Viene de Analema_de_Zas, capítulo 1
Capítulo 2, Con el tanga al revés
Pedreña, viernes 23:15
Al cabo de un rato decidieron volver a la casa. La lluvia era más intensa. El viento, más fuerte, arrojaba contra ellos gotas heladas, pusiesen como pusiesen el enorme paraguas. Aceleraron el paso, pero llegaron calados y tiritando exhaustos. Arrojaron respectivamente la gabardina y la parka sobre el suelo de madera y se acercaron instintivamente al fuego del que ya solo quedaban unas brasas. Bajaron los dos a la leñera por una escalera interior y trajeron todos los troncos que pudieron, echando enseguida unos cuantos a la chimenea. Zas fue al baño y Analema se quitó el jersey de lana dejando que fuese el calor de las llamas el que la calentase. Cuando él volvió la empezó a desabrochar los botones de la camisa. Ella sintió como un escalofrío pero se dejó hacer. Iba a decir algo pero Zas le puso suavemente el dedo índice en sus labios mientras emitía un “Shsssssssss”. Su camisa cayó al suelo. El sujetador negro resaltaba sobre su piel blanca iluminada por la rojiza luz de las llamas. Oyó un “Mmmmmmm” de aprobación de Zas y se lo imaginó así cuando estaban también solos en la intimidad de internet y él se lo escribía.
Se agachó y le desabrochó los zapatos de ante. Le quitó los calcetines tras lo cual le dio un beso en el empeine de cada pié. El tacto de la madera del suelo le pareció increíblemente cálido. Él no se levantó. De rodillas le desbrochó la hebilla del cinturón y uno a uno los botones de sus tejanos. Ajustados de por sí y mojados por la lluvia, tuvo que ayudar con varios movimientos de cadera para que los brazos de Zas consiguiesen despegar la prenda de la piel de sus nalgas y muslos. Cuando lo hizo ella observó la expresión de sorpresa en su cara. Él no pudo reprimir una carcajada al tiempo que la miraba desde abajo con expresión agradecida y luego se abrazaba a sus piernas con la cara pegada a su pubis, mientras ella le acariciaba el aún mojado pelo de su cabeza.
Al bajarle los pantalones Zas se dio cuenta de que Analema llevaba el tanga puesto al revés, como él le había enseñado, lo de atrás adelante, con el hilo hundido entre los labios de la vagina perfectamente rasurada y el culito graciosamente resaltado por la parte que había de cubrir el pubis.
- No sabía si ibas a acabar viéndolo o no –dijo la chica- Un rato en el chat está bien, pero toda la tarde y en vaqueros no veas lo incomodo que es.
- Ja, ja, ja, ja – rió Zas- Gracias. De verdad. Pero ya sabías que no es mi estilo encamarme con la primera que conozco.
- No, prisa ya veo que no tienes ninguna.
- El placer crece cuando se alimenta el deseo, pero ya que estamos ¿me dejas seguir? – preguntó él.
Le terminó de quitar los pantalones y la puso de espaldas. Agarró las nalgas que tantas veces había visto por la cámara. Las notó suaves y firmes. Le quitó el tanga y lo olió. “Mmmmmmmmmm”. La hizo girar hasta que tuvo la vagina delante de él. La rozó con las yemas de los dedos y le dio un beso. Luego se volvió a poner de pié y enfrente de ella, abrazándola, la desabrochó el sujetador a tientas y se apartó un poco para quitárselo y dejar sus senos libres. Tenía ganas de abrazarla de nuevo y explorar toda su piel, pero ya habría tiempo de eso.
Miró el suelo, alrededor de la chica estaban todas sus prendas esparcidas.
- Conserva el trabajo que tienes - dijo ella – Nunca te contratarán en una boutique, eres poco cuidadoso con la ropa.
- A ver si tú lo haces mejor – le invitó él.
Le quitó la cazadora de cuero y le empezó a desabrochar la camisa, mientras con la mano le acariciaba el vello del pecho. Cazadora y camisa se unieronn al caos textil que había en el suelo.
- Si te ve mi mujer te mata.
- ¿Crees que si nos ve ahora se preocuparía por la ropa?
Desabrochó el pantalón y bajó la cremallera. Abrió el cinturón y tiró de un extremo. Se deslizó sin dificultad dejando suelto el pantalón sport beige que cayó al suelo. Boxer negro “buena elección” pensó ella. Y se sentó en el suelo para quitarle los zapatos. Luego, así como estaba alzó los brazos hasta su cintura y bajó el boxer mientras le miraba a los ojos desde abajo, “soy tuya”. Se abrazó a sus piernas con la cara apretando el pene y las manos aferrando sus nalgas. Notó que su miembro palpitaba contra su mejilla.
