Viene de “Una sumisa en apuros”
Acabábamos de tener una sesión memorable. Indiqué a Alba cómo hacerse un bondage que se me había ocurrido y el resultado era espectacular. Realzaba todo lo que me gustaba de ella. Los pechos, la vulva, las nalgas… Ella había adquirido ya la habilidad de ajustarse el cordón con la tensión adecuada y siguiendo mis instrucciones había logrado un resultado de sensualidad inquietante, en el que la belleza no evitaba pensar en el dolor que le producía vestir semejante ocurrencia.
No contento con eso le hice ponerse pinzas bordeando las areolas de los pezones y luego en los labios de la vulva, lo que a veces costaba por las cuerdas del bondage.
Luego le pedí que encendiese una vela y se fuese echando cera a lo largo de los cordones, cubriéndolos y soldándolos a la carne. Posteriormente, sin apagar la llama, le pedí que se pusiese la vela en el ano. Quiero hacer hincapié ahora en la dificultad que tiene ponerse uno mismo una vela encendida en el culo. Yo le había explicado cómo hacerlo poniéndose a cuatro patas, con el culo en pompa y metiendo la vela por detrás. A ella sin embargo le iba mejor meter el brazo entre las piernas y llegar hasta el ano rozándose los labios de la vagina. Particularmente me parecía más complicado, pero era su culo y si la iba mejor así yo se lo permitía con tal de que acabase con la vela encendida donde yo quería.
Al terminar fue cuando saqué el tema. No quería, pero sentía que debía hacerlo.
- Alba, creo que ya estás preparada.
- ¿Preparada para qué amo?
- Para ser una sumisa real.
- ¿Se refiere…?
- Me refiero a que ya estás preparada para ser la sumisa de tu novio. Eso es lo que querías cuando te pusiste en contacto conmigo ¿te acuerdas?
- Sí, pero no había pensado dar ese paso todavía. ¿Usted cree que de verdad estoy preparada?
- Claro que sí. Mira todas las cosas que has hecho desde que empezamos.
- Las he hecho con usted. Yo sólo me he dejado llevar. Sin usted no habría sido capaz de nada.
- Te has dejado guiar por mí, ahora será tu novio el que te guíe.
- Ya… pero… él no tiene experiencia.
- Eso no tiene por qué ser un obstáculo – contesté pensando que yo tampoco la tenía cuando empezamos -. Mira, ahora tú eres una sumisa experimentada, eso te servirá para ayudar a tu novio.
- ¿Y nosotros?
- Nosotros ya hemos completado nuestra tarea.
- ¿Se está librando de mí amo? ¿Le he fallado en algo?
- De ninguna manera Alba. Estoy orgulloso de ti. Me encantaría conservarte como sumisa, pero soy fiel a mis compromisos y el que adquirí contigo era el de formarte para que pudieses ser la sumisa de tu novio. Ese punto ya le hemos alcanzado.
- Me da miedo dar ese paso amo.
- ¿Más miedo que cuando me pediste que fuese tu amo?
- Sí, porque ahora sé lo que pierdo.
- Piensa una cosa, eres valiente, lo has demostrado. Eres disciplinada y tienes capacidad de resistir el dolor, también lo has demostrado. Amas a tu novio, cuando seas su sumisa podrás gozar de una cosa que a nosotros nos falta, el contacto físico.
- Amo, yo le siento como si estuviese conmigo.
- A ver Alba. Me conmueve tu reacción, pero te has de decidir. O sigues conmigo de sumisa y a partir de ahora no quiero saber nada de lo que te pase con tu novio. O pasas a ser su sumisa y yo dejo de ser tu amo.
- No sé, últimamente pensé que podría seguir con los dos.
- Siendo tu amo… ¿me engañarías?
- ¡No! Nunca.
- ¿Y a tu novio?
- Ya sé por donde va amo. Pero esto no es real. Es una fantasía.
- ¿Y si hoy te hubieses quemado con la vela? ¿Seguiría siendo una fantasía?
- No.
