Madrid, abril 2020
El día de mi cumpleaños desperté tarde. Raquel ya se había levantado, la escuché hablando con Toñi en la cocina y desde allí llegaba un estimulante olor a café.
La verdad es que estábamos llevando bastante bien lo del confinamiento, pero pasar en casa el día de mi aniversario no me apetecía nada y si tenía en cuenta los planes que había tenido que anular me ponía un poco triste.
Intentado no pensar en todo ello me dirigí al baño para lavarme un poco. Cuando iba a salir me encontré al lado del ordenador una cajita en forma de huevo. Algo sonaba dentro. Era una nota perfectamente enrollada. La desplegué completamente intrigado y pude leer el siguiente texto:
La verdad es que estábamos llevando bastante bien lo del confinamiento, pero pasar en casa el día de mi aniversario no me apetecía nada y si tenía en cuenta los planes que había tenido que anular me ponía un poco triste.
Intentado no pensar en todo ello me dirigí al baño para lavarme un poco. Cuando iba a salir me encontré al lado del ordenador una cajita en forma de huevo. Algo sonaba dentro. Era una nota perfectamente enrollada. La desplegué completamente intrigado y pude leer el siguiente texto:
¿Te mereces esta suerte?
Cumplir años en medio de la pandemia
mala suerte podría parecer,
pero igual la fortuna te premia
con un regalo que te haga enloquecer.
Conseguirlo fácil es
pero buscar es necesario
y merecerlo antes que después
siempre es lo primario.
En Pascua se comen conejos,
y se buscan los huevos.
Entonces te damos dos consejos
porque somos muy longevos.
No creas que nos pasamos de listas,
piensa en tu preferido tubérculo
y encontrarás las pistas.
Verás qué premio más chulo.
¿Lo vas a perder?
Coloca bien la coma
y el idioma
te va a proteger.
¿Qué cojones era eso? Evidentemente las chicas se habían trabajado mi regalo y ahora me lo iba a tener que currar yo para encontrarlo. Lo volví a leer. Un acertijo en forma de poema. Me gustaban las adivinanzas y de vez en cuando hacía poemas jocosos, de rima fácil, para resaltar alguna broma. Haciendo un guiño a estas dos aficiones mías me habían preparado lo que parecía un original regalo de cumpleaños.
Estábamos en pascua y ahora se comen conejos, de pascua, y se buscan huevos, también de pascua. Mi regalo parece que iba a ser comerles el conejo, pero antes tendría que encontrar las pistas que habrían escondido. Estas cabronas me iban a hacer buscar por toda la casa. Bueno, sería divertido, tampoco tenía muchas más cosas que hacer y el premio iba a merecer la pena.
A Raquel le gustaba esconder lo huevos por la casa y luego se los hacía buscar a los niños cuando eran pequeños. Nuestras sobrinas siempre estaban encantadas con el juego. Con similar entusiasmo levanté cojines, metí la mano en jarrones, corrí cortinas, abrí cajones… nada. Ni rastro de huevos escondidos. Aquellas dos putas me contemplaban divertidas haciendo comentarios jocosos.
- ¿Y qué haremos si no lo encuentra? -preguntó Toñi.
- Nos lo comemos nosotras -respondió Raquel sin pensarlo.
A ver, lo de comerlo estaba claro. Los huevos son de chocolate, pero el regalo me iba a hacer “enloquecer” y el chocolate me gusta pero no me vuelve loco, ni como sustituto de sexo, la verdad es que prefiero un buen polvo. Espera… sexo… ¡claro! De eso va todo. Sexo. No tenía que buscar por toda la casa. Tenía que buscar cosas que tuviesen que ver con el sexo.
Fui al cajón en que Raquel guardaba su ropa interior. Pese a sus protestas y bajo la promesa de dejar todo como estaba, rebusqué entre sus bragas y sujetadores. Nada. Miré incluso entre mi ropa por si habían tenido la misma idea que mi cuñada y me habían puesto un paquetito con un suspensorio o algún juguete. Espera… juguetes. Raquel sólo había traído el satisfyer pero Toñi tenía unos cuantos. Deberían estar con su lencería. Fui a su cuarto. Acallando igualmente sus protestas revolví sus cajones. Al lado de las bragas estaba su succionador y varios dildos, uno en forma de asa que anoté mentalmente para algún futuro juego. Pero nada. Mi hermana tenía ropa bastante sexy, ligueros, medias, unos bodies… pero ningún premio para mí, ni ninguna pista que indicase dónde estaba el regalo que me haría enloquecer.
- Tu marido no se aclara, creo que deberíamos haber puesto un tiempo.
- Mujer… espera. Ten un poco de paciencia. Igual está un poco torpe, como ahora es un año más mayor…
- Pues es que me están entrando ganas de ir al baño.
- Aguanta un poco, ya verás como tu hermanito no nos defrauda.
Me encantaba cuando hablaban de mí como si yo no estuviese. Cómo estaban disfrutando las cabronas. Pero… ¿qué más daba que fuesen o no al baño? A no ser que claro… las pistas estuviesen allí. Entré en el de la habitación de Toñi, mirando especialmente entre sus cosas más personales… nada. Ni entre el jabón íntimo, ni entre los tubos de gel de forma ahusada que podría emplear en las “duchajas”. Y en el otro baño, el que usábamos Raquel y yo, tampoco había nada.
