sábado, 13 de abril de 2019

Viaje a casa

La presente historia no ha ocurrido. Es fruto de la imaginación de una… dejémoslo en muy buena amiga de Twitter.
Ella me conoce muy bien, sabe lo que me gusta y escribió esta narración pensando en mí, bueno, en realidad pensando en los dos,  pero, por desgracia, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Así que si os gusta recordad que el mérito es suyo, yo sólo me he limitado a adaptar la narrativa al estilo del blog.

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Después de patear interminables pasillos durante más de media hora, por fin llegué a la puerta H86, la de mi vuelo a Santiago. No me gusta demasiado volar, los aeropuertos me resultan hostiles y el de Madrid es inmensamente hostil.
Me tocó sentarme al lado de un señor de pelo canoso y barba corta. Parecía serio, pero empezamos a hablar y su conversación era muy agradable. Yo agradecía mucho que me hablara porque en los momentos previos a despegar y aterrizar me pongo nerviosa.
De repente nos dice el comandante por megafonía que el vuelo se aplazaba por motivos técnicos y que nos ubicarían en otro al día siguiente. 
Me enfadé muchísimo, una vez que ya estaba sentada en el avión quería pasar el mal trago cuanto antes, además necesitaba regresar lo antes posible.
Afortunadamente a Alberto, que así se llamaba mi vecino de asiento, tampoco le sentó nada bien el retraso. Me dijo que mañana a primera hora tenía asuntos que resolver en Santiago y que iba a alquilar un coche para salir ya mismo, aunque tuviese que conducir toda la noche.
No sé qué cara debí poner porque enseguida se ofreció a llevarme. Vi el cielo abierto porque ya quería volver pronto a casa.

- Genial, prefiero viajar en buena compañía. Mientras voy a alquilar un coche puedes coger lo que te apetezca para comer y beber algo en el camino. Cualquier cosa que se te ocurra, a mí me va bien todo.

Quedamos en una de las entradas el tío apareció con un Audi Q7.

- ¿Qué pasa no había un Clio? -bromeé.
- Tú pagabas la cena y yo el coche.
- Trato hecho, pero no sé si vas a salir perdiendo.
- Ya te digo yo que no.

Sonreí pensando que era una galantería. Íbamos con una charla muy amena.  A la altura de sabe Dios donde, porque yo no me ubico nada y si tuviera que hacer el viaje yo sola no sé dónde acabaría, me dijo necesitaba parar un momento porque la naturaleza llamaba, que sabía de un sitio, algo así como un pub, que era de un amigo.

- Ya que estamos por aquí podemos pasar a saludarle. No nos entretendremos mucho.
- Vale -acepté yo, aunque sin demasiadas ganas.

A ver, el sitio pensé que no le pegaba para nada. Aunque tenía luces de neón, tampoco parecía un local de alterne, allí en una carretera sin muchos coches... aunque dentro sí parecía haber ambiente. 
Al entrar me quedé sorprendida de la de gente que había, se ve que no debía haber mucho más que hacer en aquel pueblo. Llegamos a la barra y un chico muy agradable saludó a Alberto muy afectuosamente, yo me quedé un poco apartada para dejarles un poco de intimidad para hablar.
Notaba muchos ojos pegados en mí. Miré alrededor y sí, había unos cuantos hombres en la barra que no me quitaban ojo. En unos sillones, cerca, había una pareja comiéndose a besos. Fijándome más vi que la mano de él estaba haciendo una prospección entre las piernas de ella. A su lado había otro hombre tocando la rodilla de la chica con una mano y otra en su paquete, mirándoles fijamente y muy excitado, claro.
Yo no podía apartar los ojos de esa escena, me daba morbo mirar pero es que además tampoco entendía porque dejaban que el otro chico se pegara tanto a ellos. 
En ese momento Alberto me llamó para que me acercara. Me presentó a su amigo y otra pareja que estaba hablando con ellos. Era una pareja en los treinta con un look motero. Él parecía sacado de una autopista de América, chupa, patillas, cadenas… no le faltaba un detalle. Ella era muy guapa, muchas curvas con un look pin up muy sexy. 
Me encantó su estética, ella era muy abierta, una sonrisa amplia, el pelo rizado, labios pintados de rojo, una camisa anudada sobre la barriga, con los botones a punto de explotar y una falda por la rodilla, con unos tacones rojos.
Le dije que me encantaba como iba vestida y de repente ella me agarró de la mano y me arrastró  a la pista.

- ¡Vamos, me encanta esta canción!

