martes, 21 de mayo de 2019

Analema_de_Zas

      Ésta es una peculiar historia de iniciación y descubrimiento entre un amo y su sumisa. Ella era mi sumisa virtual. Por videoconferencia nuestra relación funcionaba perfectamente, pero ninguno sabíamos si el BDSM que practicábamos a distancia lo podríamos hacer cara a cara. Aquel fin de semana lo descubriríamos.

     Habíamos quedado en Santander y yo había alquilado una casa en Pedreña para poder gozar de absoluta libertad e intimidadLo que ocurrió aquellos días los dos lo tenemos grabado a fuego.
    

Aclaraciones probablemente innecesarias

Sobre el nombre de Analema:
     En astronomía, el analema (del griego ἀνάλημμα «pedestal de un reloj de sol») es la curva que describe la posición del Sol en el cielo si todos los días del año se lo observa a la misma hora del día (tiempo civil) y desde el mismo lugar de observación.

    El analema forma una curva que suele ser, aproximadamente, una forma de ocho (8) o lemniscata. (Wikipedia).

  Mi sumisa, Merche, siempre estaba dándole vueltas a todo, una y otra vez, como un analema. El nombre se lo ganó junto con el collar.

  Por cierto, cuando un amo adopta una sumisa le da su nombre, lo que se conoce como ponerla el collar. Virtualmente se trata de algo simbólico pero por eso mis sumisas siempre son _de_Zas.

Sobre la historia que vas a leer:
  Los hechos que aquí se cuentan son totalmente ciertos. Por lo menos tal y como yo los recuerdo. Ocurrieron el fin de semana del 25 al 27 de marzo de 2005 en Pedreña y en los demás sitios que se citan.

      Por los nombres que se mencionan no creo que nos localices, aunque si en aquella época frecuentabas las salas de BDSM que había en el servidor de videochat de Yahoo probablemente te suenen nuestros nicks.

     Cada capítulo está enlazado con el anterior y con el siguiente para que puedas hacer una lectura continuada, de todos modos aquí tienes todos los links en el índice de la historia. Espero que te guste.


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Í N D I C E


-       Capítulo  1                  Frente a frente.

-       Capítulo  2                  Con el tanga al revés.

-       Capítulo  3                  Coge el puto teléfono.

-       Capítulo  4                  Un enema para Analema.

-       Capítulo  5                  La Luna sobre Peña Cabarga.

-       Capítulo  6                  ¿Te gustan los cámbaros?.      

-       Capítulo  7                  Percepciones.

-       Capítulo  8                  La vela marca el tiempo.

-       Capítulo  9                  Donde las dan las toman.

-       Capítulo 10                 Castigo.

-       Capítulo 11                 En la leñera.

-       Capítulo 12 (Final)       Pudín de cabracho.

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Capítulo 1, Frente a frente

Bilbao, viernes 14:20



Una de las cosas que más le gustaba de estar en Bilbao era lo bien que se comía. Su trabajo le obligaba a viajar frecuentemente, cosa que no le apetecía demasiado, así que cuando lo hacía procuraba darse algún pequeño placer, como la gastronomía.

Dejó el hotel por la mañana, pero había estado dando un curso en Zamudio hasta medio día. Luego condujo el Golf negro que había alquilado de vuelta a Bilbao, hasta el parking de la estación de trenes y cuando entró en el restaurante de La Concordia el estómago ya le hacía ruido.

Dio cuenta de un plato de pimientos rellenos de txangurro y una ración de leche frita de postre. No quería beber mucho, pero acompañar aquello con agua era un crimen. Se tomó media botella de Txacolí y junto con la copa de Goxua, un licor de crema, tipo Baileys, con que le obsequió la casa al pedir el café, estaba seguro que superaba la tasa de alcoholemia.