Igual el regalo era simplemente volverme loco y luego decirme “Tonto, te lo has creído, anda haz como que soplas las velas de la tarta para la foto pero ni se te ocurra, que luego nos la tenemos que comer”. ¿El regalo sería la tarta? Bueno, no creo, lo la tarta es algo que se da por sentado en un cumpleaños, pero igual era algo de comer… Repasé una estrofa.
No creas que nos pasamos de listas,
piensa en tu preferido tubérculo
y encontrarás las pistas.
Verás qué premio más chulo.
Mi tubérculo preferido es la patata. Me gustan de todas formas, especialmente fritas o en tortilla ¿me iban a preparar un menú especial? Fui a la cocina. Las patatas estaban en su sitio y no había en ellas nada raro, ni señal de que fuesen a constituir parte del menú de hoy. ¿Qué coño se les había ocurrido a éstas? Algo se me estaba escapando. Se habían currado lo de hacerme un poema del estilo de los que yo hacía para dar más énfasis a cosas que me gustaban. Eso significa que habían cuidado todos los detalles y que el regalo me iba a hacer enloquecer y eso no iba a ser una tortilla de patatas, por mucho que fuese mi tubérculo favorito.
Pero tenía que ver con un tubérculo que me gustaba mucho, que me hacía enloquecer... No se me había escapado la rima de “tubérculo” y “chulo” con “culo” ¿pero cómo pasaba de una cosa a la otra? ¿Cómo lo relacionaba?
¡Joder qué tonto estoy! De pequeño hacía un juego de palabras: “No es lo mismo tubérculo que ver tu culo”. Ahí estaba la relación Tenía que verlas el culo. ¡El culo! Ese era mi regalo. Se habrían puesto unas braguitas sexys, o unas tipo infantil que tantos recuerdos me traían, o unas vintage… conocían de sobra mis gustos.
¡Joder qué tonto estoy! De pequeño hacía un juego de palabras: “No es lo mismo tubérculo que ver tu culo”. Ahí estaba la relación Tenía que verlas el culo. ¡El culo! Ese era mi regalo. Se habrían puesto unas braguitas sexys, o unas tipo infantil que tantos recuerdos me traían, o unas vintage… conocían de sobra mis gustos.
Fui a buscarlas porque se habían cansado de seguir mis tribulaciones y estaban aprovechando para ver una peli de esas que a ellas les encanta y yo odio. Levanté a Raquel del sofá. Por su cara supe que había acertado. Le bajé el chandal. Las bragas eran normales. Se las bajé también. El culo estaba tan sugerente como siempre, pero tampoco tenía nada de especial… ni el coño, que seguía sin depilar. Había llegado a pensar que igual se lo habían rasurado para mí, pero no. No era eso. Repetí la operación con Toñi. Igual.
Aproveché para acariciarles las nalgas y los respectivos felpuditos. Acerqué la cara al de Raquel y haciendo una broma le pregunté “¿qué coño se les ha ocurrido a éstas dos?” Ambas se partían de risa. Con las carcajadas Toñi hizo un movimiento y vi algo que asomaba por la raja del culo. Joder, no me digas que llevaban el regalo dentro. Se lo abrí y vi que lo que pasaba es que tenía algo escrito arriba y abajo del ano. Si no se separaban bien las nalgas no se veía lo que había entre ellas. La hice tumbarse en el sofá para leerlo bien. Era una breve frase escrita en mayúsculas con un rotulador de esos que se emplean para imitar tatuajes. “NO ES MÍO” ponía.
Hice tumbar en la alfombra también a Raquel. Justo encima del ano llevaba escrito: “ESTE PREMIO”. Me quedé mirándolas sin entender. Una en el sofá, la otra abajo en la alfombra. Ambas con el culo abierto mostrando el mensaje: NO ES MÍO ESTE PREMIO. Parecía una indicación de que me había equivocado. Y cambiando el orden tampoco variaba el mensaje ESTE PREMIO NO ES MÍO. ¿Había seguido una pista trampa? ¿Cuándo ya pensaba que lo tenía resultaba que no era eso? El mensaje estaba claro. Decía que tenía que renunciar al premio. El culo no era mío. Volví a mirar el poema. Allí tendría que estar la explicación, la última pista.
¿Lo vas a perder?
Coloca bien la coma
y el idioma
te va a proteger.
Coloca bien la coma… ¿qué coma? No había ninguna coma. Espera… el texto de Raquel estaba en un renglón, ESTE PREMIO, pero el de Toñi estaba en dos, con el ano en medio... ¡Joder! El ano era el punto… o la coma. NO, ES MÍO. El texto de las dos respondía a la pregunta del poema: ¿Lo vas a perder? ESTE PREMIO NO, ES MÍO.
Me entró un ataque de risa. Vaya trabajazo que habían realizado. Impecable. Conociéndome me habían hecho seguir las pistas hasta el final. Y el premio… me hacía enloquecer de verdad. Me arranqué a morderles las nalgas.
