viernes, 12 de abril de 2019

La jaula de castidad de Pedro

Viene de la historia "El lush de Carmen"


Pedro y Carmen son el prototipo de una pareja morbosa y exhibicionista. Si habéis leído sus anteriores historias sabréis a qué me refiero, pero si comento eso ahora es porque una de las cosas que más cómodo me hace sentir con ellos es que les encanta leer lo que escribo sobre sus andanzas. Mis reflexiones sobre los momentos que hemos vivido, lo que siento cuando estoy con ellos y lo que creo que ellos sienten. Me lo han dicho y me lo han demostrado, así que aprovechando también ese exhibicionismo literario que tienen, os voy a contar una de las experiencias más morbosas que he tenido en mi vida, con ellos, claro.
A estas alturas ya era evidente que a Pedro le excitaba ver cómo otros hombres follaban con su mujer. A veces participaba, pero lo que más le ponía era mirar, sólo mirar. Cuando una chica atractiva te dice “mi marido quiere mirar mientras follamos” tú piensas “bien, que mire todo lo que quiera”, pero cuando estás en ello y el otro sólo mira, no se mueve, no se acerca, no se toca, no se empalma… sólo mira, atentamente, como si lo estuviese grabando todo en su mente… joder, te corta el rollo.
Así que cuando terminas el polvo más raro que has tenido y mira que creí que había visto de todo, cuando terminas digo, te decides a aclararlo todo.

- Pedro ¿me puedes explicar de qué vas?
- No te entiendo.
- Dices que te excita ver a Carmen follar conmigo.
- Sí, mucho.
- Y una mierda. Ni te has empalmado, ni te has tocado ¿para ti qué es estar excitado?
- Pues no sé cómo explicarlo. Pero tengo la necesidad de ver follar a Carmen con otros hombres y que lo haga contigo me encanta. También necesito que me miren estando en esa situación. Me ha gustado mucho que me vieses desnudo ante vosotros, sin tener una erección, sin intentar tocarme… No sé, necesito hacerlo y me hace sentir bien. Bueno, mejor dicho, cuando imagino la situación y no lo hago me siento mal. Luego, al hacerlo se me pasa el malestar y siento un gran alivio.
- Pero tú me has dicho que te excita follar en público y que un día Carmen y su amiga te la comieron.
- Sí, no me malinterpretes. No soy impotente, me gusta follar aunque no me mire nadie. Me gusta que me la coman… pero esto es una situación diferente. Cuando otros hombres están con Carmen me gusta..., bueno, más que gustarme, necesito ser sólo observador y a ser posible que los demás me vean también en esa situación pasiva.
- ¿Habéis ido a sitios de dogging?
- No, no conocemos ninguno.
- En Madrid conozco varios, debajo del Templo de Debod, al lado de La Rosaleda, en la Casa de Campo… aquí en Mallorca sé que se practica en una zona de la playa de Es Trenc, pero tendría que preguntar. No tengo muy claro dónde es.
- ¿Y es seguro?
- Todo lo seguro que es exhibir a tu mujer en el campo delante de un grupo de desconocidos que sólo quieren masturbarse mientras la miran. Sí, es seguro, hay una especie de pacto para que eso funcione. Nadie se mete con las chicas o parejas que se exhiben ni se propasan, para que se sientan cómodas y otro día vuelvan a hacerlo. Si no, a los pajeros se les acaba el chollo.
- Me encantaría hacerlo. Que Carmen se mostrase sola o conmigo, rodeados de tíos pajeándose.
- Ya me imaginaba que te gustaría, como también creo que te gustaría llevar una jaula de pene.
- ¿Eso qué es?
- Como un cinturón de castidad pero para hombres. Es una funda de metal o plástico transparente que se pone en el pene. Se ajusta a los testículos y se cierra con un candado. Con ella puesta puedes mear pero no tocarte y mucho menos follar. Espera que lo busco en Amazon… mira, es esto.
- ¿Y no duele?
- Hay de diferentes medidas, pero más vale que no tengas una erección con eso puesto porque entonces sí dolerá.
- Tengo que probarlo.
- Jajajaja, no sé por qué no me extraña. Se me ocurre una idea, a ver qué os parece.
- Uffff, a ver, que cuando te pones a pensar…
- Pedimos una jaula de esas y nos vamos a estrenarla a una playa nudista. Es Trenc creo que será la mejor. Nos ponemos en bolas y tú con la jaulita, paseando playa arriba y abajo.
- Ufffff y allí hay kilómetros.
- Por eso lo digo.
- Ahora mismo lo pido y en cuanto lo tenga vamos.
- Y tú Carmen ¿qué opinas? Que estás muy calladita.
- Que no sé de dónde sacas esas ideas. Me tienes alucinada.
- ¿Pero te gusta o no?
- Mucho y no sé cómo lo haces pero sólo de oírte me pongo perra. Pedro, deja la tablet, coge el mando del Lush y siéntate ahí que te voy a comer la polla. Y tú, señor ideas, haz el favor de follarme el culo como tú sabes.
- Pedro, me encanta tu mujer, es de pocas palabras, pero cuando habla no tienes más remedio que darle la razón.
- ¡Que me folles ya, coño!
- ¿Que te folle el coño?, ¿en qué quedamos?
- La de tíos que matarían por follarme el culo y este borde se dedica a vacilar.
- Mmmmm ¿de quién es este culito?
-———-

