lunes, 30 de agosto de 2021

¿Me quieres ver el culo?

 Madrid, junio de 2013



- Hola ¿me quieres ver el culo?


Ni que decir tiene que me dio un vuelco el corazón cuando aquella tarde, esa señora que se sentó a mi lado en el banco de mi antigua calle me hizo esa pregunta. Rondaría los cincuenta años, como yo, aunque su aspecto regordete la hacía parecer más joven. Su mirada sonriente, fija en mis ojos mientras esperaba mi respuesta, me indicó que no era una buscona. Es más, en su expresión había algo familiar, como si la conociese, aunque no podía recordar de qué.

Literalmente hacía años que no volvía por mi barrio, por las calles en las que pasé mi infancia. Me sorprendió ver cómo había cambiado todo. Tenía poco que ver con lo que yo recordaba, así que la curiosidad me llevó justo hasta el portal del edificio en el que vivía. Me senté en un banco que siempre había estado allí, pero que ahora no era el mismo en el que yo me había sentado tantas veces.

Inevitablemente me quedé mirando las ventanas del bajo en el que vivía Julita y mis recuerdos volaron a la cama en la que retozamos por primera vez. Fue una sensación agridulce y en ese momento supe por qué no había vuelto por allí en tantos años.

La verdad es que mi despertar sexual, desde la infancia hasta la preadolescencia, fue bastante… variado y no sé si ello fue así porque siempre fui un salido o si siempre fui un salido porque tuve la inmensa suerte de tener un despertar sexual tan variado.

En aquel banco, bueno, en el que había entonces, me sentaba de niño a mirar las bragas de las chicas que saltaban a la comba o a las gomas mientras los otros niños jugaban al fútbol. Ellas no sólo se acostumbraron a mis miradas sino que llegué a estar convencido de que modificaron su juego para convertirlo en una especie de competición para ver a cuál se la veían más las bragas en sus saltos.

Si eso os parece extraño os diré que gracias a mis obsesiones sexuales conseguí introducir innumerables juegos eróticos en los que llegamos a participar niños y niñas y que, precisamente por ello, adquirí bastante popularidad entre mis amiguitos, algo que en principio parecía improbable, sobre todo teniendo en cuenta que yo no destacaba ni en deportes ni en otras actividades de acción con las que los gallitos pretendían impresionar a las chicas, pero en cambio con mi imaginación calenturienta había conseguido que buena parte de la chiquiillería estuviese pendiente de mis ocurrencias morbosas.


- Ya sabes que siempre estoy dispuesto a ver el culo de una chica guapa -respondí mientras ordenaba mis pensamientos e intentaba situar en aquellos años a la señora que me acababa de preguntar lo mismo que de vez en cuando me preguntaban algunas chicas entonces.

- ¡Uy! Esa faceta lisonjera es nueva -me dijo ella riendo-. No tienes ni idea de quién soy ¿verdad?

- Pues verás, esto que ves y que te puede parecer cara de tonto en realidad es mi cara de pensar. Estoy barajando varias opciones pero tengo dudas. Quizás tendría más pistas para reconocerte si me enseñases el culo… como tú misma te has ofrecido.

- Tío, me asombras. No te recordaba tan directo. A ver si la que se está confundiendo soy yo.

- ¿Entonces lo del culo iba de farol? -pregunté aparentando decepción.

- Pues la verdad es que si te enseñase el culo me reconocerías enseguida -me dijo mirándome con expresión divertida. Mi mente empezó a barruntar a toda prisa hasta que al final me acordé de un detalle.

- ¿Elvirita? -pregunté tan sorprendido como incrédulo después de haberlo pensado un buen rato.

- ¡¡¡Síiiii!!! Bueno, ya nadie me llama Elvirita, pero a ti te dejo… si tú me dejas que te llame Tito -respondió ella dándome dos besos con una amplia sonrisa.


Elvirita, no me lo podía creer. La recordaba como una niña larguilucha, flaca y de aspecto desgarbado. Sin embargo ahora se había convertido en una atractiva mujer madura, más bien rellenita, de abundante pecho y unas curvas difíciles de presagiar en la época que la conocí.

