viernes, 19 de abril de 2019

Una sumisa en apuros

¡No me lo podía creer! ¿Cómo era posible que estuviese pasando eso? Con todas las precauciones que había tomado para tenerlo todo controlado…
Una simple llamada de teléfono hizo saltar todas mis alarmas. Una llamada de Alba.
Había adquirido un móvil con tarjeta de prepago sólo para mantener contacto con mis posibles sumisas. De momento sólo tenía el teléfono de Alba. Sólo lo quería para mandarle un sms si surgía algún imprevisto y teníamos que aplazar o suspender el próximo encuentro, por si se me ocurría algo a ultima hora que tenía que preparar para la sesión… cosas así.
Nunca llevaba encima ese teléfono. Nos veríamos al día siguiente y ya le había dicho todo lo que tenía que tener preparado, así que el móvil hubiese estado apagado y guardado en un cajón si no se me hubiese ocurrido cambiar los tonos de llamada y mensajes que venían instalados por defecto.
Cuando empezó a sonar pensé que era uno de los tonos que estaba probando, pero al ir a cambiarlo me di cuenta que seguía sonando porque era una llamada entrante, obviamente de mi único contacto.

- ¿Alba? – contesté extrañado
- Amo, perdón por llamar…  Pero tengo un problema… He metido la pata y no sé qué hacer – dijo ella con voz muy nerviosa.
- Tranquila. Respira y dime poco a poco qué ha pasado.
- Me he metido una zanahoria en el culo y ahora no me la puedo sacar ¿qué hago?
- ¿Qué?
- Quería tener todo listo para la sesión de mañana y como nunca he hecho anal pensé en hacer una prueba antes.
- Espera, espera. Conecta la cam y seguimos por internet.

No me preocupé demasiado. Le diría que abriese el culo, hiciese un poco de fuerza y le indicaría cómo coger la zanahoria cuando empezase a salir.
Con las prisas conecté la cámara tal cual. Hasta ahora Alba no me había visto. Sólo una grabación de mi ojo que yo ponía para inquietarla, pero de todos modos este no era el momento de hacer eso, así que dejé que viese mi rostro.

- Lo siento mucho amo – dijo cuando nos empezamos a ver. Si se sorprendió al ver mi cara no lo demostró. Tenía otras cosas de qué preocuparse.
- Vale, vamos a ver esa zanahoria. Muéstrame el culo.

Se dio la vuelta y… joder, tenía las nalgas rojas, señal de que llevaba tiempo manipulándoselas. Por el ano asomaba la parte de atrás de la dichosa zanahoria, pero sin hojas ni nada de donde agarrar. Intenté que mi voz sonase tranquila para que se relajase.

- Bien, está casi fuera. Haz fuerza poco a poco, como si fueses a hacer caca. Abre las nalgas y yo te diré cuando sale para que la cojas.

Oí como hacía esfuerzos, pero estaba muy nerviosa. Cada vez que lo intentaba se le cerraba el esfínter y la hortaliza se metía para dentro como un gran supositorio.

- Para, para. Aunque de manera involuntaria, cuando queremos hacer caca empujamos, pero cuando tenemos ganas de hacer de vientre y no nos va bien, apretamos para retrasar la defecación. Eso es lo que sin querer estás haciendo. Ahora tienes que tratar de diferenciar ambos movimientos y que los controles. Que hagas fuerza para que salga, no que aprietes para que entre.

Me fastidia explicar perogrulladas, pero cuando uno está obcecado pierde toda lógica. Mejor hablar a Alba como si fuese una niña pequeña y ya nos reiríamos luego.