A la semana siguiente me mandaron unas fotos con la jaula puesta. Les llamé nada más verlas.

- No habéis podido esperar ¿eh?
- Ya nos conoces – dijo Carmen.
- Y menos mal que lo hemos probado, porque ponerse esto tiene su truco – añadió Pedro.
- La verdad es que nunca lo he visto, y tengo ganas. Ya me contaréis.
- Este domingo en Es Trenc ¿no? – preguntó Pedro.
- Sí. Ya tengo ganas.

El domingo a las ocho de la mañana les fui a buscar con mi coche. Su hija estaba con la madre y mi mujer había quedado con unas amigas. Teníamos todo el día para nosotros.
Antes de las nueve llegamos al aparcamiento de Ses Covetes. Parece mentira pero ya había bastantes coches allí. Menos mal que habíamos sido madrugadores.
Es Trenc es la mayor playa virgen de Mallorca. Situada entre las poblaciones de Sa Rápita y la Colonia de Sant Jordi, hay kilómetros y kilómetros de playa, arenales y dunas cubiertas de matorral. Nos colocamos entre unas dunas, detrás de la playa propiamente dicha. Allí estábamos alejados de la zona de mayor concentración de bañistas y gozábamos de cierta intimidad. También es cierto que la mayoría de las parejas hacen lo mismo y eligen esas zonas para sus juegos entre baño y baño. No es menos cierto que los mirones lo saben y se meten como paseando despistadamente entre esas pequeñas dunas de vegetación para pillar escenas más jugosas que las de simplemente bañistas nadando desnudos. Por último aclarar que hay zonas en las que se toleran esos mirones, es decir que hay zonas a las que las parejas van porque les gusta ser miradas. Si no me había informado mal estábamos en una de esas zonas. Pero aún era demasiado temprano, no había nadie más en los alrededores, así que nos ubicamos con tranquilidad, esparcimos nuestras toallas, nos desnudamos y nos fuimos directamente a dar un baño.