Durante el tiempo que vivió en el edificio no la hice el caso que se merecía, luego, cuando su familia se mudó de casa me di cuenta de cuánto la echaba de menos. Era la chica que mejor me entendía y creo que la única que me aceptó con mis manías, tal cual. Pasábamos mucho tiempo hablando y frecuentemente tuvo que soportar mis lamentos porque alguna de nuestras amiguitas no quería participar en mis juegos. Nunca pensé que hablar de esos temas con ella era algo que la podía doler. Nunca dio muestras de ello y cuando me veía preocupado y quería animarme me preguntaba “¿me quieres ver el culo?” Y eso siempre me alegraba el momento.

La verdad es que no era la única chica del barrio que de me lo decía, pero sí era la única que lo hacía por mí y no por iniciar el juego sexual que a ellas les apetecía. De ahí mi duda para identificar ahora a la autora del ofrecimiento. Aunque por mucho que hubiese cambiado de cara y, sobre todo, de cuerpo, el culo de Elvirita era perfectamente reconocible. En la nalga izquierda tenía una marca de nacimiento, un antojo en forma de fresa perfectamente reconocible y que de repente sentí unas irresistibles ganas de volver a ver. Luego, como siempre me pasaba con ella, lamenté haberla reconocido por el antojo y no por su agudo sentido del humor.


- ¡Joder cómo has cambiado! Pero sigues siendo igual de ingeniosa, cómo me has liado.

- Ya, estás pensando cómo aquella chica delgada se ha convertido en la gorda esta ¿no?

- Pues no, precisamente estaba pensando lo contrario, cómo aquella chica flacucha se ha convertido en el bombonazo este.

- Ya, ya, ahora te parezco un bombonazo… 

- Siempre me lo has parecido, por tu manera de ser, por tu manera de tratarme… Eras de las pocas a las que podía considerar una amiga de verdad. Me encantaba hablar contigo.

- Sí, hablábamos mucho, casi siempre de otras.

- Ya, la verdad es que tuviste mucha paciencia conmigo.

- Me caías bien y por eso te daba lo que creía que necesitabas, fuese conversación o fuese el culo.

- Mmmmm, el culo… ¿cómo lo hacemos?

- Cielo, lo del culo lo dije para llamar tu atención. Ahora las cosas han cambiado. Estoy casada.

- Ya, y yo también.

- Tú también has cambiado.

- Ya, pero ¿por qué lo dices?

- El Albertito que recordaba no se hubiese contentado con una negativa.

- No lo he hecho, sólo pensaba lo irónico que resultaba que de pequeño hablaba contigo sobre cómo desnudar a otras y ahora lo haré sobre cómo desnudarte a ti. El caso es que siempre me ayudas a resolver mis problemas sexuales.

- Eso ya me suena más -me dijo riendo-. “Te voy a ver el culo, que lo sepas, tú sólo tienes que decirme cómo.” Esa es la idea ¿no?

- Otra de las cosas que encantaba de ti es que parecía que me leías el pensamiento.

- Ya te vale “Tito”, ahora me tienes pensando que me pillas sin depilar y con las bragas más cutres que tengo.

- ¡Ah! ¿Al final lo del culo viene con propina?

- Anda, vamos -me dijo riendo mientras me agarraba la mano.

lunes, 23 de agosto de 2021

Que no me entere yo que ese culito pasa hambre

Viene de: “Incesto en la cala

Mallorca, mayo - julio de 2020


Cuando llegué de vuelta al barco Mónica y Pedro estaban nadando desnudos. Amarré la zodiac a la escalerilla, me quité el bañador y me uní a ellos. Fue un chapuzón muy refrescante. Estábamos fondeados sobre una extensión de arena fina, aunque al costado de una pradera de posidonia.

Subí al barco. Cogí las gafas de bucear y me volví a tirar para hacer snorkel. Sobre las algas había pequeños bancos de peces nadando y rebuscando comida entre ellas.

Me sumergí y pasé rozando con mi cuerpo sobre las puntas de la posidonia. Los peces no se asustaban por mi presencia, me ignoraban como si no me viesen y eso que bajé varias veces para meterme entre ellos.

En un momento vi una forma ahusada, negra que pasó velozmente por debajo de mí. La observé mientras se alejaba, era un cormorán, un corb marí como lo llaman aquí. Salió a unos metros de mí y siguió nadando como un pato. Cuando me volví a sumergir para seguir mirando los peces el cormorán volvió a pasarme rápidamente por abajo. No sé si estaba jugando conmigo o me estaba echando de su zona de pesca. No me había pasado nunca y no me ha vuelto a pasar desde entonces.