- Eso intento amo, pero cuando hago fuerza noto cómo se mete más. Luego ella sola vuelve como hacia fuera, pero se queda ahí.
- Ya.
- Y no sólo eso, temo que con el movimiento el condón se suelte y se quede dentro.
- ¿Condón? ¿qué condón? No hay ninguno en la zanahoria.
- Se partió al intentar sacarla tirando de él.
- A ver, a ver, cuéntamelo todo desde el principio, que eso es nuevo.
- Quise hacer una prueba para que mañana todo fuese bien y usted estuviese orgulloso de mí, amo. Así que cogí unas zanahorias y varios condones. Metí una pequeña en un condón, lo anudé para que no se moviese y me la metí. Entró con facilidad. Era una sensación rara, pero no molesta, tampoco placentera, así que decidí probar con una más grande. Estiré del condón y la zanahoria salió sin demasiada dificultad. Deshice el nudo, cambié la zanahoria por otra más grande y repetí la operación. Esta vez costó bastante más que entrase y la sensación de volumen dentro me agobiaba, pero seguí con ella para acostumbrarme. Me froté el clítoris para masturbarme y correrme teniendo algo en el culo. Al principio me costó, pero luego me dejé llevar por las sensaciones y me corrí de una manera distinta, pero muy placentera. Estaba muy contenta y estiré de la parte del condón que sobresalía del culo para sacarme la zanahoria. Costaba, no podía. Después de varios intentos di un estirón fuerte y me quedé con medio condón en la mano y la zanahoria dentro del culo.
- ¿Dices que empleaste el mismo condón?
- Sí – respondió ella un poco avergonzada.
- Enséñame las uñas.

Bueno, ya tenía una idea clara de lo que había pasado. Al deshacer el nudo debía haber rasgado un poco el látex del preservativo con la uña. Lo suficiente para crear un punto por el que se rompiese al dar el estirón para sacar la segunda zanahoria. Es probable que aunque saliese el improvisado dildo, el resto del preservativo quedase en el recto. Había que cambiar de táctica pues no quería que eso llegase a producir una obstrucción.

- Amo ¿cree que tendré que ir a urgencias? Me da mucha vergüenza.
- No. ¿Tienes Sal de Frutas en casa? Los polvos de Eno que se toman cuando tienes pesadez de estómago.
- Creo que sí, mis padres lo emplean.
- Bien, disuelve dos cucharadas soperas en un vaso grande de agua fría. Tómatelo mientras aún burbujea. Luego rellenas el vaso con más agua y te tomas todos los restos que queden. Cuando lo hayas hecho te llevas el ordenador al baño y hablamos desde allí.

No sé si había alguien en casa, pero salió desnuda de la habitación y con unos extraños andares por el ocupante del culo.
Esperaba que mi idea diese resultado. La sal de fruta es laxante porque incrementa el volumen de agua en el intestino. Con la dosis que le había hecho tomar y los dos vasos de agua estaba seguro que pronto tendría ganas de evacuar y que lo haría en forma de abundantes heces blandas que arrastrarían la zanahoria y el condón.

- Siéntate en el bidé – le pedí cuando ya estuvo en el baño.
- ¿En el bidé?
- Sí, quiero que te asegures que sale todo.

Se sentó y orientó el ordenador para que nos siguiésemos viendo. De su cara había desaparecido la angustia. Por lo menos mi aparente seguridad le había tranquilizado. Ahora sólo había que esperar que la química y la biología hiciesen su trabajo.
Una mueca en su cara me indicó que había tenido un retortijón. A mi juicio antes que las sales hubiesen podido provocar la ósmosis, pero no iba a ponerme a criticar el efecto placebo ahora.
El siguiente retortijón fue más fuerte y no sólo lo percibí por la mueca de su cara. Esta vez incluso lo pude oír.

- Ya está. Deja que salga todo.

Lo siguiente que oí fue la típica mezcla de líquido y aire saliendo a presión por el ano. Me tranquilizó oír también los chapoteos de sólidos cayendo en el líquido. Uno de ellos era con toda seguridad la zanahoria y por allí flotando también tenía que estar el preservativo.
Alba hizo ademán de levantarse para comprobarlo.

- ¡No! Espera, seguro que todavía tienes más que echar. Ya habrán salido la zanahoria y el preservativo, pero deja de todos modos que se te vacíe el intestino.

Tres o cuatro chorros de líquido salieron acompañados de sonoras pedorretas. Nunca olvidaré la cara de Alba. Su rostro era una mezcla de alivio y vergüenza. Su vientre le transmitía la sensación de bienestar producida por el vacío después de la agobiante ocupación que había sentido hace unos momentos. La vergüenza era por el hecho de haber retransmitido en directo su episodio diarreico. Ambas cosas eran normales.

- Creo que ya no hay más, amo.
- Vale, límpiate y comprueba que estén ahí la zanahoria y el condón.

La chica se limpió rápidamente, pero cuando se giró para comprobar el contenido del bidé vi que sus nalgas estaban aún salpicadas. No puedo explicar bien por qué pero esa imagen me produjo una enorme sensación de ternura.