Como no tenía prisa, aprovechó para dar una vuelta por el casco antiguo, hacer algunas compras  y dejar que su organismo metabolizase el alcohol. Luego volvió al coche y por la autopista que bordea la costa se fue hacia Santander. Al cabo de casi una hora, pasado Solares, de desvió hacia Pedreña, donde había alquilado una casa para el fin de semana. Estaba en un prado verde, a un costado del club de golf y en frente de la bahía, al otro lado de la cual estaba la ciudad de Santander. Eran casi las seis de la tarde, lloviznaba, una tarde gris típica del mes de marzo en Cantabria. La casa olía a humedad. En verano la alquilaban por una fortuna, ahora estaba vacía como muchas otras de los alrededores y el precio, un poco mas caro que un hotel, merecía la pena.

La construcción de piedra imitaba la tradicional cántabra, estaba recubierta de hiedra, con carpintería exterior de madera, a la que le hacían falta unos retoques. Estaba situada en una suave pendiente, aprovechando la cual en los bajos había un amplio garaje, una leñera y un trastero que hacían que la vivienda en la planta superior estuviese más alejada de la humedad del suelo.

Cogió unos troncos de madera seca de la leñera, encendió el fuego de la chimenea y dejó un par de ventanas abiertas para que se ventilase la casa. Acto seguido fue al puerto y compro un billete de ida y vuelta de  las embarcaciones que cruzan la bahía hasta Santander. Podría haber ido en coche, pero así tenía un paseo en barca de veinte minutos que le encantaba. Era madrileño, pero el mar le apasionaba.

Desembarcó en Santander, en pleno Paseo de Pereda y cruzándolo se metió en la cafetería en la que estaba citado, una de tantas de las que había en esa zona y que según entras ya huele a café con leche recién hecho y a bollos a la plancha. Se sentó en una mesa cerca de la cristalera, desde donde se veía la entrada, pidió un cortado y unos sobaos, sacó su tablet de la gabardina y se dispuso a revisar la agenda mientras esperaba su cita. Aún era temprano.

- Hola Zas - le dijo una voz femenina desde detrás. Le sorprendió, debería estar en la cafetería antes que él.
- Analema, no te esperaba tan pronto. A decir verdad no estaba seguro de que aparecieses.
- Yo tampoco - rió la chica – estaba medio escondida esperando que llegases para ver cómo eras de verdad y con la ruta de escape asegurada. Pero al verte entrar te reconocí enseguida y sin pensarlo... ya ves, aquí me tienes – dijo ella abriendo los brazos.

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Capítulo 2, Con el tanga al revés 

Pedreña, viernes 23:15



Al cabo de un rato decidieron volver a la casa. La lluvia era más intensa. El viento, más fuerte, arrojaba contra ellos gotas heladas, pusiesen como pusiesen el enorme paraguas. Aceleraron el paso, pero llegaron calados y tiritando exhaustos. Arrojaron respectivamente la gabardina y la parka sobre el suelo de madera y se acercaron instintivamente al fuego del que ya solo quedaban unas brasas. Bajaron los dos a la leñera por una escalera interior y trajeron todos los troncos que pudieron, echando enseguida unos cuantos a la chimenea. Zas fue al baño y Analema se quitó el jersey de lana dejando que fuese el calor de las llamas el que la calentase. Cuando él volvió la empezó a desabrochar los botones de la camisa. Ella sintió como un escalofrío pero se dejó hacer. Iba a decir algo pero Zas le puso suavemente el dedo índice en sus labios mientras emitía un “Shsssssssss”. Su camisa cayó al suelo. El sujetador negro resaltaba sobre su piel blanca iluminada por la rojiza luz de las llamas. Oyó un “Mmmmmmm” de aprobación de Zas y se lo imaginó así cuando estaban también solos en la intimidad de internet y él se lo escribía.

