había pasado, la historia sería como el guión de algo que podría pasar. Una planificación de lo que sería ese encuentro.

- Ah… -dije intentando comprender lo que eso implicaba-. ¿Y te ha adelantado algo del… argumento?

- Sí. Como le comenté que te encantaba navegar se ofreció a hacer una salida con un llaut que tiene. Y bueno, en medio del mar, solos… el resto sería dejarnos llevar.

- Me encanta. Me encanta -dije entusiasmada. Sería un entorno ideal para hacer algo con el tal Alberto y quién sabe… Aunque no le conocía, sólo por la experiencia que tiene el tío. Aunque sea mayor, vamos.

- Sí, la historia prometía bastante.

- ¿Cómo que prometía? ¿Qué ha pasado? Mi cumpleaños ya ha sido. ¿Cuándo me va a dar mi regalo?

- Pues va a haber que esperar. Ha habido un malentendido entre nosotros. Él pensaba que ibas a cumplir dieciocho y no diecisiete.

- ¿Y?

- Que aún eres menor de edad y no quiere proponerte algo así hasta que no seas mayor.

- ¡Joder qué carcas!

- Piénsalo. Tiene razón, hasta yo me dejé llevar por el calentón. Pero Alberto tiene razón. Es mejor esperar.

- ¿Calentón? ¿Te pone caliente tener algo conmigo?

- Clara…

- Papá…

- Eres una chica preciosa… -dijo él en lo que era una afirmación cargada de cierta culpa.


Decidí no presionar más. Por lo menos de momento. Pero yo también empecé a maquinar. No escribo mal, sobre todo cuando me pongo a contar cosas que me gustan y lo que estaba pensando relatar me gustaba mucho. Iba a escribir la historia que Alberto no se había atrevido a imaginar. El guión del encuentro sexual con una persona que me interesa y tiene una gran experiencia en materia de sexo, lo que me produce una gran mezcla de curiosidad y morbo. Y además ya me buscaría la manera de meter a mi padre por ahí.

Bueno, vamos allá. Mi padre y Alberto habían planeado hacer una salida en barco, lo que me parece una idea genial y lo voy a mantener, pero esa idea hay que “vestirla” y hacerla… irresistible. Le pregunté a Yaiza si se apuntaba a la excursión y lo hizo encantada, sobre todo cuando supo que el propósito no era sólo pasar un finde navegando, sino tirarnos a mi padre y a Alberto “el de las historias”.

Esa misma noche le dejé un suculento mensaje en su blog. Luego le encontré en Facebook y le empecé a seguir, aunque con otro nombre Blanca, una chica de diecinueve años, y bueno, así hasta que acabamos follando por Skype.

FIN de la segunda parte.

Continúa en: “Con buen barco bien se jode


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