Dejé los pececitos y me fui nadando hacia la pareja preguntándome si el cormorán me seguiría. No fue así. Ver los cuerpos de los dos manteniéndose en vertical mientras charlaban moviendo ligeramente los brazos y las piernas para mantener el equilibrio, me hizo rememorar la película “Tiburón” y se me antojó darles un mordisco.

El pene de Pedro estaba un poco disminuido por la temperatura del agua, pero tendía a flotar de forma graciosa. Apetecía darle un bocado pero no podía acercarme sin que me viese.

Las tetas de Mónica también flotaban y con el fresquito tenía los pezones erizados, pero pasaba lo mismo que con el pene de Pedro. No había opción al factor sorpresa.

Tendría que dar un mordisco en las nalgas de alguno y puestos a elegir, las de Mónica eran mucho más atrayentes. Me acerqué a ella desde atrás. Me sumergí, me quité las gafas de bucear y al subir me agarré a sus caderas hundiendo la cara en sus nalgas al mismo tiempo que las mordía. Desde de bajo del agua el grito me pareció exagerado. Temí haberme pasado con lo del “susto” y, a juzgar por los manotazos que daban los dos, podía ser cierto.

Incesto en la cala

Viene de: “Con buen barco bien se jode

Mallorca, mayo - julio de 2020


Después de comer nos pusimos los bañadores y nos fuimos en la zodiac hasta la orilla. Un hotel que hay arriba del acantilado tiene un balneario con piscina al borde de la orilla. No va mal para quitarte el salitre después de bañarte en el mar. Tiramos la basura en unos contenedores y nos tomamos un café en la terraza. En un momento de la charla, Clara comentó que “Es una pena que no haya venido Yaiza, esto le habría encantado”. Las reacciones fueron curiosas. Pedro suspiró y dijo “Bueno, para la próxima”. No quería admitirlo pero estaba claro que le hubiese encantado que hubiese venido la amiga canaria de su hija.

Mónica se limitó a mirar al cielo sin decir nada. Era ella la que se había negado a que estuviese esa chica y le molestaba que Clara volviese a sacar el tema. Por mi parte tenía cierta curiosidad por todo lo que había oído de ella, pero después de haber estado los meses del confinamiento siendo prácticamente monógamo, no sabía cómo me iría lo de follar a tanta gente.

Clara me había dejado bastante exprimido y con el fresquito del agua, el pene se me había quedado prácticamente como un timbre. Sólo sobresalía el enrojecido glande. Mónica intentó disimular, pero antes en el barco se quedó sorprendida mirándome la polla, bueno, lo que asomaba de ella. Creo que dudó de sus capacidades. Si todo iba bien, dentro de poco se lo demostraría y si mientras tanto le entra la impaciencia que le pregunte a su hija.

Después del café recorrimos un rato la costa a pie. Si no te gustan las playas de arena esta zona es una muy buena opción. Hay rocas planas en las que poner las toallas, el acceso al agua es fácil y los fondos son ideales para bucear. A medida que te alejas del aparcamiento del balneario empiezas a ver gente tomando el sol desnuda en las rocas, con lo cual también es una buena opción para practicar nudismo.

Cuando concluimos el paseo volvimos al barco y fuimos costeando hasta Cala Pí. Una playa que se ha formado en la desembocadura de un torrente y que forma como una pequeña y retorcida bahía al abrigo de las olas. Cuando la conocí, hace bastantes años, era una zona prácticamente salvaje en la que algunos pescadores tenían casetas para poner a buen recaudo sus llauts. Ahora había crecido una urbanización bordeando el torrente, con lo que te podías olvidar de ir a una playa virgen y en vez de llauts de pescadores las que ahora buscaban abrigo en la cala eran embarcaciones de recreo.

domingo, 22 de agosto de 2021

Con buen barco bien se jode

Viene de: “La estratagema de Clara

Mallorca, mayo - julio de 2020


Clara me contó con todo con todo detalle lo que sucedió hasta ese momento en el que me confesó quién era. Momento en el que yo todavía no sabía todavía cuáles eran sus intenciones.