Se agachó y le desabrochó los zapatos de ante. Le quitó los calcetines tras lo cual le dio un beso en el empeine de cada pié. El tacto de la madera del suelo le pareció increíblemente cálido. Él no se levantó. De rodillas le desbrochó la hebilla del cinturón y uno a uno los botones de sus tejanos. Ajustados de por sí y mojados por la lluvia, tuvo que ayudar con varios movimientos de cadera para que los brazos de Zas consiguiesen despegar la prenda de la piel de sus nalgas y muslos. Cuando lo hizo ella observó la expresión de sorpresa en su cara. Él no pudo reprimir una carcajada al tiempo que la miraba desde abajo con expresión agradecida y luego se abrazaba a sus piernas con la cara pegada a su pubis, mientras ella le acariciaba el aún mojado pelo de su cabeza.

Al bajarle los pantalones Zas se dio cuenta de que Analema llevaba el tanga puesto al revés, como él le había enseñado, lo de atrás adelante, con el hilo hundido entre los labios de la vagina perfectamente rasurada y el culito graciosamente resaltado por la parte que había de cubrir el pubis.

- No sabía si ibas a acabar viéndolo o no –dijo la chica- Un rato en el chat está bien, pero toda la tarde y en vaqueros no veas lo incomodo que es.
- Ja, ja, ja, ja – rió Zas- Gracias. De verdad. Pero ya sabías que no es mi estilo encamarme con la primera que conozco.
- No, prisa ya veo que no tienes ninguna.
- El placer crece cuando se alimenta el deseo, pero ya que estamos ¿me dejas seguir? – preguntó él.
- Mucho estás tardando.

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Capítulo 3, Coge el puto teléfono 

Pedreña, sábado 09:20



El sábado también amaneció nublado y lloviznando. Zas se vistió mientras Analema aún dormía.

- Buenos días -le dijo, despertando a la chica que se arrebujó entre las sábanas- ¿Qué tal has dormido?
- Uhmmmmm, no sé, he soñado cosas muy raras. ¿Pero dónde vas? –le preguntó extrañada al verlo tan vestido.
- Voy a comprar cosas y te voy a dejar atada a la cama. Convendría que hicieses pis y llamases a tu marido porque me llevaré tu móvil –le contestó Zas mientras le alzaba suavemente la cabeza para ponerle algo en el cuello.
- ¿¿¿Qué??? –tanta información había saturado a la chica, aún dormida. De repente supo que todo lo de ayer no había sido un sueño y que le esperaba otro día lleno de emociones. Pero en su pregunta no había miedo ni rebeldía, simplemente no entendía por qué tenía que hacer todo aquello.
- Verás –empezó a decir Zas, aparentemente complacido- quiero que llames a tu marido y le digas que estás muy bien con tu amiga, que te vas de excursión y que ya le llamaras por la noche o mañana. Así no nos tendremos que preocupar de él. Luego me darás el móvil porque a partir de ahora sólo hablarás con quién yo diga y cuando yo lo diga. ¿Entendido?
- Sí. ¿Qué es esto que me has puesto en el cuello?
- Una correa, la llevarás estos días, ¿te molesta así? –tal y como estaba hecha la pregunta se refería al hecho de si le resultaba molesta al cuello, no al hecho de si le molestaba llevar una correa o no.
- No, pero ¿por qué he de llevarla?
- Es un símbolo. Llevas correa porque me perteneces. Mientras estés aquí es lo único que llevarás.
- Y ¿por qué me dejarás atada?, no me moveré, no pienso escapar, no quiero escapar.
- Quiero que sepas lo que se siente –y le engancho una cadena a la correa y tirando de ella como si de un perro fuera dijo- Vamos a hacer pis. Que ayer ya vi que no aguantas mucho.

Ella se miró extrañada a sí misma, la llevaban como a un chucho, pero era una parte de la coreografía que no le sorprendía demasiado. Entraba dentro del tipo de cosas que se esperaba y que había oído y leído que los amos hacían. Pero mientras que ella se dirigió al baño, Zas lo hizo a la puerta de salida. Un suave tirón del cuello le hizo caer en cuenta de algo que no entraba en sus planes: la sacaban fuera, como a un perro, con una cadena al cuello, desnuda.