Él la alzó “ven”. La llevó al baño. La bañera estaba a punto de rebosar y el vapor se levantaba de la superficie del agua. Muy caliente. Él quitó el tapón y abrió el grifo del agua fría hasta que estuvo soportable. Entonces se metió se sentó y la invitó a hacer lo mismo. Ella se iba a sentar enfrente, pero la atrajo hacia él y la sentó delante suya, los dos mirando en la misma dirección, el pecho de él contra la espalda de ella.
El agua seguía estando muy caliente y el contraste en su piel, después del frío que habían pasado, provocaba una sensación de relax y bienestar total. Con la mano él iba echando agua sobre los hombros y el pecho de Analema. Lo hacía despacio, como en un rito. Los dos guardaban silencio, cualquier comentario estropearía ese momento. Ella cerró los ojos y se dejó llevar por la calidez que la envolvía. Después de los nervios y el miedo que había pasado antes de esa cita, que la llevaría a experimentar un mundo desconocido y al que sólo se había asomado por la pantalla del ordenador, la paz que experimentaba ahora era total y la seguridad también. Zas sabía lo que hacía, estaba bien en sus manos, no se tenía que preocupar de nada...
La despertó la sensación de cambio de temperatura, una especie de escalofrío en el cuello. Él la estaba soplando en la nuca. Parecía que acababa de cerrar los ojos, pero por otra parte se sentía como si hubiese dormido mucho rato. Tenía las yemas de los dedos como una pasa, los pezones duros y ganas de hacer pis.
- ¿Te has despertado ya?
- Mmmmmmmmmmm creo que sí –dijo ella- no sabia que me había dormido. ¿Llevo mucho rato?
- Un poco. Deja que abra el grifo del agua caliente.
- Sí, gracias. Y tengo que hacer pis –añadió, intentando levantarse.
- Aún no. Espera.
- ¡Me estoy meando! –protestó la chica.
- Espera –susurró él mientras le mordisqueba el lóbulo de la oreja y pellizcaba sus pezones con ambas manos. Suave pero enérgicamente siguió amasándole las tetas.
- ¿Qué haces?
- Exploro, sopeso, tomo medidas de todo lo que he visto pero hasta ahora no pude tocar. Duritas tus tetas, me gustan. ¿las tienes siempre así?, ¿sólo cuando te excitas? ¿o sólo cuando tienes pis?
- No lo sé. Hago pis y compruebas cómo están después.
- ¡No! –dijo él impidiendo que se levantase- Ya lo harás cuando yo te diga. Y cuanto antes termine, antes será. Ponte mirando para allá.
- No es por no obedecerte, pero me haré pis aquí, no lo podré evitar –respondió ella mientras se arrodillaba hacia el otro lado para adoptar la postura que le había pedido.
- Así. ¿Te he dicho alguna vez que me encanta tu culo? –Zas lo tenía delante. Se había recostado para tener la cabeza a su altura y ahora Analema estaba de rodillas, a cuatro patas, abriendo el culo ante la cabeza de él, que a penas sobresalía del agua.
Él disfrutaba sin prisa de aquella perspectiva. Pellizcaba las nalgas, las amasaba, le agarraba el pubis, separaba los labios de la vagina, los examinaba. Analema estaba empezando a sentirse incomoda, pues más que erótico aquello parecía una inspección técnica.
Ella meándose y el otro palpa, pellizca, abre, toca... Se ve que todo aquello excitó a Zas, pues la polla le salía del agua como el periscopio de un submarino. Analema empezó a acariciársela sin saber si eso aceleraría o retrasaría la “inspección”. Ella también estaría muy excitada en situaciones normales, si es que era normal tener el sexo abierto ante alguien que acababa de conocer en realidad y que la examinaba con el mismo entusiasmo que un entomólogo mira al microscopio una mariposa nueva que acaba de catalogar. Ni su ginecólogo demostraba tanto detenimiento, pero a no ser por la erección, no había nada que diferenciase a Zas de un entomólogo, ¿o tal vez estos también se empalmarían examinando sus lepidópteros?
Ahora abrió su vagina e introdujo dos dedos. Ella los notó en su interior. Explorando el canal, llegando al margen del útero. Girando le dio dos toques en la zona más sensible del canal, su punto G, una especie de “sé que estas ahí”. ¿Lo había hecho a propósito? ¿Cómo era posible que él lo encontrase sin buscar y su marido no hubiese manera? Salió y se concentró en el clítoris. Apartó la piel a su alrededor, lo apretó, lo presionó y luego lo rozó de una manera que la hizo saltar.