En la pista no había mucha gente y a mí no me apetecía mucho bailar, pero le seguía la corriente porque no quería parecer aburrida. 
Empezamos a bailar. Era algo así como reguetón,  así que el baile era muy sexy. Ella se movía de manera muy insinuante y yo intentaba hacer algo parecido. Los tíos que estaban en la pista empezaron a hacer un corro a nuestro alrededor. 
Yo llevaba un vestido de tirantes de lino rojo y unas sandalias con un tacón alto. Era verano y ella estaba detrás de mí, las dos muy pegadas, con el culo en pompa. Ella me tocaba las tetas y todo... a mí me parecía muy graciosa y le seguía la corriente. Después era yo la que le tocaba a ella.
Era un juego. Me pareció que lo hacíamos para poner cachondos a los del lugar, pero que también me estaba poniendo a mí. Así que ella me giró y nos pegamos un morreo... Nunca había besado a una chica y era muy agradable, muy suave, sus manos en mi culo, apretaban y su lengua dentro de mi boca era muy juguetona.
Nos separamos y fuimos a la barra a desde donde Alberto y sus amigos estaban viendo todo el espectáculo. Me puse al lado de él, muy pegada porque me daba vergüenza y además Alberto me daba me seguridad. Su mano rodeaba mi cadera y no paraba de mirarme.

- Oye Elena ¿tú...?
-  No, calla ... Yo no.
- Digo que si tú sabes qué tipo de local es este. 
- No. Por cierto ¿qué coño es todo esto?
- Pues para no saber te veo muy en tu salsa -me dijo riéndose el muy cabrón.

La conversación paró porque de repente se acercaban ellos otra vez. La chica seguía tomando la voz cantante.

- Ven cariño vamos a sentarnos allí a relajarnos un poco. 
- Mira es que tenemos prisa y no sé. Alberto decía que quería irse. 
- Bueno acabáis las copas y os vais -concluyó ella.

Nos sentamos. Los chicos estaban en frente y ella volvió a la carga conmigo. Yo volvía a estar muy, muy cachonda y muy, muy húmeda. Ella me tocaba y besaba y yo no podía para de hacer lo mismo. Ellos dos estaban encantados con el espectáculo.  El resto del local también. En un momento ella se sentó encima de su pareja e hizo que yo me sentara encima de Alberto. Era evidente que pensaba que también éramos pareja y nosotros no íbamos a decir nada. Seguimos actuando como nos iba pidiendo el cuerpo. 
Yo notaba su polla palpitando, mi tanga ya no estaba en el sitio, ella me lo había puesto a un lado y yo estaba loca ya, necesitaba una polla y necesitaba correrme ya. Las manos de Alberto abrieron mis piernas ofreciendo mi sexo y la boca de ella no tardó un instante en aceptar la invitación de mi coño. Era una situación muy morbosa y ella sabía exactamente lo que se hacía. Su lengua formaba círculos alrededor de mi clítoris y después me agarraba los labios mayores entre sus dientes y tiraba un poquito, muy sutilmente para después volver a succionar. Se separaba y soplaba... Buf esos soplidos ahí... Me estaban volviendo muy loca. Ya no nos fijábamos si nos miraban o no. Yo cerraba los ojos y sentía, sólo eso.
De repente Alberto me cerró las piernas y volví a la realidad. El marido había ido a buscar las llaves de una habitación en la primera planta así que subimos las escaleras. Abrimos la puerta y dentro había poca luz, un montón de velas encendidas, en una esquina había un jacuzzi encastrado en el suelo, una cama grande en otro lado y en una de las paredes una gran X de madera y muchos utensilios al lado. Yo pensé “madre mía”.  Ellos giraron la cabeza para ver mi expresión y se empezaron a reír.

- Que no, que no te preocupes, que no vamos a hacer mucho más que lo que ya ha pasado. A no ser que tú lo pidas...  A gritos
- No, no si en realidad nosotros tenemos que irnos ¿verdad Alberto? -dije en un tono que sólo podía tener una respuesta afirmativa, pero el muy capullo…
-  Mujer, ahora que estamos aquí… un ratito podemos quedarnos. 