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Capítulo 5, La Luna sobre Peña Cabarga

Sábado, 18:50



En la sobremesa se les hicieron casi las siete. Recogieron todo y salieron antes de que fuese de noche. Se montaron en el coche y Zas le prometió que le enseñaría la mejor vista de Santander. Tras más de media hora de curvas y cuestas por una carretera angosta llegaron a un mirador en la cima de Peña Cabarga, la montaña que domina la bahía de Santander. Allí hay una torre a la que se llega por una rampa que termina en una especie de balconada. Un guarda les avisó de que el museo que había en la torre acababa de cerrar, pero a ellos no les importó, hoy solo querían admirar el paisaje.

Zas no había mentido. Aunque estaba oscureciendo aún había algo de luz natural. Las luces de Santander, las poblaciones vecinas y las carreteras que las unían, enmarcaban la bahía con un ligero tono amarillento. En el mar se podían ver perfectamente los barcos con sus luces de posición. La vista era maravillosa. Analema había dejado de sentir el frío que  lamía su piel desnuda debajo de la parka.

Después de tanto llover el cielo se había quedado limpio de nubes y aunque pronto se cuajaría de estrellas, ahora sólo Venus brillaba encima de ellos. Hacia poniente aún clareaba, cuando por levante, sobre el mar oscuro, empezó a despuntar la Luna. Enorme, roja, bañando el mar con su reflejo y llenando el ambiente de una luz lechosa, espectral, sobrecogedora.

Los dos estaban callados. En realidad en la cima de la montaña todo estaba en silencio menos unos grillos que cantaban en la lejanía. De repente Zas se dio cuenta de que Analema le estaba mirando con admiración. Él la besó.

- Ha sido una coincidencia, sólo te quería enseñar la vista. No sabía que la Luna saldría justamente ahora.
- Está preciosa. ¿Sabías que habría luna llena?
- Eso sí, aunque no se me ocurrió mirar a qué hora saldría y no estaba seguro de que las nubes nos la hubiesen dejado ver. Hemos tenido mucha suerte. Además no es muy normal ver la luna roja en invierno. Pero ven, vamos a un sitio en el que la vista puede que te interese más.

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Capítulo 6, ¿Te gustan los cámbaros?




A la vuelta, en el coche, Analema se recostó contra Zas procurando no entorpecerle demasiado para conducir.

- Cuando me ataste a la roca pensé que me ibas a azotar.
- Ya, yo también lo pensaba. Hubiese sido bonito. Pero visto como te pusiste....
- Pasé mucho miedo, creo que aún tiemblo.
- Joooooooo, es que quería darle más ambiente a la escena.
- Pues por poco me matas con el decorado.
- Voy improvisando y no contaba con que las vacas fuesen a verte.
- ¿No?, pues si lo hubieses planeado no te hubiese quedado tan bien. No sabes el susto que me di al ver esos ojos iluminados de rojo rodeándome.
- Sí que lo sé cielo.
- ¿Encontraste las mandrágoras?
- No creo que haya por aquí. Además, creo que sería incapaz de distinguir una mandrágora de una zanahoria y la verdad es que ni siquiera las busqué. Simplemente me pareció una historia bonita que me servía de excusa para dejarte sola.
- Conseguirás que nunca te crea –dijo ella un tanto decepcionada-. Después de tanto rollo tenía interés en ver cómo eran.
- Te mandaré una foto, es una planta curiosa. Pero hay que tener cuidado, puede ser muy toxica. ¿Has oído hablar de la burundanga?
- ¿Burundanga?, no ¿qué es?
- Es una droga que emplean en Colombia. Se la dan a alguien y luego hacen con el lo que quieren. Pues lleva escopolamina, igual que la mandrágora. Son sustancias peligrosas.
- ¿Las has empleado alguna vez?
- No. Me gusta conservar intactos mis cinco sentidos y que los que están conmigo los conserven igual.
- No te hacen falta drogas.
- A nadie le hacen falta drogas.