- ¿A que se te han olvidado las ganas de hacer pis?
- ¡Sí! –respondió sorprendida- pero has hecho mal en recordarlo. Estoy que reviento. Te mearé así como estoy.
- Ja, ja, ja –rió él- No me importaría en absoluto, pero no lo harás. Aún no quiero que lo hagas –y cambiando de orificio le metió un dedo en el ano.
Analema no se lo esperaba. Gritó, pero más que de dolor de la penetración, fue de dolor en el esfínter de la vejiga. No podía aguantarse más. ¿Cómo era posible que hace unos segundos se hubiese olvidado del pis?, ¿porqué había tenido él que recordárselo?
Gracias al agua caliente y al jabón el dedo entraba y salía sin dificultad, incluso cuando metió dos, pero notaba que su cuerpo se oponía a esa penetración, estaba tensa.
Sin sacar los dedos Zas cogió con la otra mano una palangana que había al lado de la bañera y la puso debajo de sus piernas.
- Haz pis.
- Dejame ir al wáter –dijo ella asustada.
- Haz pis.
- ¡Zas por favor!, ¡así no puedo!, deja que me levante.
- Haz pis y relájate.
- ¡¡¡Zaaas!!! –gritó ella sollozando.
- Yo no tengo prisa.
- Me iré y aquí te quedas tú con todo tu puto juego –dijo haciendo un ademán de levantarse.
- ¡No!, no te irás -cortó él enérgicamente-. Ya sabías a lo que venías. Sabes que pasarás miedo, que te haré daño, que te pediré cosas que no imaginas, que me odiarás, que me querrás, que te excitarás como nunca antes lo has hecho... ¡¡¡Así que haz pis de una puta vez!!!
Analema se rindió, volvió a agacharse y escuchó como el chorro de orina producía en la palangana un tintineo metálico.
- Así, bien, mucho mejor. Relaja los esfínteres, no hagas ninguna fuerza –pidió él con una voz dulce y consoladora.
El abandono de su claudicación le produjo una increíble sensación de bienestar por la desaparición del dolor que hasta ahora sentía. Se relajó toda, sintió como su vejiga se vaciaba produciéndola una sensación de placer. Sintió vergüenza al imaginarse a Zas, con los dedos aún en su ano, mirando en primer plano el chorro dorado que salía de su interior. Esa humillación acrecentó su sensación de placer. ¿Pero qué sentiría él? Estaría... ¿excitado también?, ¿simplemente complacido?, ¿satisfecho de ver que las cosas salían conforme a su plan? En todo caso supo que ya no lucharía más, que estaba en sus manos, que intentase lo que intentase, él ya sabría antes que ella lo que iba a hacer. Que hiciese lo que hiciese, acabaría haciendo lo que él quería. Supo que iba a descubrir cosas de ella misma que ni siquiera sospechaba. De lo que no estaba segura es que si lo que ella descubriría él ya lo sabía.
Se sorprendió cuando se dio cuenta del placer que sentía procedente de su ano relajado. Por lo menos ya tenía tres dedos dentro. No estaba segura, ni de los movimientos que Zas estaba haciendo. Esperaba sentir de un momento a otro un dedo estimulándole el clítoris. Pero ese dedo no llegaba y unos calambres empezaron a recorrer su cuerpo desde un punto indeterminado del ano. Su mano fue instintivamente a acariciar el clítoris.
- ¡No! –dijo él, imperativa pero suavemente- No te hará falta.
Los calambres se intensificaron y el placer la envolvió tan súbita como inesperadamente ¿un orgasmo anal?, ¿sin estimular el clítoris?, ¿era eso posible?
Sintió que Zas la volvía a atraer hacia sí. Quedó sentada apoyando su espalda contra el pecho de él, que mojaba su piel con el agua caliente, mientras le besaba el cuello y le susurraba al oído: “Descansa ahora, te lo has merecido”. Y ella se arrebujó entre sus brazos, feliz y satisfecha. Estaba en buenas manos.
No sabía cuanto tiempo había pasado cuando Zas quitó el tapón de la bañera, abrió otra vez el agua caliente, la aclaró con la ducha y la secó con una toalla lo justo para que no gotease. “Ven”, le dijo y descalza le siguió hasta delante de la chimenea. Unos cuantos troncos más avivaron el fuego y luego se sentaron directamente en el suelo de madera.