Ana que así se llamaba mi nueva amiga ya estaba quitándose la ropa. Debajo de su camisa llevaba sólo un corsé que le llegaba justo debajo de los pechos con lo que aún parecían más grandes. Estaba llena de tatuajes, sus pezones eran enormes y claritos. No llevaba bragas por lo que al dejar caer la falda ya nos enseñaba todo su coñito. Era grande, todo en ella era grande. Su clítoris resaltaba y se dejó puestos los zapatos de tacón. En un movimiento ya estaba de rodillas delante de Alberto y bajando su cremallera le dijo que hacía mucho que no veía esa polla.
Su marido decidió no actuar, nos dijo que esa noche quería mirar y se sentó en un sillón prudencialmente cerca.
Ana me llamó.

- Venga ven...vamos a jugar a las perritas sumisas. 
- No, no, deja, yo también miraré.
- Y una mierda. Tú te comerás está polla conmigo. 

Así que hizo que me arrodillara y empezó a pasar su lengua por la polla de mi compañero  de viaje. Yo no podía dejar de mirarla. Se notaba que le encantaba comer pollas.
Alberto nos miraba fijamente, con sus manos sobre nuestras cabezas. Tiraba a de mi hacía su polla. Así que decidí jugar. Empecé a hacer lo mismo que Ana. Se la metía entera en la boca, la sacaba y luego me la metía yo. Así estuvimos jugando mucho rato. Hasta que en un momento…

- Venga, si es tu primera vez en todo esto  debes probar la gran equis.
- No, no, no.
- Sólo atarte y desatarte ¿verdad? -dijo mirando a los chicos mientras ellos asentían.

Y a todo esto, mientras discutíamos me iba quitando la ropa hasta quedar desnuda del todo. Yo intentaba taparme un poco pero ella ya me estaba pellizcando en el culo...

- Mmm mirad que culazo. Va, venga sólo un momento.
- Que pesada, vaaale -admití condescendiente, intentando disimular lo excitada que estaba.

Me ataron a la X de frente, por lo que mi espalda y mi culo quedaban descubiertos. 

- Mmmmm... Joder que bien te queda.
- Bueno ya ¿no? Ya sé lo que se siente. Ya me podéis desatar. 

Pero lejos de eso empecé a notar las manos por mi cuerpo. Subían desde mis pies y me tocaban por todos los lados. Ahora ya no hablaban, el juego parecía un poco más serio.
Ana estaba de rodillas a mi lado. Sus manos estaban encima de sus piernas y estaba sentada sobre sus tacones. Yo miraba de reojo pero no veía muy bien. Al fondo su marido parecía estar con la polla en la mano tocándose.
 Alberto me susurró al oído que no me preocupara, que me dejara llevar y que me lo pasaría muy bien, luego me tapó los ojos. 
Primero empezó a pasar por mi piel una especie de cuerda con unos filamentos suaves. Lo hacía para que supiera cómo eran y después, desde un poco más lejos, me empezó a dar con ello. No era doloroso pero bueno, tampoco me parecía muy agradable. 
Ordenó a Ana que cogiera un vibrador y mientras me seguía haciendo eso ella me lo pasaba por el coño, haciendo que no pudiera parar quieta. Movía la pelvis buscando un orgasmo.
Ella también me daba algún que otro lametón de vez en cuando. Al moverme a veces mi coño quedaba más expuesto a sus golpes y buf… eso me iba poniendo más. 
Estaba a punto de correrme cuando de repente todo cesó. Una voz imperativa, que me costó reconocer como la del amable Alberto, me dijo que debía pedir permiso para correrme. 
Me soltaron y ordenaron que me pusiera a cuatro patas. La lengua de Ana no paraba de lamerme, llegando ahora a mi culo. A mí me daba no sé qué y me movía hacia delante y ella me seguía... Era una situación muy rara.

- Ahora le toca a Ana recibir -dijo Alberto.