Cuando llegaron a la casa, Zas le aconsejó que se diese una baño caliente, le serviría para relajarse. Mientras tanto él iría preparando las cosas de la cena.

- Buena idea, me vendrá bien, pero antes voy a hacer pis –dijo ella encaminándose hacia la puerta de la calle.
- Puedes ir al baño cielo, te lo has ganado.
- No. Quiero que todo sea como tú querías.

Zas preparó la chimenea para hacer la cena en las brasas. Le encantaba cocinar allí. Quedaba mayonesa del mediodía y picó más ajo y perejil mientras se limpiaban las navajas y las chirlas que habían traído los chicos. Luego fue a ver a Analema que estaba en la bañera con los ojos cerrados.

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Capítulo 7, Percepciones

Pedreña, madrugada del domingo, 02:20



El placer de la sobremesa depende de muchas cosas, en parte de lo que hayas comido, pero fundamentalmente de la compañía y la situación. Pocas sobremesas se podían comparar a aquella. Zas estaba sentado en el suelo de madera y Analema tumbada con la cabeza apoyada en el muslo de él.

- Tienes un pelo precioso –dijo Zas mientras lo acariciaba- Me gustan las melenas sueltas y peinarlas con los dedos.
- Mmmmmmmm, si sigues así me dormiré.
- Nooooooo, aún nos quedan muchas cosas por hacer.
- ¿Más?, ¿no te duele la cabeza de tanto pensar?
- Ya sabes que voy improvisando, lo que pasa es que a veces le veo posibilidades a situaciones que normalmente pasarían desapercibidas.
- Ya veo que tienes mucha práctica. ¿Con tu primita ya hacías sesiones?
- ¡Que va!, todo era pura curiosidad, totalmente inocente.
- ¡Claaaaaaaaaaro!, lo mas normal del mundo jugar a ponerle un cangrejo en el coño a tu prima ¿quién no la ha hecho?
- Pues por lo que veo, tu primo.
- ¡Malo! –dijo Anlema riendo-, mis primos son todos encantadores y de pequeños lo más bruto que hacíamos era tirarnos piedras de vez en cuando.
- ¿Lo ves?, unos salvajes, mi prima y yo éramos mucho más civilizados, nunca nos hacíamos daño.
- ¿Y aún dura esa relación?
- No de esa manera, aunque sigue siendo especial. ¿Cómo te diría...? Ahora para ella yo soy su “prima”.  Quiero decir que tiene la misma confianza conmigo que si yo fuese chica. Existe una intimidad muy particular que no se da con un primo.
- ¿Y cuando cambió todo eso?
- Cuando ella se echó un noviete en serio. Cuando me enteré por poco me muero de los celos, pero a todo se acostumbra uno.
- ¿La querías?
- Claro, éramos más que colegas de juegos y de aventuras... éramos cómplices. Todo eso se fue un poco al garete. Ya te digo que es mayor que yo, las chicas maduran antes que los chicos. Yo era un crío y ella ya necesitaba otras cosas...
- En fin –continuó Zas suspirando-, pero lo que habíamos vivido ahí estaba y ninguno lo podía olvidar, así que superado el primer trauma, quedó en nosotros una relación de confianza total y carente de todo pudor.
- Debió ser muy bonito lo que vivisteis –dijo Analema pensativa.
- Imagina, de pequeños éramos como dos hermanitos. Nos bañaban juntos, dormíamos la siesta juntos... Cuando fuimos un poco mas mayores siempre jugábamos juntos. En aquella época los niños jugaban con tranquilidad en la calle y todo era una aventura. Cuando se despertó la primera curiosidad sexual infantil, nos tuvimos siempre el uno al otro. Yo la vi crecer, desarrollarse sus pechitos, poblarse de pelusilla su pubis, su primera regla...
- ¡Vaya!. ¿Y no le daba vergüenza?
- No. Era algo normal para nosotros. Ella también me vio crecer a mí. Creo que si no has vivido algo así no te lo podré explicar... fue una época maravillosa. Cuando todos mis amigos fantaseaban sobre como era el cuerpo de una chica, yo conocía perfectamente el de mi prima. Pero lo importante no era que nos tuviésemos el uno al otro para resolver las inquietudes que se nos presentaban. Inquietudes que infantiles e ingenuas, no dejaban en muchas ocasiones de ser sexuales. Lo importante era la complicidad que existía entre los dos.
- Entonces, ¿el cuerpo femenino nunca ha tenido secretos para ti?
- El cuerpo y el alma femenino son un absoluto misterio para mí. Me fascina y por eso sigo empeñado en conocerlos cada vez mejor. Pero lo que más me entusiasma de esa tarea es que es imposible de abarcar, por mucho que aprenda siempre me quedará mucho más. Así mi curiosidad siempre tendrá un objetivo en el que centrarse.
- ¿Por eso te hiciste amo? ¿Para conocer más?
- Creo que uno no se hace amo. Uno es amo aunque no lo sepa, hasta que en un determinado momento descubre que lo es y ejerce como tal. Y sí, ser amo te permite conocer muchas facetas insospechadas del cuerpo y el alma de las personas.
- ¿Hay diferencias entre amo y maltratador?
- ¿Hay diferencias entre amante y violador? –respondió Zas.
- Son cosas muy distintas, los amantes se implican los dos, el violador se impone por la fuerza.
- Pero yo me he impuesto a ti hasta el punto de que me has suplicado que lo dejara. ¿Qué soy entonces?
- Mi amo. Un amo que conoce mejor que yo misma hasta dónde puedo llegar. Si te he suplicado es porque no tenía confianza en mí, no en ti. Pero creo que por nada del mundo me hubiese perdido los momentos que me has hecho vivir, aunque hayan sido al borde del pánico.
- Cielo, el miedo es una emoción altamente activadora, lo he usado a propósito para que tus sentimientos tuviesen más intensidad. Pero también he querido enseñarte que el miedo irracional es perjudicial y hay que aprender a dominarlo.
- Es difícil dominar el miedo, creo que imposible.
- Verás –continuó Zas-. El miedo es útil, te protege de situaciones que pueden ser perjudiciales. Si tienes miedo a las tormentas y te metes en tu casa cuando hay una, así te aseguras de que no te cae un rayo. Ese aspecto es beneficioso. Pero si cada vez que se nubla te metes en tu casa por si se forma una tormenta, eso es perjudicial. En este segundo caso el miedo es irracional y patológico.
- Ya, ¿pero cómo se separa el uno del otro?
- Pensando. Reconozco que es difícil, pero si lo consiguiésemos podríamos darnos cuenta de cuando somos nosotros los que estamos alimentando nuestros propios temores. Si tienes miedo a algo, centras tanto tu atención en ello que lo ves por todas partes. Verás, voy a ver si te lo puedo demostrar.

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Capítulo 8, La vela indica el tiempo

Madrugada del domingo, 03:40



- ¿Qué quieres decir con pruebas reales?, ¿qué hemos estado haciendo hasta ahora?
- Vencer tu miedo. Ahora ya podemos fijarnos otras metas. Creo que ya te puedo pedir cualquier cosa que se me ocurra.
- No creo que mi miedo esté totalmente vencido.
- No es necesario que sea totalmente. Me basta con que hayas asimilado algo de todo lo que has vivido hasta ahora.
- Zas, tú confías en mí hasta un punto en que ni yo lo hago. He creído morirme con cada cosa que me has pedido. Estoy a-co-jo-na-da.
- Mmmmm mi amor –dijo él riendo y abrazándola-. Me encanta cuando te pones así.

Ella se dejó besar. Le gustaba estar en manos de Zas.

Éste, mirando la hora dijo: “Aún tenemos tiempo antes de irnos a dormir”. Y levantándose fue a buscar algo. Volvió con una velas.

- ¿Te acuerdas cuando te hacía jugar con velas delante de la cámara?
- Mmmmm sí, muy excitante, pero al principio me daba mucho miedo.
- A todos nos asusta el fuego. Nos asusta pero también nos atrae ¿verdad?
- Sí. Recuerdo la primera vez que me pediste que me masturbase con la vela encendida introducida en la vagina. Estaba súper excitada de ver la llama ahí abajo y sentir el calor entre las piernas. Fue increíble.
- Sí –rió Zas-. Recuerdo tus comentarios. Lo que nunca conseguí es que te pusieses la vela encendida en el culo.
- Ya, como si fuese tan fácil. Si ponía la vela primero, luego no podía encenderla. Si la encendía primero, luego no había manera de ponérmela. Lo hiciese como lo hiciese me quemaba.
- Sí que eres un poco cobardica y un poco torpona –dijo Zas riéndose en broma-. Primero no es tan difícil y segundo las velas tienen unas llamas suaves. No generan mucho calor.
- Joder que no, pruébalo tú y verás.
- No. Lo probarás tú. Ponte de pié.

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Capítulo 9, Donde las dan las toman

Domingo, 08:10



A Zas le despertó una incómoda sensación de frío e inmovilidad. Estaba muy cansado, quería aferrarse a su sueño y seguir durmiendo. Intentó taparse sin abrir los ojos, pero... no se podía mover. Tardó en reaccionar, pero de repente todas las alarmas se le encendieron. Abrió rápidamente los ojos alzando la cabeza. Vio que Analema, ante su brusco movimiento, se alejaba asustada de la esquina de la cama. Le acababa de atar el tobillo a ella.

Le sorprendieron dos cosas en ese instante. Lo rápido que se había despejado y la inesperada reacción de Analema. En un momento se había hecho idea de la situación, por otra parte impensable. Se encontraba desnudo, atado de manos y pies a las cuatro esquinas de la cama y Analema le miraba... asustada. Entre asustada y enfadada. La conclusión era clara, la chica, en un arrebato de ira y miedo, se estaba vengando.

- ¿¡Qué se siente!? –preguntó ella.

Su voz era aguda, chillona. Le costaba modularla. Era evidente que estaba muy nerviosa.

- ¿Qué se siente? Señor sabelotodo.
- Analema, sólo te lo diré una vez. ¡Suéltame! –dijo Zas con voz fría y mirándola directamente a los ojos.
- ¿Qué te suelte? Y cuando yo te suplicaba que me soltases ¿lo hiciste tú? Noooooooooo –prosiguió-. No me soltaste, tú sabías lo que querías hacer ¿verdad?, tú sabías lo que yo necesitaba ¿no? Tú seguiste tu plan calculado, llevándome al límite “sin sobrepasarlo”. No te voy a soltar. Quiero que sientas lo que yo he sentido. Quiero que pruebes el miedo. ¿Sorprendido? No te lo esperabas, ¿no?

La mente de Zas funcionaba todo lo deprisa que podía. Era evidente que la conducta de Analema era fruto de un impulso ofuscado y no planeado. No sabía muy bien qué se proponía. Darle un escarmiento, eso era evidente, pero también lo era la improvisación con la que actuaba y el hecho de que ella misma estaba sorprendida de su propia conducta. Aquello podía ser peligroso. Analema puede que no supiese terminar lo que había comenzado.

- ¡¡¡Contesta!!!, ¿tienes miedo, cabrón?

Sí. Zas tenía miedo, mucho. Pero sabía que no debería demostrarlo. Tenía que seguir siendo inflexible... mientras pudiese. No estaba seguro de si debía intentar razonar con Analema o no. Si intentaba negociar, ella lo podía interpretar como un gesto de debilidad y ensañarse más en su venganza. Si la ignoraba, intentando mantener una postura digna hasta que lo soltase, igual eso aumentaba más su ira y tampoco sería bueno. Hiciese lo que hiciese se arriesgaba a salir mal parado. Pero tenía que decidirse ya.

Analema_de_Zas 10

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