Sevilla, septiembre 2008
Carlos es un amigo que conocí en el videochat de Amateur. Yo estaba promocionando mi página y a él le picó la curiosidad… y otras cosas.
Una de sus fantasías es hacer un trío con Espe, Esperanza, su mujer, y otro tío. Ella no parecía descartar del todo la idea, pero no se decidía a dar el paso y lanzarse, así que no sólo me ofrecí para ser el tercero en ese trío sino que además le propuse unas cuantas ideas para convencerla.
Una de sus fantasías es hacer un trío con Espe, Esperanza, su mujer, y otro tío. Ella no parecía descartar del todo la idea, pero no se decidía a dar el paso y lanzarse, así que no sólo me ofrecí para ser el tercero en ese trío sino que además le propuse unas cuantas ideas para convencerla.
Para ello tiré de hemeroteca y le comenté algunas de las situaciones que había vivido anteriormente y que tenía relatadas en mi página. A él estas historias le gustaron mucho, me dijo que le parecían muy elaboradas y me pasó el borrador de una experiencia propia en la que había cumplido otra de sus fantasías, que una mujer le humillase.
La historia es super morbosa y me ofrecí a adaptarla al estilo de mi blog. Al final, después de varias consultas y modificaciones, Carlos se quedó satisfecho con el resultado y es lo que vas a leer ahora.
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El nombramiento de su nueva jefa le pilló por sorpresa, más que nada porque todo el mundo daba por sentado que el cargo se lo había ganado él, pero de manera inesperada la empresa anunció la designación de Carmen, una persona vinculada a la dirección, en una maniobra por la cual pretendía incrementar su control.
Carlos se sintió defraudado, para él fue una humillación, sobre todo cara a sus compañeros, que prácticamente estaban montando una fiesta para celebrarlo. Pero quizás lo que más le sorprendió es que esa humillación le dejaba un regusto placentero, incluso se llegaba a excitar pensando en que alguna vez su nueva jefa le pudiese echar una bronca menospreciándole.
A veces te dicen que tienes que tener cuidado con lo que deseas porque lo puedes llegar a conseguir y eso es precisamente lo que le pasó. Carmen, sabiendo que Carlos era la persona a la que todos querían como jefe, se dedicó desde el principio a descalificarle, criticando abiertamente todas sus iniciativas, llegando incluso a reírse en público de sus propuestas. Cualquier cosa para machacar a un posible rival antes de que pudiese amenazar su liderazgo.
Curiosamente ese acoso laboral cada vez excitaba más a Carlos, que llegó hasta el punto de cometer errores a propósito sólo para que su jefa montase en cólera y le echase una buena reprimenda. Una vez se excitó tanto que el bulto del pene erecto era totalmente visible bajo el pantalón. Primero se intentó tapar con una carpeta, pero luego la propia excitación le pudo y dejó los brazos colgando a los costados en una actitud sumisa. Carmen se fijó casi al instante en su entrepierna. Pareció sorprenderse pues su voz se trabó un momento, pero enseguida recobró un tono autoritario y más decidido aún, si ello era posible. Eso excitó tanto a Carlos que temió correrse allí mismo en una experiencia que le recordaba a sus mejores sueños húmedos.
Cuando terminó la bronca de su jefa se fue directo a los servicios con las carpetas y toda la documentación que llevaba. No le daba tiempo a pararse y dejarlo en su mesa. Se desabrochó como pudo el cinturón y se bajó la cremallera con tanto ímpetu que se le trabó y por poco la rompe del tirón que le dio.
Apenas se rozó el pene con la mano, un chorro de semen salió disparado hacia la tapa del inodoro y al intentar limpiar el estropicio lo único que consiguió fue pringar de sí mismo varios de los documentos que llevaba. La idea de emplearlos cuando volviese a despachar con Carmen le provocó de nuevo otra erección y así estuvo el resto de la jornada, hasta que se volvió a encontrar con su mujer en casa. No dejó ni que Espe se quitase la ropa de la calle. Prácticamente se la arrancó él. Casi le desgarró las bragas, la puso a cuatro patas y con las manos le abrió las nalgas. Introdujo con fuerza la polla en su vagina e inmediatamente se sintió recompensado por el recibimiento mojado y ardiente del sexo de su mujer. Él normalmente era más cariñoso para follar, pero la activación animal de la que había hecho gala en esta ocasión también había surtido efecto en la excitación de Espe. Carlos se acabó corriendo sin esperarla, clavando las uñas mientras le sujetaba las caderas y con enérgicas embestidas golpeaba con la barriga las nalgas de su sorprendida esposa.