Ella, como si le hubieran puesto un resorte, dio un salto y ya tenía su coño delante de mí cara, moviendo el culo en pompa para recibir. Yo empecé tímidamente, con la punta de la lengua, se me hacía raro, nunca lo había hecho y se ve que no lo hacía muy bien porque en un rápido movimiento se tumbó en el suelo boca arriba con las piernas abiertas y su mano empujó mi cabeza hacia su coño con lo que no me quedó más remedio que hundirme en él y hacer una comida profunda.
Ana se movía y me movía a mi. Sus jugos empapaban mí cara y empecé a encontrarlo muy morboso, me gustaba su sabor, olía a hembra en celo, a sexo puro... Estaba a punto de correrse. Noté como empezaba a temblar y sus gritos eran profundos, sus movimientos de pelvis más rápidos... Y de repente se relajó. Me apoyé en la cara interna de su muslo, necesitaba un parón.
Pero de repente empecé a sentir un dedo pasando por mi coño y mi culo, era Alberto... Me dejé hacer abrí un poco más las piernas e intenté relajarme, era muy agradable. Noté algo metálico frío rozándome... Entraba en mi coño, salía, ya no me molesté en mirar, simplemente disfrutaba y por sus movimientos en mi ano sabía que tarde o temprano acabaría dentro. Más o menos estaba preparada.
Él le hizo un gesto a Ana que me acercó a ella, tiró de mi hasta que nuestros coños quedaron pegados, teta contra teta…
Mientras ella me despistaba sentí que Alberto me escupía en el culo, separando las nalgas y con un rápido movimiento un plug entró en mí casi sin darme cuenta. Fue rápido, un poco doloroso pero Ana me decía que esperara un momento porque me iba a encantar. 
Mientras esperaba a ver si se me pasaba la sensación de estar rellena de algo en el culo, la polla de Alberto entró en mí muy fácilmente, estaba muy, muy mojada y me puse loca de contenta al fin tenía una polla dentro de mi vagina. En mi pensamiento clásico creía yo que sin una polla no me iba a correr, pero todas mis clásicas creencias estaban cayéndose una tras otra esa noche.
Su polla entraba y salía de mí. Cuando me estaba acercando al orgasmo el muy cabrón salía de mí para entrar en Ana y así sucesivamente, era un juego que le encantaba pero que me estaba dejando muerta de deseo. Cada vez que salía de mí le miraba suplicando. Quería moverme pero Ana no me dejaba, cuando su polla estaba dentro de ella nuestros chochos rozaban y aún me ponía peor.
De un movimiento me quité de encima de ella y fui a por Alberto. Le empujé y cayó encima de la cama. De un salto estaba encima de él y metiéndome su polla dentro. Ese orgasmo era mío, me lo debía así que no pararía hasta tener toda su lefa en mi coño. Me agitaba, él me miraba. Era imposible, no parecía que estuviera más excitado, eso me hacía moverme más, sus manos agarraron entonces mis caderas haciendo las embestidas más profundas, mis tetas le rozaban la cara pero él miraba la expresión de mi cara y cogiéndome del pelo me dio unas últimas embestidas que hicieron que me agarrara fuerte las tetas gritando como una loca. Al fin me había corrido. Pero el cabrón de él va y me susurra…

- No has pedido permiso para correrte.....muy mal, muy muy mal. Te castigaré.

Yo no hice mucho caso de sus palabras, todavía no pillaba bien cuándo eran bromas o verdad.
Nos preparamos para irnos. Estábamos vistiéndonos pero me decías al oído “las bragas debes entregárselas al marido de Ana al salir”. Yo no tenía ni idea de si era un código interno, una norma de la casa, una broma... No lo discutí. Total estaban empapadas.  Ya me pondría otras que llevaba en la maleta. Se las di, me dio dos besos y una palmada en el culo que todavía me duele. Otro morreo efusivo con Ana.
En dos minutos estaba revolviendo en mi maleta buscando bragas y sopesando ponerme unos pantalones a ver si así podría tener las piernas cerradas. Encontré solo un tanga de hilo. Alberto me estaba metiendo prisa. Ya no busqué más me senté en el asiento de copiloto con el coño al aire y el tanga en la mano.

- ¿Qué? ahora muchas prisas ¿no? -dije.
- Vamos, venga. Y ahora te la vas a poner al revés. Ese será tu castigo por correrte sin pedir permiso.
- Pero...
- ¡Sin rechistar!
- Bueno, vale, lo que tú mandes “señorito” -dije con mucho retintín. Ese “señorito” se convirtió en una de mis maneras cariñosas de llamarle, luego surgirían otras, pero entonces no lo sabía.
- Uy no me cabrees que te enteras.

Yo me callé la boca porque no me gusta discutir, pero para mis adentros pensaba a ver si es que parece normal pero estoy con un loco. Mejor voy a seguir la corriente por si acaso.
Él me hablaba de muchas cosas y yo con un sueño que quería atender pero me caían los ojos. Tampoco estaba muy tranquila porque en el fondo no le conocía y lo que acabábamos de vivir muy normal no era, así que quería mantenerme alerta. Pero... yo que soy como una marmota y cuando me da me da... Me quedé sopa. 
Me despertó un tirón ahí abajo... Era él tirando de la tira del tanga. Sonreía, como si estuviese pensando algo que no me quería decir.

- A ver bella durmiente... Vamos a estirar las piernas que casi estamos llegando a Galicia.
- ¡Qué bien! ¡Vamos! 