- ¡Ay! ¿Podemos dejar de abrirnos el culo ya? -preguntó Raquel riéndose.
- Te ha costado ¿eh? -comentó Toñi.
- Joder sí, pero me ha encantado, muchas gracias.
- A ti ¡Feliz cumpleaños! -dijo Raquel.
- Sí ¡Muy Feliz cumpleaños Tito! -confirmó Toñi empleando el diminutivo con el que me llamaban cuando era niño.
- Una cosa ¿el regalo viene con instrucciones? -pregunté.
- ¿Cómo instrucciones? -dijo Toñi.
- Sí… manéjese con cuidado… no introducir apéndices carnosos… -dije tanteando.
- Oye… pues no se nos había ocurrido, pero ahora que lo dices -comentó Raquel riéndose.
- Nada, nada, si no se os ocurrió en su momento, ahora ya es tarde. Esos culitos “son míoooooos, mi tesooooro” -sentencié imitando la voz de Gollum.
- ¡Qué payaso eres! -dijo Raquel dándome un beso- Sí, son tuyos, puedes hacer con ellos lo que quieras, todo lo que se te ocurra, pero por favor, no hagas que me arrepienta ¿vale?
- En ese sentido puedes estar tranquila, mi hermano no sólo disfrutará de tu culo, te hará disfrutar a ti, créeme. Lo sé.
- Muchas gracias. Da gusto tener hermanas como tú.
- Enternecedora esta muestra de amor fraternal, pero aunque sé que la tinta está dermatológicamente testada y todo eso, no me hace gracia tener escrito nada ahí ¿me puedo duchar ya? -preguntó Raquel.
- De eso nada -intervine al momento-. Son mis regalos y si alguien tiene que borrar eso seré yo.
- ¡Uffff! Ya le salió la vena controladora -ironizó Raquel-. No sé si ya me estoy arrepintiendo.
- Oye ¿y para tirarnos un pedo también te tenemos que pedir permiso? -dijo Toñi provocando las carcajadas de las dos.
- ¡Vaya dos! Venga, circulando al baño que os voy a quitar la tinta con un estropajo.
Al principio me había acojonado esto del confinamiento con mi hermana y mi mujer. Recuerdo el cuidado que tenía la primera semana, hace ya… justo un mes. Joder, por una parte se me había pasado volando, por otra parecía que llevábamos así una eternidad, que siempre habíamos estado en esa situación. La verdad es que la cuarentena nos había proporcionado unas oportunidades insospechadas que habíamos sabido aprovechar. Raquel ya me dejaba correrme en su boca y ahora… la iba a poder follar el culo.
Decir que estaba contento era quedarse muy corto. Estaba entusiasmado, pero eso no iba a hacer que me acelerase. No era la primera vez que desvirgaba el ano de una primeriza miedosa. La mayoría de las veces habían consentido en tener ese tipo de prácticas porque sabían lo mucho que a mí me gustaba, pero sin ninguna expectativa de que ellas acabasen pasándolo bien. Lo sabía. Agradecía su gesto y la mejor manera de demostrarlo era conseguir que ellas se lo pasasen tan bien como yo. Era un reto personal y esta vez más que nunca.
Me desnudé y ellas se terminaron de quitar las camisetas que les quedaban puestas. Sentado en el plato de la ducha, detrás de ellas, dirigí el chorro de agua caliente hacia el texto escrito en la piel mientras les abría el culo y lo frotaba con las yemas de los dedos impregnadas en jabón. Me sentía como cuando estás delante de un regalo pensando si desenvolverlo con cuidado para alargar el momento de placer o romper el envoltorio sin miramientos y empezar a disfrutarlo ya.
Evidentemente me contuve. No iba a dejar ahora que el ansia traicionase la confianza que, sobre todo Raquel, había depositado en mí al hacer ese regalo. Ella conocía desde nuestros primeros escarceos la atracción que para mí representaba su culo, pero incluso en aquellos momentos de mayor permisividad y descubrimiento, nunca me había permitido más que breves incursiones digitales. Pero desde hace cosa de una semana notaba que su actitud había cambiado y su “puerta trasera” estaba más accesible para caricias. Ahora que por fin se había “abierto la veda” no lo iba a estropear.
Con cuidado iba frotando los márgenes del ano viendo cómo el texto cada vez aparecía más débilmente mientras se iba borrando poco a poco. Los últimos toques los di con una esponjita y al final no quedó rastro de tinta, pero debido a los frotamientos la piel había quedado algo enrojecida, así que abriendo con cuidado sus nalgas y soplando entre ellas, les pasé la lengua por la zona afectada aunque durante bastante más tiempo del necesario para aliviar cualquier irritación.
Como esperaba, sentir la lengua explorando sin ningún recato la zona que más vergüenza le daba produjo en mi mujer unos sentimientos encontrados. Algo que traía a su memoria esa sensación casi olvidada de cuando permites por primera vez a alguien que acceda a tu intimidad más resguardada.
Con el morbo de aquellos primeros recuerdos Raquel no sólo sentía mis dedos recorriendo la parte más oculta de su culo, sino mi lengua paseándose por la profundidad de su pliegue, una y otra vez hasta que su intenso pudor fue dejando paso al morbo y al placer que ello implicaba.