- ¿Qué pretendes Clara? -pregunté un tanto preocupado.

- Ya te lo he dicho. Vivir una de tus historias. Que la escribas y me la dediques. Es un regalo que me debes.

- ¿Y crees que lo vas a conseguir engañándome?

- Pues está claro que como no lo hubiese conseguido es diciéndote la verdad.

- ¡Porque eres menor!

- ¿En qué mundo vives Alberto? ¿No sabes cuál es la edad de consentimiento?

- Sí, dieciséis años.

- ¿Y sabes cuántos años tengo?

- Has cumplido diecisiete.

- En las relaciones virtuales que hemos tenido ¿has tenido la sensación de abusar de una menor?

- No, para nada. Me has engañado a base de bien.

- No ha sido difícil. Te he leído conozco tus gustos.

- ¿Y toda la experiencia que tienes?

- Pues la verdad es que he practicado bastante, pero buena parte de la base teórica me la has proporcionado tú.

- Entonces…

- Entonces quiero ser la protagonista de una de tus historias y para eso antes tenemos que vivirla. Es así como lo haces ¿no?

- Sí, lo sabes perfectamente, así que seguro que ya has pensado algo ¿no?

- Pues sí ¿sigues teniendo un llaut?


Pedro le había comentado mi plan y ella no se resignaba a dejarlo de lado sin más. Pero lo del barco había sido simplemente una idea sin pulir. No es lo mismo invitar a una chica al barco con la intención de follártela, que que esa chica sea tu hija y te la quieras follar con un amigo. Por mucho que sea ella la más interesada en hacerlo. Luego está el tema de la madre. Por muy liberal que sea no sé cómo se tomaría los planes de su marido y un amigo para follar con su hija. Francamente, he vivido situaciones muy morbosas pero nunca se me habría ocurrido plantearle algo así a nadie. Aunque, como todo en esta historia, tampoco tuve que decidir el tema de Mónica. Clara también se me adelantó.


- ¿Tienes un momento para hablar? -me preguntó Mónica en un mensaje.

- Para ti, siempre -respondí zalamero- ¿Te llamo?

- Clara me ha contado vuestros planes -me soltó al empezar a hablar?

- Bueno, planes, planes… es una idea sobre la que estamos morboseando.

- No conoces a mi hija. Cuando se la mete una idea en la cabeza no la suelta.

- Ya, ya… lo he podido comprobar.

- ¿Es cierto que se hizo pasar por una chica mayor para ligarte?

- Joder, ya te digo, me la metió doblada. Me hubiese gustado ver la cara de haba que se me puso cuando me contó quién era de verdad.

- Esa es mi niña -dijo Mónica riendo- ¿Y qué piensas hacer?

- Pues es complicado. Una cosa es lo que me gustaría y otra es lo que me atrevería. ¿A ti qué te ha contado?

- Pues que en un momento Pedro y tú planeasteis tener algo con ella y escribirle una historia pero que te echaste para atrás cuando te enteraste que era menor de edad. Como a ella no le gusta que tomen decisiones sin consultarle, urdió un plan para ligarte y mostrarse tan atrevida como la más guarra de las protagonistas de tus historias. Así se te quitaría la tontería de la edad.

- Pues eso fue exactamente. ¿Y tú cómo ves todo esto? No quiero hacer nada a tus espaldas.

- Pues verás, como dices tú, es complicado. Si no fuese mi hija me parecería una historia súper morbosa, entiendo que os excite. A mí también me gustaría participar en algo así, pero… es mi hija.

- ¿Entonces?

- ¿Entonces? Pues que no tengo más remedio que asumirlo. Ya te he dicho que cuando se le mete algo en la cabeza…

- Bueno, me alegra que sea así. Y estate tranquila porque por muy lanzada y madura que sea la trataremos bien -respondí aliviado-. Te informaré de todo.

- Sé que la trataréis bien, pero no me tendrás que informar de nada. Yo estaré. Me ha contado todo porque quiere que vaya.

- ¿Qué? ¿En calidad de qué? ¿Vas a venir de carabina?

- No, no, para nada -dijo Mónica con una carcajada-. Voy a follaros todo lo que pueda, si es que la niña no os deja muy exprimidos.

- ¿Qué?