- Sí, aquí está todo amo. La zanahoria y el condón – dijo exultante.
- ¿Seguro? ¿La zanahoria está entera y el preservativo es el trozo que te falta?
- Sí, sí, todo. Amo no sé cómo agradecérselo. Me bloqueé. Estaba muy asustada. No sabía qué hacer.
- Ya, ya me di cuenta. No te preocupes más. Ahora lo que hay que hacer es analizar los errores cometidos para no volver a repetirlos.
- Desde luego, pero siento haber fastidiado la sesión.
- ¿Cuál? ¿La de mañana? No la has fastidiado, mañana tenemos muchas cosas que hacer. Te quedan zanahorias ¿no?
- Sí, sí – respondió temerosa.
- Perfecto, vamos a quitarles el miedo. Ten preparadas de varios tamaños ¿de acuerdo?
- Sí – respondió dubitativamente, intentando averiguar qué estaba pensando.
- Otra cosa que quiero es que vayas a la farmacia y compres un enema. Enema Casen se llama. No es muy caro.
- Enema Casen – repitió ella apuntándolo. La alegría que sentía se le iba pasando.
- Nada más, ten eso listo y mañana nos vemos como estaba programado.
- Perfecto, amo. Lo tendré todo. Y muchas gracias otra vez.
- No me las des. Mañana te castigaré. Ah y limpia bien el bidé – dije antes de cortar, viendo su cara de sorpresa. Lo del castigo produjo el impacto que esperaba. De aquí a mañana tendría algo que pensar.

Al día siguiente, a la hora prevista, abrí en el servidor nuestra sala privada. Casi inmediatamente entró Alba. En la pantalla vi la imagen de su cara en primer plano. Su rostro era expectante, aunque sonreía educadamente.
Ella debería estar viendo también mi imagen. Medio plano, rostro serio. Había decidido que después de lo de ayer ya no tenía razón de ser usar la grabación de mi ojo. Cuando me pongo serio puedo ser más intimidante.

- Buenas noches, amo.
- Buenas noches Alba. ¿Cómo estás? ¿Más tranquila ya?
- Sí, sí, mucho mejor. Ayer no sé qué me pasó. Estoy avergonzada.
- Ya te dije que no te preocupases más por ello.
- Sí, pero es que… ufff estar haciendo caca… delante de usted… ¿lo tiene grabado?
- Sí, todo ¿te quieres ver?
- No, no, por favor.
- Mira, si hoy te portas bien borraré la grabación – mentí.
- Gracias. Haré todo lo que me pida. Se lo debo.
- Eso espero. ¿Has preparado todo lo que te pedí?
- Sí, aquí está todo.

Se levantó para enseñármelo. Estaba completamente desnuda. Esa chica me gustaba, como no le había especificado nada que ponerse no se había puesto nada.

- Mire, las zanahorias, preservativos y el enema.
- No vamos a emplear preservativos. Elegiremos una zanahoria de tamaño adecuado y la sujetarás sin metértela del todo. Tranquila, yo te indicaré.
- Como usted diga.
- Lo que tienes que traer es aceite de la cocina, para untar la zanahoria y una palangana con algo para secarte, para el enema.

Se puso una bata y salió a buscarlo. Al cabo de unos minutos volvió y me enseñó lo que traía. Di la aprobación a la palangana y…

- ¿Qué es eso?
- Un pincel de cocina, para untar el aceite.
- ¿Y el aceite?
- Está en este recipiente. Es muy útil y cómodo.

No lo había visto nunca. Era una especie de mango de silicona con un tapón en un extremo que servía para aplicar y distribuir el aceite. Efectivamente me pareció muy útil, para otras cosas…

- Ahora pon una toalla sobre la cama y a cuatro patas ponte el enema. ¿Lo has hecho alguna vez?
- No amo, pero he leído el prospecto. No parece complicado.
- Pues demuéstramelo.

Alba se puso a cuatro patas con el culo abierto hacia la cámara creando una escena muy morbosa. Ayudándose con las dos manos introdujo la fina cánula en el ano y fue apretando la botella de plástico fino para hacer que el líquido penetrase en su intestino a través del recto.