- No Alba. No te he tocado, no sé cómo hueles, pero nuestras experiencias van más allá del simple orgasmo y no son fantasías, son muy reales.
- Ya.
- Entonces, si cuando seas la sumisa de tu novio le dices que además de él tienes un amo virtual ¿qué te dirá?
- Pero si llego a ser su sumisa será gracias a usted, amo.
- ¿Qué te dirá él?
- No lo admitirá.
- Entonces Alba ¿qué decides?
- Tiene razón amo ¿pero eso significará que no volveremos a vernos?
- Como amo y sumisa no, pero como Karina y Alberto sí.
- Nunca dejaré de tener presente que Alberto es mi amo.
- Siempre seré tu amo, pero tu amo de cabecera. Me encantará que me cuentes tus progresos y aconsejarte si lo necesitas.
- Gracias amo.
- Alberto.
- Adiós Alberto.
- Adiós Karina.
Al cabo de unos días me llegó un mensaje a móvil. Era de Alba, bueno de Karina. ”Podemos hablar?” La llamé.
- Amo.
- Alberto.
- Necesito al amo.
- ¿Al amo de cabecera?
- ¡Sí! – contestó ella fastidiada. Necesitaba consejo, no alguien que la corrigiese.
- Está bien, dime qué pasa.
- La relación amo sumisa con mi novio no creo que llegue a funcionar.
- ¿Qué problemas le ves?
- No sé, igual es culpa mía que no soy tan buena sumisa como pensaba. Tenemos unas grabaciones de las sesiones que hemos hecho. Me gustaría que las vieses y me dieses tu opinión.
Me mandó un correo con los archivos de los vídeos, que pesaban demasiado para enviarlos por el móvil. Enseguida vi a lo que ella se refería. El novio de Alba era un amo… bastante duro, casi violento, pero yo diría que dentro de los estándares de los dominantes que practican el BDSM. Lenguaje despectivo con su sumisa, puta, zorra, perra… Maneras bruscas, tirones de pelo, agarradas violentas por el cuello… Azotes que dejaban marcas en las nalgas…
No me gusta ese estilo de relación basada únicamente en mostrar superioridad manifestando constantemente desprecio, pero he de reconocer que es bastante habitual en el BDSM y que a muchas sumisas les gusta que las humillen de esa manera. Incluso hay gente que piensa que todo se trata eso.
Quizás el fracaso de Alba con su novio fuese culpa mía. No la había preparado para eso. Le había enseñado a resistir el dolor pero también a confiar en el criterio y la protección de su amo. Ahora se sentía atemorizada y desprotegida. Atrapada en una relación agobiante. Iba a tener que arreglar ese desaguisado.
Creía que ya lo había visto todo e iba a parar el vídeo cuando algo más llamó la atención. Alba estaba desnuda, boca abajo, atada de pies y manos a las cuatro patas de la cama y con una voluminosa mordaza de bola en la boca.
Su novio, desnudo y con una notable erección, se movía alrededor de la cama mientras soltaba la consabida parafernalia de insultos y agitaba una fina varita con la mano, produciendo inquietantes zumbidos cuando rasgaba el aire.
En un momento la estrelló contra sus nalgas haciendo que Alba se estremeciese estirando violentamente las cuerdas que sujetaban sus miembros, haciendo que el crujido de la cama se confundiese con el grito de dolor que apenas tapó la mordaza.
La escena se repitió varias veces antes de que su novio se tumbase sobre ella penetrándola analmente a pesar de que, atada y amordazada, Alba decía que no con todo su cuerpo. Sentí un tremendo malestar. Aquel desgraciado estaba violando a la sumisa que yo había preparado para él. Estaba destruyendo todo lo que yo había construido.
La rabia me impidió seguir viendo aquella escena, pero tenía que ver qué más había sido capaz de hacer, así que pasé los vídeos a velocidad rápida hasta que otra escena captó mi atención. Alba estaba otra vez atada boca abajo a la cama. Con unas velas encendidas su novio le echaba cera de colores en la espalda. Luego le colocó tres de esos cirios a lo largo de la columna vertebral. Eran bajos y anchos así que se sostenían bien. La imagen era estéticamente muy bonita.