Él, con el dedo jugaba con las gotas que sobre su piel e iban cayendo del pelo mojado. El calor del fuego le proporcionaba una agradable sensación al evaporar el agua de su piel mojada y los dedos de Zas, tocasen donde tocasen, los sentía como un hormigueo en el clítoris.
- ¿Cómo estas? –preguntó él.
- Mojada.
- Ya lo veo –dijo mientras le metía dos dedos en la vagina- Pero dime ¿entiendes lo que hemos hecho?
- Lo que has hecho, dirás.
- Tú también has ayudado ¿o no? –preguntó él.
- He sido tu objeto de estudio, has buscado mis resortes físicos y anímicos y los has manipulado a tu gusto, en un rato me has hecho sentir cosas que jamás había sospechado, has definido totalmente los papeles de nuestra relación. Tú sabes lo que hay que hacer y lo haces, sabes lo que me da miedo y lo que meda placer y cambias de uno a otro para incrementar esa sensación a tu antojo. Me has afinado como un instrumento para que mi música suene a tu gusto.
- Si te has dado cuenta de todo eso ya has hecho mucho, pero ten en cuenta que lo importante no es que yo haya sido capaz de hacer todo eso, sino que tú lo creas.
- Quieres decir que... –se interrumpió ella con expresión dubitativa.
- Quiero decir que para un líder lo importante no es que sepa gobernar bien a su pueblo, sino que su pueblo crea que puede hacerlo. Para un dios lo importante no es hacer milagros, sino que sus seguidores crean que puede hacerlos. Para un adivino lo importante no es predecir el futuro, sino que los incautos crean que puede hacerlo. Lo difícil es crear una expectativa, lo demás son profecías que se auto cumplen.
- Entonces... ¿mis apreciaciones no son reales?
- Tus sensaciones son reales, lo que quiero decir que parte del mérito es mío y otra parte es simplemente el mérito que tú me atribuyes.
- ¿Por qué me lo dices? –preguntó Analema- Tú mismo te estas quitando poder.
- No, mi poder radica en tu inseguridad, por eso yo soy amo y tu sumisa. Si tú estas segura de mi poder sobre ti, harás lo que te pida con absoluta confianza, con demasiada confianza. Eso te restaría temor. Quiero que dudes, que no estés segura de si sé lo que hago o es un farol. Quiero que el miedo y la inseguridad no te abandonen. Sólo así conseguiré aumentar tu placer.
- Ya, como hiciste antes. Pero dime ¿y tú qué consigues?, ¿cuál es tu placer? Antes te vi excitado un momento, pero luego ya no.
- Sí, cuando tu tensión y desconfianza iban alcanzando el punto máximo, cuando sabía que estabas a punto de explotar.
- ¿Mi miedo te excitó?
- En parte -aclaró él- Tu miedo, el ver que ibas respondiendo como esperaba... La situación en general era muy excitante.
- ¿Nunca tienes sexo con tus sumisas?
- Sexo acabamos de tener, pero te refieres a si follamos ¿no? –y al ver el gesto afirmativo de Analema continuó- Siempre lo hacemos, de diferentes maneras, en diferentes momentos, antes y después de muchas otras cosas. Lo que nunca he quedado con ninguna sumisa sólo para follar.
- Mira, como ya te dije –continuó Zas sin esperar la respuesta de ella- lo que estamos haciendo hoy es conocernos físicamente. Virtualmente te has tocado donde yo te he dicho, pero nunca lo había hecho yo personalmente. Quiero sentir tu cuerpo y que tú sientas mis manos. Quiero saber dónde están tus puntos sensibles.
- Ya, antes me dio la impresión que me examinabas como a un bicho raro.
- Y si eso te produjo cierta incomodidad me alegro, también es parte del efecto que buscaba. Y aún tenemos que seguir con eso, pues hay cosas que me dijiste que no habías hecho nunca y tenemos que hacerlas antes de empezar las sesiones mañana.
- ¿Qué cosas? –preguntó ella con aire preocupado.
- Nunca se han corrido en tu boca y nunca te han penetrado por el ano.
- No sé por qué te conté eso.
- Mañana lo haremos como parte de otras cosas, así que mejor que lo probemos hoy. Veamos cómo la chupas.
Analema había practicado sexo oral, pero casi siempre como preparación a algo. Juego antes del coito, calentamiento antes de la masturbación... Nunca como un objetivo en sí mismo. Había tenido orgasmos mientras le comían el clítoris, pero nunca se habían corrido en su boca, siempre lo había evitado. Sólo de pensarlo le daba nauseas.
