domingo, 18 de agosto de 2019

El sexo de Carla


Madrid, mayo de 2008

La conferencia “BDSM, dominación y sumisión en tiempos del feminismo” había estado muy bien, bueno, mejor de lo que esperaba. Por lo menos no había sido panfletaria, ni había caído en los habituales tópicos rayanos con el abuso sexual. Además, el análisis de las personalidades dominantes y sumisas fue muy interesante.

Cuando terminó me acerqué a felicitar a los ponentes y coincidí con algunas personas que conocía, pero eché en falta a una amiga de Facebook que dijo que asistiría y no lo hizo. Mientras la buscaba con la vista reparé en una mujer que me miraba insistentemente. Su cara me sonaba pero no la ubicaba. Nos cruzamos las miradas y tuve la sensación de que ella sí me conocía. Se me acercó sonriendo.

- No me reconoces ¿verdad?

¡Joder! ¿Quién era? Me sonaba un montón. Tendría mi edad. Muy guapa. Con el pelo castaño, igual que los ojos. Tenía clase, vestía de forma discreta pero no podías evitar fijarte en ella, aunque quizás ayudaba el hecho de que era bastante alta, debería medir 1,80. Las mujeres altas me llamaban mucho la atención. ¿Dónde la había conocido? ¿Cómo no me acordaba de ella?

Viendo mi perplejidad me dio una pista: “Un día me dijiste que si tuviese tetas te casarías conmigo”. No pude evitar mirarle las tetas. Tenía un pecho abundante sin ser exagerado. ¿Sería alguna de esas niñitas a las que miraba el culo cuando éramos pequeños? Había alguna que se puso un poco posesiva, pero no me acuerdo habérmelas quitado de encima diciendo que cuando les creciesen las tetas ya hablaríamos. Recuerdo por contra que lo de las tetas se lo decía a Carlos, un amigo de la facultad. Un tío genial, me llevaba fenomenal con él, tanto que de vez en cuando le decía “si tuvieses tetas me casaría contigo”. Pero… Espera…

- No puede ser… ¿Carlos?
- Ahora Carla -me contestó riendo- Sabía que te acordarías -dijo mientras me abrazaba y me daba dos besos. Sentí la presión de sus pechos sin poder salir de mi asombro.

Dicen que cuando mueres ves toda tu vida en un instante, en lo que duró ese abrazo reviví los años que pasé con Carlos en la Facultad de Psicología. Coincidimos una vez en una clase y desde entonces nos hicimos inseparables. Estaba siempre rodeado de tías. Era un ligón, primero porque era muy guapo y segundo porque tenía la habilidad de encontrar la palabra adecuada para halagar a una tía en cada momento. Esa es una cualidad suya que siempre he envidiado. Para que me entendáis, si Carlos escribiese un blog con sus historias el argumento sería algo parecido a conozco chica, la fascino en cinco minutos, me la llevo a la cama, iniciamos una relación basada en el sexo y al final nos acabamos conociendo, es decir, justo al contrario de lo que hacía yo.

No pude evitar recordar también cuando hacíamos deporte o íbamos a la piscina. En los vestuarios nos vimos desnudos muchas veces. Tenía un cuerpo atlético, lampiño. Entonces no había caído pero tenía un culo casi femenino, aunque eso sí, estaba muy bien dotado.

Habíamos estado juntos un par de cursos, luego dejó los estudios por temas personales. Perdimos el contacto y ahora que nos volvíamos a encontrar… tenía delante de mí a una mujer despampanante, que sabía que andaba por la cincuentena pero que aparentaba diez años menos y era sexualmente muy apetecible. En definitiva, que yo no entendía nada.

- Pero… pero… ¿qué ha pasado? -pregunté absolutamente atónito.
- Uffff una historia muy complicada -me dijo riendo-, pero afortunadamente todo salió bien.
- Pero… ¿cómo? No es un disfraz ¿no? Te has cambiado de sexo de verdad…
- Sí, sí, me costó, pero al final di el paso definitivo.
- Pero si tú eras un ligón…
- Pero, pero, pero… te he dejado impactado ¿eh Alberto?
- Joder, ya te digo, si hasta te ha cambiado la voz y… estás buenísima.
- Gracias -dijo Carla riéndose-. Hay sistemas de cambiar de voz, de aspecto y… de cambiar para ser tú misma.
- Entonces… Carlos… 
- Carlos era yo mismo, pero sólo una parte. Disfruté mucho en la universidad. Ya sabes que ligué con muchas chicas pero, por ejemplo, tú siempre me gustaste y nunca te dije nada, en cambio como Carla ahora sí te lo digo.
- Joder… ahora pienso que cuando te decía lo de las tetas…
- ¿Que si me molestaba? Qué va, para nada. Sabía que me lo decías porque me apreciabas, pero recuerdo que en aquella época sólo tenías ojos para la rubia aquella… ¿cómo se llamaba?
- Esther, tienes buena memoria.
- Cómo para no acordarse, con lo fuerte que te dio. Anda que no te costó ligártela.
- Oye… pero lo de que yo te gustaba… ¿es en serio?
- Y tan en serio, como que he venido aquí para decírtelo.
- Joder, entonces no me enteré de nada y ahora me temo que tampoco. Perdona pero todavía estoy un poco bloqueado ¿Cómo sabías que iba a venir aquí?
- Jajajaja, sí que te he impactado. Pues hace tiempo te localicé en Facebook y te solicité amistad pero no me contestaste. Desde entonces te sigo y así me enteré que asistirías a esta conferencia, un rollo por cierto pero ha merecido la pena por poder hablarte por fin.
- ¿Y qué me quieres decir?
- Uffff, pues lo que ya te he dicho. Por una parte que aunque he cambiado de sexo soy yo y me gustaría que me aceptases así. Por otra que siempre me gustaste aunque sabía que no tenía ninguna oportunidad. Ha pasado mucho tiempo, me gustaría reanudar el contacto, ver si nos llevamos tan bien como antes y… ¿quién sabe? Igual ahora sí tengo más oportunidades.

Sí que estaba bloqueado, afortunadamente él… bueno ella, me conocía muy bien. Nos tomamos unas cervezas, nos intercambiamos los teléfonos y quedamos en llamarnos. Cuando llegué a casa abrí el Facebook y miré las solicitudes de amistad. Allí estaba. Carla. Muy atractiva en la foto de perfil. Había además algunas fotos personales, comentarios de noticias y de los post de otros, pero nada que indicase su condición sexual, que fuese transexual me refiero. Lo único que ponía es que estaba “en una relación”.  No había aceptado su solicitud, nunca lo hago cuando no conozco a la persona, pero entonces sí lo hice y me propuse llamarla al día siguiente.