Es Trenc tiene fama de ser la mejor playa de Mallorca. Yo discrepo. Hay días que sí lo es y días que no. Es como los pimientos de Padrón, vamos. Depende de la posidonia, un alga que protege los fondos de la isla. Cuando las corrientes llevan las algas hacia la orilla o te bañas en medio de ellas o no te bañas. Pero cuando no hay algas, es una playa que no tiene nada que envidiar a ninguna del mundo. Puedes andar y andar sobre la arena fina y el agua cristalina te va cubriendo poco a poco. Ese día estaba así y los tres nos fuimos introduciendo en el agua, desnudos, llevando una colchoneta hinchable.
Una simple colchoneta, de las de toda la vida, es algo ideal para juegos eróticos, mucho mejor que las de flamencos, pizzas o cocodrilos que tanto se han puesto de moda ahora.
Estábamos a muchos metros de la orilla y el agua apenas nos llegaba por la cintura. La idea de montarnos los tres en la colchoneta e ir navegando fue de Carmen. La tarea era difícil, si no imposible. Tres adultos grandes como nosotros no íbamos a mantener el equilibrio allí. Aunque, claro, el objetivo no era lograrlo, sino intentarlo y no hablo ahora de deportividad o espíritu de superación. Hablo de frotarnos los tres desnudos con la tontería de la colchoneta.
Después de varios intentos nos dimos cuenta de que lo mejor era que se subiese primero Pedro, el que más pesaba, a horcajadas, a caballo para los milenials, entre la almohada y el cuerpo de la colchoneta. Luego yo, que también pesaba lo mío. Entre los dos dábamos estabilidad a la colchoneta, que ya estaba semihundida por el peso y ello facilitaba que Carmen, la más ligera, se subiese tras de mí. Los tres pegados el uno contra el otro y yo sintiendo las tetas de Carmen en mi espalda. Genial, flotábamos, si remábamos con los brazos hasta avanzábamos, pero… la cabrona de Carmen se abrazaba a mí, besándome el cuello y restregándome las tetas contra la espalda estaba consiguiendo que me empalmase… ¿que qué problema tiene eso? No, ninguno, salvo que mi polla estaba en el culo de Pedro y mi pecho apretado a su espalda de oso…
De buen rollito Pedro, que sabes que me caes muy bien, pero puestos a tener la polla en el culo de alguien de esta colchoneta preferiría que no fuese el tuyo. Llamadme tiquismiquis, mojigato… lo que queráis, pero después de varias caídas conseguí que Carmen quedase en el medio y yo detrás de ella. Y tuve mucho mérito porque con una mano en sus tetas y la otra en su coño conseguí no caerme. Si le llego a sacar la polla del culo acabo en el agua. Perdón, perdón, no he podido resistirme.
Bueno, después de estar un buen rato jugando volvimos bastante calentorros a las dunas en las que teníamos las toallas.

- Me voy a poner ya la funda del pene.
- Cariño, creo que con ese calentón no te va a caber.
- Carmen tiene razón – apunté yo – va a haber que hacer algo. 

El algo que hizo fue recostar a su marido contra la duna y agacharse a comerle la polla. Me puse de pié para mirar alrededor y unos metros más allá vi un señor paseando entre los matorrales, buscando diría yo. Me toqué la polla cuando me miraba y acto seguido me puse de rodillas detrás del oscilante culo Carmen. Pedro estaba jadeando pero no perdía un detalle de lo que pasaba alrededor. Introduje mi pene en la vagina y me acomodé a sus movimientos. 
Pedro me hizo una seña con la vista. El tío que paseaba estaba ahora a nuestro lado. Le hice también una seña para que mirase sin acercarse más. Al poco rato llegaron más mirones que se masturbaban respetando la distancia que le había indicado al primero.
Carmen en un momento dejó de mamar, miró alrededor vio a los tíos masturbándose, se giró hacia mí, me sonrió y siguió mamando a su marido que también estaba encantado de la expectación generada. La situación aumentó considerablemente la excitación de los dos y la mía también. Carmen subía y bajaba la cabeza frenéticamente sobre el pene de su marido. Los gemidos de los dos ahogaban los míos propios, que procuraba que la polla no se me saliese de la vagina con tanto salto. Normalmente hubiese agarrado con fuerza las caderas de Carmen acoplando su ritmo al mío. Pero en este trío el invitado era yo. Ellos dos estaban disfrutando del protagonismo adquirido ante los espectadores. De una situación con la que habían soñado durante mucho tiempo. No, apresurado o no, era yo el que tenía que adaptarse a su ritmo.
En aquel frenesí de botes y jadeos, Pedro no tardó en correrse en la boca de su entusiasmada esposa que recibía cada chorro de semen con sonoros gemidos.
Nuestros espectadores se contagiaron de la excitación del momento y sus manos agitaban compulsivamente sus penes provocando una eyaculación múltiple casi simultánea. Entonces noté como Carmen, que hasta ahora había volcado toda su atención en Pedro, empezó a disfrutar de mi polla. Los dos estábamos casi a punto. Ella recostó su cabeza sobre el pene de su marido, que le acariciaba la melena agradecido. Los dos nos miramos cómplices y mis caderas chocaron contra las nalgas de su mujer sonora y repetidamente. Noté que ella se iba a correr ya y yo dejé de controlarme para disfrutar de aquel peculiar orgasmo.