Zas le explicó como quería que le agarrase el pene, los testículos, como chupar el glande, como jugar con el frenillo. Ensayaron penetraciones mas profundas, hasta que ella sentía arcadas cuando el glande le rozaba la campanilla. Sin prisa, volviéndolo a intentar hasta que poco a poco Analema iba quitando el miedo y resistiendo cada vez más.
Ella ya notaba en su boca el sabor del líquido seminal que fluidificaba la uretra, cuando él la anunció que iba a eyacular y sacó el pene dejando sólo el glande dentro de la boca. Ella cogió con una mano el miembro moviéndola arriba y abajo, mientras que con la otra le acariciaba los testículos, tal y como él le acababa de explicar. Notó en su mano las sacudidas y el líquido caliente le llegó a la boca. Lo retuvo sin moverse, sin saber que hacer, si tragarlo o escupirlo. Zas le acercó un kleenex, “escupe” y ella lo hizo aliviada.
- ¿Qué tal?
- No sé, estaba tan nerviosa que no me he enterado.
- Entonces no ha sido tan malo ¿no?
- No, la verdad es que pensé que lo llevaría peor –dijo ella.
Siguieron comentando la experiencia y Zas, como distraídamente, empezó a jugar con el ano de la chica. Masajeando los márgenes con el dedo mojado de saliva, introduciéndolo poco a poco.
- ¿No te cansas nunca? –preguntó ella.
- No, ahora le toca a éste –y levantándose Zas fue a la cocina volviendo con una botella de aceite.
- Esto servirá –dijo- Ponte a cuatro patas. Antes te has corrido sólo por el estímulo de mis dedos en tu ano, pero más que nada ha sido la liberación de la tensión que habías acumulado. Ahora necesitarás algo de ayuda, así que te puedes tocar el clítoris y eso te irá mejor. Es importante que te relajes, que no te resistas a la penetración. Yo te dilataré, pero tú no te opongas. Si te hago daño retrocederé hasta que entre con facilidad. Cualquier cosa que no te vaya bien me la dices.
Zas fue trabajando la zona con mucha paciencia, masajeando, dilatando, metiendo y sacando dedos con mucha suavidad, respondiendo a los quejidos o jadeos de Analema, retrocediendo y volviendo a empezar. Hasta que la abertura estuvo totalmente dilatada, los temores superados, la resistencia vencida. Analema se frotaba el clítoris entre compulsivos jadeos. Delante de él la abertura del ano se abría y cerraba en indudable invitación.
Mordió la funda de un preservativo que sacó y se colocó cuidadosamente. Introdujo los dedos y comprobó por última vez que la dilatación era óptima. Analema volvió a sentir que algo se introducía en su recto, pero esta vez algo más grande, más largo y supo que su culo ya no era virgen. Sorprendentemente no sentía el dolor que esperaba, solo una sensación de volumen en su interior, algo que la oprimía por dentro, que entraba y salía con... facilidad. Sintió los testículos golpeándole la vagina en cada sacudida y las manos de Zas agarrándola fuertemente las caderas y llevándola rítmicamente adelante y atrás. Notó su ano ajustándose solo al perímetro del pene de Zas, como ordeñándolo, aumentando la sensación de contacto. Y se dio cuenta que desde su clítoris hasta el interior de sus entrañas, los calambres le anunciaban un nuevo tipo de orgasmo que hasta ahora no había experimentado.
- ¿Qué tal? – volvió a preguntar Zas.
- Ufffffff. Muy bien, sorprendida, alucinada... la verdad es que no sé que decir.
- ¿Te ha gustado?
- Mucho, de verdad –acercándose a él le dio un beso- ¿Y a ti?, ¿te has corrido?
Zas le enseñó el preservativo lleno de semen.
- ¿Sabes? –dijo ella- ¿cuánto llevamos juntos? A penas unas horas, en cambio parece que llevo días aquí contigo. Hace nada estábamos merendando en una cafetería y poco a poco has ido pisando el acelerador y ahora si miro atrás me parece que en esa cafetería entré hace... no sé cuanto tiempo.
- ¿Arrepentida de no haber empleado la ruta de escape?
- ¡No! Que va. Alucinada simplemente.
- Ha sido un día intenso para los dos, mejor que vayamos ya a dormir.
Recogieron un poco las cosas y se fueron a la cama. Se acostaron desnudos. Las sábanas estaban húmedas, pero no les importó. Zas abrazó por la espalda a Analema y, a pesar de las emociones, el cansancio les venció y los dos quedaron dormidos. Su primer día juntos había terminado.
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