- Venga Alberto, no seas mojigato. Clara sabe que hace tiempo teníamos programado un encuentro que nunca llegamos a hacer. Dice que en un par de días en un barco tendremos tiempo para follar todos con todos y tiene razón.

- ¿Y tú cómo te lo tomarás si Clara y Pedro llegan a…?

- Pues estaré follando contigo. Y follaré con Pedro cuando tú lo hagas con Clara. Yo qué sé, igual de vez en cuando follaremos todos con todos ¿no? ¿Cómo vas de espacio en tu barco?

- Tranquila, el espacio no será problema ¿pero tú estarás cómoda?

- Me voy haciendo a la idea y estando allí me dejaré llevar. Mira, Clara sabe que Pedro y yo no le ponemos límites a nuestra vida sexual. Por otra parte, estando en la caseta alguna vez la hemos visto comiéndose el coño con una amiga canaria. No es que las espiásemos, pero es que no se escondían mucho…

- Sí, pero no es lo mismo que la veas follando con otra chica que con su padre…

- Ya, si ves que me pongo tensa cuento contigo para que me quites la tontería a polvos.

- Prometido, en eso puedes contar conmigo -respondí riendo.

- Sí y también cuento contigo para otra cosa. Quiero que te folles a Pedro.

- ¿Qué?

- Que le des por culo. A ti te gusta ¿no?

- Bueno… en tríos me lanzo mucho. Si se da la ocasión…

- Procuraré que se de. Verás a Pedro le excita verme follar con otros tíos pero lo que de verdad le pone es verme con otra tía. A mí me excita también verle follar a él, pero nunca le he visto con otro tío, así que si no te es mucha molestia…

sábado, 21 de agosto de 2021

La estratagema de Clara

Viene de: “Los deseos prohibidos de Blanca

Mallorca, mayo - julio de 2020


No es que le diese especial importancia al hecho de cumplir diecisiete años. Otra cosa bien distinta era cómo lo veían mi padre y, sobre todo, un amigo suyo, un escritor de relatos eróticos al que le hubiese gustado que fuesen dieciocho para poder follarme sin que se le pudiese acusar de abusos a menores. El que el resultado de ese encuentro fuese quizás su mejor relato erótico era algo que me excitaba muchísimo, por lo visto casi tanto como a mi padre, que leyendo la historia de su amigo podría imaginar cómo sería tener algo conmigo.

 Unos carcas anticuados los dos, que van a ser capaces de tenerme un año esperando por algo que a mí me apetece desde hace mucho tiempo.

Me explico. Lo de tirarme a mi padre estoy segura que se me ocurrió a mí antes que a él y lo de tener sexo, del tipo que fuese, con un escritor erótico tan morboso como Alberto lo deseé desde que leí sus historias. Bueno, quizás lo mejor es que cuente todo desde el principio.


En mi familia nunca hemos tenido problema respecto a mostrarnos desnudos. En Palma en verano hace bastante calor y en casa siempre hemos ido ligeros de ropa. Además tenemos una casita de campo, “sa caseta”, situada en una zona bastante apartada y libre de miradas indiscretas. Allí, cuando hace buen tiempo, raramente vamos vestidos, únicamente cuando viene alguna visita con la que no tenemos mucha confianza.

También teníamos un llaut, una embarcación típica de Baleares. Obviamente, en cuanto nos alejábamos del puerto los bañadores quedaban tirados en un rincón. En las playas normales sí usábamos bañador, pero no recuerdo nunca que nos tapásemos con toallas o cosas así para cambiarnos. Simplemente nos quitábamos el bañador mojado y nos poníamos uno seco con naturalidad y la gente ni se fijaba en ti, o eso creo.

Como digo, la desnudez para nosotros era algo natural y nunca nos supuso ningún problema. Pero un día, hace cosa de un año, me di cuenta de que mi padre se excitaba mirándome, o mejor dicho, se excitaba cuando le tocaba.

Todo ocurrió un verano, cuando una compañera de clase vino con nosotros a pasar un fin de semana a la caseta. Yaiza es canaria, bueno podría decirse que es canariona porque aunque como yo tenía dieciséis años, en cambio su constitución y el desarrollo eran los de una chica de por lo menos dieciocho o más. Ella misma me comentó que las canarias parece que se desarrollan antes y Yaiza era la prueba palpable.

Como la chica no estaba acostumbrada al nudismo, por consideración a ella estuvimos todo el tiempo por lo menos con el bañador puesto. Fue un fin de semana muy agradable. Yaiza se lo pasó fenomenal y a mis padres les cayó muy bien.

Un par de fines de semana después la volví a invitar, pero en esta ocasión decidí tantearla y comentarle que nosotros en la caseta solíamos ir sin ropa porque estábamos más cómodos, que si a ella no le importase nos haría un favor. Se quedó sorprendida, diciendo que claro que nosotros podíamos estar como quisiésemos, faltaría más, pero que si molestaba no iba y todo eso. Nada, por supuesto que vino a pasar el finde.

A pesar de la novedad todo fue fenomenal. Mi madre y yo tomábamos el sol desnudas y nadábamos así en la piscina. Yaiza al final se animó a quedarse en top les, pero mi padre se seguía tapando pulcramente con una toalla o se ponía el bañador cuando estaba la canaria.

A la hora de preparar la comida papá apareció ataviado con un delantal que, colgado del cuello, le cubría desde el pecho hasta las rodillas. Se anudaba por la espalda, a la altura de la cintura, pero de vez en cuando se abría con lo que el culo quedaba al aire. Todos los que practican nudismo saben que si estás desnudo del todo acabas perdiendo erotismo, pero en cuanto te cubres algo tu cuerpo adquiere morbo de manera instantánea.

Yaiza y yo, tumbadas al borde de la piscina, no podíamos dejar de mirar el gracioso culito que nos saludaba provocativamente mientras mi padre cuidaba el fuego de la barbacoa y aderezaba las carnes que iba a asar en ella.

Los deseos prohibidos de Blanca

Mallorca, mayo - julio de 2020


Hace unos meses me escribió una lectora, una tal Blanca me dejó un mensaje privado en la página. Parecía muy interesada en comentarme algo, así que intercambiamos primero los correos y luego acabamos dándonos el Skype. Resultó ser una chica muy joven, ella ya me había dicho que tenía diecinueve años, pero tiendo a dudar de las informaciones que me parecen demasiado buenas para ser ciertas, por lo que al principio decidí poner en cuarentena el hecho de que fuese chica y sobre todo, tan joven.

Lo que estaba claro es que era una persona que había leído mis historias. Bien podía conocer que a mí, como viejo verde que soy, me ponen mucho las jovencitas, así que no descartaba que se tratase de alguien que me quisiese gastar una broma.

Cuando conectamos la cámara por primera vez en Skype estaba mentalmente preparado para cualquier cosa… menos para lo que vi. Blanca era efectivamente una chica joven que bien podía tener los diecinueve años que aparentaba. Tenía media melena de pelo liso y negro que enmarcaba un rostro agradable y unos ojos vivos, igualmente negros, que le conferían una mirada profunda y sincera. A pesar de la resolución de la cámara percibí sus pupilas dilatadas. Igual mis historias la excitaban tanto como decía y hablar conmigo… también. Creo que el punto débil de todos los autores es nuestro ego y en esos momentos el mío me estaba anulando la objetividad que me caracteriza.


- ¿De dónde eres? -pregunté.

- ¿Eso importa?

- No, para nada, pero te noto cierto acento familiar ¿no serás mallorquina?

- No -respondió Blanca con una risa nerviosa- ¿te imaginas que fuésemos vecinos…?  Pero no. Soy de… Tarragona.


Su pequeña pausa me indicaba que de Tarragona, lo que se dice de Tarragona, no era, pero resultaba comprensible que no quisiese decir todavía de dónde era a un tío que acababa de conocer por internet. De la misma manera que Blanca tampoco era probable que fuese su nombre. En fin, no me podía quejar, bastante valor tenía presentarse a cara descubierta ante un viejo verde del que lo mejor que podía decir es que era un coleccionista de historias morbosas.

En los días siguientes hablamos unas cuantas veces. Me dejaba mensajes por Skype comentándome lo que estaba leyendo. Le impactó la historia de Analema. Según me decía le era imposible leerla y no acariciarse. “Salgo a una media de una paja por capítulo. Al final he decidido leerla en la cama antes de dormir…  y acabo con las yemas de los dedos arrugadas”.