Me levanté y me quedé abrazado a su espalda mordiéndole la oreja. Dejé que la lluvia de la ducha cayese sobre nosotros mientras le amasaba las tetas y apretaba mi cadera contra sus nalgas para que sintiese la polla tiesa apretando la raja del culo.
Toñi se sentó en el plato de la ducha colocándose delante de mi mujer y con la espalda apoyada en la pared. Eso obligó a que Raquel se echase hacia atrás para dejarle sitio. Abrió más las piernas e inclinó el culo hacia atrás apretándolo contra mí. En los costados sentí las manos de Toñi que se agarraba a sus nalgas e imaginé que mientras tanto estaría intentando llegar al clítoris con la lengua.
Mi mujer jadeaba presa de la excitación y de las caricias que entre los dos le estábamos procurando en sus zonas más sensibles. Sin dejar de morderle el lóbulo de la oreja y lamerle el cuello, dejaba que mis jadeos erizasen su piel mojada provocando escalofríos claramente perceptibles.
Bajé una mano. La introduje entre sus nalgas. Empecé a acariciar el esfínter con las yemas de los dedos. Empujé suavemente para abrirlo. Ella jadeaba intensamente, en parte porque estaba nerviosa y temía la penetración que seguiría a las caricias. Su ano se cerraba. Eso me proporcionaría un gran placer cuando me introdujese en él con la polla, pero no quería forzar la situación ni apresurarme. Ayudado por la suavidad que proporciona el gel de baño con el agua caliente, fui trabajando el esfínter, metiendo y sacando con suavidad el dedo índice.
El cuerpo de Raquel temblaba ante las acometidas de Toñi y mías. Su respiración se hacía cada vez más agitada. Mis caricias en sus pechos y, sobre todo, la lengua de mi hermana en su clítoris, estaban haciendo efecto y podía notar cómo su ano se relajaba a la par que sus jadeos eran cada vez más intensos.
Mi mujer iba dejándose llevar cada vez más por la excitación que emanaba de su entrepierna y tenía el culo prácticamente abierto. Pude meter dos dedos hasta el fondo y jugar con ellos apretando las paredes del recto. Así fui consiguiendo que mis presiones provocasen aumento de sus jadeos. Raquel fue consciente del placer que ello le producía y empezó a disfrutarlo, más aún cuando fueron tres dedos los que introduje y la estimulación se intensificó.
Agarré la polla. Pasé un dedo por el capullo y un escalofrío repentino dobló mi cintura. Yo también estaba muy excitado. Con cuidado acerqué el glande a su esfínter y apreté lentamente. Se fue abriendo sin oponer más resistencia que la de las elásticas paredes ciñendo el miembro a medida que avanzaba por el angosto canal.
Retrocedí un momento y volví a empujar. Aunque me movía con lentitud, el roce me proporcionaba un intenso placer. Poco a poco esas penetraciones se hicieron más profundas y satisfactorias, para ambos. Cuando los huevos se aplastaban contra su carne aprovechaba para pellizcarle los pezones y ondular las caderas para que el pene fuese presionando las paredes del recto provocando respuestas de placer en los dos.
Pendiente de sus jadeos y temblores me fui moviendo con suavidad para estimular los puntos en los que había detectado una máxima respuesta erógena. Aprovechando la labor de Toñi lamiéndole la vulva, me esforcé en centrar las sensaciones de placer de Raquel en su recto. Pero todos esos movimientos también me estaban produciendo un aumento de la excitación y no quería correrme antes que ella.
Me apreté contra su espalda lamiéndole el cuello. Con ambas manos le agarraba y amasaba los voluminosos pechos, pellizcándole los pezones con dos dedos. Entre las piernas notaba el cuerpo de Toñi, que agazapada seguía lamiéndole el coño a mi mujer. A pesar del ruido de la ducha oía su respiración entrecortada mientras le mordía los labios y le sorbía el clítoris.
En un momento las caderas de Raquel empezaron a temblar y en la polla pude sentir cómo el recto se contraía ciñéndose a mí. Sintiendo la inmediatez de su orgasmo abandoné la delicadeza con la que había estado actuando y empecé a penetrarla con energía, acelerando el ritmo, apretando hacia abajo para conseguir que su clítoris quedase aprisionado entre la lengua de Toñi y mi polla.
El efecto fue inmediato. Raquel bramó, movió sus caderas golpeándose contra las mías y sentí cómo las manos de Toñi se aferraban a sus nalgas, apretando la cara contra su entrepierna para evitar que con los movimientos se golpease la cabeza en la pared. Un instante después el cuerpo de mi mujer se tensó y su esfínter tembló rítmicamente haciendo inevitable mi propio orgasmo.