Mientras Pedro ya sí se podía poner la jaulita en el pene, me di una vuelta alrededor de nuestra ubicación por ver si los mirones nos habían dejado las huellas de su entusiasmo. No quería pisarlas por accidente. No encontré ninguna, evidentemente las habían enterrado antes de irse. Tanto protocolo me sorprendió, aunque luego lo vi lógico. Si ensucias los alrededores de la pareja que miras y estos se manchan, lo pisan o lo que sea, la próxima vez que vayas a mirar te echan a pedradas. Ética exhibicionista-mirón, tú me cuidas yo te cuido o “entre pervertidos no nos vamos a joder ¿no?” como dijo Carmen cuando se lo conté.
Tanta actividad nos dio hambre y nos fuimos al chiringuito a tomar algo. Ella se quiso poner el Lush y él, con su funda en el pene, no soltaba el móvil. Era para vernos. Él con el pene forrado y con un candado. Ella con una antenita rosa saliendo de los labios de la vulva. Y yo… bueno, yo era aparentemente el más normal, aunque no paraba de maquinar jueguecitos para aquellos dos, bueno… para los tres.

- ¿Qué tal hasta ahora? – pregunté.
- Genial, muy bien – respondieron.
- ¿Y tú que tal te sientes con el pito ahí enjaulado?
- Pues la verdad es que muy bien. Es como llevar un letrerito que diga, estoy aquí para mirar. No voy a participar en nada.
- Ya y si el letrerito dijese “Esta es mi mujer y ese el amigo que se la folla” ya sería la hostia – rió Carmen.
- Uffff entonces me empalmaría y no me cabría la jaula.
- ¿Quieres que hagamos de mirones y nos vayamos a mirar a otras parejas? – sugerí.
- Me excita miraros a Carmen y a ti y ser el pasivo del grupo. No necesito ver a gente que no conozco.
- ¿Y ver a Carmen con desconocidos?
- ¿Con mirones?
- No, no, eso sería lo de antes. Me refiero a que no se limitasen simplemente a mirar.
- No estaría yo muy tranquila follándome a uno de estos. Ya sé que es muy de película, pero así en frío tengo reparos.
- Se puede tener sexo sin follar ¿no?
- Joder, ya me estoy poniendo perra.
- Jajajaja, venga vamos a dar una vuelta y lo hablamos.

Hacia Sa Rápita está la parte más familiar de la playa, así que nos dirigimos en sentido contrario, hacia la Colonia de Sant Jordi. Carmen en medio, con la antenita asomando entre sus piernas. Pedro a su lado, con la jaula envolviendo su pene. Y yo al otro lado, en bolas, sin ningún artefacto. Sería normal en esa playa, salvo por el hecho de que Carmen me llevaba sujeto del pene.
Llamábamos la atención. Pedro con una funda que muy poca gente había visto antes, pero que no tapaba en absoluto el pene que envolvía. La gente se debía pensar que era una prótesis ortopédica. Carmen con un palito rosa saliéndole entre los labios de la vulva y pegando de vez en cuando imprevisibles saltitos sin motivo aparente. Y yo pegando también saltitos cuando Carmen lo hacía, porque la cabrona no me soltaba la polla.
Así llegamos casi hasta la Colonia, siendo conscientes que nos habían hecho multitud de fotos por el camino. Allí decidimos darnos otro baño. Pedro dijo que no iba a quitarse la funda y con el candado metálico no quería meterse en el agua. Bromeamos con que si se oxidaba y no se podía abrir se tendría que quedar con eso puesto para siempre. No le hizo mucha gracia y de hecho cuando nosotros nos bañamos él se quedó en la orilla mirando con el agua por las rodillas, mientras que nosotros estábamos bastante adentro.

