miércoles, 17 de abril de 2019

Aprendiendo a ser amo

Viene de “Y me convertí en amo”.



Después de la euforia inicial me di cuenta de que ser amo es bastante complicado. Tienes una persona que confía absolutamente en ti y es un deber moral no traicionar esa confianza. Para ello tienes que demostrar que tus decisiones son siempre las adecuadas, por lo cual tienes que conocer perfectamente los límites de tu sumisa y moverte en esa zona para ir agrandando esos límites sin romperlos. Haciendo uso de acciones perfectamente medidas y de intensidad creciente, lo que implica tener a mano una batería inagotable de recursos, no materiales sino mentales, para ir sorprendiendo a tu sumisa cada día con iniciativas nuevas. De lo contrario llega el tedio.
Con Alba las primeras sesiones fueron memorables. Le enseñé a ser sumisa y ella, sin saberlo, me enseñó a ser amo. Aprendemos de las personas con las que nos relacionamos y yo tuve gran suerte de que ella se fijase en mí.
El día que nos conocimos y tuvimos la primera sesión se creó un vínculo especial entre nosotros. Igual que a uno le marca su primera experiencia amorosa a ambos nos marcó intensamente nuestra primera relación BDSM. Fue la primera de verdad para ambos.
Los dos esperamos con expectación nuestro segundo encuentro. Nos comunicábamos por mail y quedamos una noche, dos días después.

- Buenas noches, amo.

Su rostro en pantalla daba una imagen mucho mejor que la primera vez. Estaba con la melena suelta y vestía un sujetador negro. Ambas cosas petición mía. Estaba seguro que el resto de mis peticiones también las había cumplido. Bragas negras y sujetador a juego, zapatos de tacón y una cuerda como único elemento que emplearíamos en esa sesión. Cuando haces BDSM virtual con alguien que empieza lo normal es que no tenga nada, ni juguetes, ni instrumental, ni nada. Por eso sólo le había pedido que tuviese una cuerda. Para el resto de sesiones iríamos echando mano de lo que tuviese en casa, aunque con un poco de imaginación… bastaría.

- Buenas noches Alba. Te queda muy bien el pelo suelto, cuando te encuentres conmigo siempre lo quiero así.
- Así será, amo.
- Ponte de pie para verte entera.

La ropa interior oscura quedaba quedaba muy bien sobre su piel blanca. Las bragas nuevamente transparentaban. La chica tenía buen gusto para elegir la lencería. Tendría que felicitarla también por esa estética.

- ¿Qué crees que estamos haciendo aquí, Alba?
- Me está educando como sumisa, amo.
- ¿Y eso qué implica?
- Me enseña a obedecer, a resistir el dolor.
- Eso es lo que parece. En realidad te enseño a confiar en mí. Cuando terminemos sabrás que todo lo que te pida está estudiado, medido y pensado para ti. Sabrás que, aunque te parezca imposible, todo lo que te pida lo podrás resistir. Y cuando entiendas eso disfrutarás de todo lo que hagamos, de cada reto que consigas superar. Y ese es el fin de todo esto, que aprendas a disfrutar de unas experiencias que no todos conocen ni se atreven a tener. Buscamos placer donde el resto de la gente sólo ve dolor.
- ¿Y qué le produce placer a un amo?
- ¿Tú qué crees?
- Al principio pensaba que era sadismo, pero veo que no.
- Claro que no, Alba. Un amo sádico sería peligroso. No digo que no haya casos en los que se junten un amo sádico y una sumisa masoquista, pero considero esas relaciones tóxicas, peligrosas. Para mí el verdadero placer de un amo proviene del control de su sumisa. De explorar su personalidad, sus límites y luego perfeccionarlos, expandirlos.
- Amo, pero lo que se ve en los foros no es eso.
- ¿Y eso ha podido influir en que me eligieses a mí?
- Tiene razón amo -respondió ella riéndose.
- Bueno, pues vamos a ver si hacemos algo. Quítate el sujetador. Así. Tienes unos pechos preciosos.
- Gracias, amo.
- Ahora las bragas. No. De frente. Así. Acércate a la cámara. ¿Eres rubia natural?
- No, amo. Morena, pero hace tiempo que me tiño el pelo porque me gusta más así.
- Bien, ya hablaremos de eso. El pelo rubio hace juego con tu piel clara, pero una melena negra sería un contraste estéticamente agradable.