Agité mis caderas para penetrarla con fuerza. Raquel emitió un gemido largo, casi lastimero, como un lamento que le salía del alma. Se corrió inmediatamente después de mí, mientras mi polla seguía perforando su culo con violencia y bombeaba el semen en su interior. Probablemente Raquel quedaría dolorida y con el cuerpo cansado. Con agujetas, como cuando trabajas músculos que no sabías que tenías, pero estaba seguro de que esa primera experiencia de penetración anal de mi mujer no sería la última. Ahora ayudamos a Toñi a levantarse, que a la pobre se le habían quedado dormidas las piernas, y dejamos que el abundante chorro de agua caliente reconfortase nuestros cuerpos.
Cuando terminamos de secarnos nos fuimos a la cocina a preparar café. En el móvil tenía trece llamadas perdidas. Familia y amigos que querían felicitarme por mi cumpleaños. Algunos habían optado por dejarme un whatsapp, pero otros volverían a intentarlo. El día de hoy me lo iba a pasar hablando por teléfono. Incluso tenía aviso de tres videollamadas. Una de mis cuñados. No sé. Últimamente la borde de muy cuñadita estaba muy atenta, se ve que el regalo que la hice surtió efecto.
- Tengo una videollamada de Amanda -le dije a Raquel-. Me preguntará que me habéis regalado ¿se lo puedo contar?
- ¡Ni se te ocurra! -contestó ella.
- Mujer, así igual le da una idea para los amigos invisibles.
- ¡Calla! Que bastante vergüenza me hiciste pasar en el último.
- Pues yo diría que a ella le gustó -contesté yo.
- ¡Claro que le gustó! Y a ti el suyo. Vaya dos que os juntasteis.
- ¿Qué os regalasteis? Si se puede saber -intervino Toñi.
- El ocurrente de tu hermano le regaló unas bolas chinas. Ahí, delante de todos.
- Y ella a mí un suspensorio -me defendí yo-. Era una broma.
- Una broma picantona… ¿Os soléis regalar juguetes sexuales?
- ¡Qué va! Es un amigo invisible. Regalas una chorrada que pienses que le va a venir bien al otro, pero Albertito le quiso dar su aire especial -dijo Raquel resignada.
- Bueno, lo del suspensorio no estaba mal tirado… -dijo Toñi dándose cuenta de que Amanda me conocía muy bien para ser simplemente mi cuñada.
- Ni lo de las bolas chinas tampoco -dijo Raquel con cierto aire de mosqueo.
Las dos me miraban con un gesto de divertido reproche. Toñi más bien intrigada y Raquel con intención de hacerme sentir incómodo. Nuestra cuñada le caía incluso peor que a mí y no dejaba de echarme en cara lo bien que ahora me llevaba con ella. No me llevaba bien, pero estaba buena y si le podía echar un polvo de vez en cuando pues no lo iba a desaprovechar, aunque claro, eso no se lo podía contar a mi mujer, bueno… quizás ahora me lo podía volver a plantear.
En ese momento sonó el móvil de Raquel. Precisamente era una videollamada de su hermano. En la pantalla aparecieron sonrientes él y Ama, nuestra cuñada. En tono burlón preguntaban que dónde nos habíamos metido. Llevaban tiempo llamando a nuestros móviles y al fijo y nada. Querían felicitarme pero yo estaba ilocalizable. Me disculpé porque había dejado mi teléfono en la habitación y no lo había oído.
Mientras hablaba con ellos tenía el torso desnudo y con el borde de la toalla que llevaba atada a la cintura me secaba el pelo mojado. Me preguntaron qué me habían regalado y todo eso. Raquel me dio un pisotón que me quitó las ganas de contarlo. Seguimos unos momentos hablando de las típicas trivialidades. Me cantaron el “cumpleaños feliz” y después de las típicas preguntas de “bueno, todos bien ¿no?” nos despedimos de ellos tirándonos besos y diciendo adiós a la cámara con la mano.
Teníamos un aspecto curioso. Las chicas con una toalla atada a la cabeza. Toñi con un albornoz y Raquel y yo con una toalla de baño alrededor del cuerpo, ella por el escote y yo por la cintura. No sé qué pensaron mis cuñados, pero… allá ellos.
Teníamos un aspecto curioso. Las chicas con una toalla atada a la cabeza. Toñi con un albornoz y Raquel y yo con una toalla de baño alrededor del cuerpo, ella por el escote y yo por la cintura. No sé qué pensaron mis cuñados, pero… allá ellos.
En ese momento me llegó un whatsapp, era de Ama. “Dentro de cinco minutos asegúrate de estar solo porque te voy a hacer una videollamada”. Era su estilo. Siempre dando órdenes. Puse el teléfono en silencio. Cuando llamó colgué. Volvió a llamar y volví a colgar. “¿Qué pasa?”, preguntó por whatsapp. No le cabía en la cabeza que me llamase después de una clara insinuación sexual y yo colgase. “No lo has pedido bien”, respondí. “¡Joder contigo! ¿Puedes contestar mi videollamada?... por favor”. Le respondí que de acuerdo y cuando llamó contesté y les dije a las chicas que me iba a vestir.
- ¿A que estabais follando? -preguntó Ama tan directa como siempre.
- ¿Por qué lo dices? -dije aparentando sorpresa.
- ¡Joder! No cogéis ningún teléfono y luego aparecéis los tres recién duchados… ¿te lo montas con las dos? Te veo capaz.
