miércoles, 6 de noviembre de 2019

¿Chuche o chocho?

Viene de: Pareja 10100

Toledo, octubre de 2019

A Juan le pone mucho que le cuente las fantasías que se me ocurren con Azucena, su mujer, sobre todo porque los dos sabemos que esas fantasías se pueden hacer realidad a poco que nos lo propongamos. Le encantó la historia de nuestro encuentro que plasmé en el blog y siempre me insistía a que escribiese algo más. Aquella noche que hablábamos por Skype lo volvimos a discutir.

- Tío, sabes que escribo sobre cosas que me han pasado. Una cosa es que fantasee con lo que haría con Azucena y otra cosa es que escriba una historia inventada. Eso no sé hacerlo.
- Pues vente un día y te la follas, sabes que a esta puta la tienes siempre dispuesta.
- Ufff, sí me encanta que sea tan caliente.
- Caliente contigo, cabronazo, que aquellos días que pasaste aquí te la ganaste y bien. A mí a veces me deja a palo seco.
- ¿Dónde está ahora?
- En el salón viendo la tele.
- Estás con el móvil ¿no?
- Sí ¿por?
- Hazme un favor. Vete al salón y ponte en un sitio que la puedas enfocar. Yo silencio el micro y te escribo. Tú haz lo que yo te diga.

Juan se sorprendió pero me hizo caso, se levantó y fue andando por la casa con el móvil en la mano. Las imágenes eran mareantes pero enseguida llegó al salón. Azucena estaba con un pijama corto tumbada boca arriba en el sofá, con las piernas flexionadas y abiertas.

- ¿Qué estás viendo? -preguntó él sentándose hábilmente en una butaca que había en el costado del sofá y desde el que se dominaba la entrepierna de Azucena ligeramente tapada por el pequeño pantalón del pijama, quedando la cabeza justo al otro extremo.
- Masterchef. ¿Quieres sentarte?.
- Dile que te gusta más lo que se ve desde ahí -le escribí, él se lo dijo y le siguió hablando siguiendo mis instrucciones .
- No gracias. Me gusta más lo que veo desde aquí.
- Bobo.
- Te lo digo en serio. ¿Puedes apartar un poco el pantalón para que te vea bien el chocho?
- No que lo tengo irritado. Al salir de la oficina he ido a que Olga me lo depilase y aún está un poco escocido.
- Pobre, a ver -dijo Juan apartando la pernera de la entrepierna sin hacer caso a su mujer- ufff, un poco rojo sí que está. ¿Te pongo crema?
- Déjame, no hace falta, Olga ya me puso, mañana ya estará bien.
- Pero quítate el pantalón que conviene que le de el aire.

Ella se lo quitó con desgana, alzando el culo y flexionando las piernas para poder pasarlo por los pies. Al hacerlo nos ofreció a Juan y a mí una estupenda perspectiva de su coño abierto, incluso del ano. Fue un poco inesperado y ella se dio cuenta de que su marido estaba haciendo algo raro con el móvil.

- ¿Qué haces? ¿No me estarás grabando?
- Oye, es buena idea, así te ves. Vuelve a alzar las piernas.
- Sé perfectamente cómo está. Déjame ver la tele.
- No, no -insistió él siguiendo mis instrucciones- que en el pliegue lo tienes rojito. Déjame que te lo enseñe.
- A ver, pesado -abrió las piernas más que nada porque la dejase en paz. Juan lo grabó y luego se lo enseñó.
- Eres un exagerado, está normal. Ya puedes ir borrando el vídeo ese.
- Bueno, lo tendré unos días, por si me tengo que hacer una paja en el curro.
- No quiero que todos tus amigotes acaben viéndolo ¿eh?
- Mujer, ya me conoces.
- Por eso te lo digo.

La conversación entre ellos quedó así, pero nosotros seguimos escribiendo mientras él me emitía la imagen de la entrepierna desnuda de su mujer.

- Alberto ¿por qué no me dejas que le diga que estoy en videoconferencia contigo? Sabes que le caes muy bien, te enseñaría el chocho y lo que le pidieses.
- Todavía no. Así es muy morboso. Verla sin que ella lo sepa… y me pone mucho cuando tú le pides cosas
- Joder, morbo sí que tiene la cosa. Estoy a mil.
- Ahora te la follas y ya.
- No querrá, que tiene el coño irritado.
- Pues por el culo.
- Qué fácil lo ves todo, jodío.
- Chico, pues estrenas el vídeo ¿qué quieres que te diga?
- ¡Qué cabronazo eres! -me dijo riéndose.
- Encima que te doy opciones… Bueno, pero mándame el vídeo ese antes de que te lo haga borrar.
- Hecho, pero vete pensando cómo te las arreglas porque Azucena necesita una buena historia.
- Una buena follada.
- Eso también pero últimamente no la veo muy motivada.
- Cambiar de gallo siempre ayuda.
- Tú arréglatelas como quieras pero escribe.
- Vale, vale, contaré esto y que tú estabas todo palote.
- Ya te digo, es que de imaginarme a la tal Olga depilándole el chocho, así las dos en plan putón y me pongo enfermo.
- ¿La conoces?
- ¿A Olga? Sí, Azucena y ella son amigas desde pequeñas.
- ¿Y está buena?
- Ufff sí, una morena de pelo rizado que me pone un montón.
- ¿Tiene el chocho rizado?
- ¿Eh? No, no, el chocho lo tiene depilado, la melena es la que tiene rizada, parece una leona.
- ¿Le has visto el chocho?
- No, ya me gustaría. Azucena me lo contó. Olga tiene una perfumería y allí hace depilaciones, sobre todo a amigas.
- Tienes que pedirle a tu mujer que te enseñe fotos guarrillas de Olga. Si se conocen de hace tiempo seguro que algo tienen ¿se hacen selfies?
- Uy sí. Cuando van de cena se ponen todo provocativas en la cámara.
- Pues seguro que en el baño o cuando se depilan también se hacen fotos. Pregúntaselo a Azucena, verás como no me equivoco.