Me había sentado muy bien la cabezada. Todo lo anterior parecía un sueño erótico, si no fuera por la humedad que sentía en el coño y un poquito de quemazón en el culo por haberme puesto el plug. 
Habíamos parado en la cafetería de un área de descanso. Ya se notaba un poco más de fresquito... Le dije que tenía frío en los pies. El otro calzado que tenía eran unas deportivas y yo en vestido y deportivas como que no, así que tendría que cambiarme entera. Me dijo que sí, pero que ya lo haría en el coche. 
Estábamos discutiendo estás historias cuándo me comentó que unos camioneros no me quitaban ojo. Yo miré y sí pero es que tampoco había más mujeres en la cafetería.

- Venga dales algo que recordar.... 
- ¿Qué?
- Vamos, te mueres de ganas de enseñarlo.
- No, pero es que yo no soy así. Entiendo que después de lo que hemos vivido te lo parezca, pero…
- Mira te voy a explicar algo. He visto muchas cosas y tú tienes una careta, pero sí eres así. Te gusta el morbo pero has sido educada de una manera que todo esto te parece mal y no te aceptas así. Me parece bien. Pero ¿por qué no pruebas sólo en este viaje a no pensar? A sentir y después ya volverás a tu vida normal, de hecho un poco loca ya te has vuelto pero te prometo que no tendrá repercusión en tu vida normal y que todo acabará en dos horas.
- ¿Y qué se supone que quieres que haga?
- Quiero que pases por su lado, tires un papel y te agaches enseñándoles todo lo que puedas. Hazlo y te compraré algo.
- ¿Algo? ¿Qué?
- Algo de la tienda.
- ¿Una revista? ¿Tan barata soy?
- No es eso. No lo has pillado. Es el concepto. Lo harás como intercambio. Te venderás por lo que sea. Pero lo harás.
- Vale. Juguemos, quiero una revista que traiga algo de regalo. Sobre cinco euros.
- Hecho -aceptó él muerto de la risa.

Hice lo que me mandó y contoneándome todo lo que podía, al agacharme me subí un poquito el vestido para que pudieran verme bien el coñito, incluso que apreciasen que iba con el tanga puesto al revés, como me había castigado Alberto, con la tira entre los labios del coño y la parte del pubis enmarcándome el culo.
Ellos, que estaban hablando, se quedaron mudos. Yo estaba roja como un tomate y no pude mirarlos así que seguí hasta el baño. De reojo vi que Alberto disimulaba como si no hubiera visto nada. Al volver del baño sus ojos me siguieron. Los notaba pegados a mi culo así que seguí contoneándome. Alberto estaba ya listo y con un cargamento de revistas. Mis ojos se abrieron como platos.

- Es que voy a seguir pidiéndote cosas -dijo riéndose.

¿Cuántas pruebas me esperaban? pensé. 
Subimos al coche y me mandó bajar el respaldo del copiloto. Lo bajé y me ordenó ponerme boca abajo y subir el vestido. Obedecí. Sus dedos recolocaron el tanga, y bueno quizás también se entretuvieron un poco más de la cuenta. Yo estaba muy cómoda. Doblé las rodillas y abrí un poquito más las piernas, dejándole hacer, arqueando la espalda para poner el culo un poquito más en pompa. 
En esas estábamos cuando se le ocurrió otra maldad. Me dijo que no podía abrir la boca, como mucho sonreír. Buf pensé. 
Arrancó y el coche avanzó unos metros. Bajó la ventanilla de mi lado y allí estaban los tres camioneros hablando. Los llamó para preguntar cómo ir a no sé dónde. Y al acercarse allí estaba mi culo y mi coño. Ellos al verme decían  ¡joder pero mira! 

- ¿Os gusta? Podéis tocar, mirad -Y me agarraba una nalga.

A mí me estaba poniendo mucho, pero no podía dejar de mirar el asiento. Uno de ellos me empezó a acariciar. Yo supuse que era uno de ellos porque venía del lado opuesto a la anterior. Después de la caricia ya sus tocamientos no eran tan inocentes.

- Joder cómo tiene el coño de mojado,  tocad, tocad -les seguía incitando Alberto.

Otra mano más grande y fuerte me agarró fuerte la nalga y separaba mis labios...bufff , se fue hasta mi raja y metió está vez dos dedos así, rápido... Mis piernas se cerraron pero aprisionando su mano y empecé a follarme sus dedos...

- Joder nena cómo estás -decían- Ven que te voy a dar un regalito ven...