- Si te lo contase no te lo creerías. Esto del confinamiento te deja muchas horas que llenar.
- Prueba a contarlo, igual hasta me sorprendes -me retó mi cuñada.
Bueno, le hablé de cómo en la primera semana habíamos empezado por contar relatos eróticos, como en el Decamerón, y eso nos había proporcionado una excusa para abrir un paréntesis moral en nuestras vidas, que había avanzado poco a poco hasta culminar con el regalo que me acababan de hacer.
A Amanda le pareció súper ingenioso y divertido lo de la adivinanza. Se sorprendió muchísimo del atrevimiento de Raquel, a la que tenía por bastante remilgada y pudorosa en temas de sexo. Viendo su cara de sorpresa por un momento fantaseé con la posibilidad de hacer algo con las dos. Esperaría a ver cómo salía lo de Piluca y si iba bien igual organizaba algo junto con Ama.
“Mira qué llevo puesto”, dijo mi cuñada y como si me hubiese leído el pensamiento se levantó hasta la cintura el vestido que llevaba. Por el borde de la pernera de unas pequeñas bragas blancas sobresalía un cordoncillo que reconocí enseguida. Era el de las bolas chinas que le regalé, de las que habíamos hablado hace un momento.
“Las uso mucho. Me ponen muy caliente así que estos días me has provocado muchas pajas, que lo sepas. Y hoy sólo tenía la idea de felicitarte con ellas puestas, pero claro, el señorito ya se estaba follando a sus chicas”, me dijo empleando el tono de quien no está acostumbrado a que las cosas le salgan mal.
“Mis chicas han aprendido mucho en este confinamiento”, le dije y decidí aumentar el calentón que llevaba mi cuñada haciendo un repaso por los momentos más jugosos de nuestra cuarentena. Los primeros juegos de los tres, las pruebas de cámara, las emisiones en Amateur con sus satisfyer, los juegos en la ducha, la sesión BDSM con Lorenzo…
- ¡Joder! Y yo que pensaba que tanto tiempo fuera de casa, con tu mujer y tu hermana, ibas a estar muerto de aburrimiento y más salido que un mandril…
- Mi querida cuñadita, ya sabes que “más salido que un mandril” es mi estado habitual. Y aburrirme… no suelo aburrirme nunca.
Una de las cosas que más disfruto es excitar a la gente. Se me da bastante bien y ahora a Ama la tenía a mil. Estaba en su habitación se había sentado en una butaca alzando los pies para ponerlos encima de la cama. Acercó algo, creo que la almohada y colocó el móvil apoyado en ella, enfocando directamente su entrepierna. A medida que iba progresando en mi cronología del confinamiento ella se fue acariciando el coño con una mano mientras que con la otra se pellizcaba las tetas.
Sin quitarse las bragas se metió la mano por la cinturilla y veía cómo los dedos jugaban bajo la fina tela. Al principio tenía los ojos abiertos atenta a la historia y a veces preguntaba algo. Luego los cerró y sin dejar de estar pendiente de mi historia, sólo sus jadeos me indicaban lo mucho que la estaba excitando.
Su mano a veces se introducía en la vulva y hacía chocar las bolas, entonces un curioso sonido, un golpeteo hueco y húmedo, acompañaba a sus gemidos. Echaba la cabeza hacia atrás mientras jadeaba con la boca abierta. De vez en cuando introducía en ella los dedos saboreando su propia intimidad. Me fijé que las yemas de los dedos se le habían arrugado, eso le debería proporcionar más placer al acariciarse el clítoris.
En un momento se puso de pie y con un movimiento rápido se quitó las bragas. Luego se volvió a sentar llevándose la prenda a la cara. Aspiró su olor y la extendió para que la viese. Lo que había tomado por braga era un breve tanga. Confusión admisible porque no la había visto por detrás.
Después se frotó fuertemente la prenda en la entrepierna, estimulándose el clítoris con ella. Empezó a temblar en la butaca y se corrió cuando le estaba contando cómo jugábamos desnudos al twister sex y aprovechábamos las forzadas posturas para lamernos los genitales unos a otros.
Pensé que lo de masturbarse con el tanga era un detalle morboso para adornar la puesta en escena, pero no, resultó ser algo bastante práctico. Correrse con las bolas chinas le estimulaba notablemente la producción de fluidos vaginales. De no ser por lo que había empapado el tanga habría puesto perdida la butaca.
- ¿Te has corrido también? -me preguntó después de un momento.
- No. Estaba extasiado contemplando el magnífico regalo que me has hecho. Este cumpleaños no lo voy a olvidar nunca.
- Este no ha sido tu regalo. Eso viene ahora ¿estás preparado?
Sin esperar mi respuesta se arrodilló en la butaca mostrándome una magnífica perspectiva de su culo redondeado. Entre las piernas resaltaban los brillantes labios de la vulva, quizás un poco más abultados de lo normal por las bolas que escondían… y por el intenso frotamiento al que habían sido sometidos.
La polla se me levantó alzando la toalla que me cubría. Me la quité y empecé a masturbarme lentamente. A pesar de la follada en el culo que le había pegado a mi mujer, el morbo de mi cuñada me estaba poniendo a mil y me parecía imposible no correrme mirando aquello.