Cuando nos despedimos me entretuve un buen rato con el vídeo que me había mandado. Un primer plano de la vulva que efectivamente tenía los labios un poco rojos. Con las piernas abiertas se veía perfectamente el clítoris y la entrada de la vagina. Era porno puro, pero lo que más me ponía era la cara de resignación de Azucena ante la insistencia de su marido.
Ese vídeo lo tendría que ver con ella y comentarlo. Aunque al principio se mosquease luego acabaríamos echando unas buenas risas. Me estaban entrando ganas de hacer otro viajecito a Toledo.
A partir de ese día Juan y yo hablábamos más a menudo. A él le gustaban las historias de mi blog y pasábamos buenos ratos comentándolas. Me preguntaba cosas y yo le ampliaba detalles que no estaban en el relato. Pero como más disfrutaba yo era con las emisiones en directo. Se me ocurrían un montón de cosas que le decía a Juan para que se las pidiese a Azucena. Algunas eran imposibles y él ni lo intentaba, pero yo me ponía cachondo de proponérselas y él de plantearse si se las pedía o no. Aunque de vez en cuando nos llevábamos la agradable sorpresa de que Azucena entraba al trapo y nos seguía la corriente.
Creo que fue al día siguiente de esta conversación cuando Juan me volvió a llamar por Skype. Azucena estaba en el dormitorio delante del armario abierto. Estaba vestida con una especie de chandal y Juan, sentado en la cama hablaba con ella. “Pide lo que quieras” me puso en el chat. De momento la cosa parecía que iba bastante bien y casi no tuve que intervenir.
Se quitó el jersey y luego el sujetador. Cogió otro que había dejado en la cama y, agachándose para que le entrasen las tetas, se lo puso. Por la conversación parecía que se iba de cena con una amiga, creo que era la tal Olga, tenían que ponerse de acuerdo para un viaje o algo así.
Con un movimiento rápido se bajó al mismo tiempo el pantalón y las bragas. El culo quedó abierto delante de Juan y de mí. Entonces intervine.

- A ver, a ver, a ver -dijo Juan siguiéndome la corriente.
- ¿Qué pasa?
- Tienes como irritada la raja del culo, mírate -le dijo indicándole que se mirase en el espejo. Ella se agachó para abrir las nalgas y se tocó para ver si se notaba algo.
- No me veo bien, pero no me noto nada.
- Espera, te lo enseño con el móvil.

Cortó la emisión para hacerlo. Luego ya vería la grabación. Cuando al cabo del rato me volvió a llamar Azucena aún no se había puesto otras bragas, parecía que le preocupaba más elegir qué ponerse encima y dudaba mirando las perchas del armario.

- ¿Entonces Olga también te quita los pelitos del culo?
- Claro, al lado del ojete y hacia el coño siempre hay pelusilla. De vez en cuando hay que quitarla.
- Joder, vaya chollo que se ha buscado la Olga para tocaros el chocho a todas.
- Es su trabajo y lo hace muy bien.
- Perfecto, a la vista está, pero conociendo lo burras que sois las dos, os imagino y…
- ¿Y qué?
- Que me pongo cachondo ¿a que alguna vez la habéis liado?
- Pues alguna vez sí -confesó Azucena riéndose-, pero lo que pasa en la sala de depilación… se queda en la sala de depilación.
- A ver… por ejemplo ¿os habéis hecho allí algún selfie o vídeo cachondo? -preguntó Juan. Azucena no contestó pero su sonrisa pícara fue reveladora. Entonces él insistió- ¿Lo ves? Tu cara lo dice todo. Venga enséñamelo.
- Que no, que fue sólo un juego, además no sé ya dónde lo tengo ni si lo tengo.
- Lo tienes y sabes dónde, se te ve en la cara.
- Que no, te digo.
- Venga, si estás deseando que lo vea.
- Bueeeeeno, mira, pero no le comentes a Olga que lo has visto -cedió Azucena ante la insistencia de su marido.

Evidentemente yo no veía nada porque Azucena se lo estaba enseñando desde su móvil. Sólo oía el sonido del vídeo y les veía a ellos porque Juan, con muy buen criterio, había dejado el móvil creo que apoyado en la almohada. Desde allí les veía a ellos de pie. Azucena sin bragas y Juan, a su lado, aprovechaba para tocarle el culo mientras miraba miraba las imágenes.

- ¡Jooooodeeer! Pedazo de chocho tiene Olga -dijo él.
- Te gusta ¿eh? ¿Y qué me dices del culo?
- Me gusta más el tuyo -dijo Juan intentando quedar bien- pero éste también tiene un buen pollazo. Mándamelo al móvil, anda.
- ¡Ja! Date por contento con que te lo he enseñado. Las imágenes de Olga no te las voy a mandar.
- ¡Mujer! Nadie se va a enterar. Son para pajearme cuando te vayas.
- Nanay, que te conozco y con tal de presumir las ven todos en tu curro.
- Joder, que no, venga, que me pone muy cachondo tenerlas.
- Te digo que no y ya vale, que me tengo que ir.
- ¿Pero cómo se os ocurrió haceros las fotos así, enseñando el chocho?
- Estábamos jugando, son sólo fotos para nosotras, así en plan “porque yo lo valgo”. Encontramos que nos quedó guapo el conejo y nos lo fotografiamos.
- Seguro que el tío ese con el que vive Olga las habrá visto. Me jode.
- Ya no vive con nadie, lo han dejado, por eso está de bajona, a ver si esta noche la animo un poco, que falta le hace.
- Joder, no te puedes ir y dejarme así -dijo Juan enseñándole el paquete- Un polvo rápido y te vas.
- Que no pesado, que no me da tiempo. Igual cuando vuelva.
- Es ahora cuando necesito correrme. Venga, ponte a cuatro patas y lo hago rápido.
- Me estás poniendo nerviosa, vas a conseguir que me vaya cabreada.
- Pues mándame las fotos y así me pajeo.
- Joder qué pesado eres. Te las mando, con tal de no oírte…
- Los vídeos también.
- También, todo. Pero te pajeas y lo borras ¿eh?
- Vale.
- Nada de vale. Luego te reviso el móvil.

Mientras discutían se puso unas bragas y se terminó de vestir. Fue al baño a darse los últimos retoques y se despidió de su marido diciéndole que no creía que volviese muy tarde pero que… “nunca se sabe”.

- ¡Joder Alberto qué burro me he puesto!
- ¿Tan buena está esa Olga?
- No es lo buena que esté, es cómo te mira. Hace poses en plan putón y…
- ¿Azucena también?
- Uff sí, las dos. Se les contagia lo de puta la una a la otra.
- Mándamelas anda, que me ha entrado curiosidad.
- Otras cosas te van a entrar cuando lo mires. Ya verás qué par de putas.

No se equivocaba. Ver a aquellas dos maduras, que andaban por la cuarentena, posando en esos selfies sexys ponían cachondo a cualquiera. Desde luego hay gente para todo, pero las adolescentes suelen ser más insinuantes. Estas dos milf están en esa etapa de su vida en la que si se les antoja algo lo hacen y punto. Esa mezcla de edad y falta de vergüenza se veía plasmada en las imágenes y era lo que puso tan cachondo primero a Juan y luego a mí.
Las dos eran bastante altas. Azucena medía sobre 1,70 y Olga debería andar por ahí. Ambas tenían un pelazo que llamaba la atención. Azucena rubio y Olga intensamente negro y rizado. Juan se había quedado corto, parecían dos leonas que en vez de garras tenían buenas tetas y un culo al que se te iban los ojos. Ellas lo sabían y sacaban partido de todo con atrevido descaro. Sus miradas a la cámara eran de auténtica provocación.
Las fotos eran una secuencia de antes y después del depilado, en la que se veía a las dos primero con el pubis sombreado y luego totalmente claro. Entre y entre, una serie de instantáneas que Olga había tomado mientras depilaba a Azucena. Había desde la expresiva cara de dolor exagerado, hasta imágenes en primer plano de sus labios mayores untados de cera.
Ver todos los vídeos me llevó un rato, los había sacado Azucena depilando a Olga, sobre todo las partes en las que ella no se veía. Como ella no era experta en eso filmaba cada paso y luego se lo enseñaba a su amiga para que diese el visto bueno. No es que fuesen demasiado eróticos pero sí eran muy explícitos, para un voyeur como yo eran una delicia.
Verlas a las dos me había puesto muy cachondo y con muchísimas ganas de montármelo con ellas. Tendría que empezar a tantear a Azucena, que estos meses la había tenido muy abandonada, pero claro, no podía presentarme de repente y decirle “¿Te apetece un fin de semana guarrete? Por cierto trae a tu amiga”. Por muy bien que se lleven no puedo entrar así. Igual lo mejor era volver a Toledo, montármelo con Azucena y con Juan, como la otra vez y quizás habría ocasión de invitar a Olga a una cena de parejas o algo así, sería una buena oportunidad para conocernos, como ella había roto con la suya…

- Tío ¿cómo es que te andas con tantas precauciones? -me preguntó Juan cuando le expliqué lo que pensaba.
- ¿Por qué lo dices?
- Te presentaste a Azucena le comprándole unas bragas, se las diste en la calle y la llevaste a tu hotel para ver qué tal le quedaban. Una locura pero no sé cómo coño te salió fenomenal. ¿Qué necesidad tienes de que invitemos a Olga para cenar los cuatro? Te presentas en su perfumería,  le dices que quieres que te depile los huevos y…
- Tío, tío, tío…
- ¿Qué?
- Eres un genio, es perfecto.
- Bueno, yo lo veo igual de complicado que lo de las bragas, pero si aquello te salió…
- Déjame que lo prepare un poco y cuando lo tenga organizado te aviso, necesitaré tu ayuda.
- Vale, pero yo también me quiero follar a Olga que la idea ha sido mía.
- Como salga bien te voy a dejar a las dos leonas para que te las folles cuando quieras.

Joder, me estoy haciendo mayor ¿cómo no se me había ocurrido algo tan obvio?. A ver, había que planificarlo un poco. Tendría que ir unos cuantos días a Toledo, quedar primero con Azucena, luego conseguir que ella me acompañe al local de Olga y por último que se quede mientras me depilan. No me gusta que me dejen los huevos como los de un actor porno, pero si hay que hacer sacrificios se hacen. De hecho no sería la primera vez que me metía en un fregado parecido.
Empecé a mirar mi agenda, tenía un par de semanas sin grandes compromisos, así que podría aprovechar para pasarlas en Madrid, arreglar cosillas que siempre tengo pendientes, quedar con amigos, ver a Sandra y… darme una vuelta por Toledo. Miré vuelos disponibles y, si evitaba fines de semana y el puente del día uno, había bastante donde elegir. Si quería mañana mismo podía estar en Toledo. La polla me empezó a hacer cosquillas. Se lo diría a Juan y luego hablaría con Azucena, ya vería entonces cómo lo planteaba, pero no me preocupaba demasiado, siempre que la testosterona guiaba mis decisiones me sentía muy confiado.
Mi plan ya estaba en marcha pero al día siguiente se precipitaron los acontecimientos, recibí un sorprendente whatsapp de Juan: “Azucena me ha pedido tu número. Algo quiere la puta esta. Según ella es que te quiere preguntar unas cosas, pero no me dice qué. Seguro que quiere que la comas el chocho. Bueno, ya me dirás de qué se trata, cacho cabrón, que me estoy rayando”.
Joder, yo que no sabía bien cómo retomar el contacto… parece que el tema me lo iba a solucionar ella misma. En fin, no se me ocurría qué podría querer pero confiaba en poder aprovechar lo que fuese para encontrar una excusa y quedar con ella. No tuve que esperar mucho para despejar la duda. Esa tarde me llamó.

- Dígame.
- Alberto, soy Azucena ¿cómo estás?
- Pues ahora fenomenal ¿y tú?
- Bien gracias. Quería preguntarte una cosa ¿tienes un momento?
- Para ti siempre, dime.
- Jajajaja, muchas gracias. El puente de Todos los Santos voy a ir a Madrid con una amiga. Teníamos un hotel reservado pero lo hemos tenido que anular y ahora no encontramos otro libre. ¿Conoces a alguno que esté bien, que pueda tener habitaciones libres, que no sea muy caro y que esté por el centro? Es que vamos a ir a ver El Rey Leon y nos gustaría uno que esté cerca. Ya sé que es pedir mucho y con poco tiempo, pero estamos un poco desesperadas.
- ¿Qué fechas son en concreto?
- Del 1 al 3 de noviembre, justo el puente.
- Y venís solas ¿no?
- Sí, verás, Olga, mi amiga hace tiempo que había planeado este viaje con su pareja, un fin de semana romántico en un hotel en el que habían estado cuando se conocieron y les traía buenos recuerdos. Pero hace unas dos semanas han roto. Ella anuló el hotel pero las entradas del teatro no se las devuelven y valen un pastón que no es cuestión de perder. La convencí para ir las dos y pasar un finde loco. Al hotel ese no quiere ir por eso que te digo que le trae muchos recuerdos y otro resulta que ahora no encontramos.
- Mira -empecé a decir mientras pensaba a toda prisa-, se me ocurre algo que os puede ir bien. Pasado mañana voy a Madrid y voy a estar unos diez días. Allí vivo cerca de la Gran Vía y en casa tengo sitio de sobra. Tu amiga y tú os podéis quedar sin problemas. Si habéis pensado un finde de chicas yo os dejo a vuestro aire -mentí-, pero si necesitáis un guía simpático y apuesto siempre podéis contar conmigo -terminé intentando que mi propuesta sonase lo más generosa y desinteresada posible.
- Joder Alberto eres la hostia ¿de verdad te iría bien eso? No queremos ser un incordio.
- Incordio para nada, además hace tiempo que tengo ganas de comerte el chochete. Tu amiga no se enfadará si desaparecemos algún ratito ¿no?
- ¿Ésta? Que va, ya la conocerás, ahora está pasando un mal momento pero es una cachonda.
- Igual tampoco le viene mal un buen revolcón ¿está buena?
- Pues es como yo pero en moreno.
- Pues no se hable más, os lo como a las dos.
- Jajajaja, se lo diré a Olga a ver qué cara pone.
- Háblale bien de mí ¿eh?
- Sabes que sí. Bueno, pues ya vamos concretando.
- Venga, hablamos. Un beso en el chochete, con lengua.
- Cabrón, no me digas eso que se me mojan las bragas.
- Ummmm, que largo se me va a hacer hasta que quedemos.

Nada más colgar saqué los billetes e hice las reservas en el mismo hotel de Toledo en que estuve la otra vez. Cuando lo tuve todo llamé a Juan.

- Tío, ya he hablado con Azucena -le dije contándole un poco por encima la conversación-, el próximo miércoles voy a Toledo, me alojaré en ese hotel del centro donde estuvimos los tres. Con Azucena quiero quedar y contigo… bueno, si no hay más remedio.
- ¡Qué cabrón eres! Y me lo dices con todos tus huevos.
- Bueno, sabes que si tú no vienes te prepararé material gráfico.
- Si encima te tendré que dar las gracias. Pero oye, si estas putas van a ir a Madrid ¿a qué coño vienes?
- Al coño de las dos -respondí riendo-. Pues verás la culpa la tienes tú.
- ¿Yo? A ver si te estás amariconando.
- Jajajaja, más quisieras. Mi amigo Mondi me dice lo mismo, pero es porque le da rabia que cuando hablo con él sólo esté pensando en follarme a su mujer.
- ¿Mondi? ¿Quién es Mondi?
- Sí, Mondi en Amateur, Pablo, el de la historia de La churri de Pablo.
- ¡Ah! Ya, me puso muy cachondo esa historia. A raíz de leerla fue cuando se me ocurrió hacer algo parecido con Azucena.
- Es que tienes muy buenas ideas y yo enseguida les veo posibilidades, como la idea que tuviste de que me depile Olga, enseguida me hizo ilusión. Por eso te digo que la culpa de este viaje la tienes tú. Voy fundamentalmente a eso, a que me depile, bueno y de paso a ver si les echo un polvo a las dos, así cuando vengan a Madrid ya tengo el trabajo medio hecho.
- Jooooder, contigo, no das puntada sin hilo ¿eh? Se me ha puesto gorda de pensarlo.
- Pues ya sabes, polvete a Azucena para que vaya abriendo boca.
- Esta zorra si sabe que vienes la semana que viene ya se le habrá hecho el chichi gaseosa. No sé si querrá hacer algo conmigo.
- Que sí hombre, tú hazte valer.
- Es que no puedo competir con las cosas que se te ocurren a ti. Mira, llevo años deseando a Olga y llegas tú y en un periquete te las vas a follar a las dos.
- Pero si ha sido idea tuya.
- Ya, pero yo esas ideas ni siquiera las contemplo y tú en cambio no descartas nada.
- Si le planteas lo que se te ocurre y te dice que no pues no follas. Pero si no se lo planteas por vergüenza tampoco follas, así que no pierdes nada con plantearle las locuras que se te ocurran, ya verás como a alguna te dice que sí.
- Joder, tomo nota.
- Venga, piensa locuras, propónselas y los resultados los escribimos en el blog, que ellas lo puedan leer, verás que morbo.
- Esta noche follo, no se hable más.
- Venga campeón. Mañana me lo cuentas.

Luego volví a llamar a Azucena. Me temía que Juan iba a necesitar un poco de ayuda, así que intenté buscar la complicidad de su mujer. Evitando contarle mis planes entré directamente a hablarle de su marido. Tenía bastante experiencia con parejas y sabía que para que la cosa funcionase ninguno tenía que sentir que los otros pasaban de él, así que tenía que evitar que eso ocurriese, porque quizás Azucena estaba demasiado centrada ahora en su amiga.

- Oye, he estado hablando con Juan sobre todo esto.
- ¿Y?
- Como él no podrá venir no quiero que se sienta desplazado. Estos días fóllatelo a base de bien y hazle todas las guarradas que se te ocurran ¿vale?
- Follamos casi todas las semanas, no creo que quiera más.
- Ya te digo yo que sí. Tú incítale y ya verás qué burro se pone.

Viajé a Madrid a finales de octubre, justo antes del puente, dejé las cosas en casa. En una pequeña bolsa metí lo imprescindible y esa misma tarde llegué a Toledo en el AVE. Ya conocía el hotel Alfonso VI así que fui a tiro hecho. Me instalé y salí a buscar la perfumería de Olga, Juan me había dicho dónde estaba y según Google Maps era un paseo de veinte minutos. Para Toledo era mucho.
Me aproximé con cuidado no quería que Olga me descubriese antes de tiempo ni que Azucena fuese a la tienda de su amiga y me pillase curioseando. Aunque había visto a la chica en fotos y vídeos, quería ver el sitio en el que trabajaba, cómo estaba organizado, la decoración… todo eso me podría dar mucha información para hacerme una idea de cómo era y qué le gustaba. Hice un par de pasadas rápidas para no llamar la atención. Me detuve unos momentos en el escaparate y enseguida la reconocí. Estaba atendiendo a unas clientas y cobrando en la caja. Llevaba un vestido ajustado a la cintura que marcaba bastante su figura. Iba muy maquillada, lo que era normal teniendo en cuenta el negocio que regentaba. No oía lo que decía pero se la veía desenvuelta y alegre. Siempre estaba sonriendo. No pude evitar pensar en su pubis depilado y me preguntaba que tipo de lencería preferiría. Con Azucena su marido había sido una estupenda fuente de información, pero respecto a Olga tenía muchas incógnitas y no quería meter la pata. Pensando en todo eso se me ocurrió una idea. Volví al hotel dando una vuelta. Por el camino me paré en una tienda de chuches. Tuve otra ocurrencia, mañana era Halloween, compré una bolsita de gominolas con formas de calaveras, fantasmas, huesos, esqueletos y todas esas cosas, también cogí antifaces de vampiro y una pequeña calabaza de plástico que se iluminaba con una bombillita dejando ver la típica cara terrorífica.
Me di cuenta de que tenía hambre y me paré en bar. Un par de cervezas con unas tapas me sirvieron de cena. En el hotel me conecté a internet y vi que la idea que había tenido antes era factible. Hice las gestiones y me acosté temprano. Pensaba que me iba a dormir enseguida, estaba bastante cansado por el viaje, pero dándole vueltas a lo que había pensado tardé más de lo que esperaba, aunque fue un tiempo bastante productivo. A la mañana siguiente le daría una sorpresa a Azucena. Me levanté más bien tarde, me duché, bajé a desayunar y a una hora prudencial la llamé.

- ¡¿Qué estas dónde?!
- ¿A qué hora sales del curro? -pregunté riéndome.
- Espera, joder que me descolocas, déjame que piense.
- Estoy desnudo… -mentí.
- Joder, no me presiones. Como mañana es fiesta esta tarde no trabajamos…
- … y me estoy tocando.
- Ufff que sofoco ¿Cómo es que consigues que me moje como una perra?
- Cada una se moja como lo que es. Se me está poniendo dura.
- Espera joder.
- ¿Qué llevas puesto?
- Bragas, mojadas.
Oye -le oí que decía a alguien-, me tengo que ir. Me deben medio día o así, me lo tomo y el lunes lo arreglo. ¿Eh? Sí, sí, va todo bien. Ya te contaré.
Joder tío -me dijo ya a mí- que locuras me haces hacer. Recojo y en veinte minutos estoy allí. Adiós.
- ¡Oye! ¡Oye!
- ¿Qué? Dime.
- Me das mucho morbo.
- Jooooder contigo. Pues anda que tú a mí.

Mientras esperaba miré la carta del servicio de habitaciones. Había cosas muy apetecibles pero decidí esperar a que llegase Azucena y ya veríamos qué comíamos… si comíamos. Puse las chuches en dos platitos y decoré el cuarto con la calabaza y las máscaras que había comprado. Cuando me quedé satisfecho llamé a su marido.

- ¿Vas a estar libre a la hora de la comida? -le pregunté después de saludar.
- Qué va, estamos hasta arriba para dejarlo todo listo antes del puente.
- Pues he quedado con Azucena para comer aquí.
- ¡Qué puta es la tía! Ayer no quiso follar conmigo. ¿Ha conseguido que la lleves al sitio ese del sushi?
- Vamos a comer cosas crudas pero locales, no japonesas.
- ¡Pero… qué hijos de puta sois los dos!
- Venga, pon cualquier excusa y vente. Azucena no se ha hecho de rogar tanto.
- No puedo, de verdad, no está la cosa para tonterías en el curro.
- Bueno, nos podrás ver en amateur.tv, te saludaremos.
- Tío que no voy a poder conectarme. Hazme un vídeo y me lo mandas.
- Es que también he quedado con Sandra, una amiga que quiere verme con Azucena, pero ya me arreglaré para grabarte algo.
- Sí tío, que me pone muchísimo ver lo puta que se pone mi mujer contigo.
- Espera, que llaman a la puerta.

Al abrir Azucena me echó los brazos al cuello y me besó. Me mordió el labio inferior y me empujó tirándome en la cama. Empezó a meterme mano en la entrepierna y luego, remangándose la falda hasta casi la cintura se sentó a caballo sobre mi polla.

- ¿No estabas desnudo y tocándote? Qué cabronazo estás hecho.
- Hablando de cabronazo, tengo a Juan al teléfono. Espera, lo pongo en manos libres -dije estirando un brazo para cogerlo.
- Ya te he oído puta, ya te vale.
- Es amigo tuyo -dijo ella riéndose- ahora no te quejes. ¿Vas a venir?
- No puedo, ya se lo he dicho a Alberto.
- Pues tú te lo pierdes porque le voy a comer la polla hasta que la tenga tan dura que no pueda aguantar sin follarme el culo.
- Ah, ahora vale todo y ayer no querías ni hacerme una paja.
- Porque eres un soso, venga, ven a ver si se te pega algo.
- Que no puedo, no me pongas los dientes más largos de lo que los tengo.
- La polla es lo que se te tiene que poner larga.
- Bueno Juan -intervine-, me encantan vuestras discusiones de pareja pero si estás tan ocupado no te queremos entretener. Me la follo y luego te la devuelvo.
- ¿Cuándo?
- Tarde -dije y colgué.
Espera, espera -pedí a Azucena cuando se volvió a abalanzar sobre mí- Prometí a una amiga que transmitiría este encuentro.
- Desde luego Juan y tú estáis tontos con eso de emitir cuando folláis.
- Es puro morbo -contesté riendo, mientras me conectaba a amateur.tv y ponía en mi sala “Truco o trato con la chica de Pareja10100”. Luego coloqué el móvil en la mesita de la cafetera, apuntando a la cama pero sin sonido.
- ¿Ya? -me preguntó con fastidio.
- Pues… todavía no.
- Estás de coña ¿no?
- Es que le prometí a Juan que ya que no podía venir…
- ¿Qué?
- Que se lo grabaría.
- Joder que coñazos sois. Venga o te acabas pajeando tú solo.
- Es que… con mi móvil estoy transmitiendo ¿me dejas el tuyo?
- Tooooma, pesado -dijo mientras lo sacaba del bolso y lo desbloqueaba. Lo cogí y lo puse al lado del mío.
- Bueno, ¿follamos o qué? -pregunté con sorna.
- Me cagüen… -dijo Azucena saltando sobre mí con furia.

Empezó a darme golpes y acabamos rodando por la cama metiéndonos mano. Esta vez me habían dado una habitación con dos camas pequeñas en vez de una de matrimonio, así que teníamos que ir con cierto cuidado. Forcejeando consiguió volver a ponerse sobre mí y yo me dejé, aunque sin dejar de fingir que también peleaba.
Me inmovilizó sentada con el culo encima de mi polla y poniendo los pies encima de mis muñecas. Ella, con las rodillas levantadas, me ofrecía una estupenda visión de sus bragas azules. Llevaba unas medias negras que se sujetaban a medio muslo y enmarcaban perfectamente la entrepierna mojada. Ya tenía el pene a reventar, sobre todo cuando me desabrochó lentamente los botones de la camisa agachándose ligeramente sobre mí, mientras me miraba con ojos perversos.
Frotó mi pecho desnudo con la palma abierta y se entretuvo en pellizcarme los pezones. Intenté aguantar el dolor y no quejarme. Su mirada se volvió desafiante, creo que era un reflejo de la mía. Con sus dedos me pellizcó con más fuerza aún hasta que ya sí me quejé de dolor. Satisfecha se besó un dedo y me lo pasó por los labios. Luego se apartó la entrepierna de la braga dejándome contemplar su vulva brillante. Se mojó los dedos en ella y los pasó suavemente por mis doloridos pezones, utilizando sus fluidos íntimos como bálsamo reparador. Diréis que fue efecto placebo pero los pezones se me pusieron otra vez tiesos como escarpias.
Manteniendo la misma mirada desafiante se quitó la chaqueta y empezó a desabrocharse la blusa, lenta y provocativamente. Se la quitó y la dejó a un lado junto con la chaqueta. Llevó las manos a la espalda, abrió el cierre del sujetador y deslizando los tirantes por los hombros se lo quitó liberando sus voluminosos pechos. Azucena sabía perfectamente el potencial erótico que tenía en ellos y lo explotaba hábilmente, haciéndome desearlos mientras me mantenía inmovilizado.

- ¡Uy! Esto se está poniendo muy duro -dijo frotando sus nalgas sobre mi polla.
- ¿A ti qué te parece?
- No sé ¿quieres que siga?
- Quiero que me uses como te plazca.
- ¿Ah, sí? ¿Hoy estás sumiso?
- Aprovecha.

Se desabrochó también la falda y se la quitó por la cabeza. Se quedó sentada sobre mí solamente con las bragas y las medias negras. Parecía una dominatrix sujetándome las muñecas con la palma de los pies. Deslizó su culo para atrás y dejó el espacio suficiente para desabrocharme el cinturón y la bragueta. Se levantó un poco y sentó sobre mi barriga. Llevando las manos detrás de su espalda estiró los pantalones y los calzoncillos hacia abajo. Levanté el culo lo que pude para ayudarla.
Cuando tenía la ropa casi por las rodillas se volvió a sentar ya sí sobre mi polla dura. Me frotó el capullo con las manos y luego echando una para atrás me la pasó por los testículos, los acarició. Mi polla intentaba en vano abrirse camino hacia su vulva pero las bragas lo impedían. Notaba su húmedo calor pero no podía disfrutar de él. Creía que no podía estar más excitado cuando sentí sus uñas clavándose en la piel del escroto.

- ¡Ay! -protesté.
- ¡Uy! Qué blando, pensé que aguantarías más.
- Me has pillado desprevenido.
- ¿Sí? ¿Puedes aguantar más?
- Sí.
- Vamos a jugar -dijo cogiendo uno de los  platillos de chuches-. Como hoy es Halloween vamos a hacer lo de “truco o trato”. ¿Te apetece? ¿No es lo que has puesto en la página esa?
- Sí, pero se te ha puesto cara de mala.
- Ya verás lo que se me acaba de ocurrir.
- Miedo me das.
- El juego se llama “chuche o chocho” ¿a que tiene buena pinta?
- Siempre elegiré chocho.
- Eso lo veremos. Mira, me aparto la braga… así y dejo el chocho apoyado en tu polla ¿lo sientes?
- Ufff, sí, está caliente y húmedo, me encanta sentirlo así.
- Y a mí sentirte tan excitado cariño, pero…
- ¡Ay! -grité cuando me volvió a clavar las uñas en los testículos- ¿otra vez con esas?
- Pero… cuando te pregunte te clavaré las uñas. Si contestas chocho lo frotaré contra tu polla y me comeré yo una chuche. Si contestas chuche, te la daré a ti, dejaré de clavarte las uñas pero no te restregaré el chocho ¿a que está guay?
- ¿Eres muy golosa?
- Sí y tú muy confiado. ¿Chuche o chocho?
- ¡Ay! -me quejé ante el castigo- ¡chocho!
- Mmmmm, así, me gustan los hombres duros -dijo mientras se frotaba sobre mí y notaba podía notar los labios de su húmeda vulva. Se comió una chuche y volvió a preguntar ¿chuche o chocho?
- ¡Chocho! -volví a decir aguantándome esta vez el quejido. Ella me sonría con picardía mientras masticaba su golosina y se restregaba contra mí.
- ¿Chuche o chocho?
- Chocho.

La verdad es que no me clavaba las uñas con demasiada fuerza y lo podía resistir bastante bien, de algo me tenía que servir mi experiencia de sumiso y sobre todo aquella vez que a Analema se le fue la pinza. Además Azucena había dejado de apretar fuerte porque también quería restregarse contra mí y había comenzado a jadear mientras lo hacía. Repitió la pregunta un par de veces más y luego se incorporó un poco, quitó los pies de las muñecas, se puso en cuclillas y apartándose más la braga hacia un costado me agarró la polla y se la metió en la vagina.
Entró con gran suavidad, estaba muy muy lubricada, lo que había notado antes, y muy caliente. Debí poner cara de sorpresa porque me dijo “no te preocupes por el condón cariño” y empezó a moverse adelante y atrás sobre mí para frotar bien el clítoris contra la base de mi polla. Luego saltaba arriba y abajo haciendo que la polla la penetrase hasta que hacía tope con los huevos.
Ella había comenzado a gritar de la excitación, recordé que la otra vez que estuvimos ya nos jalearon un polvo y pensé que como siguiésemos así un día no me dejarían hacer la reserva en este hotel. Sujetando sus caderas intenté bajar un poco el ritmo para alargar el momento, pero ella se resistía. Tenía que intentar otra cosa. Cuando ya estaba casi a punto de correrse la agarré por la cintura y con un movimiento rápido me giré pillándola por sorpresa y poniéndome encima de ella. Ahora era yo el que sonreía perverso.
Con mi peso la tenía bastante aprisionada. Le mordí fuerte los pezones. Sorbiendo intenté meterme una teta en la boca pero evidentemente no me cabía, al sacarla volví a morder el pezón y así se quedó bastante quieta. Aproveché para quitarme del todo la camisa y los pantalones.

- Ahora vamos a jugar a mi manera -dije-. ¿Por donde quieres que empiece? Si es por la boca di chuche, si es por el coño di chocho.
- ¡Chucho! -dijo Azucena riendo.
- Golosa, tú lo quieres todo.
- Por supuesto que sí -confirmó ella con una mirada insinuante.

Me abalancé sobre su cuerpo dándome la vuelta le empecé a comer el coño mientras metía la polla en su boca. Me chupó con verdadera ansiedad, mi cambio de posición no había disminuido su excitación así que comprobé con la lengua lo duro que tenía el clítoris y froté su glande rápidamente con la punta. Lo sujeté con los labios mientras lo sorbía y cuando lo tenía dentro de la boca lo apretaba por el borde con los dientes.
La propia Azucena contenía sus gritos utilizando mi polla como mordaza. La sentía respirar dificultosamente y el aire que aspiraba y exhalaba pasaba haciéndome cosquillas en los huevos. En su excitación me agarraba la polla con las manos y me chupaba el capullo enérgicamente. Estaba claro que con esos movimientos acelerados lo que pretendía es que yo hiciese lo mismo con ella, se quería correr ya.
Apoyando mi pecho sobre su vientre metí las manos por debajo de su cuerpo y agarrando las nalgas apreté la cara contra su vulva. Metí la lengua lo que pude en su vagina y la moví, luego la saqué frotando la comisura de los labios y sorbiéndolos con energía. Ella empezó a temblar sobre mí y yo ajusté mis chupetones a sus movimientos.
Movía sus caderas para apretar su clítoris contra mi cara restregándolo con con intensidad. Se lo sujeté otra vez con los dientes y lo sorbí hasta que volvió a gritar. Entonces lo mordí y lo apreté con la lengua mientras le agarraba con fuerza las nalgas. Sus temblores se hicieron incontrolados y se sacó la polla de la boca para poder gritar mientras se corría incrementando los fluidos que vertía hacia mi cara.
Con cuidado me deslicé a un lado y dejé que disfrutase de esos momentos de placidez que tienes después de un orgasmo. Poco tiempo después vi que empezaba a mover los brazos. Se rascó un hombro y pasó los dedos entre su pelo revuelto. Cuando carraspeó supe que ya la podía “molestar” otro poco. Me arrodillé a su lado y con un gesto le indiqué que se diese la vuelta. Separé sus nalgas y le escupí en el ano, ella se estremeció de la impresión. La otra vez que le follé el culo, en este mismo hotel, fui muy cuidadoso, dilatándolo en la bañera, con agua caliente y jabón. Esta vez no me entretuve tanto, confiaba que el recuerdo de aquella ocasión ayudase.
Metí con cuidado el índice en el orificio. El esfínter se cerró a su alrededor pero ella no protestó. Volví a escupir y metiéndolo y sacándolo cuidadosamente conseguí que se fuese relajando. Curvé el dedo al entrar y salir para que aumentase la abertura. Cuando entraban tres dedos sin dificultad y Azucena jadeaba resoplando contra el colchón mientras se estimulaba el clítoris con la mano que no se agarraba fuertemente al borde de la cama, estiré de sus caderas hacia arriba obligándola a que se arrodillase con el culo abierto en pompa.
La polla se sumergió sin dificultad penetrando en el angosto pero suave orificio entre las dos nalgas. Estaba a punto. Lubricado y caliente. Se ajustó a mi pene con la precisión de unos labios que me chupasen, pero mucho más fuerte. Exhalé un suspiro de placer al mismo tiempo que ella emitió un sentido gemido de dolor que intentó amortiguar tapando la cara entre las sábanas. Paré.

- ¿Te duele?
- No, no. Sigue, sigue.
- ¿Por qué has gritado?
- De gusto, sigue, sigue.
- Hijaputa, me has asustado.
- Sí, soy muy puta. Dímelo.
- Si quieres gritar de dolor sólo tienes que decirlo ¿lo entiendes zorra? -pregunté mientras le daba un sonoro azote con la palma hueca. Mucho ruido pero poco daño.
- ¡Ay! Sí. Más fuerte. Soy una mala puta -pidió apretando el culo contra mi pubis.
- Sí, eres una perra que necesita ser domada -dije dándole un azote con la palma hueca en cada nalga mientras mi pene entraba y salía de su ano y notaba como su manipulación en el clítoris se hacía más intensa.
- Soy una guarra que necesita castigo. Castígame. Dame fuerte, insúltame. Quiero sentirme muy cerda -me pidió entre jadeos.
- Eres la guarra más puta de todo Toledo. Y en tu trabajo vas de modosita con ese traje de chaqueta, como si fueses una maestra respetable cuando eres una cerda -le dije mientras los azotes se los daba ya con la mano abierta, buscando hacer daño sin contemplaciones. Mis dedos estaban marcados en sus nalgas enrojecidas.
- Sí, sí, qué guarra soy -dijo suspirando- dame más. En las tetas, azótame las tetas de puta que tengo.
- ¡Ni se te ocurra decirme lo que tengo que hacer! -dije llevando el brazo hacia atrás para coger impulso y dándole un azote en el culo con tal fuerza que creo que me hice más daño yo. Resonó en toda la habitación y ella se quedó paralizada.
- ¡Así! ¡Así! -dijo sollozando y entre hipos- Así… Soy tu puta, dame, dame más fuerte.

En mi época de amo siempre tenía mucho cuidado de azotar a mis sumisas sin que les quedase marca. Casi todas sus parejas ni siquiera sospechaban que ellas practicaban algo que se llamaba BDSM. Muchos ni sabían lo que era eso y por mí no lo descubrirían. Así aprendí el difícil arte de azotar y castigar sin dejar marca. Pero este caso era distinto. A Azucena no sólo no le importaba que su marido se enterase de lo que había hecho sino que se lo estábamos grabando para que lo viese. ¿Y sabéis qué? Su marido se pondría incluso más burro que ella cuando lo viese. ¿A que sí Juan? Deja un comentario en el blog con lo que te parece esta historia para que todo el mundo vea que es cierto.
Bueno, ya le pasaría el video a Juan y lo comprobaría, igual que los comentarios de los que nos veían en mi sala de Amateur y a los que teníamos totalmente desatendidos. Lo siento, pero me entendéis ¿verdad?
La puta de Azucena no sólo tenía las nalgas rojas sino que el coño también lo debería tener en carne viva de lo fuerte que se estaba dando con los dedos.

- Pues ahora quiero que gimas como la perra en celo que eres. Quiero oír tus jadeos mientras te reviento el culo ¿lo has entendido? -pregunté mientras le daba otro azote igual de fuerte.
- Como una perra. Me corro como tu perra -confirmó ella entre jadeos, mientras de fondo se oía cómo sus dedos chapoteaban entre los labios de la vulva.
- Pero todavía no. No quiero que te corras hasta que lo haga yo ¿lo entiendes perra?
- Pero estoy a punto… ¡ay!
- No te he preguntado tu opinión, zorra. ¿Lo entiendes? -pregunté después de darle un fuerte azote.
- Sí, sí, me aguanto -dijo resignada y noté como dejaba de tocarse el coño.

La agarré fuerte de las caderas y la fui moviendo para acompasar su movimiento al de mi pelvis golpeando sus nalgas con el pene dentro. Quizás por la bronca que le había echado, su esfínter se cerró un poco más, ofreciendo resistencia al miembro que entraba y salía de él con velocidad creciente. Sus gemidos cambiaron de tono, creo que empezó a dolerle, en cambio ese aumento de presión a mí me proporcionaba mucho más placer.
Reduje mi ritmo para que su culo volviese a coger confianza. Empecé a mover dentro y fuera mi pene lentamente y sin sacarlo del todo, a penas llegaba al glande volvía a empujar con suavidad hasta que los huevos se me quedaban pegados a su perineo. Estuvimos así un rato hasta que noté que su ano se relajaba dilatándose de nuevo y sus gemidos volvían a ser placenteros.
No la castigué más. Acaricié su espalda mientras la mía se ondulaba en cada penetración. Volví a acelerar el ritmo y los dos jadeamos excitados. Me corrí dentro de ella gimiendo en cada empujón. Ella se apretaba para darme más placer, pero no se tocaba porque no le había dado permiso y tampoco se corrió, aunque notaba cómo esperaba mi indicación para hacer ambas cosas. La indicación no llegó y creo que ella empezó a pensar que la iba a dejar sin orgasmo.
Saqué la polla con suavidad, me limpié y sequé también con un kleenex el semen que le goteaba por el ano. Le acaricié las irritadas nalgas. La piel estaba rugosa. La lamí cubriéndola con una capa de saliva y ella suspiró agradecida. Le pedí que se tumbase boca arriba y le examiné la vulva acariciando con suavidad los labios mayores, abriendo con cuidado los menores. También estaban irritados pero no era nada que mi lengua y algo de cariño no pudiesen solucionar. Le separé los muslos y teniendo cuidado de que mi barba no rozase zonas sensibles, le lamí  la entrepierna. Primero los márgenes de los labios mayores y el depilado monte del pubis. Luego fui introduciéndome hacia la vagina, lubricando con cuidado los pliegues de labios menores y el sensibilizado clítoris.
Gimió y arqueó su cuerpo hacia mí. Me acarició con cuidado el pelo por si la rechazaba y al ver que no lo hacía me sujetó la cabeza con más decisión para guiar mis movimientos. En parte me dejé llevar, pero mi lengua en estos casos tiene vida propia. Exploré todos los rincones de su vulva sin dejar de prestar atención a ningún recoveco. Recorrí los márgenes del clítoris y lo acaricié con suavidad. Estaba duro así que lo ataqué con más decisión. Lo sujeté con los labios y lo froté haciendo presión con la punta de la lengua.
Azucena empezó a temblar. Sus manos me sujetaron con fuerza apretando mi cara contra su entrepierna. Moví la lengua hacia el interior de la vagina y desde ahí recorrí los labios para volver otra vez al clítoris. Lo mordí sujetándolo con los dientes y lo froté con la lengua. Azucena se tensó jadeando y agitándose de manera incontrolada gimió agarrándose a las sábanas mientras le sorbía con fuerza su zona más sensible, apretando y soltando hasta que empezó a gritar desesperadamente. Su cuerpo seguía tensándose y aflojándose espasmódicamente. La agarré por las nalgas y me apreté aún más a ella frotando con la lengua en la comisura de los labios menores. La vulva se encharcó en mi cara y Azucena se corrió gimiendo sin control.
Me separé y soplé suavemente la piel mojada. Ella se estremeció en un escalofrío pero enseguida abrió más las piernas para captar en todos sus poros el agradable frescor que le estaba proporcionando. Su cuerpo se relajó plácidamente y su respiración volvió a ser profunda y rítmica. La besé entre los muslos y subí por el pubis hasta el ombligo. Metí la lengua en él, lo mojé y soplé. Ella se retorció protestando, resistiéndose a abrir los ojos. Seguí subiendo por el pecho y metí la cara entre sus enormes tetas. Las agarré y me llevé los pezones a la boca. Me quedé chupando uno con la cara apoyada en sus costillas. No me veía pero la imagen debería ser muy maternal. Me acarició el pelo mientras yo me agarraba a la teta que sorbía como si intentase ordeñarla. Gimió de placer y aproveché para mirar el reloj.

- Hola puta ¿Sabes qué hora es?
- ¿Eh?
- Más de las tres. Zorreando se nos ha pasado el tiempo.
- No tenemos prisa.
- No pero tengo hambre ¿no quieres comer?
- Mmmmm sí -dijo llevando una mano a mi entrepierna.
- Joder eres insaciable, que suerte tiene tu marido.
- No creas, es sólo contigo que me vuelvo así de puta.
- Bueno, pues reponemos fuerzas y luego ya veremos cómo seguimos ¿vale?
- Vale -dijo ella abriéndose de piernas y mostrándome su coño mojado para indicarme lo que quería hacer.

Me levanté y cogí el móvil de la mesita. Me había olvidado que habíamos transmitido toda nuestra sesión de sexo. No sé bien qué se había emitido en concreto, ni si se nos vio la cara o qué. Francamente en ese momento no me importó. Me despedí disculpándome por la poca interacción y esperando que se hubiesen divertido tanto como nosotros. En ese momento me di cuenta de que el teléfono de Azucena también grababa el vídeo para su marido.

- Juan, tío -dije a la cámara-, son horas de grabación, me temo que el archivo pesa muchísimo y no te lo va a poder enviar. Le tendrás que pedir a ella que te lo deje ver en su móvil. Así que ya estás haciéndole la pelota -y encogiéndome de hombros apagué la grabación.

Miré la hoja del servicio de habitaciones. Tenía hambre pero los dos necesitábamos una ducha. Calculé que nos daría tiempo de pedir algo y refrescarnos antes de que lo trajese la camarera. Luego ya me preocuparía de cómo le planteaba a Azucena lo que había pensado para esa tarde. Esperaba que, relajada y satisfecha en todos los sentidos, no me pusiese demasiadas pegas. Ojalá. Ya veríamos.

 FIN

Continúa en: El sushi de "la china"


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