Alberto me sonreía cómo diciendo “¿ves que putita eres?” Y yo volvía a estar fuera de control.

- Vale ahora me toca a mí -dijo una tercera voz que ya directamente metió su pulgar follándome fuerte.

Yo me puse a cuatro patas levantando el vestido hasta dejar mis tetas colgando. Los tres estaban empalmados, muy excitados, yo más. Y mi compañero de viaje.. bueno quizás sí, pero muy divertido con la situación.

- Bueno señores me tengo que llevar a esta perrita a su casa. Denle una palmadita en el culo que nos vamos  – plas, plas, plas sentí en mis nalgas.

Ventanilla arriba y partimos. 

- Ala colócate bien y ponte el cinturón, no nos vayan a poner una multa.
- Joder, ahora que me lo estaba pasando bien…
- Tócate

Entonces ya con el respaldo en su sitio puse los pies en el salpicadero y empecé a masturbarme. Mi dedo empezó a hacer círculos alrededor del clítoris. Después golpecitos en él mientras con la otra mano me estrujaba la teta. Alberto miraba a la carretera... y a mí. Cerré los ojos y me dejé llevar. Inundando el coche con mi olor empecé a meter dos dedos. Él me dio su móvil.

- Grábate, esto quiero verlo después con más tiempo.

Así que la mano de mi teta cogió el móvil mientras con la otra me follaba salvajemente recordando esas tres manos hurgándome... Él echó mano a mi teta y me estuvo apretando y amasando... y me corrí, me corrí mucho. Como nunca antes mi cuerpo quedó laxo, eché el respaldo hacía atrás, mis piernas juntas mi mano aún ahí.... Me sentí como nunca antes.
Entendí que Alberto me estaba dando una lección de vida, empecé a aceptarme un poco más con mis ideas raras.... Y me lancé a comerle la polla, así, al volante. Él me dejó hacer mientras me acariciaba el pelo, en un momento mi mano sobre su mano le indicó que me follara la boca, que me usara. Quería sentirme instrumento de placer, quería satisfacerle, quería tragarme su lefa… así que en cuanto vi que tu polla empezaba a palpitar y sus movimientos eran más rápidos aceleré  e hice las succiones más profundas hasta notar su líquido al fondo de mi garganta. Seguí más más, intentando no manchar, que no se saliera nada y limpiándola profundamente después hasta la última gota.

- Joder que viaje tan bueno. Deberíamos repetirlo una vez al año, por lo menos -dijo Alberto.
- Calla joder, que acabaría en un burdel ruso o algo así. Contigo nunca se sabe.
- En serio, me lo he pasado muy bien, como hacía mucho tiempo que no me lo pasaba.
- Sí, sí, pero corta el rollo y dime ¿me he ganado todas esas revistas con todos esos regalos?
- Claro ¿para qué quiero yo una cuqui agenda y un rímel último grito? -contestó él riendo.
- Jajajaja joder yo qué sé, estoy descubriendo tantas cosas de ti que ya no me extrañaría nada. ¿Y  a que vas a Galicia si se puede saber?
- Por trabajo. Voy a ser el gerente de una empresa. Empiezo lunes.
- ¡Hostia! ¡No me jodas! Eres Alberto. Alberto el que viene de Madrid a ponernos las pilas. ¡El nuevo gerente! Mierda, mierda, mierda.
- Creo que sí que soy el hijo de puta ese. ¿Y tú eres?
- A la que vas a despedir lunes. No me digas más. Bueno yo soy muy discreta. Trabajo en la puerta. En la recepción, apenas tengo contacto con los compañeros y me llevo mal con todos. No hablo con nadie.
- No te esfuerces. Sé que no lo harás porque en este viaje tienes mucho que callar muñeca.
- Touché.
- Oye pero me gusta tu perfil para mis viajes de empresa, necesito alguien que hable idiomas y que me haga los viajes amenos. Lo estudiaré, si te interesa...
- Jajajaja ¡joder que carbón! Mira hemos llegado. Puedes dejarme aquí.
- Oye, ha sido un placer, en todos los sentidos. Dame un beso que el lunes ya no podrás. 

Nos dimos un beso profundo, sincero, baboso y con mucha metida de mano.
Yo sólo pensaba que… joder comerle la polla al jefe debajo de la mesa tampoco estaría tan mal... así como para desestresar... quién sabe si tendría que hacerlo o no... Por si acaso el lunes llevaría el tanga al revés y unas medias de pierna con liguero. Sólo por si acaso.

FIN


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