Amanda se abrió las nalgas y se metió un dedo en el ano. En la mano todavía llevaba el empapado tanga. Se lo acercó al esfínter y lo apretó con el dedo que acababa de salir de él. Ante mi mirada atónita se fue metiendo la tela en el culo, muy lentamente, enseñándome cada vez lo que quedaba fuera. Con unos movimientos casi todo el tanga quedó dentro del ano, sólo sobresalía un fino lazo, probablemente uno de los cordoncillos laterales.
De rodillas con las piernas abiertas sobre la butaca, Ama se frotaba el clítoris. De la vagina sobresalía el cordón que sujetaba las bolas y del ano colgaba la tira del tanga. Quizás soy muy básico pero verla así me puso a tope. Me iba a correr allí mismo y no tenía papel higiénico ni nada con lo que limpiarme. En una silla había un montón de ropa recogida del tendedero y pendiente de plegar. Miré a ver si había algún paño o algo que pudiese aprovechar. De repente las vi. Unas bragas de mi mujer. Nada sexy, unas grandes, rosas que empleaba para estar por casa. Las cogí y me rodeé la polla con ellas.
El tacto suave incrementó mi excitación. Las apreté contra mi carne dura y me froté con ellas mirando cómo mi cuñada estiraba el cordón de las bolas chinas sacándolas de una en una. La vagina le hacía “pop” cada vez que salía una, coincidiendo con un gemido suyo. Cuando tuvo las tres fuera las lamió saboreándolas y luego las dejó a un lado. Por último estiró de la tira del tanga que fue saliendo casi con dificultad recordándome a los prestidigitadores que se sacan pañuelos de sitios insospechados. Me corrí resoplando para no gemir y que no me oyesen desde el salón. Amanda se dio cuenta y se giró mirándome con expresión satisfecha.
- Este era tu regalo ¿te ha gustado? -me preguntó. Sólo pude responder con un gesto que estoy seguro que entendió. ¡Joder! Y pensar que hay gente que se queja por sus cumpleaños confinados…
Cuando me despedí empecé a ordenar la habitación y me di cuenta que lo de las bragas rosas se podían convertir en un problema. Me vestí y fui a nuestro baño. Las lavé y estrujé para escurrir el agua. Las colgué de la ducha y estuve un rato por ahí pendiente de que Raquel no fuese a entrar. Al cabo de un rato las di un golpe de secador y las metí en medio del cesto de la ropa sucia. Esperaba que mi mujer no las echase de menos.
Después de eso, el resto de la semana transcurrió bastante apaciblemente en lo que al sexo se refiere. Raquel y yo follábamos normalmente por la noche o a la hora de la siesta, pero eran coitos tranquilos y placenteros, bastante tiernos, haciendo la cucharita o el misionero. No nos movíamos mucho y nos solíamos quedar dormidos después del orgasmo. A Toñi creo que le pasaba lo mismo. En silencio de la noche alguna vez creí oír el zumbido del satisfyer o algún otro juguete, acompañado de leves jadeos.
El domingo por la tarde estábamos viendo una peli en el salón. Sonó el móvil de Raquel. “Es Piluca”, nos informó y salió para hablar con ella. La oímos reír, pero sin saber de qué hablaba. Al cabo de un rato sí la escuché comentar “Mujer, claro que me parece bien, además estoy segura de que le va a encantar”. Se acercó hacia mí y puso el teléfono en la mesita de manera que lo viésemos todos. Estaba iniciada una videollamada y en la pantalla se veía un culo abierto a cuatro patas, en la posición del mahometano, con una vela encendida saliendo del ano.
“Piluca se ha enterado de tu cumple y te quiere felicitar, aunque sea con retaso”. En cuanto empezó a cantar el cumpleaños feliz con una voz como de ultratumba porque estaba mirando “pa Cuenca”, las chicas se unieron e incluso yo hice coro dando palmas y soplando a la pantalla como si pudiese apagar la vela. Al final me sequé las lágrimas de la risa y me deshice en besos dando las gracias a Toñi y a Raquel.
- Muchas gracias Piluca, me ha encantado -dije a la pantalla.
- ¿De verdad? No sabía si Raquel me estaba gastando una broma para que apareciese con una vela en el culo haciendo el ridículo.
- Aunque hubiese sido así me habría encantado igual. Tienes un culo precioso. Mira cómo me has puesto -dije poniéndome de pie y señalando la “tienda de campaña” que la polla tiesa formaba con el pantalón del chandal.
- Hummmm, no tiene mala pinta ¿pero me vas a dejar así? -dijo Piluca con cierto aire de reproche.
- Aahhhh, quieres ver más ¿eh pillina? -preguntó Raquel acariciándome la entrepierna provocativamente por encima del pantalón.
- Pues claro y además me estaba preguntando si a Alberto además de gustarle disfrutar de nuestros culos también le gusta disfrutar del suyo -dijo Piluca.
- ¿Quieres decir si me gusta que me follen el culo? Pues he de decirte que hace tiempo una amiga trans que lo hizo, me dijo que se veía yo no había nacido para “maricón”.
- Muy borde tu amiga -dijo Piluca.
- No, no. Tiene muchísimo sentido del humor. Ahí se estaba riendo de ella misma -aclaré.
- ¿Y qué pasa? ¿Qué tu amiga tenía muy gorda la polla? -preguntó Piluca.
- Pues… bastante -respondí.
- Bueno, pues estás de suerte, ahora no te va a follar el culo ninguna polla, pero… ¿qué me dices de un masaje prostático? -insistió ella.
- Hummmm podría estar bien -admití pensativo.
- ¿Os apetece chicas? -preguntó Piluca.
- No sé, no lo he hecho nunca -dijo Raquel.
- Yo tampoco -añadió Toñi.
- No somos mucho de jugar con el culo -aclaró Raquel.
- No erais mucho de jugar con el culo -corrigió Piluca en tono burlón-. Veréis, los tíos tienen su “punto g” en el recto, es lo que algunos llaman “punto p”. Si metéis un poco el dedo en el ano y apretáis con yema hacia la base de la polla notaréis la próstata bajo la piel, es como una canica. Sólo tenéis que acariciarla con suavidad y Alberto no tardará en correrse.
Bueno, la teoría la conocían pero por pudor o prejuicios nunca lo habían probado, aunque como decía Piluca, eso ahora había cambiado. Me desnudé y me puse a cuatro patas con el culo en pompa. Toñi trajo del baño una botella de aceite corporal que me echaron por el ano al mismo tiempo que ellas se mojaban las manos. Raquel metió el dedo índice hasta el fondo. Se pasó, la próstata está más cerca del esfínter. Fue palpando la pared hasta que la encontró. Efectivamente admitió que era como tocar una bolita que estaba escondida debajo de la piel.
Sacó la mano y Toñi probó a localizarla. Fue apretando desde el principio y la encontró enseguida. La palpó la fue acariciando. Las dos se sorprendieron de ver mi polla completamente tiesa y cabeceando sola. “¿Te da gusto?” me preguntaron “mucho” respondí jadeando.
Toñi se desnudó y se metió debajo de mí hasta que sentí mi capullo rozar con su nariz y luego con la lengua lo llevó hasta sus labios, que lo rodearon lamiendo la sensible piel del glande con suavidad. Su coño me quedó justo delante de mi cara. El clítoris estaba duro y abultado. Lo sorbí estimulándolo con la punta de la lengua y ella arqueó su cuerpo para apretarlo contra mi cara.
Raquel volvió a introducirme el dedo en el ano y empezó a acariciarme la próstata con suavidad, con movimientos circulares y apretando un poco de vez en cuando. Entre eso y los labios de Toñi en el glande, estuve a punto de correrme en un instante.
Piluca debería estar siguiendo todos nuestros movimientos por la pantalla. Oía también sus jadeos. Ver cómo habíamos puesto en práctica su idea la excitó muchísimo. Escuchaba los chapoteos de su coño cuando lo frotaba. No me extrañaría que se corriese antes que yo.
El ritmo de mi respiración se agitó profundamente y de ello se estaba sirviendo a Raquel para adaptar el ritmo de sus caricias, cada vez más rápidas y más intensas. Toñi también se dio cuenta y sin tocarme la polla, sólo con sus labios alrededor de mi glande, sorbía con fuerza.
Sentí cómo los calambres irradiaban todo mi cuerpo desde la parte interna del perineo. Como una ola que me recorriese, noté cómo se me iba poniendo la piel de gallina y la polla empezó a bombear el semen en la boca de Toñi. Ella lo bebió con gusto, paladeando hasta la última gota. Como siempre agradecí su gesto. A mi hermana no le gusta mucho tragar el semen pero le da bastante morbo hacerlo, tanto más cuanto la situación es más peculiar y en esta ocasión lo era.
Mientras me corría noté cómo la frente se me llenaba de gotitas de sudor. Raquel me acariciaba la espalda, bajando por la columna rozando las yemas de sus dedos. Por el altavoz del móvil se seguía oyendo un chapoteo en el coño de Piluca. Para todos estaba siendo un momento especial.
Lo continuamos charlando en el sofá, los cuatro desnudos, hablando de lo que acabábamos de hacer con la misma naturalidad del que habla de una película, pero esta vez los actores éramos nosotros.
Conecté el móvil a la tele para verlo mejor y Toñi trajo los “satis” de las dos. Ellas no se habían corrido así que se masturbaban mientras hablábamos, como si fuese lo más natural del mundo. Incluso Piluca nos hablaba con las piernas abiertas, acariciándose el clítoris en una paja que parecía no tener fin.
En ese ambiente desenfadado Raquel admitió que lo del sexo anal no le había desagradado en absoluto y que incluso era algo a lo que se podría acostumbrar. Por mi parte confesé que me encantaba follar culos pero que me lo hiciesen a mí no me gustaba tanto, aunque disfrutaba mucho de que jugasen en mi ano con los dedos mientras follaba o me comían la polla. Fue entonces cuando caí que era la primera vez que me corría únicamente por los efectos de un masaje en la próstata.
FIN
Continúa en: Sexo en tiempos de coronavirus. Sexta semana
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