El novio cogió la varita y empezó a fustigarle las plantas de los pies. Alba resistía bien pero si se agitaba más de la cuenta el movimiento de la espalda provocaba que se derramase cera caliente sobre su piel, lo que más que dolor lo que producía era inquietud, inseguridad. Quizás eso es lo que buscaba.
Ella resistía y él se fue creciendo, pegando cada vez más fuerte. En un momento Alba no se pudo contener y el temblor hizo que se volcasen dos velas, derramando de golpe la cera sobre la espalda mientras rodaban por ella hasta el colchón.
La chica, atada, no podía hacer nada. El chico apartó de dos manotazos las velas del colchón para que no se incendiase. Luego las apagó en el suelo con sendos pisotones y tras quitar la cera de la espalda de Alba la desató y apagaron la grabación.
Le mandé un mensaje al móvil “Tenemos que hablar”. Me llamó enseguida.
- ¿Qué te ha parecido? ¿Es culpa mía? ¿Soy una mala sumisa?
- En absoluto. Mucho has aguantado. Tu novio se ha dejado llevar por el ansia. Para llegar a lo que te ha hecho hay que ir más despacio.
- Le he dicho que creía que iba muy rápido, pero…
- Además, como amo le gusta humillar a su sumisa ¿cómo llevas eso?
- Tampoco me gusta, pero lo puedo llegar a admitir si eso le gusta.
- ¿Te han quedado marcas en la piel?
- Ufff sí.
- Déjame verlas.
Nos conectamos por Messenger. Iba en camisa y en vaqueros. Pareció dudar. Ya no éramos amo y sumisa, ahora éramos dos amigos. No es que de repente le diese vergüenza desnudarse ante mí, pero se veía que no sabía muy bien cómo actuar en esa nueva situación. Al final optó por hacerme caso y mostrarme lo que le había pedido. Se quitó la camisa y me enseñó las quemaduras que le habían producido las velas en la espalda.
Luego se desabrochó los vaqueros y los bajó hasta las rodillas, igual que las bragas blancas que llevaba. Las marcas de la varita en las nalgas estaban enrojecidas, con crema y unos días la mayoría se irían, pero había alguna que necesitaría más cuidados y no sé si le quedaría una marca permanente. En el ano tenía unas llagas por la penetración forzada. Le recomendé que se pusiese Linitul pomada en las rojeces y después aceite de Rosa Mosqueta para reparar las cicatrices.
- Karina ¿quieres seguir siendo sumisa?
- ¡Sí! Sí, por supuesto. He descubierto un mundo al que no quiero renunciar, pero creo que tengo que ajustar el procedimiento con mi novio y en ese aspecto me gustaría que me ayudases.
- Bien, entonces quiero hablar con él.
- ¡No quiero que le des una reprimenda!
- No pienso. Tranquila. Mira, dile que cuando te informabas sobre el BDSM supiste de un amo que es tutor de sumisas y que piensas que sería interesante que hablaseis con él.
- No creo que quiera.
- Fuérzale un poco. Dile que quieres ser su sumisa pero que las sesiones que habéis tenido te han dejado bastante insegura. Que estarías mucho más tranquila si por lo menos él hablase conmigo.
- Entonces…
- Entonces dale mi correo y no le insistas más. Esperemos que con eso baste.
No estaba seguro si con eso bastaría, pero un par de días más tarde recibí un correo bastante correcto ”Perdone que le moleste. Mi novia y yo queremos mantener una relación amo-sumisa pero nos han surgido algunas dificultades prácticas. Si tiene tiempo me gustaría poder consultarle estas dificultades por si pudiese aconsejarme”.
Se extendía en más argumentos, pero lo esencial era eso, expresado más correctamente de lo que esperaba, lo que me sorprendió agradablemente. Por supuesto le contesté. Le pedí una serie de detalles que yo conocía pero él no lo sabía y así cuando hablásemos no habría ninguna incongruencia. Entonces quedamos para vernos por Messenger.