Alba no se atrevió a decir nada, pero su expresión hablaba por ella: “eso ya lo he pasado y no me gusta”. La verdad es que no pretendía hacer ningún cambio drástico en su fisonomía, sólo quería que barajase la idea de que podía hacerlo.
Iniciamos la sesión propiamente dicha. Le indiqué cómo hacer un bondage con la cuerda de manera que sus pechos, sus nalgas y su vulva quedaban enmarcados con los cordones de una manera que visualmente resultaba muy agradable.
Lo ideal es que el amo coloque la cuerda a su sumisa, controlando la fuerza de los nudos, la presión de los cordones y el lugar por donde pasan. El indicar a distancia todos esos pasos y controlar por la cámara cómo se ejecutan es complicado. Confieso que era uno de mis dolores de cabeza. Al final tuve una imagen mental clara de lo que quería y visualicé paso por paso todas las instrucciones que tenía que dar para llevar mi idea a buen fin. Coge la cuerda por un extremo y átala al cuello dejando suficiente holgura. Pasa el cabo resultante alrededor del pecho izquierdo y dale dos vueltas. Sube hasta el cuello, rodéalo por detrás con la cuerda, baja hasta el pecho derecho y haz lo mismo. Y así seguimos anudando todo el cuerpo.
Era la primera vez que yo lo mandaba. Era la primera vez que ella lo hacía. Tardamos algo más de lo que yo esperaba pero el resultado final fue realmente bello. Aún conservo las grabaciones y las he revisado al mismo tiempo que repasaba mis notas para escribir esta historia. Cuanto más lo pienso más me sorprende que dos novatos llegásemos a hacer aquello sin otra ayuda que el deseo que exacerbaba la imaginación.
Completamente satisfecho decidí que era el momento de recompensar a mi sumisa.

- Ponte cómoda en el sillón y coloca un pie a cada lado del ordenador, igual que el otro día.

La visión del primer plano de su vulva apretada por las cuerdas me resultó muy excitante y sé que a ella también.

- Ahora quiero que pienses que tus dedos son los míos y te des placer. Piensa que no lo estás haciendo para ti, lo estás haciendo para mí. Quiero que procures que me excite mientras contemplo tu cara de placer, con tus dedos dentro de la vagina, acariciándote el clítoris y los pezones, sabiendo que lo estoy grabando todo. ¿Crees que podrás?.
- Sí amo, podré.
- Bien, pero tú no te corras hasta que yo lo diga.

En ese momento la cara de Alba, no era de excitación, era pura picardía, era un “te vas a enterar amo”. Ya he contado que me pareció evidente que Alba dominaba el sexo por webcam. Quizás hubiese debido pedirle “sorpréndeme” para que ella desplegase su iniciativa con total libertad, pero no me pareció adecuado para un amo presentarse tan permisivo con su sumisa, sobre todo en las primeras sesiones. Así que me contenté con imbuirle la idea morbosa de “acaríciate mientras te grabo” y ver qué pasaba.
Pasó que empezó a introducir los dedos en su vagina y yo veía cómo se mojaban y luego cómo los lamía para saborear su fluido. Con la otra mano se pellizcaba los pezones, ya de por sí erguidos por la presión de las cuerdas. Pero lo que más me excitó fue su mirada. Sus ojos marrones, pícaros, casi desafiantes, clavados en la cámara y por lo tanto en mí.
Recuerda que la imagen que transmitía mi cámara era una grabación en bucle de mi ojo. Por tanto mi intimidad de amo sí estaba a salvo. Tuve la tentación de desnudarme y empezar a tocarme. Lenta, tranquilamente, mientras observaba el espectáculo que se desarrollaba para mí. Pero no me pareció justo, así que seguí animando a mi sumisa, procurando motivarla, alabando sus gestos y la manera de acariciarse. Eso produjo una reacción de retroalimentación mayor que si hubiese demostrado mi excitación o si le hubiese dicho que me estaba masturbando mientras la miraba.
Cuando me pareció que su excitación estaba al máximo le dije que se podía correr ya. Su mano derecha daba la impresión que se iba a dislocar en su vulva. La izquierda no paraba de pellizcarse los pechos y los dientes mordían sus labios mientras el placer se reflejaba en su cara y en su cuerpo entero.
El chapoteo de su vagina rivalizaba con sus gemidos mientras chorros de flujo salpicaban desde su entrepierna. En ese momento una convulsión acompañada de un grito ahogado me indicó que Alba se había corrido.
Dejé que se recuperase.

- Parece que has disfrutado.
- Mmmm si, amo.
- Ha sido precioso. Voy a mirar cómo ha quedado la grabación y si está bien te la paso. Ahora vete quitándote la cuerda con cuidado.

No estaban muy apretada. Los nudos se soltaron fácilmente y sin que quedasen marcas. Mi intención parecía que se había cumplido, pero tanto frotamiento en la entrepierna hizo que las cuerdas irritasen los labios mayores de la vulva. Me preocupé, pero ella le restó importancia. Le dije que luego se pusiese alguna crema calmante.
Antes de despedirnos preparamos la sesión siguiente.

- ¿Tienes juguetes? ¿Vibradores? ¿Dildos…?
- No, amo.
- La próxima vez vamos a practicar la penetración anal ¿te gusta?
- No lo he hecho nunca, amo. Alguna vez he jugado con un dedo por curiosidad, pero nada más. No me dio placer.
- Eso es que no lo has hecho bien. Lo probarás conmigo. Mira por casa a ver qué tienes con forma de pene, tipo una funda de puros o algo así. Si no alguna zanahoria puede servir, mira de agenciarte algunas de distintos tamaños. Más finas y más gruesas y también preservativos para meter las zanahorias.

Así nos despedimos. Yo eufórico y convencido de que ella estaba muy satisfecha de nuestra relación.
Pero había varias cosas que me preocupaban. La principal la irritación producida por la cuerda. En una relación real me habría dado cuenta antes de que ocurriese. Probablemente le hubiese masturbado yo y habría percibido el roce de la cuerda. Y de haberse producido hubiese contribuido a ponerle remedio. Pero en la distancia poco podía hacer.
Otra cosa que me rondaba por la cabeza estaba precisamente relacionada con eso. Se trataba de mi formación como amo. Había pensado mucho. Qué hacer y cómo hacerlo. Conseguir una experiencia virtual motivadora y segura. Parece que lo primero lo estaba consiguiendo, pero quizás mis ideas no eran tan seguras como pensaba.
En mi formación como amo me había informado de muchos aspectos y tenía como referente al mítico Master Costello, pero quizás me faltaba experiencia real a la hora de llevar a cabo mi actividad virtual.
La última cosa que me preocupaba era una cuestión deontológica. Como ya he explicado me introduje en este mundo de una manera muy poco corriente, haciendo un estudio psicológico sobre la influencia de los medios virtuales en la conducta. ¿Cómo me sitúa eso ahora? ¿Me convierto en objeto de mi estudio? ¿Cómo afectan mis experiencias de amo virtual a mi conducta real? ¿Actúo igual en el entorno virtual igual que en el real? Después de ser amo virtual ¿tiene eso influencia en mi vida sexual real?
Todo eso me preocupaba, pero no estaba dispuesto a renunciar al mundo que estaba descubriendo.


FIN

Continúa en "Una sumisa en apuros"

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