- ¿Has mamado alguna vez bajo el agua?
- No – respondió Carmen.
- Hazlo. Toma aire y cómemela. Luego vuelves a tomar aire y sigues.

Si no lo habéis probado os lo recomiendo. Es… diferente.

- ¡Cabrones! – gritó Pedro aprovechando una de las salidas de Carmen para tomar aire.
- Si quieres lo dejamos – respondí.
- Jajajaja, no, es que no paras de sorprenderme.

Para ser su primera vez bajo el agua, Carmen se desenvolvía perfectamente. Controlaba bastante bien la respiración y los movimientos de la boca. Masajeaba los huevos, me metía un dedo en el culo… Yo le acariciaba el pelo sin sujetarla. Pero poco a poco sus movimientos fueron más rápidos y cuando salía a tomar aire la veía cada vez más agitada. Así que la paré.

- ¿Qué pasa?
- Que te estás agobiando. Cuando volvamos a las dunas ya seguimos.
- Pero no quiero que te quedes mal.
- Jajajaja, eso es un mito. Es lo que os decíamos de adolescentes para que nos hicieseis pajas.
- Aaayyyy – nos estábamos acercando a la orilla y a Carmen el Lush le había dado una sacudida.
- ¿No lo sentías cuando estabas dentro?
- No – dijo ella.
- Se conecta al móvil por bluetooth. Estábamos muy adentro y la señal no llega tanto.

Camino de regreso nos paramos a comer en un chiringuito. El camarero se quedó sorprendido cuando en vez de paella y sangría, como todo el mundo, pedimos simplemente pa amb oli con queso mahonés y jamón serrano y, para empezar, tres cervezas muy frías. No estábamos para esperar una paella.
Después de comer seguimos nuestro paseo de vuelta luciendo nuestros chismes y provocando la curiosidad entre los bañistas que sesteaban aprovechando la brisa que corría por la orilla. Nos dieron envidia así que me acerqué un momento al coche a por una sombrilla grande que llevaba y la plantamos lo más cerca del agua que pudimos. Carmen nos puso crema a los dos y nosotros luego a ella. Era muy sensual, pero en ese momento no fuimos a más, aunque cuando me puso la crema en los huevos…
No nos echamos la siesta, pero disfrutamos de un momento de plácida conversación con el sonsonete de las olas en la orilla. Hasta Pedro se olvidó del Lush, aunque eso sí, miraba complacido como Carmen y yo no dejábamos de acariciarnos.

- ¿Ya se te ha olvidado que te debo una mamada?
- Pues no, pero… Pedro ¿te quitas el chisme y nos follamos a Carmen en el agua?
- Jajajaja, qué cabrón eres. No id vosotros, yo os miro.
- El cabrón eres tú jodío. Voy a por la colchoneta Carmen, que no quiero que te ahogues.

Volvimos a sentarnos a horcajadas, pero esta vez el uno frente al otro en medio de la colchoneta, que quedaba totalmente doblada por el peso, nosotros semihundidos con los extremos sobresaliendo por detrás, haciendo de respaldo.
Con mucho cuidado para no volcar, puse sus piernas sobre mis muslos, así su vulva quedaba pegada a mis testículos. Mi pene la penetró sin dificultad. Ella se agitó y comenzó a mover sus caderas. Estuvimos a punto de volcar.

- No cariño, no te muevas.
- ¿No?
- No, porque volcaremos.
- Pues es que sin moverse…
- No tenemos que movernos, las olas nos mueven.

Ella me miró incrédula. El mar estaba como un plato, las olas, si se podían llamar así, no nos movían, nos mecían, muy suavemente.

- Jajajaja, cuando os explico eso me hacéis sentir muy mayor, pero ya os digo que follar moviéndose como locos está muy sobrevalorado. Acaríciate con suavidad, déjate mecer, no intentes moverte. Concéntrate en el clítoris y en la polla en tu vagina. Olvídate de hacer nada, sólo sentir. 

Nos mirábamos a los ojos. Ella se iba excitando poco a poco. Con los dedos se estimulaba el clítoris. Tendía a irse acelerando. Por lo que la tenía que frenar. Ella me hacía caso, en contra de su instinto. Yo también procuraba no moverme. Sólo apretaba las nalgas para conseguir que el pene se desplazase hacia adentro y presionase la pared anterior de su vagina. El resto lo hacía el mar y nosotros acabamos acomodándonos a su ritmo.
Carmen folla muy bien. Tiene muchísimo dominio sobre su vagina y empezó a ejercerlo sobre mi miembro. Junto con el movimiento de las olas notaba como su vagina se apretaba y aflojaba a mi alrededor. Me gusta el sexo intenso, enérgico, como a todo el mundo. Pero el sexo suave, sugerido… tiene sus momentos y ese era uno de ellos. Con Carmen estimulándose el clítoris con movimientos lentos, apretando mi pene con los movimientos oscilantes de su vagina, mientras yo, apretando y aflojando las nalgas, movía el miembro levemente dentro de ella, iba sintiendo el calor creciente de su vagina y hormigueos de placer me iban invadiendo desde el glande. Yo no hacía nada por aumentar esa sensación, dejaba que fuese creciendo sola, al ritmo del vaivén de las olas.
La miré, tenía los ojos cerrados y ya respiraba por la boca, aunque de vez en cuando se mordía el labio. Estaba tan excitada como yo. El orgasmo iba llegando, pero muy lentamente. A pesar de mis consejos, sus dedos la estimulaban cada vez con movimientos más rápidos e intensos. Ella estaba acostumbrada a follar fuerte y bastante se había contenido ya. Empecé a mover mis caderas para darle más intensidad a las penetraciones. Para ella fue la señal de que ya se podía estimular más intensamente, así que sus movimientos se hicieron más enérgicos. Sus jadeos se convirtieron en gritos y ese cambio de ritmo me llevó al borde del orgasmo.
Procuraba mantener el equilibrio con brazos y piernas, al tiempo que basculaba el cuerpo para compensar las inclinaciones de la colchoneta. Tarea difícil, pero en ese momento Carmen se irguió y su cuerpo se tensó en un orgasmo eléctrico. Era el estímulo que necesitaba y también me dejé llevar por el placer que nos sacudía a los dos.

Milagrosamente seguíamos a flote. Nos miramos y nos intentamos incorporar para besarnos mientras mi pene seguía aún en su vagina. En ese momento perdimos el equilibrio y acabamos cayéndonos. Sentí el cambio de temperatura en mi miembro cuando pasó del calor de su vagina al frescor del agua. Al mismo tiempo una pedorreta llamó nuestra atención. Con el folleteo la vagina se le había llenado de aire y ahora que estaba sumergida, ese aire al salir lo hizo en sonoros gorgoritos. Nos dio un ataque de risa y nos abrazamos besándonos alborozados. Los dos estábamos emocionados.

- ¡Eh! Sin mariconadas – gritaba Pedro desde la orilla.
- Cariño, lo siento, no te he podido guardar tu lechita.
- ¡Vaya! Encima de cornudo

Nos echamos a reír. Joder vaya dos, qué sentido del humor tienen. He tenido más experiencias con parejas, pero como ésta ninguna y conste que no lo digo porque sé que lo leeréis.

- Ha sido una pasada. Me ha encantado veros. Lástima que os habéis ido tan lejos y yo no me podía meter más adentro.
- Haberle pedido los prismáticos a uno de esos – dijo Carmen señalando a las primeras dunas de la playa.

Allí había dos mirones con unos prismáticos colgados al cuello. Joder, que profesionalidad. Claro que para controlar una playa tan grande había que ir equipado.

- Carmen ¿estás muy cansada?
- Lo que estoy es cada vez más perra. ¿Qué se te ha ocurrido?
- Pedro ¿qué te parece si vamos entre las dunas como antes y aprovechamos lo perra que está Carmen y el público que tenemos?
- Vamos.

Volvimos a colocar nuestras cosas entre las dunas. Le pedí a Carmen que se pusiese el Lush otra vez y me quitase la arena con la mano, especialmente la que tenía entre los huevos y en la raja del culo. A Pedro le dije que se situase con el movil en el borde de la duna y que cuando viniesen más mirones se acercase y se uniese a nosotros.
Al cabo de un rato varios hombres y una pareja, eso me sorprendió, se tocaban a nuestro alrededor viendo como Carmen me “despiojaba” con cuidado. A medida que Pedro se fue acercando lentamente ellos también lo hicieron. Cuando estuvo a nuestro lado le hice una seña a Carmen para que se arrodillase y tocase los genitales, bueno el chisme, de su marido.
Enseguida tuvo al alcance de su mano los penes de seis mirones. La pareja se mantenía alejada. Pedro y yo también nos distanciamos un poco para dejarla con sus desconocidos.

- Ahora el límite lo pones tú, cariño – dijo Pedro.

Carmen, de rodillas en la arena fue agarrando a dos manos las pollas que se le acercaban solícitas. Las movía, las chupaba por turnos, mientras que aquellos hombres se las iban meneando en espera que les llegase la vez. Controlaba perfectamente la situación. Lo único imprevisto eran las sacudidas que Pedro le mandaba al Lush. Eso provocaba que ella se moviese de forma un tanto espasmódica, agitando involuntariamente sus manos y su boca, para mayor placer de los afortunados a los que manejaba en ese momento. Ello hacía que la excitación del grupo aumentase considerablemente, tanto que alguno se dejaba llevar por el entusiasmo, queriendo tocar también él a Carmen, pero aquella morbosa sabía mantener perfectamente a ralla a la pandilla de salidos.

“I’m ready”,  jadeó uno de ellos. Ella se la chupó y la agitó con la mano hasta que aquel guiri se corrió en la arena. Aquella eyaculación fue como el disparo de salida para una carrera de corridas. “Ya me corro”, “yo también”, “y yo”.

- A ver chicos, o estamos tranquilitos o os pajeáis vosotros solitos ¿de acuerdo? – les cuadró Carmen.
- Joder, parece una dominatrix – le dije a Pedro – Me recuerda a mi maestra de primaria, qué morbazo.

Como un pelotón de reclutillas presentando el arma, aquellos hombres esperaron que Carmen les prestase atención. Ella lo fue haciendo, sin apresurarse, pero procurando que cada uno se corriese a gusto. A algunos se la chupaba esperando la eyaculación, a otros les masajeaba el culo y los huevos mientras se corrían. Los dos últimos fueron los que tuvieron más suerte. Moviendo una polla con cada mano, su boca iba de una a otra hasta que notó que los dos estaban a punto y les terminó con la mano.

- Hale, pues ya está – dijo Dómina Carmen – Dejad todo esto limpio, no quiero una gota de lefa en la arena.
- Toma, mi whatsapp – dijo uno de ellos dándole un papel.
- Que limpiéis esto y os larguéis coooño. Y luego os dais un bañito que tenéis que refrescaros las ideas.
- Joder, qué rápido te vienes arriba – le dije cuando se acercó a nosotros.
- Ha sido súper excitante cariño – dijo Pedro.
- Ha estado bien sí. A partir de ahora ir a la playa no va a significar lo mismo.
- No seas exagerada, que aquello que me contasteis en los acantilados con tu amiga también tuvo lo suyo.
- Bah, en comparación con esto unas pajillas ¿verdad?
- Mala, al pobre Pedro no le preguntes que sólo se ha corrido una vez y lleva todo el día con el pito enjaulado.
- Hablad por vosotros que yo a mi manera he disfrutado como nunca, vaya domingo intenso.
- Nos ha faltado una cosa – dije pensativo.
- ¿Qué?
- Ir a misa.
- Oye, pues podríamos ir un día con el Lush – dijo Pedro después que los dos acabasen de reír mi gracia.
- ¡Ya! Y me expulsan por hereje, no te jode. Venga ¿por qué no recogemos y nos vamos? ¿O tienes alguna idea más?
- Sí, muchas – respondí – pero me las reservo.

Conduje hasta su casa y me ofrecieron que subiese para ducharnos, porque en Es Trenc hay duchas pero como quedan un poco lejos nos fuimos con el salitre en la piel. Acepté. Nos duchamos juntos y Pedro ya sin jaula tenía una erección considerable. El pobre era el que menos había follado, así que merecía aliviarse. Salí del baño secándome y dejé que la pareja tuviese su momento de intimidad.

- ¿Por qué te fuiste? – preguntó Carmen al salir.
- Quería dejaros a vuestro aire, no quiero ser plasta.
- No seas bobo.
- Oye – dijo Pedro – aprovechando que estás aquí quería preguntarte una cosa. Al meterme en internet para encargar la jaula vi que también tenían esto. ¿Qué es?
- Joder, es como tu jaula pero mucho más bestia. Por el aro se sujeta tras los huevos y esta especie de lanceta se mete por la uretra hasta el final, que luego se une a la varilla poniendo el candado en este orificio. El resultado es como con esta que tú tienes, que no puedes ni follar, ni pajearte. Es una especie de jaula pero interna en vez de externa.
- Pero eso debe doler ¿no?
- Pues lo parece, pero en teoría no duele, aunque no conozco nadie que lo haya probado. Se lubrica la lanceta con vaselina y ya está. Pero vamos que yo no me lo pondría ni loco.
- Pues es lo más morboso que he visto.
- Qué peligro tienes Pedrito.

Carmen había preparado algo de cena mientras hablábamos pero decliné su invitación. Era tardísimo. Se nos había pasado el día volando. Y mi mujer, a la que no había llamado en todo el día, sí que me estaría esperando para cenar. Cuando llegué a casa constaté que sí que me esperaba, pero de morros. No sólo no me había dado cuenta de la hora que era, sino de que tenía el móvil desconectado. Bueno, me tocaría estar mimoso un par de días. No me costaba nada.

Días más tarde, cuando estaba preparando esta historia para publicarla en el blog me entraron unos mensajes de Skype. Era Pedro, se había comprado la última jaula que vimos, la de la varilla uretral y el cabronazo de él me mandaba una foto con ella puesta (no te rías capullo que sabes que me has hecho repelús).

El caso es que está ansioso por probarla al aire libre, así que ¿qué hacemos?
¿Repetimos en Es Trenc y continuamos sorprendiendo a los mirones del otro día?
¿Le ponemos además un collar y una correa de perrito?
¿Le convenzo para que haga “flashing” por la calle?
¿Nos vamos a hacer el cafre a Magaluf?

¿Alguna idea? Lo de misa no ¿eh?



FIN




Espero que la historia te haya gustado y que antes de irte dejes un comentario, eso me ayuda mucho en mi labor.

Si además lo haces también en tus redes sociales te estaré muy agradecido.

2 comentarios:

  1. No van a continua la historia?

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  2. La verdad es que hace tiempo que no se nada de Pedro y Carmen, pero puedes leer algo más en “El regalo de Carmencita”.

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