“Mira – le dije – creo que tu problema es que has querido ir demasiado deprisa. Para hacer todo esto que me has contando un amo y su sumisa han de recorrer antes un largo camino de conocimiento, pero un conocimiento distinto al que tú puedas tener con tu novia. Has de saber no sólo lo que anhela, sino lo que teme y si le ayudas a superar eso que teme te harás merecedor de su confianza. Ten en cuenta que una sumisa no busca un amo que la humille ni que la use para satisfacer sus propios deseos. Una sumisa busca sentirse segura con su amo. Busca una persona con la que atreverse a hacer cosas que nunca se atrevería a hacer sola. Busca a alguien con una imaginación capaz de idear retos inverosímiles que le hagan huir de la rutina.
Si consigues todo eso te ganarás su respeto y su confianza. Pero entonces tienes que tener mucho cuidado porque desde ese momento ella no se cuestionará ninguna de tus decisiones. Pondrá su seguridad en tus manos, así que serás tú el que tiene que velar por ella. Por eso te has de pensar muy bien cualquier reto que afrontas con ella, estar seguro de tus prácticas y no poner en riesgo a tu sumisa. Y lo más importante de todo, siempre has de tener en cuenta que todo se hace por consenso y consentimiento mutuo. Cualquiera se puede echar atrás en cualquier momento, entonces el juego se termina.
Si tienes presente todo esto, que son conceptos generales, sólo queda ir puliendo los aspectos particulares a vuestra manera. El sexo anal por ejemplo, pues ser muy paciente y encontrar la mejor manera de dilatar hasta conseguir una penetración placentera, igual que el oral, no todo el mundo está preparado para una penetración profunda la primera vez que hace una felación. Hay que ir educando la garganta poco a poco para que esa experiencia sea placentera y no agobiante.
Con el manejo de la fusta igual. Muy fuerte es un castigo, en su punto justo estimula la excitación. ¿Qué es demasiado fuerte y qué es estimulante? Pues cada persona tiene el límite en un punto distinto. Yo he tenido sumisas que me han dicho dame todo lo fuerte que quieras pero no me dejes marcas. Según qué marcas son difíciles de explicar.
Las cuerdas del bondage, las pinzas, las pesas, las velas… todo es lo mismo. Cada persona parte de un límite. Tu tarea como amo es averiguar dónde está y conseguir ampliarlo con tu sumisa, no contra tu sumisa.
Y por último no olvides la importancia de la palabra de seguridad para terminar el juego. Parece una tontería pero da tranquilidad saber que existe. Con ella la sumisa tiene sensación de control, pero piensa que una persona atada y amordazada puede tener dificultad para emplear esa señal de seguridad.”
Bueno estuvimos hablando mucho tiempo pero eso sería el resumen. Creo que el chico me entendió perfectamente y supo enseguida en qué se había equivocado. Karina no me dio detalles pero me contó que las experiencias con su novio fueron mucho mejor desde que hablamos y me daba las gracias por haberles formado a ella como sumisa y a él como amo. La mejor prueba de que quedaron contentos es que ambos, cada uno por su parte me mandaron gente que quería aprender a ser sumisa o amo. A los futuros amos les soltaba el “speech” que ya conocéis y a las futuras sumisas les aplicaba un tratamiento más personalizado. Así, gracias al boca a boca tuve contacto con Analema, Aurora, Boira, Lucero, Marea, Niebla, Rocío… y algunas más.
Pero además de proporcionarme algunas sumisas, la experiencia con Alba me sirvió fundamentalmente para dos cosas. Primero para creerme que de verdad podía ser un buen amo. Y segundo para darme cuenta de que aunque con mis conocimientos teóricos podía impresionar a principiantes en el BDSM, para ser ese buen amo que aspiraba a ser me faltaban conocimientos prácticos y para conseguirlo tenía que empezar desde abajo. Tendría que aprender a ser un buen sumiso.
FIN
Continúa en "El día que recibí mi collar".
Espero que la historia te haya gustado y que antes de irte dejes un comentario, eso me ayuda mucho en mi labor.
Si además lo haces también en tus redes sociales te estaré muy agradecido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario