martes, 21 de mayo de 2019

Analema_de_Zas 6


Capítulo 6, ¿Te gustan los cámbaros?




A la vuelta, en el coche, Analema se recostó contra Zas procurando no entorpecerle demasiado para conducir.

- Cuando me ataste a la roca pensé que me ibas a azotar.
- Ya, yo también lo pensaba. Hubiese sido bonito. Pero visto como te pusiste....
- Pasé mucho miedo, creo que aún tiemblo.
- Joooooooo, es que quería darle más ambiente a la escena.
- Pues por poco me matas con el decorado.
- Voy improvisando y no contaba con que las vacas fuesen a verte.
- ¿No?, pues si lo hubieses planeado no te hubiese quedado tan bien. No sabes el susto que me di al ver esos ojos iluminados de rojo rodeándome.
- Sí que lo sé cielo.
- ¿Encontraste las mandrágoras?
- No creo que haya por aquí. Además, creo que sería incapaz de distinguir una mandrágora de una zanahoria y la verdad es que ni siquiera las busqué. Simplemente me pareció una historia bonita que me servía de excusa para dejarte sola.
- Conseguirás que nunca te crea –dijo ella un tanto decepcionada-. Después de tanto rollo tenía interés en ver cómo eran.
- Te mandaré una foto, es una planta curiosa. Pero hay que tener cuidado, puede ser muy toxica. ¿Has oído hablar de la burundanga?
- ¿Burundanga?, no ¿qué es?
- Es una droga que emplean en Colombia. Se la dan a alguien y luego hacen con el lo que quieren. Pues lleva escopolamina, igual que la mandrágora. Son sustancias peligrosas.
- ¿Las has empleado alguna vez?
- No. Me gusta conservar intactos mis cinco sentidos y que los que están conmigo los conserven igual.
- No te hacen falta drogas.
- A nadie le hacen falta drogas.

Cuando llegaron a la casa, Zas le aconsejó que se diese una baño caliente, le serviría para relajarse. Mientras tanto él iría preparando las cosas de la cena.

- Buena idea, me vendrá bien, pero antes voy a hacer pis –dijo ella encaminándose hacia la puerta de la calle.
- Puedes ir al baño cielo, te lo has ganado.
- No. Quiero que todo sea como tú querías.

Zas preparó la chimenea para hacer la cena en las brasas. Le encantaba cocinar allí. Quedaba mayonesa del mediodía y picó más ajo y perejil mientras se limpiaban las navajas y las chirlas que habían traído los chicos. Luego fue a ver a Analema que estaba en la bañera con los ojos cerrados.

Le comenzó a dar un masaje en las sienes, en la frente, siguiendo las órbitas de los ojos, los pómulos... Luego trabajó para desentumecer los hombros, los brazos y por último los muslos y los tobillos.

Cuando el agua comenzaba a enfriarse quitó el tapón de la bañera, pero le pidió que no se moviese y que no abriese los ojos.

Salió y volvió al momento.

- ¿Te gustan los cangrejos?
- Mmmmmmmm síiiiii –respondió ella- Aunque no comemos demasiados, están carísimos. En Valladolid casi todos los que encuentras son de río.
- ¿Los de mar no te gustan?
- Los encuentro más difíciles de comer, pero si tú me ayudas...
- ¿Y vivos no te gustan?
- ¿¡Vivos!? –preguntó ella extrañada, abriendo los ojos.
- ¿Nunca has jugado con ellos?
- De pequeña me gustaba verlos caminar -respondió Analema un tanto insegura-. Los ponía sobre la mesa cuando mi madre compraba.
- A mi me gustaba sentirlos en la piel, jugaba con mi prima. Yo veraneaba con mis tíos. Mi prima y yo éramos inseparables. Siendo mayor que yo, ella era la que llevaba la voz cantante y siempre ideaba juegos en los que acabábamos en pelotas, sobre todo yo. Nos gustaba meternos en la bañera con los cámbaros, como les llaman aquí, y ver quien aguantaba más. Cada uno se los ponía al otro en el sitio en el que pensaba que se rajaría antes. Imagínate, culo en pompa, cangrejito en medio, piernas abiertas cangrejito en la polla o en el chocho, y así.
- Encantadores tu primita y tú.
- Bueno, todos hemos jugado a los médicos de vez en cuando.
- Pues compadezco a tus amiguitas porque seguro que les ponías inyecciones de verdad.
- Que noooooooo, que fama.
- Pues me da que tus juegos de médicos deberían ser dignos de verse.
- Mmmmmmmmmm, vale, un día jugaremos a eso y tú también me contarás que hacías. Pero ahora.... vamos a ver cuánto le gustan los cangrejitos a mi niña.

Zas empezó a ponerle los cangrejos por la piel. Se los iba colocando en los muslos, en la barriga, en el pubis, en las tetas... Había dos docenas, que pronto recorrieron el cuerpo de Analema en todas direcciones, escalando por su piel buscando una ruta de escape.

Hay que reconocer que no es muy agradable sentir un cangrejo con su cuerpo frío y sus patas puntiagudas recorrer tu cuerpo, mucho menos si son tantos y mucho menos si Zas se empeñaba en cabrearles, llevándoles con el dedo de un lado al otro y haciendo que los cangrejos le atacasen con sus pinzas.

Por mucho que Zas jugase a eso en la infancia con su prima, Analema se estaba poniendo considerablemente nerviosa. Un cangrejo se enganchó al dedo de Zas con una pinza y se quedo colgando en el aire cuando éste levantó la mano.

- Deja de incordiarles ya, bastante poca gracia me hace tenerles encima como para que tú les cabrees.
- Mira que cabrón, no me suelta.
- ¿No te duele?
- No mucho, más que nada impresiona. Verás.

Se soltó el cangrejo. Cogió una teta de Analema y empezó a darle con el pezón a otro que había empujado hasta allí. El cangrejo se levantaba sobre sus patas y  blandía sus pinzas abriéndolas y cerrándolas delante del pecho de Analema.

- Por favor no hagas eso, me da pánico verlo ahí.
- Mírale, no retrocede.
- ¡Zas por favor no empieces otra vez!.
- ¡Lucha cobarde! –le decía Zas al cangrejo y tomando también la otra teta le empezó a atacar con las dos- ¡Ahá!, jamás te habías visto con semejante enemigo, ¿eh? Pues que sepas que éstas atacan siempre en parejas.

Analema estaba concentrada en el cangrejo con el que jugaba Zas. Estaba segura que acabaría mordiéndole una teta. Nunca había sentido especial asco o temor por los cangrejos, pero nunca los había tenido corriendo encima de su cuerpo desnudo. Si Zas no estuviese con ella no lo resistiría y, aunque se estuviese dedicando a provocarles, su presencia le infundía tranquilidad.

Lo que la hizo gritar fue algo inesperado. Como no paraba de moverse, sin darse cuenta aprisionó a un cangrejo con los muslos. Éste se defendió pellizcando la cara interna del muslo de la chica, que del susto estuvo a punto de saltar de la bañera.

Zas le puso un dedo delante y el cangrejo soltó el muslo para atacar el dedo. Cuando liberó su presa Zas lo cogió y el cangrejo no paraba de agitar las patas y mover las pinzas hacia atrás para atacar la mano que le sujetaba.

- Mírale, está rabioso, se ve que tu también le has asustado al aprisionarlo entre las piernas. Pobrecito, démosle algo que morder. Abre las piernas.
- ¿Qué?
- Que abras las piernas.

Analema lo hizo sin ningún convencimiento.

- Más. Un poco más. Así.

Contempló horrorizada como Zas le acercaba el cangrejo a la vulva, tocando con él incluso sus labios.

- Esto mi prima no lo podía resistir. Aquí se rajaba siempre, aunque luego iba ella y me lo ponía en el prepucio y entonces quedábamos en empate.
- Zas ten cuidado.
- ¿Por qué les tienes miedo?, ¿no te resultan apetitosos? –le preguntó mientras le acercaba el cangrejo a la cara.
- Ya basta por favor.
- Bueeeeeeeeeeno, no te me pongas nerviosa. –dijo mientras le daba un beso y volvía a poner el cangrejo en el cubo. Luego también puso allí todos los demás.
- Voy a preparar el agua para cocerlos – continuó Zas- Las chirlas y las navajas ya deben estar limpias. Tú date un aclarado con agua calentita para quitar el olor de cangrejo y luego acuérdate de llamar a tu marido, no se vaya a pensar que te ha ocurrido algo malo.

Zas coció los cangrejos con agua con sal, laurel y un limón exprimido. Cuando estuvieron a punto los escurrió, los colocó en una fuente y los llevó al salón, donde Analema ya estaba preparando las navajas y las chirlas sobre una plancha encima de las brasas.

- En cuanto se abran las dejas un poco más y luego las quitas, que si no se quedan muy secas.

Cenar marisco, marisquito como lo llamaba Zas, es muy entretenido y un auténtico placer si cuentas con las salsas, el vino y la compañía adecuada. La quesada pasiega de postre y dos copas de cava fueron un lujo añadido.

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