- Creo que ya está todo amo.
- Sí, parece que sí. Aguántalo. Pon la toalla en la silla y siéntate.
- Pero es que…
- Que lo aguantes y que te sientes.
- Sí amo.
- Elige una zanahoria que sea como la polla de tu novio.
- Ésta.
- ¿Esa? Caramba, felicidades. Ahora úntala con el aceite.
- Amo… no sé si podré aguantar mucho más.
- Unta la zanahoria. Cuando termines te dejaré usar la palangana. No, no. No te apresures. Si no lo haces bien ahora luego será peor.

Cuando el aceite cubrió uniformemente la zanahoria y la cara de Alba indicaba que no podía aguantar mucho más le dejé usar la palangana. 

- No, no, de espaldas a la cámara, quiero ver cómo sale todo.

Sinceramente, no me motiva ver a una chica cagando. Lo que quería es que ella entendiese que yo tenía acceso a toda su intimidad, que todo me estaba permitido y nada me estaba vedado.
Se puso en cuclillas sobre la palangana y sonoramente vacío sobre ella el líquido que retenía en su intestino.
Luego le hice aclararse con agua caliente y secarse. Cuando empiezas a practicar el anal la higiene y la limpieza te obsesionan. En ese contexto aplicar un enema tiene diversas ventajas. Primero como técnica para disciplinar a tu sumisa. Segundo para conseguir la higiene que necesitas. Y tercero para dilatar y lubricar el ano, facilitando así la penetración.

- Bien ahora coge “la polla” de tu novio. Bésala y métetela en en culo. Lentamente. Sin forzar.

Dos cosas. Una, cuando vi como cogía la zanahoria, la besaba y la lamía, sentí una tremenda envidia de su novio. Dos, cuando vi la suavidad con la que la zanahoria se introducía en su ano, esa envidia fue insana.

- ¿Qué tal lo sientes Alba?
- Muy bien amo. Es totalmente distinto a lo que había sentido hasta ahora. Es… agradable.
- Perfecto. Ahora sin soltar la zanahoria frótate el clítoris. Pon la toalla en la cama y colócate a cuatro patas sobre ella.
- Mmmm gracias amo, lo estaba deseando.
- Lo sé. Acompasa los movimientos entrando y saliendo de la zanahoria con la estimulación del clítoris.

La respiración se le fue agitando hasta convertirse en sonoros jadeos. Si hubiese estado con ella le hubiese estimulado con los dedos la pared interna de la vagina, allí donde terminan los nervios que nacen en el clítoris, lo que habitualmente se llama punto G.
Bueno, si hubiese estado allí le habría hecho tantas cosas…

- Amo ¿me podré correr?

Su cara no sólo era de súplica. Tenía esa expresión perversa que me sorprendió el primer día. Yo tenía poder sobre ella, pero ella también tenía poder sobre mí y lo sabía utilizar. Era un “tú me mandas, pero si yo quiero te pongo como una moto y esto que ves no lo podrás tocar”. Joder qué razón tenía la cabrona, pero qué coño, esa chica me gustaba.

- Claro que te podrás correr, pero todavía no. Quiero que seas consciente de lo que sientes. Céntrate en el esfínter anal. Aprieta con él la zanahoria. Tenlo apretado mientras entra y sale.
- Sí amo.
- Ahora relájalo y deja que entre y salga así.
- Mucho más suave amo.
- Vete cambiando tú de tenso a relajado acompasando con los movimientos de la zanahoria.
- Mmmmm
- ¿Te gusta?
- Mmmmm síiiiii.
- Ahora procura no mover la mano de la zanahoria y mueve sólo las caderas, pero sigue tensando y relajando el esfínter para ir abrazando y soltando la zanahoria.
- Uy, no sé si eso lo estoy haciendo bien.
- Imagina la polla de tu novio dentro de ti, pero él no se mueve y eres tú que con tus movimientos la que le vas estimulando. Como si le hicieses una paja.
- Mmmm amo… creo que no podré evitar mmmm correrme. Aunque no me toque el clítoris tengo aaahhhhh todo hipersensible. El culo…. ahhhh… el culo mmmm
- Venga, córrete tranquila.

Mientras una mano movía la zanahoria a gran velocidad, la otra hacía lo mismo en el clítoris. Esperaba que sus padres no estuviesen o que su habitación estuviese en la otra punta de la casa o que fuesen sordos, porque de lo contrario entrarían de un momento a otro para ver qué le pasaba a su hija.
La toalla que le pedí que pusiese por si caía algo del enema, estaba ahora empapada, pero de fluido vaginal. Estaba pensando que dedicaríamos otra sesión exclusivamente al squirt cuando Alba perdió el equilibrio y cayó de costado sobre la cama en medio de un grito. Sonó fuerte pero pareció no importarle, tampoco se hizo daño. Alba se había corrido y ahora yacía tendida recuperando la respiración.
Al soltar la zanahoria para arreglarse el pelo ésta resbaló fuera del ano y cayó al suelo. El ano debería estar casi tan encharcado como la vagina. Había pensado usar la zanahoria para otro juego pero la pobre no debería poder aguantar muchos esfuerzos más. Otra vez sería.

- Uffff amo, no me lo puedo creer. Qué sensación. El ano estaba súper sensible y cuando también me acariciaba el clítoris era como si me diesen calambres en la base de la vagina. Uffff que corrida. He puesto todo perdido.
- Luego lo arreglas. Quizás ha sido muy aparatoso por lo del enema y todo eso, pero después de lo de ayer había que mimar tu culito. El enema no sólo te sirve para limpiar, también te hidrata y te ayuda a dilatar. Todo ello te ayuda en la penetración. A mí el sexo anal me gusta hacerlo en la ducha. Con el agua caliente y el gel se consigue preparar la zona mucho mejor, pero el enema es más morboso.
- Estoy deseando probar con una polla. Sea donde sea.
- Tu novio no sabe lo que me debe – dije riendo.
- Desde luego – respondió ella también riendo.
- Habrá que contárselo.

La sonrisa le desapareció de la cara. Ahora ya era tarde, pero otro día volvería a sacar el tema.

- Bien, te dije que te castigaría – dije cambiando de tema -. Había pensado una cosa, pero me ha llamado la atención algo que me has enseñado. Coge el pincel del aceite.
- ¿Esto?
- Sí. Tiene una forma perfecta. Alargado, romo, el grosor adecuado, un estrechamiento al final justo antes de un ensanche que hace de tope. Es prácticamente un plug anal. Lástima que el pincel no sea más largo. Póntelo.

El chisme entró fácilmente en el ano. Todavía estaba muy elástico. Quedaba perfecto. El penacho verde saliendo del culo era muy original.

- ¿Qué tal te sientes?
- Mmmmm bien, creo que me ha enviciado usted el culo. ¿Esto es el castigo?
- Bueno en BDSM el castigo y el placer van unidos. Pero no el castigo no es sólo esto. Quítatelo. Ahora quita el penacho verde. Sí, el tapón. Ahora vuélvelo a poner. Deja que te vea.

Sin la parte del tapón verde el pincel quedaba escondido entre las nalgas y sólo el ensanchamiento final impedía que se metiese como pasó con la zanahoria. Con la abertura que dejaba el hueco del tapón, se daba un aire a un espéculo de los que usan los ginecólogos. De una manera inesperada se había agenciado un chisme muy morboso.

- Ponte de pie y anda. ¿Qué tal?
- Bien, al andar la sensación es rara, pero bien.

Le hice ponerse unas bragas. Prácticamente no se notaba que llevase nada debajo. Con un tanga sí que se notaba, pero podía llevarse perfectamente.

- Bien tu castigo será que mañana llevarás eso puesto todo el día. Vayas donde vayas. Así te acostumbrarás a tener el culo abierto. Lávalo bien y úntalo un poco con aceite o emulsión hidratante antes de meterlo. Hoy a entrado bien porque ya tenías el ano muy trabajado. Mañana costará un poco más. ¿Lo has entendido?
- Sí amo.
- Mañana nos vemos a la hora de hoy. Cuando te vea el culo sabré si lo has llevado puesto todo el día.
- No intentaré engañarle amo.
- Eso espero. Y tampoco te pases. No se te ocurra dormir con el pincel puesto o algo así. Haz exactamente lo que te he pedido.
- No volverá a ocurrir amo.
- Lo sé. Y… Alba…
- ¿Sí?
- Lo has hecho muy bien estoy orgulloso de ti.
- Gracias amo. Yo estoy orgullosa de ser su sumisa.

Cuando corté la comunicación la cara de Alba era la de una persona feliz. Por lo que había hecho y porque estaba segura de superar el castigo que le había impuesto.


FIN

Continúa en "El novio de Alba"


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